Revista Nro 19 (Continuación) La energía nuclear durante la dictadura militar (1976/1983) 2da entrega por Guillermo F. Sala


1ra Entrega: AQUÍ





A pesar de todos estos inconvenientes y obstáculos en 1978 varias decenas de profesionales y técnicos argentinos participaban en los trabajos de ingeniería en Canadá y en Italia para la central nuclear con tecnología CANDU que se iba a emplazar en Embalse Córdoba en el marco de aquel contrato firmado en 1974.
Todas las propuestas técnicas se orientaban hacia la independencia y autonomía tecnológica, algunas de ellas consistieron en el avance de una instalación que se emplazaba en el Centro Atómica Ezeiza (CAE) para que fabrique los elementos combustibles que se introducían sólo en ese momento en el reactor de Atucha I, así como también una Planta Piloto de agua pesada que se instalaría en el predio linero a la Central Atucha en Lima Pcia BsAs, como paso previo a la construcción de una planta industrial para producir una cantidad significativa que sostenga la provisión de las centrales nucleares proyectadas. 

También se iniciaron tratativas para comenzar a instalar en el CAE una planta de reprocesamiento para desagregar el plutonio de los elementos combustibles gastados en la central. Estos combustibles usados en las plantas nucleares luego de varios años de almacenamiento bajo agua en piletas hasta que decaiga la actividad radiactiva, pueden desarmarse y  en general se  reutilizan como nuevos elementos combustibles. Este proceso de reprocesamiento se realiza en diversos países, pero en la Argentina no fue posible concluir ninguna planta de estas características.   
En 1979 el gobierno militar aprobó el plan para la construcción de 4 centrales nucleares de 600 MWe y completar el ciclo de combustible (exploración minera, extracción de uranio, producción de dióxido de uranio, fabricación del combustible para los reactores de potencia que puede incluir el enriquecimiento de uranio, fisión nuclear dentro de los reactores y gestión de los residuos radiactivos en los que se incluye el reprocesamiento) para el año 1997. 
A partir de esas definiciones el presupuesto del área nuclear ascendió a U$S 1.000 millones/año. En noviembre de 1979 la alemana KWU ganó una licitación para construir la tercera central nuclear (Atucha II) con reactores del mismo tipo de los anteriores, tipo uranio natural y agua pesada,  por U$S 1.300 millones, mientras  que una firma suiza obtenía el contrato por U$S 300 millones para construir la planta de agua pesada en Arroyito Neuquén.
Un párrafo aparte merece el capítulo del proyecto de enriquecimiento de uranio, y debido a que  EEUU tenía para esta actividad una política de veto para países en vías de desarrollo, fue iniciado en nuestro país en secreto durante 1978, habiendo sido propuesto para encarar esa misión un grupo de investigadores formados en CNEA sumados a otro que se desempeñaban en la empresa estatal Investigaciones Aplicadas S.E. (INVAP).
El 1978 el congreso americano sancionó el tratado de no proliferación nuclear (TNP), debido a ello el suministro de uranio enriquecido sería inviable para el reactor que el estado argentino exportaba a Perú y también para nuestros reactores de investigación y de producción de radioisótopos. El proyecto de enriquecimiento era secreto, de tal forma que el personal que trabajaba en el mismo en algunos casos no debía tener información sobre la finalidad de su participación, ya que se establecía que los beneficios del proyecto hacen a la Seguridad Nacional y a la independencia en la toma de decisiones. 

La planta piloto se instaló en Villa Golf (Río Negro) y la planta industrial para iniciar con los trabajos de segunda etapa de enriquecimiento por difusión gasesosa se emplazó en la localidad rionegrina de Pilcaniyeu. En 1980 se formaliza el contrato entre CNEA y el INVAP para la construcción y puesta en marcha de una planta para enriquecer  uranio al 20% por difusión gasesosa.
Otro punto de la incidencia  internacional radica que la derrota en la guerra de Malvinas fuera asociada a la cuestión nuclear. Titulares de diarios norteamericanos fueron elocuentes: “La derrota de Falklands podría acelerar la bomba argentina”. En mitad de la guerra, el 14 de mayo, un artículo publicado en el Washington Post se titulaba “Informe dice que Argentina podría tener la bomba pronto”. Estas versiones tomaron nuevo vigor cuando Castro Madero denunció ante el OIEA el uso de submarinos nucleares británicos durante la guerra de Malvinas. Argentina manifestó en foros internacionales que se reservaba el derecho a trabajar en propulsión nuclear con aplicaciones navales y en CNEA e INVAP se iniciaron los primeros estudios de diseño de pequeños reactores de potencia.
El 2 de abril, fecha del inicio de la beligerancia en el Atlántico Sur, CNEA había inaugurado su primera planta para la producción de elementos combustibles en el Centro Atómico Ezeiza, dando inicio a lo que posteriormente fue la firma CONUAR S.A. (Combustibles Nucleares Argentinos S.A).
Unión Soviética había acordado enriquecer uranio argentino a un porcentaje bajo, y Argentina había obtenido una cantidad adicional de China, insistiéndose que la dependencia de EEUU del plan nuclear argentino era prácticamente nulo.
Entre 1982 y 1983 se da inicio a lo que posteriormente se conoció como el reactor CAREM en una versión preliminar y un modelo más pequeño que había sido diseñado para submarinos tipo TR 1700, de la clase del submarino argentino Santa Cruz. Durante esos años la cooperación entre la URSS y China con nuestro país fue muy intensa en el plano nuclear. 
La Argentina sufría de escasez de recursos para avanzar con el plan nuclear comprometido hasta el momento, es decir la 3ª central nuclear, la planta de agua pesada de Arroyito y la planta de enriquecimiento en Pilcaniyeu.
Sin embargo a partir de la asunción del gobierno de Ronald Reagan en EEUU se empezó a vislumbrar un cambio, ya que se produjo en 1983 una provisión de agua pesada al país, se autorizó la importación de equipamiento complejo para la continuidad de las obras de la planta de Arroyito que construía una firma suiza, y varios funcionarios de EEUU visitaron una instalación que en esos años se inauguraba en el Centro Atómico Ezeiza. La administración Reagan tuvo un comportamiento menos hostil, cambiando su orientación de enfrentamiento, con la de cooperación y proveedor nuclear para Argentina. Evidentemente la cercanía a potencias adversarias a EEUU en la llamada guerra fría, por parte de Argentina, motivó un relajamiento de sus políticas restrictivas, buscando el gobierno de Reagan seducir al gobierno argentino con la firma de los tratados que eran de su interés.
En mayo de 1983 se inaugura la Central Nuclear Embalse, habiendo tenido una participación de la industria local del 51%.



Previo a la asunción de Alfonsín en diciembre de 1983, Castro Madero acuerda con él como presidente electo hacer el anuncio que Argentina había fabricado una cantidad relevante de uranio enriquecido en la planta de Pilcaniyeu. El anuncio debió tener protocolos diplomáticos internacionales de mucho cuidado, por la magnitud del mismo y sus consecuencias políticas.
En ese momento, el país era considerado el tercer mayor proveedor del mundo de asistencia nuclear a otros países en desarrollo. Por esos días, varios países de América latina compraban radioisótopos para usos médicos a la Argentina, y Brasil adquiría tubos de circonio para encapsular las barras de combustible para su planta nuclear. Los ingenieros argentinos estaban construyendo el reactor de investigación en Perú. En 1981, la Argentina había financiado U$S 68 millones para el programa nuclear peruano. Otro equipo estaba estudiando la factibilidad de construir un centro de investigación nuclear en Argelia y se estaban dando los primeros pasos en la colaboración con Colombia, Uruguay y Chile. Finalmente, pronto se retomaría también la asistencia nuclear a Irán.
La noticia del éxito tecnológico argentino tomó a las agencias de inteligencia norteamericanas por sorpresa. Empezaron a ver a la Argentina como posible suministrador de insumos nucleares a países que no estaban dentro de la órbita de EEUU.
El retorno a la democracia fue interpretado desde la arena internacional como una señal de que rápidamente se produciría un cambio drástico en la política nuclear argentina. Aun antes de asumir el cargo, el presidente electo Raúl Alfonsín anunció que se conformaría una comisión investigadora con el fin de revisar el programa nuclear en su totalidad.





Conclusión
A fines de diciembre, Castro Madero renunció y fue reemplazado por el ingeniero Alberto Costantini, el primer presidente civil en la historia de CNEA.
Sin embargo, a pesar de estas señales, las cosas no iban a ocurrir como la administración Reagan había imaginado. A los pocos meses del retorno a la democracia, la incertidumbre del gobierno norteamericano se ponía en evidencia ya que la política seguida por el gobierno democrático de Alfonsín mantenía las condiciones de autonomía al no aceptar las salvaguardias que imponían los tratados que EEUU pretendía que Argentina rubricara. De todas maneras el nuevo gobierno civil redujo drásticamente el presupuesto de CNEA condicionado por la situación económica del país y por la necesidad de la negociación de la deuda externa, que lo imponía como condición.
La racionalidad económica y política subyacente al plan nuclear de Castro Madero fue incierta dentro de un gobierno dictatorial y que produjo profundas consecuencias en el personal técnico y profesional, pero también es cierto que casi treinta años más tarde la Argentina tiene la capacidad de competir y exportar tecnología nuclear.
En todo el mandato el Raúl Alfonsín, la situación económica estuvo regida por la negociación de la deuda externa y las penurias económicas, que hicieron imposible continuar financiando el plan nuclear. Las capacidades tecnológicas fueron deteriorándose y tuvieron su colapso tecnológico durante el siguiente gobierno de Carlos Menem durante el cual se firmaron los acuerdos de salvaguardias pretendidos por los EEUU, como correlato a su consigna diplomática de “relaciones carnales” con la potencia, degradando la relevancia que el área nuclear había alcanzado en esos 45 años de vida, motivando el más importante éxodo profesional que se haya producido en su historia. 
Los hechos posteriores a 1983 en época democrática serán motivos de otros escritos en futuras entregas. Link del documento


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*Guillermo F. Sala, Arquitecto

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