Revista Nro. 18 La energía nuclear durante la dictadura militar (1976/1983) Parte 1 Por Guillermo F. Sala


En esta entrega, desdoblada en dos fragmentos, intentaré acercar en forma abreviada un escrito que hace algún tiempo leí, referido a las políticas nucleares que implementó la dictadura militar, llamado “Energía Nuclear y Dictadura Militar 1976/1983” del Dr. Diego Hurtado de Mendoza editado por la Revista Iberoamericana de Ciencia y Sociedad N° 13 Volumen 5 (Diciembre de 2009), a fin de compartir la mirada exhaustiva de un especialista en el área, que accedió a documentos y referencias incontrastables. En el final del escrito se leerá el link para acceder al documento completo.

Primera parte

Introducción El autor inicia su trabajo indicando que a mediados de los años ‘70 el desarrollo nuclear argentino era considerado uno de los más avanzados de los países en desarrollo detrás de China e India. Durante la última dictadura militar la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) concretó sus mayores méritos tecnológicos mientas que la política económica se orientaba hacia la ortodoxia liberal. La CNEA era una mancha donde se promovía la participación y articulación de las capacidades industriales locales. El gobierno militar descargaba sobre la esfera pública la represión y la censura y como para el imaginario militar lo nuclear era estratégico procuró contener sus capacidades y técnicamente lo alcanzado hasta ese momento.
En el plano internacional existieron presiones de EEUU para firmar el Tratado de No Proliferacion (TNP) y el Tratado de Tlatelolco. Más allá de estas presiones luego de la Guerra de Malvinas se anunció el dominio de la tecnología del enriquecimiento de uranio que fue alcanzado en las instalaciones que tenía CNEA en Pilcaniyeu a 70 km de Bariloche en la Provincia de Río Negro.
La dictadura designó como Presidente de la CNEA el Vicealmirante Carlos Castro Madero quien era egresado del Instituto Balseiro. Dos oficiales de la  marina argentina (Uno peronista y otro antiperonista) se distribuyeron el mando del organismo entre 1952 y 1976, con lo cual puede definirse en forma histórica la participación de esa fuerza militar en el área nuclear. Desde 1983 a la fecha ningún hombre o mujer de las fuerzas armadas dirigieron el área nuclear. Apenas asumido Castro Madero definió que la clave del desarrollo nuclear era el dominio del ciclo de combustible.

Desarrollo cronológico. Implicancias internas y externas    

Hasta 1985 el monto recibido por CNEA era de U$S 5.500 millones de los cuales U$S 3.500 millones fueron para bienes y servicios nacionales y provistos por el Estado Nacional. En ese período se entendió que Argentina estaba capacitada para asumir la dirección, construcción, montaje y puesta en marcha de centrales nucleares de potencia y liberarse de los contratos llave en mano y manteniendo una línea de orientación para fines civiles de la inversión nuclear.
En el mapa internacional de ese momento impactó que la India, que tenía un desarrollo similar a la Argentina, había realizado su primera prueba nuclear en 1974. Ambos países contaban con especialistas renombrados y habían definido que su línea de reactores fuese de uranio natural y agua pesada, la cual se decía en aquel momento, que propiciaba ventajas militares, aunque Argentina aseguraba que su avance sólo era con fines civiles, pero internacionalmente era difícil no asociarlo con el desarrollo armamentístico.  Desde Argentina especialistas civiles desmintieron esas afirmaciones sosteniendo lo que afirmaba el renombrado físico Jorge Sábato, que mencionaba que con el pretexto de impedir la proliferación de armas nucleares, los países centrales vedan  a los países en desarrollo alcanzar el dominio de las técnicas de enriquecimiento y reprocesamiento.
A mediados de los años ‘70 la capacidad eléctrica instalada en Argentina era de 6.000 MWe y 340 MWe eran nucleares provistos  desde 1974 por Atucha I. 

(Imagen del Pte Perón en CNA I). 

El plan militar era que para el año 2000 Argentina debía tener instalados 15.000 MWe nucleares con una inversión en 25 años de U$S 30.000 millones. Hoy Argentina posee aproximadamente 1.700 MWe de potencia instalados y al año 2000 sólo tenía 1.000 MWe.
El panorama en Sudamérica de 1974 reflejó la  firma entre Brasil y Paraguay del tratado de Itaipú para construir una represa hidroeléctrica de gran envergadura sobre el río Paraná y también Brasil firmó un tratado de transferencia tecnológica nuclear muy relevante con la República Federal Alemana lo que producía un desequilibrio regional. Brasil por su parte resolvió optar por la línea de reactores de uranio enriquecido y agua liviana.
El desarrollo nuclear ofrece un efecto multiplicador sobre otras industrias y contribuyó como foco de atracción a profesionales e investigadores de disciplinas científicas y tecnológicas. En contraposición con la política de la dictadura, que intervino 28 universidades desplazando y haciendo desaparecer a integrantes de la comunidad por razones políticas. CNEA también sufrió esas persecuciones entre sus científicos y trabajadores, existiendo desaparecidos y desplazados de sus filas laborales.
En el plano de la violencia institucional si bien gran parte del personal de CNEA, manifestó su oposición al régimen militar, la escalada de la represión fue silenciando las manifestaciones de crítica u oposición explícitas.
Veinticinco trabajadores fueron secuestrados, 15 figuran como desaparecidos y dos centenas debieron renunciar a sus puestos. Tres científicos cuentan que “fueron secuestrados, torturados, saqueadas las casas de sus familiares más cercanos, difamados, puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, sin causa, y luego de recuperar milagrosamente la libertad, siete meses más tarde, tuvieron que irse del país”. Varios más fueron puestos a disposición del PEN. Se dijo que algunos de ellos que trabajaban en reprocesamiento fueron visitados por un coronel del ejército para que prestaran colaboración desde la cárcel de Devoto donde estaban alojados. También había medio millar de legajos paralelos como seguimiento interno de inteligencia.
Varios físicos mencionan que Castro Madero intentó “rescatar” a los que eran perseguidos por causas políticas. No parece que fuera a tener una actitud equivalente “a lo Schindler” en la época del nazismo, pero varios científicos mencionan distintos hechos similares que lo involucran en una especie de protección de perseguidos por razones políticas. Otras opiniones mencionan cierta “selección” conveniente. 
Uno de los científicos secuestrados y luego liberado concluye que el componente de reconocimiento internacional de la figura de Castro Madero que él mismo buscó forjar, no empaña su accionar como un verdugo más de los que asolaban la Argentina en aquellos momentos. 


Sin embargo de alguna forma lo consiguió ya que fue uno de los pocos militares de alto rango, con una alta responsabilidad institucional en la dictadura, que una vez recuperada la democracia fue tentado para ocupar distintos puestos en el Estado.
En la escena global los países exportadores de insumos nucleares pusieron obstáculos a los planes de Castro Madero.  Atucha I, había comenzado a generar electricidad en marzo de 1974 y en abril del mismo año el estado argentino firmó un contrato con un consorcio ítalo-canadiense para adquirir un reactor de potencia tipo CANDU (CANadian Deuterium Uranium) para ser instalado en la provincia de Córdoba siguiendo la línea tecnológica de Atucha I; uranio natural y agua pesada. Las firmas que lideran ese consorcio fueron  Atomic Energy of Canadá Ltd. (AECL) e Italimpianti. Esos actos contractuales se produjeron durante un gobierno civil justicialista.  Entonces, luego de la prueba india, se produjo un conflicto con los principales países propietarios de la tecnología que Argentina tenía en sus plantas: la República Federal de Alemania y Canadá que eran miembros del denominado “Club de Londres”  conducido por Henry Kissinger.
El punto relevante de ese club era incorporar restricciones al comercio de equipamiento nuclear.  En ese ente, que oficiaba en forma secreta, se acordaron pautas que restringían las transferencias entre países de las denominadas tecnologías sensitivas como el enriquecimiento de uranio, el reprocesamiento de elementos combustibles irradiados, la producción de agua pesada y la tecnología del plutonio. Cuando se menciona eufemísticamente “tecnologías sensitivas” son las que según los países centrales usarían los países en vías de desarrollo para fabricar y exportar armas nucleares. Ese tipo de actividades quedaban restringidas solamente al llamado “Club de Londres”.
El paso del tiempo produjo que el gobierno de EEUU endureciera la posición de no proveer insumos aptos para la tecnología nuclear si previamente no firmaba el Tratado de No Proliferación Nuclear. Debido a esta imposición Canadá negó la provisión del agua pesada necesaria para la central nuclear cuyo contrato había sido firmado en 1974.
En paralelo la Argentina establecía relaciones comerciales durante el gobierno de Estela Martínez con Perú para suministrar un reactor de investigación, firmándose en 1977, ya en dictadura, un contrato para construir en Centro de Investigación con el fin de formar técnicos y profesionales para operar esa planta. Esa fue una de las primeras experiencias de transferencia de tecnología.  El punto final de todo el proyecto fue la construcción de un reactor de investigación de 10 MWe cerca de Lima. Los EEUU pusieron trabas nuevamente al avance del proyecto argumentando violación de salvaguardias nucleares, apuntando al enriquecimiento del combustible necesario para que funcione dicha instalación.
Castro Madero y sus colaboradores tenían la certidumbre que no era el tema de las salvaguardias nucleares lo que inducía a los países exportadores de tecnología nuclear, sino impedir el desarrollo tecnológico autónomo de los países.

Continuará en la próxima….



*Guillermo F. Sala, Arquitecto

Comentarios