Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V La sociedad de los malos lectores y peores escritores … Editorial
Por cuestiones profesionales tenemos
la oportunidad de trabajar sobre textos de la modernidad incluidos en los
listados de mayor éxito comercial del planeta.
Para un lector avezado y amante de
los clásicos resulta un desafío a su templanza y temeridad, tarea, que les
aseguramos, no hacemos por dinero.
Y hete aquí nuestra preocupación,
esos escritos (no nos atrevemos a llamarles obras) no solo adolecen de una
literatura atildada, además son dueños de un muy pobre y casi grotesco manejo
del lenguaje, ausentes de construcciones ricas, complejas y claras de modo nos
hagan reflexionar y sentir al mismo tiempo, sino que añaden a sus falencias el
abordaje de temáticas las cuales no superan la línea de la banalidad. Bajo el
pretexto de un supuesto realismo negro se escriben verdaderos atentados contra
el arte.
Jorge Luis Borges, tomando como
inspiración a Schopenhauer, sostenía que a lo sumo habrían un par de centenares
de temáticas generales para desarrollar literariamente en todas sus facetas
partiendo de un tronco cardinal sobre los cuales ya se ha escrito todo: El
amor, la amistad, la traición, los celos, la violencia, la pasión, la fe, la
religión, la política, el sexo etc., pero que en definitiva lo que le da
sentido literario y artístico a una obra es cómo está escrita, y ese cómo NO
está dado en relación a mi subjetividad, la cual puede ser muy pobre como para
calificar, ergo, si la pude entender y me entretuvo NO alcanza para ser
valorada, además debe lucir ciertos incisos estéticos nobles y sublimes, muchos
de ellos están dentro de los detallados en nuestro primer párrafo.
Escribir bien no es tener solo una
idea o darle una nueva vuelta de rosca, es plasmar esa idea con herramientas encantadoras
tal como afirmó Stevenson, con rasgos estéticos universalmente fascinantes y
detalles artísticos de relieve. Luego la historia será apreciada por más simple
que sea porque tendrá el volumen literario que hará a su demanda e interés.
Escribir bien es una actitud estética e intelectual. Muchos arriban a la
literatura relatando su vida entendiendo que ella merece un párrafo artístico,
nada menos literario, más vulgar y soberbio.
Pero aquí nos chocamos con el dilema.
¿Cómo puede ser posible que obras horrorosas desde todo concepto en tanto
historia, desarrollo y lenguaje - por caso las destinadas al segmento “teen” o los panfletos de autoayuda con
formato de libro en tanto ficción o ensayo - puedan vender en la actualidad 3 o
4 millones de ejemplares, y obras maravillosas de autores eminentes no pasen de
los mil y una primera edición que nunca se agota? Pues la respuesta está en el
sujeto lector, el cual aceptó cómodamente el convite de la editoriales las
cuales hallaron respuestas a sus intereses mercantiles acercando el negocio de
la literatura al mundo de los medios de comunicación, sobre todo la televisión
y sus colectoras de la red, banalizando y moderando la complejidad que el arte
de la prosa y la poesía ostentan. Por lo tanto se trata de una simbiosis cuyos
elementos putativos y unificadores son la comodidad, la banalidad, la
vulgaridad y sobre todo la facilidad… El arte literario está sufriendo también
la perversión del presente cortoplacista y mercantilista, no logró escapar ni
salvarse de la insignificancia y trivialidad del homo rentista Netflix…
En tanto al artista le urge escribir en estado de beligerancia, de permanente resistencia, debe hurgar dentro del submundo que la sociedad construye cual cloacas urbanas por donde corren las inmundicias y los desechos más execrables, el artista cabal debe implosionar al universo a partir de sus textos para que esa inmundicia recobre vida, de modo nuevamente vea la luz, sea sufrida y exhiba sus consecuencias. Cuando hay sosiego, confort y marcados signos de prosperidad el artista se encuentra, con el paso del tiempo, cada vez más lejos del universo creativo, sendero por el cual ingresó al mundo del ingenio y la belleza. El hombre estaba convencido que existían miles de razones para adherir a batallas con seguro resultado de victoria, pero le daban asco sus paradigmas, y a la par sabía que existían muy pocos motivos para aquellas con alta posibilidad de derrota, cuestión que le causaba dolor. Por eso observó aquel momento como el oportuno para partir. Su fortuna era insultante en tanto escritores que él admiraba subsistían en la absoluta pobreza; su licenciosa vida completa de placeres, estímulos físicos y sensoriales lo abochornar, estaba absolutamente convencido como buen lector que la calidad literaria de sus escritos no merecían de tamaña algazara, más teniendo en cuenta que sus fanáticos, en su mayoría personas de muy pobre intelecto y preparación, esperaban con ansias cada nueva narración, para su bien, esperando que se olviden de la anterior. Aun así no sentía culpa que sus talentos no alcanzaran para mayores desafíos, pero al mismo tiempo esas evidentes pobrezas artísticas lo transformaron en el escritor más exitoso y cotizado del País, el más fácil de entender, el menos complejo, el que abrevaba con mayor esplendor de las canteras del sentido común. Sus colegas más respetados, aquellos hombres de la cultura, de las artes en general y del pensamiento, que citaba y elogiaba en cada entrevista o lanzamiento de un nuevo ensayo literario, no asistían a sus presentaciones, incluso con expresa y personalizada invitación, en alguna oportunidad las efectuó de puño y letra para que el destinatario denote el esfuerzo del remitente.
En cierta etapa comenzó a observar con preocupación que sus promociones y
conferencias se saturaban de modelos del momento, personajes mediáticos salidos
de los reality shows, influencers de las redes sociales, periodistas de
chimentos, panelistas, políticos con aspiraciones, incluso más de una vez sus
propuestas fueron utilizadas como ámbitos propicios para escándalos amorosos
por gente que deseaba promocionar algún próximo trabajo teatral. De todas
maneras, delante de su editor, reconocía cierta conformidad en tanto sus
debilidades, sobre todo cuando alguna de las jóvenes señoritas presentes en las
verbenas lo convencían que su literatura era el nexo necesario para acercarlo a
los más gráciles placeres que la vida le tenía reservada a los exitosos.
De la novela Epitafio Warnes - Párrafo del capítulo La Cofradía
Patriarcal
Artes Gráficas Líber - Mayo 2021
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