Vulnerables; eufemismo y banalización dialéctica de los mercados corporativos a la hora de los acuerdos
Aquí el texto completo del acuerdo con el FMI...
http://lasbalasdelcampanario.blogspot.com/2018/06/memorandum-de-politicas-economicas-y.html
... con relación a él, Horacio Gonzaléz analiza y dispara ...
Los vulnerables – Por Horacio González para La Tecl@ Eñe
Fuente:
Horacio González se interroga sobre cómo los organismos
gubernamentales y de financiación internacional aprendieron que sus decisiones
opresivas se deberían presentar bajo el ropaje de un plan de atención a los
humillados de la tierra, invirtiendo sus lógicas para presentarlos como el
montaje de actos de preocupación por los pobres, que tan buenos resultados le
diera al macrismo.
En el comunicado gubernamental
sobre las condiciones que impone el Fondo Monetario Internacional, leemos la
palabra “vulnerables”. El préstamo “preventivo” tiene en cuenta a los
vulnerables. Sería el indicio de “cómo cambió el Fondo”. Se declara que habrá
excepciones en el plan con los efectos que provoque en los más desfavorecidos.
Recordemos la jerga que emplean. “El programa es innovador ya que protege
especialmente a los sectores más vulnerables. En efecto, se incluye
explícitamente el monitoreo de indicadores sociales y, por primera vez en la
historia en un programa con el FMI, una salvaguarda que permite incrementar el
gasto social si el gobierno argentino lo considerara necesario. Esto significa
que en caso de que la economía no creciera como esperamos, podrán realizarse
ampliaciones de gasto focalizadas especialmente en los programas de
asignaciones por hijo y embarazo. Nuestro plan también incorpora medidas para
promover la equidad de género y estimular la participación de la mujer en el
mercado laboral”.
Hace tiempo los organismos
internacionales promueven vocabularios, diccionarios que hurgan en “nuevas
sensibilidades” donde yacen las palabras clave para explicar procedimientos que
tienen alto tenor de sometimiento y pérdida de las autonomías nacionales, pero
todo ello intenta ser presentado con una terminología bondadosa y edificante.
Nunca dejó de ser así, pero ahora es una cuestión más explícita. Ya el Banco
Mundial había originado palabras como “empoderamiento”, que los gobiernos
democráticos con horizontes muy amplios de genuina sensibilidad social,
comenzaron también a emplear. Es que esas palabras suelen ser “tentadoras”. En
décadas pasadas se habló de población carenciada, una suerte de neologismo que
apuntaba a señalar los yacimientos humanos donde habitaban los desprotegidos,
explotados o marginados. Pero al hablar así… ¿No estamos empleando también un
repertorio semejante al de esos organismos?
Porque ellos emiten frases como
éstas: “Esto significa que en caso de que la economía no creciera como
esperamos, podrán realizarse ampliaciones de gasto focalizadas especialmente en
los programas de asignaciones por hijo y embarazo”. Lagarde, por su lado,
indicó su preocupación por la pobreza y la igualdad entre hombres y mujeres. En
caso de ser necesario, se derivarán más recursos. El rudo corazón blindado de
las finanzas, parece haberse conmovido.
Estas pequeñas maniobras
publicitarias ejercitadas sobre medidas económicas de fondo que comprometen
severamente el destino de país, son una marca del neoliberalismo reinante no
sólo en la economía sino en el modo de describirla. No en vano, en esta
materia, el gobierno macrista puede anotarse varios éxitos, según lo expresado
en reciente discurso del senador Pino Solanas en el Senado. Que un sector
importante de la población creyera que las tarifas eléctricas y de energía en
general eran demasiado bajas y concuerde con un “sinceramiento” que los
perjudica, es efectivamente un logro de gran magnitud. Los afectados aprueban
la medida que los lleva a esa condición de menoscabados materiales, pero en
nombre de un supuesto rasgo moral, la sinceridad. Podríamos afirmar así que hay
una nueva manera de exponer decisiones económicas con reconocible poder de
descalabrar las economías nacionales. Abundan los ejemplos de países heridos en
el corazón de su vida económica, que viven atenazados por controles de FMI, que
es reconocible portador de las fórmulas de rebajar costos laborales,
jubilatorios, gasto público, y en el caso argentino, imponer una relación de
ajuste/deuda de porcentajes más estrechos que los que calculaba el gobierno. No
obstante, un sesgo calamitoso es vestido con tules que arropan a desamparados,
pobres y endebles.
Es que el reino de los
eufemismos predomina aquí: el gradualismo es el primero de ellos, pues se actúa
a sabiendas de que se tomarán medidas dañosas, pero se las expresa
consolatoriamente; “serán graduales”. ¿Pero es tan simple hacer que miles y miles
de personas festejen la manera en que son lesionados? Y que incluso discutan en
foros públicos la necesidad de que fueran alcanzados por esos daños a sus
cálculos de vida, porque “pagar tan barato los servicios” … ¡no podía ser!
Efectivamente, algo profundo en materia de los alcances y sostenes de las
creencias colectivas ha ocurrido.
En la discusión sobre las tarifas eléctricas en el Senado
escuchamos dos sólidos discursos, el de Cristina Kirchner y el de Pino Solanas.
En ambos aparece una cuestión fundamental, cual es la de la manera en que
aparece “la presentación de los hechos”. Llamamos así a la facultad del poder
político de narrar siempre a su favor los más disímiles episodios, incluso los
que bajo una primera vista del sentido común, se evidencian como totalmente
desfavorables a la vida de los habitantes sencillos de un país.
Cristina mostró
tapas de diarios de La Nación y Clarín de la época de sus mandatos; en ellos se
atacaban las menores subas de tarifas en los servicios públicos, que son
liliputienses comparadas con las desmesuras que ocurren hoy, ante el silencio o
aprobación de esos mismos órganos de prensa y sus ramificaciones. Sin temor a
brutales incoherencias, ese condensado final del mando comunicacional y
simbólico, aprueba la forma mayúscula que hoy aherroja al pueblo llano,
mientras ayer ponía el grito en el cielo por ocurrencias muy menores o
insignificantes, si comparadas con las que ahora ocurren. Solanas se refirió,
en tono irónico, al “éxito” que tuvieron las maquinarias publicitarias del
gobierno en hacer creer a buena parte de la población, que el aumento de un
servicio los favorecía, en vez de empobrecerlos más.
En los dos discursos referidos, hay algo común a pesar de
que subyacen diferencias de trayectoria, intención y estilo. Solanas se inspira
en una autocomprensión biográfica ligada desde tiempos muy anteriores por la
preocupación energética, que situó en un ciclo que atraviesa las presidencias
de Yrigoyen y Perón, que incluye la notoria participación de los generales
Savio y Mosconi -al que presentó como numen de la austeridad administrativa-,
sin olvidar al presidente Alvear. Es cierto que durante su presidencia se fundó
YPF, pero no deja de llamar la atención este recordatorio, no habitual en las
tradiciones directa o indirectamente vinculadas al “forjismo”, el grupo caro a
Solanas que en tiempos ya lejanos se expresó en términos del yrigoyenismo
antialvearista. Este señalamiento no pequeño en el debate histórico exigiría
mayores detalles y precisiones, que por ahora dejamos de lado.
Otro tema de
importancia en la exposición de Pino -que festeja el cincuentenario del estreno
en el Festival de Pesaro de La Hora de los Hornos, para la cual
-dice- “vi todos los clásicos del cine ruso”-, fueron las consideraciones sobre
Vaca Muerta. Señaló lo riesgoso de ese convenio, tanto en lo que se refiere a
la llamada “letra chica” en los acuerdos con Chevron, como en el riesgo para el
medio ambiente que supone ese método exploratorio, el fracking, ya prohibido en
varios países, y que sin embargo acá se lo festeja siendo aún más dificultosas
las condiciones de extracción del crudo, pues se halla a tres mil metros de
profundidad. La ex-presidenta aludió también a Vaca Muerta, pero de manera
diferente. Siendo un convenio realizado durante su gobierno -no sin polémicas
diversas-, reprochó a Macri que se exhibiera con esas instalaciones de fondo,
aferrado despegadamente a los monolitos e instalaciones de acero que dejó la
tan criticada “pesada herencia”. Pino utilizó su acostumbrado tono épico, el
del “gran proyecto de nación”, que el macrismo por su propia esencia no sólo
diluye, sino que esa expresión sólo cuenta -si cuenta-, en su diccionario de
vituperios. Para Pino, a la luz del abrazo Perón-Balbín, acto efusivo y
componedor bajo el cual él se sitúa, aun tendría sentido un llamado de lo que
todavía quedaría hundido en las frágiles y titubeantes reservas anímicas que
restarían en el trasfondo olvidadizo de radicales y peronistas. Llamado para
despojarse de sus caparazones amnésicas y volver a los orígenes. ¿Pero eso aun
parece posible? Permítasenos escribir el vocablo dudoso. Por la misma razón que
el discurso de Pino propone examinar: ¿por qué hay un sector vulnerado de la
población que festeja que lo sigan humillando? ¿Qué lo sostiene? ¿Avalados por
cuáles razones piensan que les conviene saludar un aumento de las tarifas o
condiciones de vida evidentemente más ruinosas?
Para Cristina la tarea
discursiva presentaba otros ángulos que eran necesarios porque lo que salga de
su boca debe dirigirse, aunque sea de un modo indirecto, a resguardar en la
memoria pública activa, los actos de su gobierno, vilipendiados por un engranaje
hasta hoy casi inconmovible. Un entrelazamiento granítico de medios que han
generado mitologías de escarnio presentadas como “información pura y dura”
-frase salida del laboratorio de rimas de las derechas del dispositivo
semiológico del poder-, cuestiones que exigen respuestas en gran parte
irónicas, tema en el que la ex presidenta se ha lucido, no siempre produciendo
los resultados que esperaba. Pero esta vez, su blanco era la pobre figura
vicepresidencial, símbolo del macrismo en el Senado, que en el pasado había
emitido opiniones contrarias a las suaves regulaciones de aquel tiempo, esos
reducidos aumentos de precios en el servicio que se imponían sobre el sector
energético, ínfimas medidas que harían sonrojar al “Recaudador Zaqueo” que aún
no ha despertado de su delirio de colector de gabelas, ante el chistido
alarmado de los obispos.
En los dos discursos veo una
similar preocupación por temas tales como el acto de sustraer las variables
económicas de su ámbito de historicidad (Cristina: los billetes de banco
extirpados de las figuras de la memoria nacional; Pino: la historia energética
del país que cruza a los partidos populares olvidados de su memoria) pero con
diferentes encuadres discursivos y políticos. En una, dirigirse con incisivo
sarcasmo a los débiles sustentos del gobierno macrista que exacerba los mismos
males que antes decía combatir. En el otro, la pregunta por el manto de
incongruencias con las que los grandes medios productores de lenguajes e
imágenes masacran a diario la vida popular. Por esas vías, amplias franjas
agraviadas objetivamente, agravian a la vez a quienes dedicaron esfuerzos en
levantarlas socialmente, mientras agasajan a los que con toda precisión rebajan
sus condiciones existenciales. Grandes enigmas de la conciencia colectiva que
estamos lejos de poder comprender y desanudar de sus complejos nudos espirituales
y morales.
Desvío por fin este breve comentario a un episodio
fundamental del debate sobre tarifas -cuyo resultado final fue de inmediato y
desfachatado veto por el gobierno-, para detenerme en las consecuencias de la
parte que destaco de ese debate – ¿cómo los organismos gubernamentales y de
financiación internacional aprendieron a que sus decisiones opresivas se
deberían presentar bajo el ropaje de un plan de atender a los pobres y
humillados de la tierra? El acuerdo con el FMI, aun no firmado cuando escribo
estas líneas, significa un porcentaje mayor de ajuste, restricción y
apisonamiento forzado del marco inflacionario, más de lo que el gobierno tenía
ya pautado. El resultado, aun si evitamos recaer en la figura de la “causa y el
efecto” -tan cultivada por quienes somos los históricos adversarios de estos
planes restrictivos para la vida en general-, es un regresivo escalón más a
recorrer en los términos de achicamiento del sector público, opacamiento de las
soberanías de las instituciones políticas y económicas, gobierno central, banco
nación, banco central, paradójicamente llamado “independiente”, etc. Todas las
sórdidas consecuencias para trabajadores, empleados, ciudadanía en general y
pautas genéricas del mínimo de autonomismo nacional que garanticen el sentido de
toda vida política, ya fueron suficientemente analizados. La foto de Macri en
la primera fila de los representantes del G7 como cobayo -roedor roído-,
explica la lógica del laboratorio donde los poderes financieros mundiales,
mientras discuten sus propios dilemas arancelarios, tienen a la Argentina como
gran hangar de pruebas para controlar financiera, económica, policial, militar
y existencialmente a la población. El recinto de la experimentación no es
diferente al de otras épocas, pero ahora incluye, con más énfasis que antes, la
idea que hay una variabilidad de recursos -según marchen las demás medidas de
encogimiento de la vida colectiva popular- que podrían aplicarse a reformar
asignaciones familiares, partidas por embarazo y otras urgentes cuestiones
sociales.
Invirtiendo sus lógicas bien conocidas, ahora el Fondo,
inspirándose en el macrismo que a su vez se ha inspirado en el Fondo, encubre
todos los proyectos para rehacer el país hasta llevarlo a su ruina histórica y
a su agonía social y su mendacidad cultural. Los presenta como un acto de
preocupación por los pobres. Es el rastro de un montaje que tan buenos
resultados le diera al macrismo, que en vez de construir un Arsat, construyó o
dejó que su propio ser fuera construido por una Ingeniería Mediática que
extremaba los medios para hablar falsariamente desde un sector quebrantado de
la vida popular. Pero presentado con felicidad balsámica. “Vamos juntos”.
Prestándole así el lenguaje de la imputación a los otros o ejerciendo la
alquimia de crearlo artificiosamente para que esa inocente voz hueca fuera
asumida como propia por los estratos más agobiados y encolerizados de la
población. Sembraron piedras en las vejigas del país. Luego, se haría fácil
dirigir con una regla de cálculo esos fastidios hacia los que quisieron
remediarlos genuinamente (con los defectos que hoy puedan reconocerse), tanto
como elaborar series mecanizadas de sonrisas almibaradas ante los viejos
patrones que retornaban. Con la venida prepotente del Fondo a co-gobernar el
país -si se desea, extráigase por innecesaria la partícula “co”- también se
ensayará el mesianismo financiero para ser aplaudido por el regazo borroso de
una vida popular entrecruzada por ráfagas complejas de creencias, consumos de
imágenes y deseos irredentos que desatan cargas que antes parecían llevarse con
comodidad, la correlación entre vidas golpeadas o experiencias laborales
explotadas y creencias políticas de emancipación. El Fondo, el Macrismo
Monetario, el fraude moral Internacional sigue existiendo porque confían cada
vez más en que el pueblo nunca más será pueblo, sino ataduras ya solidificadas
entre la pesadumbre social y el apoyo al autor de las desdichas, acompañado con
el improperio hacia las tradiciones y gobiernos populares que respiran, con las
dificultades conocidas, los aires de una historia mayor de visos emancipatorios.
Por eso, reseñábamos rápidamente dos discursos en el Senado
de la Nación que percibían estos problemas y con obvias fórmulas de dicción
heterogéneas, pero no ausentes de posibles complementaciones, pues hablaban no
desde posibles rutinas expositivas, sino desde la hondonada trágica que se
diseña ante nosotros. La de que, si no se hace lo necesario, pero también lo
profundo y no lo improvisadamente rejuntado, pueda proseguir, luego del año 19,
este gobierno que al sentido de la estafa le agrega las señales de la impostura
masiva. Rústicos vasos de burócratas y falsarios, que es imperativo que se les
rompan en las manos antes de beber el último sorbo.
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