(Editorial miércoles 10 "quien
quiera oír que oiga" La dorrego AM1470)
Las sociedades atraviesan,
principalmente la Argentina, traumas económicos muy dolorosos, y por ese motivo
tienen el reflejo de pensar éste y todos los presentes, con prejuicios, miedos
y esquemas del pasado. Nadie pide que esto no ocurra, al menos a quien le
cambiaron la vida robándole el esfuerzo de muchos años traducido en dinero, o
le quitaron la oportunidad de vivir con su habilidad mediante su trabajo. No es
fácil explicarle ciertos aspectos filosóficos, sobre los que nos deberíamos
asentar, pensando en ser un poco más felices. Aunque volviendo al título, es
precisamente la honestidad intelectual o más aun la falta de ella, la que lleva
a muchas personas diariamente opinar, pensar y actuar en consecuencia. La cosa
se agrava cuando se trata de personas públicas, mayormente dirigentes, con
acceso a medios replicantes de su posición, que dejando de lado su casi lógica
tarea de defensa de lo que representa con sus dichos, por lo general individuos
conocidos, con tiempo transcurrido en su tarea, traicionan en forma permanente
su propio modo de pensar, negando o anulando la existencia de sus semejantes,
que solo en su sinopsis, actúan como meros acompañantes de "su excelsa y
selecta actividad económica, que es históricamente perseguida y torpedeada por
insensibles gobiernos que desean su desaparición ", despojándolos del título
de "reserva moral de la nación", no se sabe por quién otorgado, que
les permite catalogar con prisma de suficiencia a todos los otros sectores. La economía
es y será política. Ambas transitan juntas en el análisis y comprensión de los
procesos históricos y sociales. Las opiniones uniformes, pretendidamente técnicas,
desnudan cimientos políticos e ideológicos. Y son precisamente los que no se
hacen cargo de eso mismo, quienes traicionan una honestidad intelectual que debería
ser más pulcra, más franca. Preanunciar apocalípticos devenires contradicen su
propio desempeño, cuando en algunas actividades se contrapone con la fe y
confianza resaltada en el esfuerzo para conseguir ciertas metas, que por otra
parte no fueron defendidas como se esperaba, en momentos aciagos y que hoy
lamentan, acordándose de pares que con su desaparición contribuyeron a su
propia expansión. La repetición diaria de situaciones adversas que no nos dejan
vivir, y que son coreadas y refrendadas por el absolutismo que nada reconoce,
que hablan como si fueran temas de cada momento los sinsabores de los que menos
tienen y que la padecen, y que ciertamente no tienen la menor idea de cómo
viven los compatriotas que estan juzgando, donde se naturaliza tener una
vivienda, educación superior, una jubilación, cloacas o agua corriente. Nada
que sea irrelevante con la dignidad, pero, ni idiosincrasia, ni pertenencia, ni
cambios sociales, ni inclusión, ni nada que se le parezca entra en la percepción
del lugar que ocupan, pero desde allí se dirigen a toda la sociedad en su
conjunto. La mayoría de las personas no parece tener un registro adecuado del
lugar que ostenta económicamente en la sociedad, con más responsabilidad la
clase dirigente, sobrevolando sus ambientes como si fueran muestras
representativas de toda la población. Las personas de mejor o peor condición económica
se relacionan normalmente con sujetos similares. Es obvio entonces que esto
provoque una distorsión importante a la hora de evaluar el grado en que una política
pública redistribuye a su favor o en contra. En nuestro lenguaje está
depositado gran parte del humor diario de todos, por lo general empezamos
repitiendo lo que escuchamos, y luego mejoramos la versión con nuestra propia
cosecha. Esto de las opiniones, no implica ignorar que una mayor igualdad en
todos los terrenos supone procesos necesariamente conflictivos. No se pueden
afectar intereses económicos, ideológicos y religiosos a través de sueños de armonía.
Una cosa es construir fronteras políticas en situaciones concretas y otra muy
distinta anclar tensión en identidades dicotómicas que trascienden las
situaciones. Les hace falta mayor información con datos de calidad acerca de
toda la población, calificada, mediante la investigación de las ciencias
sociales, que les haga pensar más en serio, y sin abandonar posiciones ideológicas,
que seguramente no se lo permitirán, pero al menos públicamente, les haga
comprender que los procesos de igualación no están prohibidos, aunque huelan
distinto, y no les de el cuero para aceptarlos, aun desde el disenso.
Carlos Madera Murgui:
Periodista y conductor del reconocido y prestigioso ciclo radial Testigos de Privilegio, programa que se emitiera por la AM 1470 La Dorrego durante cuatro temporadas. Actual columnista del programa Quien quiera oír que oiga, ciclo que protagoniza la segunda mañana de la misma emisora y que está conducido por el periodista Pablo Marcó.
Pero acaso para mí lo más importante: Un amigo del Pago con el cual hablamos el mismo idioma político, que no es lo mismo que decir el mismo idioma ideológico...
Dibuje maestro, extrañábamos sus editoriales. Un abrazo Radical (Nacional y Popular)
ResponderEliminarCarlitos: La editorial merece una doble lectura. Muy sutil el palo a nivel local. ¿Se pondrán el sayo? No creo. Me alegra volver a leerte en extenso. Somos pocos, siempre fuimos pocos en Dorrego. Lo unico que me jode es que Testigos de Privilegio esté fuera del aire. Era nuestra trinchera y esa media hora final que armaste con Gustavo era un placer para nuestros oidos populares.
ResponderEliminarGustavo
ResponderEliminarEstá bien tu aclaración. No necesariamente tenemos que estar de acuerdo ideológicamente para hablar el mismo idioma político. Excelente editorial