Este país de mierda y la honestidad intelectual por Carlos Madera Murgui



(Editorial miércoles 10 "quien quiera oír que oiga" La dorrego AM1470)


Las sociedades atraviesan, principalmente la Argentina, traumas económicos muy dolorosos, y por ese motivo tienen el reflejo de pensar éste y todos los presentes, con prejuicios, miedos y esquemas del pasado. Nadie pide que esto no ocurra, al menos a quien le cambiaron la vida robándole el esfuerzo de muchos años traducido en dinero, o le quitaron la oportunidad de vivir con su habilidad mediante su trabajo. No es fácil explicarle ciertos aspectos filosóficos, sobre los que nos deberíamos asentar, pensando en ser un poco más felices. Aunque volviendo al título, es precisamente la honestidad intelectual o más aun la falta de ella, la que lleva a muchas personas diariamente opinar, pensar y actuar en consecuencia. La cosa se agrava cuando se trata de personas públicas, mayormente dirigentes, con acceso a medios replicantes de su posición, que dejando de lado su casi lógica tarea de defensa de lo que representa con sus dichos, por lo general individuos conocidos, con tiempo transcurrido en su tarea, traicionan en forma permanente su propio modo de pensar, negando o anulando la existencia de sus semejantes, que solo en su sinopsis, actúan como meros acompañantes de "su excelsa y selecta actividad económica, que es históricamente perseguida y torpedeada por insensibles gobiernos que desean su desaparición ", despojándolos del título de "reserva moral de la nación", no se sabe por quién otorgado, que les permite catalogar con prisma de suficiencia a todos los otros sectores. La economía es y será política. Ambas transitan juntas en el análisis y comprensión de los procesos históricos y sociales. Las opiniones uniformes, pretendidamente técnicas, desnudan cimientos políticos e ideológicos. Y son precisamente los que no se hacen cargo de eso mismo, quienes traicionan una honestidad intelectual que debería ser más pulcra, más franca. Preanunciar apocalípticos devenires contradicen su propio desempeño, cuando en algunas actividades se contrapone con la fe y confianza resaltada en el esfuerzo para conseguir ciertas metas, que por otra parte no fueron defendidas como se esperaba, en momentos aciagos y que hoy lamentan, acordándose de pares que con su desaparición contribuyeron a su propia expansión. La repetición diaria de situaciones adversas que no nos dejan vivir, y que son coreadas y refrendadas por el absolutismo que nada reconoce, que hablan como si fueran temas de cada momento los sinsabores de los que menos tienen y que la padecen, y que ciertamente no tienen la menor idea de cómo viven los compatriotas que estan juzgando, donde se naturaliza tener una vivienda, educación superior, una jubilación, cloacas o agua corriente. Nada que sea irrelevante con la dignidad, pero, ni idiosincrasia, ni pertenencia, ni cambios sociales, ni inclusión, ni nada que se le parezca entra en la percepción del lugar que ocupan, pero desde allí se dirigen a toda la sociedad en su conjunto. La mayoría de las personas no parece tener un registro adecuado del lugar que ostenta económicamente en la sociedad, con más responsabilidad la clase dirigente, sobrevolando sus ambientes como si fueran muestras representativas de toda la población. Las personas de mejor o peor condición económica se relacionan normalmente con sujetos similares. Es obvio entonces que esto provoque una distorsión importante a la hora de evaluar el grado en que una política pública redistribuye a su favor o en contra. En nuestro lenguaje está depositado gran parte del humor diario de todos, por lo general empezamos repitiendo lo que escuchamos, y luego mejoramos la versión con nuestra propia cosecha. Esto de las opiniones, no implica ignorar que una mayor igualdad en todos los terrenos supone procesos necesariamente conflictivos. No se pueden afectar intereses económicos, ideológicos y religiosos a través de sueños de armonía. Una cosa es construir fronteras políticas en situaciones concretas y otra muy distinta anclar tensión en identidades dicotómicas que trascienden las situaciones. Les hace falta mayor información con datos de calidad acerca de toda la población, calificada, mediante la investigación de las ciencias sociales, que les haga pensar más en serio, y sin abandonar posiciones ideológicas, que seguramente no se lo permitirán, pero al menos públicamente, les haga comprender que los procesos de igualación no están prohibidos, aunque huelan distinto, y no les de el cuero para aceptarlos, aun desde el disenso.



Carlos Madera Murgui: 

Periodista y conductor del reconocido y prestigioso ciclo radial Testigos de Privilegio, programa que se emitiera por la AM 1470 La Dorrego durante cuatro temporadas. Actual columnista del programa Quien quiera oír que oiga, ciclo que protagoniza la segunda mañana de la misma emisora y que está conducido por el periodista Pablo Marcó. 
Pero acaso para mí lo más importante: Un amigo del Pago con el cual hablamos el mismo idioma político, que no es lo mismo que decir el mismo idioma ideológico... 



Comentarios

  1. Dibuje maestro, extrañábamos sus editoriales. Un abrazo Radical (Nacional y Popular)

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  2. Carlitos: La editorial merece una doble lectura. Muy sutil el palo a nivel local. ¿Se pondrán el sayo? No creo. Me alegra volver a leerte en extenso. Somos pocos, siempre fuimos pocos en Dorrego. Lo unico que me jode es que Testigos de Privilegio esté fuera del aire. Era nuestra trinchera y esa media hora final que armaste con Gustavo era un placer para nuestros oidos populares.

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  3. Gustavo
    Está bien tu aclaración. No necesariamente tenemos que estar de acuerdo ideológicamente para hablar el mismo idioma político. Excelente editorial

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