Nos Disparan desde el Campanario…. El Escepticismo… por Encyclopaedia Herder, la posmodernidad y el fatalismo de David Foster Wallace

 

 Fuente: FILOSOFÍA&CO

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Frente a nuestra tentación de afirmar sin fundamentos sólidos, el escepticismo nos invita a examinar críticamente aquello que creemos conocer. Desde el pirronismo de la Antigua Grecia hasta la versión moderna de Hume, esta tradición sostiene la dificultad de alcanzar verdades indiscutibles y nos propone la duda razonada como vía hacia una comprensión más honesta del mundo.

 

Definición y tipos

Del griego skeptomai, la palabra «escepticismo» significa «investigar atentamente». El escepticismo es una concepción en teoría del conocimiento que sostiene, en principio, que la mente humana no es capaz de justificar afirmaciones verdaderas. Un escepticismo extremo o absoluto sostendría que no existe ningún enunciado objetivamente verdadero para la mente humana, o la imposibilidad total de justificar afirmaciones verdaderas. De este escepticismo se suele decir que se refuta a sí mismo o que es imposible, puesto que se niega en su propia afirmación.

El escepticismo moderado o relativo sostiene que son pocos los enunciados objetivamente verdaderos, o bien establece dudas razonadas sobre la capacidad de la mente humana de poder conocer las cosas y, por lo mismo, la somete a examen. Este relativismo propugna una actitud crítica ante el dogmatismo.

Históricamente, las afirmaciones de escepticismo moderado aparecen tanto en épocas de decadencia cultural o cansancio intelectual como de renovación e Ilustración, y la historia misma de la filosofía occidental alterna épocas de escepticismo y dogmatismo. La duda metódica y el espíritu crítico o el rigor científico son manifestaciones prácticas de un escepticismo moderado.

El escepticismo en la filosofía helenística

El escepticismo es una corriente de la filosofía helenística, donde se conocía con el nombre de pirronismo o escuela escéptica, que nace con Pirrón de Elis y su discípulo Timón de Fliunte. Para ambos, ni los sentidos ni la razón pueden suministrarnos un conocimiento verdadero, por lo que lo más sabio, si queremos llegar a la ataraxia, la tranquilidad, es permanecer indiferentes ante todo absteniéndonos de hacer juicios. Los estoicos llamaron a esta suspensión de juicios epokhé.

Con Arcesilao, considerado el fundador de la Academia nueva, entra el escepticismo en la Academia platónica. Arcesilao criticó la teoría del conocimiento de los estoicos y excluyó del escepticismo el razonamiento moral: pese a desconocer dónde está la verdad, el sabio es capaz de actuar moralmente.

Carneades, uno de sus sucesores, desarrolló una teoría del conocimiento probable (píthanon, «lo digno de crédito»): su escepticismo está basado en la distinción que establece entre lo objetivamente verdadero, desconocido para el hombre, y lo subjetivamente verdadero. A partir del siglo II a. C., el escepticismo tiende a convertirse en eclecticismo, pensamiento que invade tanto la Academia platónica como las restantes escuelas helenísticas, si bien en menor medida.

Hacia el siglo II d. C., el escepticismo se funde con el empirismo médico. En esta corriente destaca Sexto Empírico (Alejandría, hacia la segunda mitad del siglo II d. C.), el autor más importante para el conocimiento del escepticismo antiguo, que lo entiende como el arte de enfrentar todas las contradicciones de las cosas y el pensamiento Supuestos del escepticismo pirrónico). En este punto de la historia, el escéptico logra la ataraxia, o tranquilidad interior, renunciando a decidir sobre opiniones contradictorias.

El escepticismo renacentista

En general, en el escepticismo antiguo, la dificultad de resolver la cuestión epistemológica de la verdad y la falsedad se combinó con la adopción de certezas de tipo práctico, que se fundamentaban en criterios éticos, estéticos, de utilidad, etc. En cambio, en el escepticismo renacentista se acentúa sobre todo el aspecto racional del problema, dejando de lado la actitud más vital que representaba el escepticismo griego. Montaigne, Charron y Francisco Sánchez son los escépticos destacados de esta época.

 

David Hume y el escepticismo moderno

David Hume (1711-1776) integra el escepticismo en la misma actividad filosófica. Distingue (en su obra Investigación sobre el entendimiento humano, sec. XII) entre escepticismo «antecedente» y escepticismo «consecuente». El primero es «anterior a todo estudio y filosofía».

Un ejemplo podría ser la duda metódica cartesiana, que plantea la búsqueda de un primer principio de certeza infalible. El segundo es «posterior a la ciencia y a la investigación». Mantener un escepticismo antecedente en forma exagerada —pirrónica— equivale a negar cualquier posibilidad de llegar a la certeza.

El escepticismo consecuente es el que hay que adoptar después de haber sometido a examen nuestras posibilidades cognoscitivas. Este escepticismo pone de manifiesto la imposibilidad de conciliar lo que creemos por sentido común y lo que sostenemos tras un examen filosófico de muchas cuestiones. Por sentido común creemos que lo que vemos es lo que existe, pero la razón filosófica rechaza identificar nuestras representaciones con los objetos que representan.

Por otro lado, no disponemos de buenos argumentos para demostrar que nuestras percepciones o representaciones correspondan a los objetos reales. Al hombre razonable le es necesario un escepticismo mitigado o «académico», que es el resultado de combinar un severo examen crítico de nuestras capacidades cognoscitivas con el sentido común y la reflexión.

Así, hay que recordar que todos nuestros conocimientos se reducen a la relación de ideas o lo que puede saberse por demostración, y a cuestiones de hecho, que fundamos en la relación de causa y efecto.

Este escepticismo «académico» de Hume ha pasado a ser una de las posturas fundamentales de la filosofía neopositivista del siglo XX, pero es también una característica de todos aquellos filósofos que, desde Kant, han tendido a someter a examen a la razón humana. Nietzsche llamó a los escépticos «los únicos filósofos honorables» (Ecce Homo).

 

 

Escepticismo como actitud filosófica… 

 

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El análisis de la posmodernidad, el fatalismo de David Foster Wallace

 

En libros como La broma infinita o Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, David Foster Wallace desarrolló una aguda crítica cultural centrada en el impacto de los medios, especialmente la televisión. Foster Wallace señaló que la ironía, el pastiche y la autorreferencialidad dominaban la posmodernidad, dificultando el compromiso auténtico y sumiéndonos en un cinismo paralizante. Este análisis puede aplicarse hoy a las redes sociales, cuya lógica autorreferencial también produce una ilusión de intimidad y pertenencia. En su discurso Esto es agua, Foster Wallace enfatizó la importancia de tomar conciencia del mundo cotidiano y de los propios pensamientos. Su obra, atravesada por la lucha contra la alienación y el sufrimiento psíquico, se convierte así en una invitación a la empatía, el sentido crítico y la responsabilidad personal.

 

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