Fuente: El Viejo Topo
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CONTROLAR A LOS LOBOS SI QUEREMOS
OVEJAS QUE VIVAN EN LIBERTAD
El último
informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),
publicado el pasado mes de mayo, señala que el desarrollo humano está
experimentando una desaceleración sin precedentes en todas las regiones del
mundo. Aunque en 2024 alcanzó su cota más alta, su aumento fue el más bajo
desde que se empezó a registrar hace 35 años.
A la misma conclusión ha
llegado el último
Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, también de Naciones
Unidas. Denuncia que el avance para alcanzarlos sea «frágil e inequitativo”,
pues va dejando a millones de personas en situación de pobreza extrema,
hambruna, sin vivienda adecuada o careciendo de servicios básicos. También
señala que el proceso de reducción de la desigualdad interna y entre países
está estancado o retrocediendo.
El Índice
de Compromiso con la Reducción de la Desigualdad de 2024 que elaboran
Oxfam y Development Finance tras analizar la situación de 164 países y regiones
del mundo demuestra que nueve de cada diez de ellos han retrocedido en los
pilares que pueden permitir mejorar la igualdad y el bienestar. Eso significa
que «la desigualdad económica seguirá aumentando casi con total seguridad en el
90 % de los países».
Los resultados actualizados para 2024
del World
Inequality Lab indican que las disparidades de ingresos y riqueza se
mantienen o incluso se agrandan en muchos países, a pesar de que la economía
crezca.
El Informe
Social Mundial 2025 del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de
Naciones Unidas muestra que «la inseguridad económica, los alarmantes
niveles de desigualdad, la disminución de la confianza social y la
fragmentación social están desestabilizando sociedades de todo el mundo».
Casi todos los informes de este tipo
coinciden en que esos procesos se manifiestan en un incremento de la
infelicidad y de los problemas mentales. El mencionado del PNUD señala que la
desesperanza entre la gente joven se ha disparado y que se hunde su
satisfacción con la vida; por cierto, «en paralelo o con una mayor difusión de
los teléfonos inteligentes». Algo que le ocurre a las mujeres en mayor medida
que a los hombres del mismo grupo de edad. En esa misma línea, un estudio
reciente de The Lancet muestra que la muerte y la discapacidad
asociadas con la ansiedad y la depresión han aumentado un 63% y un 26% en todo
el mundo; y que los registros de la llamada «muerte por desesperación» han
llegado a incrementarse un 50% en algunos países como Estados Unidos, Canadá,
México y Brasil.
Las causas de estos procesos y del
estado de malestar e infelicidad tan generalizados que producen también están
claras y muy bien documentadas. Esos mismos informes las señalan con profusión
de datos: desigualdades crecientes, conflictos escalados, cambio climático,
costos crecientes de servicio de deuda, disminución de presupuestos dedicados a
educación, sanidad o protección social, regresividad fiscal, pérdida de
derechos laborales y salarios mínimos… Y, sobre todo, una sobre la que quizá se
suele insistir menor, la progresiva concentración del poder decisión en cada
vez menos personas. Un fenómeno que inevitablemente lleva consigo el
vaciamiento de las instituciones de representación y gobierno democráticos, las
cuales terminan siendo incapaces de hacer efectivas y satisfacer las
preferencias mayoritarias de la sociedad.
Cuando el 1 % más rico «tiene más
riqueza que el 95 % restante de la población mundial junta», como ha
mostrado Oxfam,
lo que se produce no es tan sólo una concentración brutal en la vida económica,
sino también en el poder político y de decisión. Se amplía así y casi sin
límites la libertad de los poderosos, pero al mismo tiempo se reduce, a veces
hasta la nada, la de los que nada tienen.
En su ensayo Dos conceptos de
libertad, de 1958, el filósofo Isaiah Berlin escribió: «La libertad de los
lobos frecuentemente ha significado la muerte de las ovejas». Me parece que eso
es justamente lo que está pasando en nuestra época. Y ocurre con tanta
transparencia y magnitud que ciega y paraliza. Bien sea por miedo, impotencia,
conformismo o ignorancia, la mayoría de la gente, incluso entre la más
concienciada, ha caído en la desesperanza creyendo que ya nada se puede hacer
ante el poder inmenso que han acumulado unos pocos.
Es un error y es muy importante que
se sepa que lo es.
En un libro que estará en librerías
el próximo 12 de noviembre (Cómo
sobrevivir al trumpismo y a la economía de la motosierra: Nuevos modelos,
principios y políticas económicas para salvaguardar la paz, el progreso y la
democracia) creo haber demostrado que la esperanza no es un simple y
necesario recurso psicológico, imprescindible para no vivir en la desilusión,
la pena y la impotencia, sino la virtud de quienes están realmente bien
informados.
Es verdad, como he señalado más
arriba, que la humanidad va hacia atrás en muchos aspectos muy importantes, fundamentales.
Pero es igualmente cierto y mucho más relevante que sabemos a ciencia cierta
por qué es así y cómo podemos evitarlo. Hoy días disponemos de instrumentos de
análisis y conocimiento que nos permiten liberarnos de la servidumbre que nos
han impuesto modelos y teorías irreales y construidas exclusivamente para
ocultar la realidad. Tenemos a nuestro alrededor multitud de experiencias que
nos muestran que es posible organizar las economías y sociedades de otro modo,
y que así funcionan mejor que lo que nos ofrecen y ponen en marcha quienes
ahora dominan el mundo. Se trata de observarlas bien y reproducirlas. Y hemos
podido comprobar cuáles son las decisiones y políticas que mejoran el
funcionamiento de las economías, el bienestar, la salud del planeta y, en
definitiva, la vida humana, y cuáles no. Se trata, por tanto, de elegir; aunque
eso, efectivamente, obliga a que los seres humanos no nos dejemos engañar y nos
demos cuenta de que podemos hacerlo, siendo conscientes de lo que, con toda
razón, se dice en el último informe del PNUD: «el futuro está en nuestras
manos».
El primer objetivo de quien desea
acumular el máximo de riqueza para controlar el poder con toda libertad es
evitar que quien los pierde a su costa no se dé cuenta de lo que está pasando.
Por eso la información certera, la difusión de los hechos y de la verdad, la
denuncia, la pedagogía y, sobre todo, la puesta en marcha de realidades
alternativas, tangibles y que se puedan tocar y disfrutar con las propias manos
de la gente, son la única forma de arrinconar y controlar a los lobos para que
las ovejas puedan vivir y hacerlo felices y en libertad.
Publicado en Lavozdelsur.es el 17 de
octubre de 2025
Fuente: Juan Torres López

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