Nos Disparan desde el Campanario .... Roberto Juarroz... a un siglo de su natalicio... por Gustavo Marcelo sala
Aliverti Leyendo a Juarroz
TODO TEXTO, TODA PALABRA CAMBIA
Todo texto, toda palabra cambia
según las horas y los ángulos del día o de la noche,
según la transparencia de los ojos que los leen
o el nivel de las mareas de la muerte.
Tu nombre no es el mismo,
mi palabra no es la misma
antes y después del encuentro,
antes y después de volver a pensar
que mañana no estaremos.
Cualquier cosa es distinta
si se mira de día o de noche,
pero se vuelven aún más distintas
las palabras que escriben los hombres
y las palabras que no escriben los dioses.
Y no hay ninguna hora,
ni la más promisoria o lúcida o ecuánime,
ni siquiera la hora sin carteles de la muerte,
que pueda equiparar los reflejos,
ajustar las distancias
y hacer que las mismas palabras
digan las mismas cosas.
Todo texto, toda forma, se quiera o no se quiera,
es un mudable, tornasolado espejo
de la furtiva ambigüedad de la vida.
Nada tiene una sola forma para siempre.
Ni siquiera la eternidad es para siempre.
Un Caos Lúcido
Un caos lúcido,
un caos de ventanas abiertas.
Una confusión de vértigos claros
donde la incandescencia se construye
con el movimiento total de la ruptura.
Viajar por las líneas
que se quiebran a cada instante
y rodar como un émbolo sin guía
hacia los núcleos aleatorios
de las cancelaciones primigenias.
Tocar las vértebras sin eje,
los círculos sin centro,
las particiones sin unidad,
los choques sin contacto,
las caídas sin escuadra,
los pensamientos sin quien piense,
los hombres sin más rostro que su dolor.
Y recoger allí la ley de lo casual,
la norma de lo imposible:
cada forma es un borde cortante del caos,
un ángulo perplejo de sus ojos abiertos,
los únicos abiertos.
Porque el caos es la tregua de la nada,
la lucidez sin compromiso,
la intersección aguda
de un espacio sin interés por los objetos
y de un tiempo pensante.
Carta de Julio Cortázar a Roberto Juarroz
Perdóneme que haya tardado tanto en contestarle, pero no hace
mucho que volví a París después de unos meses de trabajo en Viena. Hace tiempo
que quería decirle que la revista me es muy preciosa en la medida en que puede
hacerme oír desde tan lejos las voces nuevas y jóvenes de la argentina. Pero
ahora le escribo por otra razón más imperiosa: acabo de terminar la lectura
de Segunda poesía vertical y estoy todavía maravillado, sin dar ese
paso atrás que inevitablemente damos después que un poeta nos ha hecho avanzar
un poco más hacia la gran verdad de su mundo, del mundo. Sus poemas me parecen
de lo más alto y lo más hondo (lo uno por lo otro, claro) que se ha escrito en
español en estos años. Todo el tiempo he tenido la sensación de que usted logra
asomarse a lo que busca con esa visión totalmente libre de impurezas (verbales,
dialécticas, históricas) que en el alba de nuestro mundo tuvieron los poetas
presocráticos, esos que los profesores llaman filósofos: Parménides, Tales,
Anaxágoras, Heráclito. A usted (y a ellos) le basta mirar en torno para que
toda visión prosaica caiga en pedazos ante ese apoderamiento total del ser por
la poesía. He leído en alta voz los poemas que más entiendo (otros se me
escapan o me reclaman una interpretación, que es quizás un autoconsuelo por no
poder intuirlos de una sola vez), y en cada caso se ha repetido esa sensación
prodigiosa de extrañamiento, de rapto, de acceso. Siempre he amado una poesía
que procede por inversión de signos; el uso de la ausencia en Mallarmé, algunas
"anti-esencias" de Macedonio, los silencios en la música de Weber.
Pero usted potencia hasta lo increíble esas inversiones que en otras manos
suelen acabar en juegos de palabras. Y entonces, esa mirada que ve y la mirada
que no ve, una vez retorcidas en un mismo hilo, son algo prodigiosamente
fecundo, una invención de ser. Hacía mucho que no leía poemas que me
extenuaran y me exaltaran como los suyos, y se lo digo así al galope y sin
releer, porque al final uno se pone tonto y le dan miedo tantas palabras
sonoras. Pero siento que usted me creerá, y que ya somos amigos, y un abrazo.
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