Nos Disparan desde el Campanario.... Los hubiera o los hubiese postelectorales… Por Gustavo Marcelo Sala





Son horas en donde proliferarán los hubiera y los hubiese, el contrafactismo que provoca el sentido común luego de un domingo aciago. Haber estado presto y preparado para el cachetazo desde luego que no me quita el dolor. Acaso eliminada de mi estructura esa cuestión que en estos tiempos obliga a “querer creer” tal negatividad es lo que me permite mantener mi optimismo virgen gracias al enorme sacrificio intelectual que realizan en la misma medida mi escepticismo y mi pesimismo.
Los amigos que con suma generosidad se acercan a este modesto espacio reflexivo saben perfectamente las nulas expectativas que tenía para estos comicios, acto cuyo objetivo político principal, esto dicho por todas las fuerzas participantes, era el de acotar la manifiesta crueldad de las políticas oficiales, en tanto dialéctica y praxis, al mismo tiempo dichas prevenciones no estaban dadas por los candidatos, por las alianzas conformadas, por los matices o por las propuestas puntuales, ni siquiera por los eventos de corrupción.
Por eso en uno de mis posteos anteriores paralelicé estos comicios legislativos con los del año 1991, pues veía en los actuales una notoria similitud histórica en tanto sus contextos con aquellos que ratificaron de manera contundente el programa ético-neoliberal del menemismo.
Mi fundamental preocupación estaba dada en los notorios deterioros que fueron sufriendo los comportamientos sociales y la evaluación que en la modernidad hace nuestra ciudadanía en general con respecto a ciertos valores éticos y morales que hasta no hace mucho exhibíamos con cierto orgullo humanista. Cuestión que si bien se profundizó desde el arribo de la LLA al ejecutivo, es una inercia que viene desarrollando un movimiento uniformemente acelerado desde hace década y media.
Si bien no me afilio a la idea de las sabidurías populares y eso de que los pueblos nunca se equivocan, no lo hice ni en victoria ni en derrota, considero que existen una multiplicidad de factores a la hora de emitir el voto, pero que aún teniendo en cuenta los maticen subyace un hilo conductor paradigmático coyuntural dominante que oficia como factor de peso en la decisión.
Así como en la primera década del siglo predominaban las visiones solidarias e inclusivas, en la segunda la agenda electoral estuvo dominada por la corrupción, llegando a la actualidad en donde por ese vaso comunicante circula la administración de la crueldad social.
En el presente el paradigma de la sociedad es la crueldad que propone el neoliberalismo con sus reglas hiperindividualistas, sobre todo dentro de los sectores medios bajos y pequeños burgueses, tanto rurales como urbanos, y quien mejor representa esa crueldad es Milei, no solo por su programa regresivo sino por sus modos violentos, su ausencia de remordimientos, su grado de mitomanía y su decil egocéntrico.
Por eso desde hace un tiempo a esta parte puse mucho énfasis en intentar analizar bio y psicopolíticamente el presente, con el indispensable acompañamiento de lecturas sociológicas y antropológicas, de alguna manera traté de escindirme de los personajes para centralizarme en las conductas sociales de modo tener una aproximación sobre cuáles era las tendencias de comportamiento y hacia dónde se dirigía nuestra sociedad.
Varias veces puntualicé que perversos existieron siempre, desde la formación de las primeras comunidades, el punto en cuestión es cómo se pararon y se paran esas comunidades delante de esos psicópatas que pretenden representarlas y dirigirlas.
Tampoco se trata de un asunto ideológico. Vemos al mismo tiempo un menú neoliberal que bien marida con la carta oficialista, el cual posee un variopinto de opciones a lo largo y a lo ancho del país, sin embargo el factor que determina que sea LLA la dignataria de la representación es su gestión extrema de la crueldad, mano que hoy parece ostentar la llave maestra que permite abrir las puertas de todos los dilemas estructurales del país (tal vez del mundo).
Estimo bastante inconducente hacer planteos a partir de los hubiera o hubiese y a caballo de ambos buscar culpables. Tal vez no hay culpables, o mejor dicho el único “culpable” fue el pueblo con sus decisiones, el cual escogió libremente y de manera masiva a un grupo político que gestiona de manera “eficiente” la crueldad, porque con ella se siente fielmente representado, inciso que no encuentra en ninguna otra agrupación política, colectivos que han declarado que tampoco están dispuestos a hacerlo.
En lo personal no me parece relevante el debate sobre el desdoblamiento de los comicios, porque eso implicaría ingresar en el mundo de los hubiera y hubiese; dentro de ese contexto y con relación a las elecciones en la Provincia de Buenos Aires pienso a modo de refutación que mientras a Zamora en Santiago del Estero le fue fenómeno sin desdoblar a Infrán en Formosa le fue igual desdoblando. Creo que es necesario comenzar a pensar no tanto en estrategias y más en la política en sí propia, sobre todo cuando llega el momento de responder con eficiencia y humanismo a las necesidades de los ciudadanos. Y sobre esto, como algunos deben recordar, tengo mucho y de peso para criticarle a la gestión Kicillof.
Los comicios bonaerenses de septiembre, a mi modesto entender, fueron erróneamente evaluados, pues considero que ellos ponían en discusión las gestiones de los intendentes, más allá de que también se elegían diputados y senadores provinciales. La cuestión centralizaba como vector el territorio doméstico, el cercano, el diario. Por eso vimos que en algunos distritos camperos haya triunfado en septiembre Fuerza Patria, y no ahora, esto es debido a que los análisis a la hora de emitir el voto son distintos siendo que la crueldad no está tan presente en el debate.


Por supuesto que hay diferencias de calidad en las cosas que uno elige, aseguró Alejandro Dolina; y en el arte, y en la cultura, incluso en las relaciones humanas y en la política. No le discuto a nadie su derecho a elegir mal. Si usted quiere quedarse con ese bagayo, quédese con ese bagayo que eligió, pero no trate de demostrarme a mí que ese bagayo es la reina del corso. Mozart es mejor que la bailanta, no lo dude… Por lo pronto si no podemos enorgullecernos de lo que hemos hecho, que nos quede por lo menos el orgullo de lo que no hemos querido hacer… por caso hacer daño a buena parte de la población y gozar con ello cuando de los más débiles se trata…



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