Nos Disparan desde el Campanario... Lo que le da brillo a la verba es la cicatriz intelectual que deja... por Gustavo Marcelo Sala

 

Lo que le da brillo a la verba es la cicatriz intelectual que deja, es lo que coloca al lector en estado de incomodidad, de madura emoción
El influencismo como herramienta política para concitar la atención triunfó por sobre el intelectualismo… Va de suyo que la actualidad política nos exhibe claramente que las percepciones, los razonamientos (¿?) y la palabra de un influencer, aun de muy abreviada formación cotiza, para las masas ávidas de certezas, mucho más que las de un intelectual. Esto no cabe discutirse, tal vez por eso, con marcada resignación, Bifo Berardi nos invita a desertar. Estimo comprender su pesimismo, pues siento que vivo en un mundo y en un tiempo al cual no pertenezco. Tal vez he muerto como SER hace mucho, y a pesar de las rotundas señales y las probadas advertencias sospecho que aún no me he dado cuenta del todo.
"Nuestros sueños y deseos, afirmaba Borges, no son menos reales que los titulares de los medios de comunicación. Sería muy triste que la realidad, agregaba el escritor, sea solamente la que aparece en los medios, sería una miseria".
Los dominantes medios de comunicación, en todos sus formatos, están invadidos por una marcada e ignorante perversión, por cierto, muy exitosa. Esto se debe a que tanto los emisores como los receptores se parecen, tienen significativos puntos en común, sus grupos sanguíneos son compatibles y sincrónicos por eso operan simbióticamente sin la necesidad de anestesias para efectuar las cirugías, acaso por eso uno concluye que ya no pertenece, pues nada de eso me identifica, no existen dadores disponibles ni interesados para que los bancos de sangre posean diversidad grupal.
Más allá de la metáfora extrema que tal cosa acontezca no ilumina ni ensombrece, ni al mundo ni a mí, simplemente sucede, admito no tener las capacidades naturales e intelectuales para comprender el presente, me declaro incompetente hasta para poder explicar lo obvio, hete aquí entonces que detenerse en lo complejo para discernir el devenir es una tarea cuyo período de obsolescencia no pasa del minuto, por eso, como tristemente afirmara Isaac Asimov en su libro El Culto a la Ignorancia, acepto que “la cepa anti-intelectual ha sido el hilo conductor que serpentea a través de la vida política y cultural de la modernidad alimentando la falsa noción que la democracia significa que mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento. El aspecto más triste de la vida en este preciso momento es que la ciencia reúne conocimiento más rápido de lo que la sociedad reúne la sabiduría sobre ese conocimiento. En definitiva cualquier tonto puede decir que hay una crisis cuándo llega. El verdadero servicio al Estado es detectarla en su etapa embrionaria”.
Me permito abrir un paréntesis: Es bueno destacar que desde hacer varias décadas el peronismo suele desdeñar al intelectual como actor político destacado, intuyo que esto se debe a que claudicó aceptando ser sometido por la dictadura del “celebreti-influencismo mediático”. Y es curioso que así sea habiendo tenido los intelectuales más brillantes del siglo XX: Por nombrar solo algunos pocos: Jauretche, Scalabrini, Hernández Arregui, Abelardo Ramos, Discépolo, Manzi, Horacio González, Nicolás Casullo, José Pablo Feinmann, Spilimbergo, Cooke, Marechal, Sampay, Walsh, Astrada, Goldar, Gálvez, Urondo, Delfina Bunge, Olivari, Castelnuovo, Tiempo, Galasso, Pepe Rosa, Dolina, Solanas, Favio...
Volviendo al tema los medios de comunicación crean sentido interpretativo de la realidad basado primero en un lenguaje predictivo, germanía estratégica afín a sus intereses particulares. Va de suyo que en la gran mayoría de los casos se trata del más básico y vulgar de los sentidos, el común, pues a su entender es el que más prosélitos amontona. No lo hacen de ignorantes que son, en la gran mayoría de los casos la pretensión es establecer mediante dicho páramo intelectual patrones de pensamiento, verba y conducta funcionales para la defensa de esos intereses predeterminados, aún en contra de los propios afanes del receptor.
Esto es muy notorio dentro de los medios hegemónicos nacionales y provinciales, a tal punto que ya no tratan de mimetizar aquellos intereses mencionados, directamente los militan bajo el disfraz del análisis periodístico. La guía de esa hoja de ruta banal es el reduccionismo analítico, es decir, la imposibilidad de que las cuestiones puedan ser pensadas y expresadas de otro modo o más modos quizás, y que solo una forma y una solución son las asequibles, aquellas que justamente coinciden con los intereses del medio y su "línea editorial", y que cuanto más alejado de esa idea predeterminada se encuentre ese modo alternativo menos espacio tendrá, incluso hasta su total extinción por invisibilización. Lo que no tiene difusión no existe es la lógica de la mass, y la mejor manera que no exista algo que pone en tela de juicio determinados preconceptos establecidos como norma, sean ellos culturales, sociales, políticos, económicos, es que no se difunda.
Nuestro mundo civilizado, sentenció Schopenhauer, no es más que una mascarada en donde se encuentran caballeros, curas, soldados, doctores, abogados, sacerdotes, filósofos, periodistas, intelectuales, pero no son lo que representan, sino solo la máscara bajo la cual, por regla general, se esconden los especuladores de dinero…
Deseo finalizar esta suerte de catarsis con algunos conceptos que nos dejara David Viñas: “Escribir en estos tiempos es como preparar una revolución de humillados: Opaca, empecinada, dura y cotidiana. El intelectual, el escritor, debe ser juzgado por la apertura sobre lo prohibido, por la irreverencia ante el poder fáctico, por la infracción. Mi narrativa no es otra cosa que un proyecto cuestionador de la vida y la cultura burguesa, una buena forma de cuestionarme”
Acaso debido a todo esto me sigo afiliando a la verba dura, pensante, honesta y violenta... detesto por sobremanera a los timoratos que bajo el paraguas de un hipócrita deber ser social exhiben una verba acuarelizada, infecta de lugares comunes y opaca, en lo profundo y en lo sensible. Justamente lo que le da brillo a la verba es la cicatriz intelectual que deja, es lo que coloca al lector en estado de incomodidad, de madura emoción. Este puede optar por leer tras vidrios ahumados o aceptar el riesgoso brillo anfitrión... .

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