Nos Disparan desde el Campanario .... Cuando las ninfas de la imbecilidad se ponen de acuerdo.. por Gustavo Marcelo Sala

 



En la sociedad de la falacia el mentiroso es el sabio, la verdad es un delito y quien la dice es condenado. Lo indomesticable que tenemos es lo bueno escribió Porchia. Acaso por eso el establishment aún no ha logrado domesticarnos, y seguimos vivos, enteros, dando pelea aún, justamente por eso bueno y poderoso que aún tenemos como voluntad, como capital humano e intelectual. Tal vez en el presente no seamos la cantidad de almas que quisiéramos ser, seguramente no somos mayoría, la plutocracia ha sabido adquirir a muy bajo costo lo malo que las personas poseen, ha sabido captar lo peor de ellas, y estas mayorías lo han vendido ignorando la presencia cardinal que tienen dentro de una comunidad la conciencia social, la alteridad y la solidaridad.

El campo de la mal llamada batalla cultural está ocupado mansamente por el enemigo luego de haber disparado un par de tiros y sonreír ante nuestro desbande, lo patético es que muchos de los nuestros pastorean en dichos predios, felices, entre “ribs de cerdo con barbacoa, hog dogs, bacon y palomitas”, peaje mediante, incluso hasta el modo en el cual construyen conceptos y relaciones, y en consecuencia conclusiones, guarda la misma cosmética tono sentido común.

En el presente leo espacios en donde no me reconozco un par, me siento extranjero, sitios en donde el sujeto, el verbo y el predicado es extremada y diminutamente burgués: “empático, emprendedor, individualista, egocéntrico, influencer”, lugares vulgares (más que comunes) en donde el héroe dejó de ser colectivo, dejó de ser altero, dejó de ser compañero, en donde una selfie vale más que mil palabras, una acción concreta y hasta una osadía.
Vivir en una sociedad que escoge como formato tener una relación de dependencia con los poderes fácticos, sean ellos externos, a través de las multinacionales y los organismos económicos, o internos, correveidiles de aquellos o insignificantes patrones de capitales o de estancia, no solo es penoso, sino además tenebroso, tristemente se hizo efectiva aquella advertencia que hiciéramos hace más de una década cuando comenzaron las violentas manifestaciones pequeño burguesas en contra del kirchnerismo motorizadas por los medios hegemónicos y cobijadas con gracilidad por sectores peronistas que luego le dieron vida al Frente Renovador. Por ese entonces, y luego de haber hecho un recorrido analítico sobre el fenómeno, concluíamos que bajo esa inestabilidad emocional manifiesta y violenta se escondía una firme intención de modificar la matriz productiva capitalista y reemplazarla por un formato financierista, a modo de paraíso fiscal, dependiente y exclusivamente exportador de materias primas. Una república bananera para unos pocos blancos en donde podrían llegar a incluirse algunos pocos negros obedientes destinados a la tarea rústica. Pero a la par notábamos que la mayoría de nuestra población simpatizaba con dicho formato, tal vez persuadida que aquellas virtudes pequeño burguesas que años atrás habían sido el capital político del apoyo hacia kirchnerismo, ya eran derechos adquiridos.

Si existe un dato estadístico que posee la economía de un país es el que aquí en Argentina más se oculta, porque es el que revela las políticas que se desarrollaron a favor o en contra del potencial productivo y el valor agregado. Se trata de la Capacidad Industrial Instalada, es decir, el volumen máximo de producción que la industria puede alcanzar en un período determinado, utilizando todos sus recursos (maquinaria, equipos, personal). Solo repasando ese dato durante los últimos 20 años veremos de qué se trató el modelo que el poder real combatió por todos los flancos y utilizando sus más letales armas.

Temo que nunca se logró a comprender en su real dimensión lo que varias veces mencionó Cristina. El kirchnerismo no fue un modelo económico sino un proyecto político global, un proyecto de Patria. Un modelo económico sin un paradigma político es una carcarza que ante la primera tormenta, más temprano que tarde, naufraga inexorablemente. Por eso la política, sus paradigmas inclusivos y equitativos dominaban la escena. En la actualidad es a la inversa, debido a esto el impacto político de las medidas economicistas que se toman no son ponderadas ni tabuladas, sino asentadas contablemente. De ahí las idas y vueltas, y esto sucede cuando no hay praxis política, solo dialéctica y marketing.
Así me encuentro. Aburrido de escuchar tonadas plagadas de lamentos reiterados, angustias de gusanería, penas falsarias por cuestiones que no ameritan el menor esfuerzo intelectual. Acaso por eso dentro del criollismo me gusta Larralde y como género universal el Blues. Detesto el gemido de la abundancia pequeño burguesa, respeto aquel que deviene del dolor que promueve la carencia. Me tiene hastiado el medio pelo mass con sus lloriqueos ancestrales. Siempre más, nunca alcanza, nunca les alcanza, la Patria son ellos, el resto somos material desechable. Mano de obra necesaria durante los tiempos de limpieza para que sus ambiciones puedan beber un importado blend de primera calidad todas las putas noches de sus magras vidas. Los micros agropecuarios dan asco, nunca la que embolsaron y embolsan, siempre la que no embolsan, y la recurrente culpa que cae sobre las espaldas de unos negros de mierda que por designo democrático hemos decidido por un modelo en donde la riqueza debe distribuirse equitativamente. Para estos tipos solos ellos hacen la riqueza. Nuestros esfuerzos, nuestros impuestos, nuestros "ivas", nuestros consumos, nuestras carencias, nuestros aportes voluntarios y solidarios no cuentan. ¿Son egoístas? Si fuera solamente eso vaya y pase... de algún modo los definiría como humanos. No, no es egoísmo. Es algo mucho peor. Es suponer que pertenecen a un raza superior, no negra desde luego, y si es negra... que sea “de color”: No me gusta la democracia negra twitean, negra de adentro y negra de afuera...”

Uno de los más extraordinarios pensadores que dio la Argentina fue sin lugar a dudas Ezequiel Martínez Estada. En cierta oportunidad manifestó que nuestra Patria es como un enfermo crónico. No se muere ni se sana, pero le hace gastar una fortuna a la familia (a su pueblo). Y me atrevo agregar que tal afirmación se cumple rigurosamente en nuestro presente. Mucho nos costó sanarnos de los males de la segunda década infame neoliberal, sin embargo parece que el enfermo nunca terminó de entender que sus debilidades lo seguirían persiguiendo si no continuaba con el tratamiento. Al parecer el enfermo ha decidido volver a las andadas, visitar sus viejos boliches neoliberales y sus añejos modelos exclusivos y excluyentes, panteón en donde morirá solo, yermo de egoísmo y amnesia, no puede ser de otro modo cuando ambas ninfas se ponen de acuerdo.. 

*Gustavo Marcelo Sala. Editor

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