Nos Disparan desde el Campanario …. Precariedad, dimensionar lo inhabitable… institucional… por Marie Weber
Fuente: En el Margen
Link de origen:
Traducción: María Martha Boccanera y
Guillaume Weber
Corrección: María Martha Boccanera y
Sonia Weber
Edición: Helga Fernández y Agostina
Taruschio
Imagen: Marie-Ghislaine Beaucé, TISSAGE
5 (2019)
“(…) Ninguna tristeza podrá quitarme del cuerpo
El obstinado deseo
De vivir en un mundo donde el coraje
Es una forma de honrar la existencia”
Clara Ysé1
Al desmantelarse el Kairn2 de
Visa-Vie, todo el mundo podría quedarse con una piedra en el bolsillo…
Mi preocupación es no caer en la
nostalgia, ni en el fatalismo, no ceder al imperativo ni a la vanidad. No haré
más que abrir algunas puertas y seguir algunos caminos que surgen en la
encrucijada de una situación de la vida real. Elegí mantener el título del
seminario, agregándole una localización. No quería explorar la precariedad, sino
lo que nos hace precarios. Intentar tomar el pulso de lo que (eventualmente)
hace que la institución sea inhabitable.
Llevo varios años trabajando a tiempo
parcial en un centro de formación de trabajadores sociales. En este
puesto, doy clases a los estudiantes, les acompaño en la escritura de sus
trabajos y en el análisis de sus prácticas de pasantía. Como resultado, oigo y
me reúno regularmente con trabajadores sociales de diversas instituciones del
sector social y médico-social. A excepción de algunos lugares que parecen haber
escapado (al menos parcial o temporalmente) al mal tiempo actual, la mayoría de
los comentarios se basan en una serie de observaciones: disminución de los
recursos necesarios para prestar atención y apoyo, equipos de trabajo inestables
(entre bajas habituales y bajas por enfermedad largas y frecuentes),
trazabilidad obligatoria y cronófaga de las actividades diarias de los
profesionales, incertidumbre recurrente sobre la renovación de los presupuestos
para el año siguiente. En resumen, el sector “social” en Francia va mal. En
otoño de 2024, ATD Cuarto Mundo publicó un alegato contra la violencia
institucional3,
tras años de investigación sobre el terreno. Este alegato revela las formas en
que los miembros más pobres de nuestra sociedad son tratados en una serie de
instituciones, las repercusiones en sus vidas y estilos de vida, y también las
causas de este maltrato.
Hace casi 7 años, en unas jornadas
organizadas en Córdoba, hablábamos de resistencias e insistencias minoritarias.
Mientras tanto, parece que ciertas máquinas trituradoras han seguido nivelando,
aplanando y allanando el terreno. Todo ello salpicado por la pandemia mundial,
cuyo residuo quizá debería tenerse en cuenta en cualquier intento de analizar
lo que está ocurriendo hoy.
El tiempo y el porvenir:
“Que el mundo de ayer se desvanezca
está en el orden de las cosas. Que sintamos cierta nostalgia por él también es
el orden de las cosas. Es fácil consolarse con la desaparición del pasado; es
la desaparición del futuro lo que no se puede superar. El país cuya ausencia me
entristece y obsesiona no es el que conocí en mi juventud, es el que soñé, pero
que nunca vio la luz del día.” Estas pocas líneas de Amin Maalouf4 me
suenan como una iluminación. Una intuición acentuada por el título de la novela
de la que procede el fragmento: Los desorientados. ¿Cómo orientarse cuando
el futuro ya no es una coordenada? O mejor dicho: qué efecto de desorientación
cuando se apaga la esperanza, la expectativa, la esperanza de un futuro mejor,
o al menos tan bueno como el presente. Ya en 2012, Miguel Benasayag5 señalaba
el fin del futuro como promesa, sustituido por el futuro como amenaza.
Por otra parte, me parece que hay una
colisión casi permanente entre dos tipos de experiencia, de formas de
experimentar el presente. La primera es el presente como una especie de
empantanamiento, que nos tiraniza en aquello a lo que nos somete: es ahora, hay
que moverse deprisa, no perder nunca el hilo en medio de una multitud de
exigencias simultáneas. Un presente en el que se basa todo el tiempo de la
humanidad (el pasado debe ser superado y el futuro no ofrece ninguna promesa),
un presente sin perspectivas. Ausentarse de este presente significa refugiarse,
retirarse, garantizar una distancia protectora. Quizá no sea en vano que las
imágenes, y más aún las imágenes filtradas, sean tan populares hoy en día. Así
que me retiro de cierta forma del presente, haciendo uso de todo tipo de
pantallas posibles: plasmática, digital, química. Pero hay una trampa: no estoy
acá. Acá, no estoy. Si me exporto, es porque hay otro lugar al que quiero ir,
¿o es sólo un lugar al que quiero huir, dejando atrás mi cuerpo?
Sin embargo, es este mismo presente
el que, mediante la atención y la presencia, la presencia en el presente,
garantiza que podamos ser testigos de la vida en todos sus múltiples
despliegues, sus emergencias y sus potencialidades. ¿Qué es lo que existe, y
cómo podemos apoyar lo que está teniendo lugar sin perdernos en ello? Es decir,
¿cómo sostener lo que emerge sabiendo que desconocemos la permanencia de las
condiciones que permitirían que esta emergencia crezca?
Maffesoli6 señala: Podemos
decir lo que está en proceso de cesar, pero no lo que está en proceso de nacer.
Esta observación, trasladada a la
realidad de varias instituciones actuales, puede tener un efecto aterrador:
¿cómo acoger un nacimiento ignorando las condiciones que permiten que el brote
crezca? Este desconocimiento nos hace vacilar, no porque queramos controlar una
nueva trayectoria en el mundo, sino porque no tenemos la seguridad de un
contexto habitable en el que puedan desenvolverse los seres vivos. Yo
plantearía la hipótesis de que este estado de incertidumbre nos hace tan
precarios que llegamos a temer la idea misma de algo en proceso de nacer.
Porque en su estado naciente, todo ser necesita una respuesta. Pero hoy…
¿Quién responde a la llamada?
Hola..
¿Hola?
¡Hola!
¿Quién atenderá la llamada?
¿Hay siquiera alguien que responda a
la llamada?
¿Hay siquiera alguien que oiga que
hay llamada?
Los correos electrónicos y las
comunicaciones se multiplican. Una lista de destinatarios que no deja de
crecer: asegurarse de que la información se transmite, dejar constancia escrita
(posible prueba en caso de litigio) de que la tarea se ha realizado. ¿Qué
tarea? La tarea de informar y comunicar. Comunicar información y leer la
información comunicada se convierten en actividades por derecho propio, pero
¿quién responde realmente y a qué, cuando la situación lo requiere? Olvidamos
que en la comunicación existe lo común, “tomado del latín clásico communicare ‘tener
parte en, compartir’ y luego ‘entrar en relación con’.”7 “(…)
en el origen etimológico del término ‘común’ está ‘cum’ -junto, con- unido a
‘munus’, que es difícil de traducir con precisión, porque no se refiere a una
cosa, sino a ‘una falta de ser, un hueco, que recorre lo social y le impide
constituirse en cuerpo pleno’ (…). El munus sería ese espacio vacío que
posibilita las relaciones mutuas entre las personas.”8
¿Quién asume la responsabilidad de
tomar una decisión, emprender una acción, adoptar una postura sin haber sido
informado de antemano o sin haber sido informado del derecho a hacerlo de
antemano? ¿Y el «quién» de la pregunta importa? Porque sólo hay un «quién», que
no se nombra como persona. ¿Tengo derecho a responder cuando no es mi trabajo,
no está en mi “lista de tareas”, no está en el protocolo, no me corresponde
hacerlo, no me pagan por ello? Pero, ¿me aseguré siquiera de que la persona
cuyo deber sería, cuya misión sería, cuya función sería responder, me aseguré
siquiera de que esa persona estuviera presente?
Porque hay días en los que se harían
fortunas si se hicieran apuestas sobre quién estaba presente y quién ausente
ese día. Cuando la vida institucional cotidiana se convierte en un baile de
apariciones y desapariciones… En ciertos enlaces se opta por hablar de un
empleado «ausente» para no precisar el matiz de su situación: es alguien que
está de licencia, de baja por enfermedad, … ¿que se va?
Los ausentes. ¿Quién estará y quién
no? ¿Con quién podemos hablar? ¿Hasta cuándo? Atrapados en llegadas y salidas,
el apego ciertamente en retirada. Entonces, ¿a quién podemos recurrir sino a
nosotros mismos?
Sin embargo, Charlotte Herfray9,
y no es la única, insiste en la necesidad de tener “respondedores”.
“Desgraciadamente (escribió), hay que decir que muchos padres son indiferentes
a la hora de establecer a sus descendientes en una sociedad en la que prima lo
simbólico, descuidando así la atención mínima que requiere(n) los ‘infantes’ el
‘infans’ si quieren saber que ‘cuenta(n)’”. “Lo simbólico, que permite a los
miembros de la especie humana representar la ausencia, el pasado, el futuro y
otros lugares, es a la vez una conquista y una gracia, que nos mantiene vivos
en nuestra mente durante nuestra vida y nos sostiene en el momento de nuestra
muerte”; y más adelante: “Somos impotentes para detener la ola creciente que
amenaza de muerte nuestro lenguaje y hace cada vez más difícil embarcarse en el
vasto mar de significantes que da relieve y color al horizonte resplandeciente
de nuestra fantasía”.
Instituir
Instituido
Instituyendo
¿Instituciones muertas? ¿Moribundas?
¿Mortíferas?
Inhabitable institución / Institución
inhabitable:
“Las instituciones de la vida social
responden al deseo del hombre de vivir en un mundo apaciguado, en un entorno
que ya no se rija por el simple equilibrio de poderes ni por el asesinato del
Padre o de los hijos. Ésa es, al menos, su vocación esperada y anhelada. Como
escribió Freud, después del ‘crimen cometido en común’ viene la época de ‘las
organizaciones sociales, las restricciones morales y la religión’ (S. Freud,
Tótem y tabú, 1914). Tras la horda, se forma la familia, se establecen las
iglesias, se construye el ejército, despega la escuela y un día el Estado se
fortifica y se convierte, al menos en Occidente, en la institución suprema.”10 En
su artículo “La institución de la vida mutilada”, Eugène Enríquez prosigue:
“Una vez pasado el momento instituyente, es necesario consolidar la
institución, establecerla, darle una forma que le asegure una cierta
permanencia durante el mayor tiempo posible. Entonces se hace necesario
transformar la institución en una organización sólida, establecer una división
del trabajo y definir una jerarquía. Poco a poco, la institución tiende a
burocratizarse, a inventar nuevas normas especialmente restrictivas y a olvidar
sus objetivos principales para centrarse en la elección de métodos y medios.
Como desea atraer a nuevos discípulos, a adeptos de calidad, tenderá a formular
una doctrina sólida, al menos una ‘ideología granítica’ (véase Lefort, 1976) –
mejor aún, un dogma – que favorezca el reclutamiento y permita socializar a los
nuevos reclutas, que se convertirán así en fieles seguidores entregados en
cuerpo y alma a esta institución-organización.”11
Sin embargo, en su artículo “Ética y
creatividad en el trabajo social”, Philippe Merlier nos recuerda que “Las
normas sociales se inventan, no se observan (Canguilhem, 2005, p. 194). Por
tanto, la creatividad reside en lo instituyente y no en lo instituido. Lo
instituido es la forma fija de la institución, cuyo único objetivo es
permanecer como es. Lo instituyente es el proceso por el que una institución se
reorganiza constantemente; es la energía social que se altera voluntariamente y
se regenera continuamente.”12 Es
difícil ver lo instituyente en acción en el ruido ensordecedor de las líneas
activas, notificaciones sobre notificaciones que nos recuerdan que nunca
llegamos a tiempo. ¿Y no resulta aún más paradójico, absurdo y grotescamente
mortificante cuando “la institución de la vida mutilada”13 opera
en las mismas instituciones que se supone que acogen, acompañan, cuidan y
apoyan a las personas cuya trayectoria vital les exige en algún momento
asentarse, descansar, en relación a otra persona de confianza?
Mientras pensaba y pensaba en ello,
se me ocurrió la imagen de la organización como un ser que lo devora todo. La
Ogronización. Tiránica, tratando de tetanizar el rostro vivo de la institución,
bañada en omnipotencia, cada vez más sedienta de la vitalidad de sus agentes.
Agentes tanto más obligados a satisfacer a ese Ser Supremo cuanto que de ello
depende su vida. Es como si hubiéramos llegado a creer colectivamente en esta
nueva fábula que dice que si la Ogronización deja de ser alimentada, se vengará
quitándonos la vida.14 ¿Pero
no nos la han quitado ya? En lo que a mí respecta, ver tanto sufrimiento por
metro cuadrado me entristece aún más si dejo que mis ojos y mis oídos se
detengan en ello.
Y no obstante …
No obstante, ya que hablamos de
fábulas, ¿por qué no recurrir al mito con lo precario, lo precario como
brújula? Como figura mítica, no a mitificar.
Con las manos entrelazadas en
oración, nos recuerda que la mano, el lugar del tacto, se extiende hacia los demás.
Dar, recibir, acariciar, golpear, tocar y contactar. La mano moldea y da forma
al objeto. “La mano es nuestro órgano de unión. En la pobreza, la encontramos
como una llave en las figuras de la limosna. Utiliza los objetos como
herramientas de trabajo, como una prolongación de nuestra intención de dar
forma y transformar constantemente las cosas. La mano a veces ‘manipula’ la
materia, a veces el lugar que ocupamos en una relación; a menudo ambas cosas a
la vez. Golpea, rebana, acaricia, invita o detiene, en todos los casos completa
un movimiento de uno hacia el otro; tiene la llave de nuestros vínculos.”15
Y ya que hablamos de un vínculo con
el baile de los ausentes, tal vez se trate de poder pensar tanto en el baile
como en la ausencia. De esta observación de un vals de ausencias casi cotidiano
me vino la imagen del baile, popular o no, de la Edad Media, del siglo XVIII o
de hoy, aquí o en cualquier otra parte, el baile, esa “reunión donde se baila”16.
En un baile, los participantes conocen los bailes que van a seguir. Conocen los
pasos de los bailes que van a entablar con uno o varios otros, conocidos o
desconocidos. Y a pesar de la falta de familiaridad del otro, el paso
compartido garantiza la fluidez de un baile conocido por todos. Por cierto, bal,
del griego ballein, significa bailar, pero también symballein, el
símbolo, y paraballein, la palabra…
También me vino a la mente la imagen
del artesano (no sin relación con la mano). El artesano y su estructura ligera.
Con sus herramientas en un fardo, puede mover los gestos de su oficio. Viaja
ligero. Nómada. El vendedor ambulante. Viajar fuera de su lengua. No es
cuestión de flexibilidad, sino de transportar un marco interno fiable.
Interiorizar la base cuando un mundo se cae de su pedestal.
¿Por qué?
Porque incluso cuando se les advierte
del estado catastrófico del trabajo social y/o de lo social en el trabajo,
muchos candidatos a la formación no se desaniman ante la idea de aventurarse en
ello.
Porque cada día (o casi cada día) desde donde estoy, soy testigo de un
fructífero trabajo colectivo, soy testigo del placer de pensar el mundo y las
prácticas, de alegrarse por el descubrimiento de otras formas de
mirarlas.
Porque en los patios de las escuelas, los niños juegan y siguen jugando.
Porque “instituir lo humano sin descuidar la doble necesidad de esta
institución nos obliga a ser algo más que ‘repetidores’. Tal tarea nos
convierte en ‘pasadores’. Y el ‘pasador’ no debe ser un ignorante. Pues el
‘pasador’ es un testigo.”17
Y para terminar:
Con Tosquelles:
(…) Me apoyo constantemente en el
suelo de la infancia; es desde allí desde donde avanzo con más seguridad.
Es importante encontrar los guijarros que ha dejado la infancia, porque son la
única manera de no perderse en el laberinto de la vida adulta.
*Texto presentado el 14 de junio de
2025 en el Seminario Précaire T’ – Dimensionar la precariedad, coordinado
por Sonia Weber.
Notas:
Clara Ysé, « Vivante », éd.
Seghers, 2024 ↩︎
Literalmente: “mojón”. [Nota de
Edición: para conocer más acerca de este dispositivo, recomendamos la lectura
de otro artículo publicado en la revista:
https://enelmargen.com/2025/04/10/dimensionar-la-precariedad-por-sonia-weber/] ↩︎
STOP
A LA MALTRAITANCE INSTITUTIONNELLE : AIDANTES ET MALTRAITANTES, LE
TERRIBLE PARADOXE DES INSTITUTIONS – ATD Quart Monde – France
(atd-quartmonde.fr) ↩︎
C. Marin, « Être à sa
place », éd. Editions de l’Observatoire, 2022 ↩︎
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=kUHTF-WHb4A ↩︎
En
“Décadence, renaissance et changement d’imaginaire” | Cairn.info ↩︎
COMMUNIQUER : Etimología de
COMMUNIQUER (cnrtl.fr) ↩︎
JANNER-RAIMONDI, M (2016). Penser
l’accueil : de la diversité à l’altérité, place de l’éthico-politique pour
construire du commun. Le sujet dans la cité, 2016/2 N° 7. pp. 41-52. https://doi.org/10.3917/lsdlc.007.0041 ↩︎
C. Herfray, « Vivre avec autrui…
ou le tuer. La force de la haine dans les échanges humains », éd. Eres,
2009 ↩︎
Enriquez, E. (2006). L’institution
de la ‘vie mutilée‘; Revue française de psychanalyse, 70(4), 899-917. https://doi.org/10.3917/rfp.704.0899 ↩︎
E. Enriquez, op. cit. ↩︎
Merlier, P. (2018). Éthique et
créativité en travail social. Le Sociographe, 62(2), 107-110. https://doi.org/10.3917/graph.062.0107. ↩︎
Eugène Enriquez, op. cit. ↩︎
NB: Tuve pesadillas después de haber
escrito esto ↩︎
Menchi, P. (2008). La Gueuserie
les Dehors et les Dedans de L’anormalité Figurée. Empan, 69(1), 168-177. https://doi.org/10.3917/empa.069.0168.) ↩︎
BAL : Definición de BAL (cnrtl.fr) ↩︎
Herfray, C. (2008). «Action éducative
et « figures d’autorité »». En: J. Rouzel, Travail social et psychanalyse
2e congrès : Malaises dans le travail social : actes cliniques,
institutionnels, politiques (p. 99-110). Campo social.
https://doi.org/10.3917/chaso.rouze.2008.01.0099 ↩︎
Marie Weber. Vive en Toulouse,
Francia. Trabajó en educación especial. Actualmente, interviene en formación de
trabajores sociales.
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