Nos Disparan desde el Campanario.... NECESIDADES TRAICIONADAS... Por Roberto Marra

 

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En el ámbito político, hay tiempos donde todo parece relativizarse, estableciendo modos de tratamiento de los hechos y enfrentamiento de las circunstancias que diluyen la ideología que se dice sostener, en nombre de objetivos supuestamente “superiores”, generalmente vinculados a momentos donde las crisis desatadas por los procesos económicos terminan por destruir la siempre tensa relación entre los distintos sectores sociales en pugna. Allí suele suceder que, dirigentes que adversan ideológicamente a los autores de la crisis en cuestión, terminan aceptando bajar sus banderas, lo suficiente para que no se enojen los poderosos y poder continuar con su participación en la teatralización de una democracia que nada tiene de tal cosa.
Cuando las cosas no se llaman por su nombre, cuando las actitudes dirigenciales no se critican con la vehemencia requerida por las circunstancias padecidas, cuando los liderazgos no se someten a las demandas populares, cuando se admiten como aliados a personajes que han demostrado con creces el grado de connivencia con los enemigos del Pueblo, cuando la palabra “traición” se borra con el codo de la desvergüenza después de haberse escrito con la mano de la doctrina, cuando las propuestas no se construyen con la participación efectiva de quienes (se supone) serán sus beneficiarios, cuando la Justicia Social se devalúa en nombre de esperar “tiempos mejores”, cuando la Independencia económica es sometida a recortes requeridos por las entidades financieras internacionales, cuando la Soberanía se desvanece en tratados con el imperio para dar continuidad al saqueo bicentenario; cuando todo eso y mucho más sucede, la Patria desaparece, la concepción de Nación se diluye y la República pasa a ser un cliché de discursos mal escritos y peor leídos.
Allí, seguramente en nombre de requerimientos de “los nuevos tiempos”, lloverán las disculpas. En nombre de “la renovación”, sobrevendrán las traiciones doctrinarias enmascaradas con insulsas semánticas que intentarán borrar la historia. En nombre de futuros nunca explicados del todo, siempre prometidos para “cuando pase el temblor”, se aplicarán los mismos métodos que el enemigo, disfrazados de urgencias. En nombre de evitar “debates retardatarios”, se silenciarán las palabras de quienes advierten los peligros con lealtad.
La realidad, aplastada por verdades mentirosas. Las verdaderas necesidades perentorias, postergadas con dádivas miserables. El desarrollo, visto como simple acumulación de capitales entre los capitalistas. La economía, mostrada como balances de debes y haberes que siempre están teñidos del rojo de la vergüenza de la traición identitaria. La educación y la cultura, dejadas al albedrío de la continuidad de lo que nunca debiera haber sido. El trabajo, tratado como simple método disciplinador, trágico final de los derechos olvidados en el cajón de la indignidad. El mundo del revés, aplicado con pasión. El desapego a las ideas, mostrado como virtud. La incoherencia doctrinaria, elevada al rango de “necesidad” temporal.
Cuando más se requiere pensar desde aquellas ideas que enamoraron a generaciones enteras, cuando la demanda social se mutiplica por efecto del daño de los poderosos, es que se debe volver al origen, multiplicando la participación popular y re-elaborando las ideas, con el Pueblo como su protagonista central y la Patria como bandera, terminar con el miedo dirigencial y construir otro cimiento arriba del dejado por aquellos que supieron comprender que la felicidad popular sólo la pueden fabricar sus propios dueños.
Y acabar, de una vez, con las traiciones veladas por “necesidades”, que sólo son la zanahoria con la que nos han venido sometiendo desde siempre los que, ahora mismo, estamos obligados a expulsar del “paraíso” del Poder.

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