Fuente: Jacobín
Link de origen:
https://jacobinlat.com/2025/09/el-capitalismo-y-el-mar/
El océano es una pieza central del
orden capitalista globalizado: un espacio oculto, jurídicamente ambiguo y
físicamente distante que permite extraer valor, esquivar regulaciones y
reproducir la acumulación. Si queremos desafiar el capitalismo, también habrá
que disputar el mar.
En El capitalismo y el Mar, los economistas políticos Liam Campling
y Alejandro Colás muestran cómo el océano ha emergido como una pieza central
del orden capitalista globalizado: un espacio oculto, jurídicamente ambiguo y
físicamente distante que permite extraer valor, esquivar regulaciones y
reproducir la división del trabajo. Desde el contenedor hasta las banderas de
conveniencia, el mar es el escenario donde el capital circula, acumula y se
protege.
Lejos de ser una zona sin ley, los
mares están profundamente regulados para servir al comercio, mientras la crisis
climática, la competencia geopolítica y la financiarización reconfiguran sus
rutas. Campling y Colás no proponen retirarse del sistema logístico global,
sino reapropiarlo: repensar la infraestructura marítima como base para una
planificación democrática y poscapitalista.
En esta entrevista con Xabier
Gangoiti para Jacobin, explican cómo el capital moldea tanto las rutas
oceánicas como la vida en tierra firme, desde el turismo de cruceros hasta los
yates de los tech bros. Si queremos desafiar el capitalismo, también habrá
que disputar el mar.
XG
El Mediterráneo continúa siendo una de las fronteras más letales del
planeta, con más de 34.000 vidas perdidas y cuerpos desaparecidos desde 2015.
Sin embargo, esta tragedia apenas tiene eco en el debate público, y Europa
continúa endureciendo sus políticas migratorias. Su libro sostiene que el
capitalismo se nutre de la invisibilidad del mar. ¿Por qué resulta tan sencillo
pasar por alto las dinámicas espaciales marítimas? ¿Hasta qué punto el capital
depende de este ocultamiento para su funcionamiento?
LC/AC
Nos interesan especialmente las
distorsiones ideológicas y las desigualdades materiales generadas por la
circulación de mercancías en el mar. Hay una razón física fundamental por la
que lo marítimo permanece out at sea, out of sight [en alta mar,
fuera de la vista]: muy pocas personas hoy en día tienen una experiencia
cotidiana del mar, y mucho menos del transporte marítimo. Esta separación
física y espacial de siete décimas partes de la superficie del planeta permite
a los capitalistas profundizar la opacidad, la ofuscación y la mistificación
inherentes al intercambio de mercancías bajo el capitalismo.
Esto se manifiesta a través de
artimañas legales como las banderas de conveniencia o la contabilidad offshore,
y mediante regímenes laborales marítimos que mantienen a marineros y pescadores
fuera del alcance de los organismos reguladores y de la protección sindical. En
muchos aspectos, el contenedor de transporte es la mercancía capitalista por
excelencia: un artefacto estandarizado y transnacional que actúa como
equivalente universal en la producción de valor a través del transporte, pero
que puede contener cualquier cosa, desde patitos de goma hasta personas
víctimas de trata.
La idea de que el mar carece de ley
es un mito conveniente para los capitalistas marítimos. Existen muchas
normativas legales, industriales, medioambientales y humanitarias que se
aplican al mar; el problema es que se aplican de forma desigual. Los factores
geográficos y físicos influyen, sí, pero en última instancia esta desigualdad en
la aplicación de la ley es una decisión política y económica tomada por los
Estados y el capital. El fondo del mar Mediterráneo se ha convertido, de hecho,
en una fosa común para quienes intentan cruzarlo en busca de una vida mejor en
Europa, reflejo de un racismo antinegro profundamente arraigado en todas sus
costas. Pero se trata de una catástrofe humanitaria forjada principalmente en
tierra firme, por autoridades y actores políticos concretos, con nombres y
apellidos.
El gobierno de Estados Unidos generó
una alarma generalizada al manifestar su interés por controlar espacios
marítimos clave como el Canal de Panamá —que sigue siendo una arteria
estratégica del comercio global— e incluso Groenlandia, donde se prevé que el
deshielo abra nuevas rutas marítimas en el Ártico. Lejos de tratarse de
movimientos aislados, estas acciones reflejan una creciente conciencia por
parte de las grandes potencias sobre la importancia estratégica de los
corredores marítimos en un mundo alterado por la crisis climática.
Esa fase de competencia territorial
oceánica y rivalidad geopolítica en el mar lleva ya bastante tiempo en marcha.
China fue admitida como observador acreditado en el Consejo Ártico en 2013,
porque Pekín —como otras potencias económicas no árticas— anticipó las
oportunidades comerciales y extractivas que surgirían del deshielo polar.
También fueron administraciones demócratas en Estados Unidos las que impulsaron
el «pivote hacia Asia» y, más recientemente, la «estrategia del Indo-Pacífico».
La orden ejecutiva de Trump sobre la
«Restauración del Dominio Marítimo de Estados Unidos» combina una política
neomercantilista de construcción naval y cabotaje con referencias mahanianas a
la necesidad de revitalizar la flota estadounidense de aguas azules y asegurar
el control sobre los principales cuellos de botella marítimos, con especial
énfasis en la seguridad de las rutas árticas.
Es probable que, además del conflicto
con otras naciones árticas —incluidos aliados de la OTAN como Canadá y
Dinamarca— resurjan tensiones en el mar de China Meridional y el estrecho de
Taiwán. Sin embargo, gran parte de esta dinámica podría ser transitoria (¿el
último suspiro de un modelo fallido de capitalismo fósil y militarizado?).
El desafío intergeneracional que
subrayamos en el libro es otro: la combinación del calentamiento oceánico —ya
existente y en aumento— con la acidificación, las zonas muertas del océano y la
inevitable subida del nivel del mar. Las respuestas geopolíticas ante estas
dinámicas siguen siendo, en gran medida, desconocidas.
XG
Desde los orígenes del capitalismo, gobernantes, empresas, trabajadores e
incluso novelistas han imaginado el mar como una frontera de oportunidades y,
al mismo tiempo, una zona de peligro. En la sección final del libro exploran
lo offshore no solo como una construcción legal o financiera, sino
también como una fantasía utópica: un espacio libre de interferencia política y
de conflicto de clases.
En un mundo cada vez más marcado por el colapso ecológico, la agitación
política y la guerra, ¿creen que estos espacios offshore de ocio y
evasión —yates, cruceros, islas privadas— adquirirán un papel más central en la
forma en que las élites imaginan la supervivencia y la soberanía?
LC/AC
No abordamos este tema en profundidad
en el libro, pero ciertamente parece haber una continuidad entre los yates, las
plataformas marinas y las islas privadas, y los refugios postapocalípticos.
Estos espacios no son solo símbolos de estatus: también reflejan un deseo de
aislamiento, evasión y control por parte de ciertas élites. No se trata
únicamente del océano: el espacio exterior y regiones terrestres remotas
también están siendo apropiados por tech bros supervivencialistas y
sus aliados de extrema derecha.
En sus fantasías masculinas y
libertarias, estos actores son incapaces de comprender siquiera los fundamentos
básicos de la civilización humana: organización social, producción colectiva,
reproducción social y convivencia con —y a través de— la naturaleza. A decir
verdad, nos encantaría que todos esos tech bros se reunieran y
abordaran un crucero permanente en alta mar, o directamente se lanzaran en un
cohete rumbo a Marte.
XG
Ciudades como Venecia, Barcelona o Dubrovnik están cediendo bajo la
presión del turismo de cruceros. Miles de personas desembarcan, inundan las
calles durante unas horas y regresan al mar. ¿No es este otro ejemplo de cómo
el capitalismo marítimo no solo extrae valor en alta mar, sino que también
transforma la vida en tierra firme, a menudo en detrimento de quienes viven
allí?
LC/AC
Totalmente. Existe actualmente una
rica literatura interdisciplinaria, en distintos idiomas, que analiza los
planes de «regeneración» de zonas costeras asociadas a la expansión de los
puertos de contenedores. Las ambivalencias y distorsiones del capitalismo
orientado al mar se hacen evidentes en la manera en que las costas son
valoradas por promotores inmobiliarios y turísticos como paraísos exóticos, al
margen de la sociedad cotidiana —«mar, arena y sexo» en el estereotipo popular
anglosajón, o «piscinas infinitas» en su versión más exclusiva—, al mismo
tiempo que concentran algunas de las formas más atroces de explotación laboral.
Nos referimos aquí a trabajadores del
sector hotelero, de ocio y hostelería, en su mayoría precarios y empleados de
forma temporal o estacional. El trabajo de Francesca
Savoldi sobre los puertos de Valencia o El Pireo, por ejemplo,
documenta las consecuencias sociales y ecológicas de la expansión portuaria
sobre barrios obreros que durante décadas sostuvieron esas comunidades
portuarias.
Tal vez no haya nada excepcional en
estas experiencias costeras de explotación capitalista, especulación y
destrucción ecológica. Pero sí existe un contraste particularmente intenso
entre la forma y la apariencia de estos paisajes, una tensión que la
liminalidad terrestre de la costa no hace sino acentuar.
XG
Una transición verdaderamente verde —una que priorice las necesidades
humanas por encima de la acumulación de capital— probablemente requeriría
formas de producción y consumo más localizadas, especialmente en términos de
energía renovable. Sin embargo, vivimos en un mundo profundamente modelado por
las vastas redes logísticas y tecnológicas construidas por el capitalismo, en
particular a través del espacio marítimo.
En este contexto, ¿es posible «desvincularse» de la fábrica planetaria
sin caer en el aislacionismo o la austeridad? ¿Cómo podría construirse un
sistema de distribución colectiva y planificación democrática, globalmente
conectado pero posfósil?
LC/AC
Bueno, ¿acaso no es esa la hipótesis
comunista? ¿Cómo sería un contenedor comunista? No vemos ningún beneficio real
en una desvinculación autárquica de la economía mundial; hay muy pocos ejemplos
históricos de ello que nos resulten atractivos. Pero sí existen formas de
socializar y reutilizar la logística y la infraestructura capitalistas para
satisfacer necesidades más democráticas. Un mundo poscapitalista,
presumiblemente, seguirá necesitando comerciar con medicamentos y tecnología, y
querrá facilitar la libre movilidad para el trabajo y el ocio.
La cuestión, entonces, pasa a ser una
cuestión de escala y poder político: ¿cuál es la escala más eficaz para
socializar la distribución colectiva? ¿Regional, entre ciudades, nacional,
macrorregional? Toda sociedad que aspire a una democracia significativa tendrá
que consumir colectivamente menos y redistribuir más.
Del mismo modo, los tiempos serán
distintos: viajar en tren o en barco puede ser más lento que volar, pero eso
abre la posibilidad de vivir, trabajar y disfrutar de formas radicalmente
distintas. Existen maneras de prefigurar ese mundo, por ejemplo, mediante una
semana laboral de cuatro días, o transformando profundamente las cadenas de
suministro de alimentos y los patrones de consumo en las grandes ciudades del
Norte Global.
Pero estos deben ser cambios
estructurales y duraderos en nuestras rutinas cotidianas, y eso solo será
posible con un amplio respaldo popular, que a su vez requiere organización
política y poder democrático. El mundo marítimo, en muchos aspectos, es
simplemente un conducto o un escenario: no la causa de los desequilibrios de poder
y las luchas que los acompañan.
XG
Aunque escrito por economistas, El capitalismo y el mar está
impregnado de literatura, cultura e incluso poesía. ¿Fue un desafío integrar
estos elementos en un campo académico que suele ser rígido? ¿O fue una apuesta
necesaria para captar la profundidad política y simbólica del mar?
LC/AC
Probablemente un poco de ambas cosas.
Ninguno de los dos tiene formación en estudios literarios o culturales, así que
las referencias más estéticas del libro buscaban, por un lado, aligerar el
texto y, por otro, mostrar hasta qué punto el mar —y las múltiples formas
humanas y naturales que transporta y contiene— ha estado profundamente
arraigado en la cultura de diferentes sociedades.
Nuestro objetivo era dar vida al mar
como un espacio socio-natural cargado de vitalidad, dinamismo y, por supuesto,
crueldad y barbarie: todo aquello presente en la experiencia humana que, en
nuestra opinión, se refracta de forma particular a través del poder específico
del capitalismo.
El mar ha sido, dentro y fuera del
capitalismo, una fuente potente de mitos, lenguaje, narración, canciones,
música y poesía. Nos interesaba especialmente subrayar el lugar de la ficción,
el crédito, las utopías y la fantasía en el desarrollo capitalista a través del
mar: no para denunciarlas como meras ilusiones o encubrimientos, sino para
señalar que los imaginarios marítimos también pueden ser distorsiones
materiales y concretas de una realidad vivida en y a través de los océanos.
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