Nos Disparan desde el Campanario…. Brasil no cabe en el patio trasero de EE.UU… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
Link de origen:
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/08/06/brasil-no-cabe-en-el-patio-trasero-de-ee-uu/
Brasil,
cómo ignorar a Washington
y ganar
(El Tábano Economista)
La política exterior brasileña no
siempre fue un mero apéndice de los designios de Washington. Históricamente, el
país ha jugado sus cartas con la astucia de quien sabe que el multilateralismo
no es una opción, sino una necesidad geopolítica. Desde la defensa del derecho
internacional hasta la promoción de la cooperación Sur-Sur, Brasil ha
construido su perfil como un actor incómodo para los amos del tablero unipolar:
un gigante que se niega a ser reducido a comparsa.
La relación con Estados Unidos, ese
péndulo eterno entre el abrazo asfixiante y el puñetazo en la mesa, es un
termómetro perfecto de esta tensión. Washington, incluso en sus momentos de
mayor arrogancia imperial, reconoce —a regañadientes— que Brasil es demasiado
grande para ignorarlo. El Council on Foreign Relations (CFR), ese
santuario del establishment estadounidense, lo admite sin rubor: el
país es el motor económico de Sudamérica y un jugador global con voz propia. La
recomendación es reveladora: «Mejor tenerlos de aliados que de adversarios«.
Pero aquí está el detalle que los think tanks de Washington no
siempre entienden: al parecer Brasil no busca ser aliado, sino soberano.
Cuando Donald Trump amenazó a Brasil
con aranceles del 25% al acero y del 50% a productos como el café y la carne,
el discurso oficial habló de «déficit comercial» y «prácticas injustas». Pero
los números, esos testigos impertinentes, desmontaron la farsa. Según
el Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (CEBRI), Estados
Unidos acumulaba un superávit de 410.000 millones de dólares en
comercio con Brasil en los últimos 15 años. La pregunta es obvia: si no era por
economía, ¿por qué?
La respuesta huele a manual de
injerencia clásica. La carta de Trump incluía una «oferta» grotesca: los
aranceles desaparecerían si las empresas brasileñas trasladaban su producción a
suelo estadounidense. El BRICS
Policy Center lo bautizó como «tariff-shoring» —una
perversión del libre comercio que viola hasta el alma del GATT y la OMC—. Pero,
claro, cuando el árbitro (Estados Unidos) lleva años saboteando el Órgano de
Apelación de la OMC, las reglas parecen sugerencias.
Brasil, pese al arancel del 50%
decretado por Trump, logró exenciones para
694 productos, desde aviones hasta jugo de naranja; los bienes más
importantes quedaron fuera. Solo el café y la carne tendrán aranceles del 50%,
por el momento. Por otra parte, China
ha autorizado a 183 nuevas empresas brasileñas a exportar café a su
mercado, lo que ofrece un alivio estratégico a los productores nacionales en un
momento de tensión comercial con Estados Unidos.
Los BRICS, ese club que Occidente
insiste en subestimar, se convirtió en el escudo colectivo. Su declaración
contra el «proteccionismo indiscriminado» no fue solo retórica: fue un
recordatorio de que el mundo ya no gira en torno al dólar. El Centro de
Políticas BRICS monitorea cada inversión china en Brasil porque entiende
lo que Washington no quiere admitir: el futuro es multipolar, y Brasil no piensa
ser espectador.
Según Investigación
Económica Aplicada (IPEA), los aranceles estadounidenses recortarían 1.500
millones de dólares en exportaciones de acero brasileño para 2025. Una cifra
significativa, pero no catastrófica. La clave está en lo simbólico: el 11,27 %
de caída en las ventas de acero a EEUU no era un golpe mortal, sino un aviso.
«Nosotros decidimos quién vende y quién no», parecía decir Trump.
Aquí está la diplomacia brasileña:
mientras defiende el sistema multilateral (ese que EE.UU. erosiona), construye
alternativas. El acercamiento a China y los BRICS no es una huida, sino un
posicionamiento. Brasil sabe que, en la guerra comercial del siglo XXI,
diversificar mercados es tan crucial como tener reservas de dólares.
El 2026 se acerca, y con él, las
elecciones presidenciales en Brasil. Los intentos por desestabilizar el
gobierno de Lula no serán sutiles: esperen más aranceles selectivos, más
presiones diplomáticas, más editoriales en The Economist tachando al
país de «riesgo populista». Pero Brasil ya aprendió la lección: en un mundo
donde hasta el comercio es un arma geopolítica, la única salida es jugar en
varios tableros a la vez.
El patio trasero, señores de
Washington, se ha vuelto pequeño.
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