Subir los escalones y cruzar
la puerta de Casa de las Américas en La Habana, Cuba, produce la sensación de
ingresar al gran templo de la cultura latinoamericana, de las letras, las
artes, la pintura, la escultura. Básicamente a una catedral poblada de
referentes que nos acompañaron a lo largo de nuestras vidas, por poco o mucho
que cada uno los hubiera incorporado, tienen igual existencia y carnadura en
nuestra propia identidad cultural.
Por aquí transitaron ya sea
como autores, como jurados de los afamados concursos, paneles y conferencias, o
simplemente por la presencia de sus obras, muchos de los pensadores e
intelectuales que dibujaron, susurraron y cantaron nuestro destino existencial.
Sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando Haydee Santamaría,
combatiente de la revolución junto a Fidel, Camilo y el Che, se abocó a la creación
de “la Casa”, seguramente siguiendo los pasos del prócer nacional
revolucionario, el escritor y poeta José Martí “ser culto para ser
libre…”.
Como un torbellino
desordenado surgen los nombres de Juan Bosch, César Vallejo, Rafael Alberti,
Carlos Fuentes, Ernesto Cardenal, Alejo Carpentier, Miguel Angel Asturias, José
María Arguedas, Ernesto Sábato, Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Leopoldo
Marechal, Augusto Roa Bastos aquel de “Yo el Supremo” o de “Hijo de hombre”,
Jorge Amado un entrañable amigo, compañero y diría casi un hermano, que me
acompañó durante años dejándome volar con casi todos sus libros, cálidos,
profundos y desgarradores, muchos de ellos me ayudaron diariamente a ganar la
batalla de la libertad. Por supuesto el gran poeta Nicolás Guillén, a quien
resigné
Por supuesto el “gran Gabo”,
que nos alertó sobre los cien años de soledad y los que vendrían después …
Horacio Quiroga de nuestras lecturas adolescentes aparece en algún registro,
Jorge Borges, el dramaturgo brasilero Augusto Boal de quien veíamos sus obras
casi en clandestinidad, Osvaldo Dragún, Luisa Valenzuela, Bioy Casares, Ricardo
Piglia, Juan C. Onetti, Skármeta, la bella nicaragüense Gioconda Belli, el gran
Roque Dalton, nuestro entrañable Roberto Arlt, Mario Benedetti que nos ha
acompañado a lo largo de la vida junto a Juan Gelman. Los músicos, la querida
Mercedes Sosa, León Gieco, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, Victor Heredia,
Alfredo Zitarrosa y Daniel Viglietti, Rodolfo Mederos, Victor Jara, César
Isella, Armando Tejada Gomez, el “troesma” Osvaldo Pugliese…
Impresionante patrimonio cultural artístico, literario, pictórico, teatral, musical <popular, de cámara y sinfónica> proveniente de América Latina y el Caribe para la humanidad, que nos pertenece y nos representa… Hay una gran muestra y homenaje a Julio Le Parc, León Ferrari, Ricardo Carpani... Por cierto, los argentinos son a quienes mejor conozco, esta Miguel Bonasso, Atilio Borón. Todos nuestros militantes e intelectuales revolucionarios pasaron por aquí en concursos, jurados, charlas y conferencias, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti. Están muy presentes el “Bebe” John William Cooke, partícipe en la revolución, fue el diputado y dirigente preferido de Evita, diseñó la táctica y la estrategia para emprender desde la clandestinidad la resistencia popular después del derrocamiento de Juan Perón, que lo había nombrado su delegado personal. Con sus pensamientos y variados libros se formó nuestra generación del 70, que permitió el triunfo de un nuevo gobierno nacional y popular. Vi una perfecta máscara en plata, expuesta en un salón destacado, cincelada por el maestro orfebre Paillarol <el que confecciona los bastones de mando presidencial> con el rostro de la Compañera Evita.
Eduardo Galeano, cuyo nombre
surge en distintos rincones. “Las venas abiertas de América
Latina” un verdadero manual imprescindible para conocer la explotación, el ultraje y el saqueo de nuestros pueblos, pero
también el potente registro de las resistencias y luchas <no siempre
victoriosas> por su liberación. Aunque él mismo –fastidiado- me desautorizó
a repetir esa idea porque “ese fue un libro que escribí cuando era muy joven …” y después “escribí otros mejores…” tal como me amonestó cuando compartimos el séptimo cumpleaños
de Ivo, mi hijo menor, Paula y Laura en el histórico Hotel Argentino de
Piriápolis en compañía de su cariñosa esposa Helena, tan auténticamente
tucumana como las empanadas y “la Negra Sosa”. Finalmente logré que superara
esa especie de saturación que sentía, porque todo el mundo le ponderaba su obra
primigenia más conocida y le conté que en las cárceles dictatoriales pudimos
burlar la censura del verdugo y leer “Dias y noches de amor y de guerra” con lo
cual se sintió más aliviado y me absolvió definitivamente.
Sin embargo, “Las Venas
Abiertas…” forma parte de algunas de las más formidables reseñas y crónicas del
saqueo continental de la Europa colonizadora, y debería integrar la currícula
de la enseñanza obligatoria de las actuales generaciones… “aunque después
haya efectivamente escrito otras cosas tan importantes”.
Desde que pisé el umbral de
“la Casa” no pude alejarme de la imagen de quien ganó el premio en el primer
concurso, realizado apenas triunfó la revolución (1960). Fue nuestro
compatriota Ezequiel Martínez Estrada, quien luego se quedó a colaborar algunos
años. No pude desprenderme del recuerdo de la lectura adolescente –antes de los
17 años- del libro que me ayudo a orientar mi rudimentario gps, “La Cabeza de
Goliat”, pese a su pensamiento político dramáticamente anti peronista- Desde
algún lugar este escritor –historiador-pensador nacional, fundador de la
Sociedad Argentina de Escritores (SADE) me influenció desde temprano para
querer cambiar los aires cosmopolitas de la ciudad puerto por el interior
profundo, más real y tercermundista. En aquellos jóvenes años imaginaba en
Tucumán, Misiones, la cordillera o la Tierra del Fuego la cuarta opción.
Finalmente por esas vueltas de la vida recalé en “la ciudad feliz” a orillas de
la mar océano, donde me radiqué hace más de treinta y cinco años…
Dos veces ganador del Premio Nacional de Literatura en nuestro país. Entrevistó al Comandante Ernesto Guevara, editó discursos de Fidel y tres libros de José Marti. Un severo crítico de la figura de Sarmiento en la historia nacional, con lo cual coincidíamos plenamente, en contraposición al estudio y a la reivindicación del Martín Fierro. Fue presidente de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, otra gran sintonía. En todo ello me sentía muy identificado con su historia. También sin imaginarlo –siquiera- estuvo relacionado con dos “notables” de CONADEP, a quienes como profesor tuvo de alumnos de literatura en La Plata, y que siguió tratando hasta su muerte; René Favaloro y nada menos que el escritor Ernesto Sábato presidente de la Conadep <Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas> donde trabajé como uno de los redactores del Informe “Nunca Más”.
Los nombres y presencias en
cada salón de la Casa van acumulando y desbordando mi capacidad de asombro y
felicidad, por sentirlos tan cercanos y partes de mi/nuestra propia identidad
cultural.
Nombrar a Ernest Hemingway en
Cuba es directamente un lugar común, que no sólo se limita a su presencia
diaria en “La bodeguita del Medio“ o en “La Floridita” sino que su testimonio
de apoyo a la revolución es una obviedad. Parte de lo que despectivamente
llamaron “la generación perdida” junto a otros notables escritores
norteamericanos, tal vez de los mejores, Scott Fitgerald, John Steinbeck, John
Dos Passos, etc. “El Viejo y el mar” representa una imagen épica en el mar de
las Antillas que Caribe llaman. “Adiós a las armas”, otro libro de aquellos
años. “Por quién doblan las campanas” permitió a generaciones tomar partido del
lado “de los buenos” en la cruenta guerra civil española.
Con profunda emoción descubrí
que la biblioteca interior de “La Casa…” lleva el nombre de “Rayuela” de Cortázar,
alguien tan cercano al alma nacional, y a su vez una figura universal que ya no
tiene fronteras. En
particular en lo que respecta a mi vida (o mi muerte) el episodio más
terriblemente trágico -en ese combate agónico -que podría haber sido definitivo-
que describo en “Nunca Mas ni Nunca Menos” del oficial “mayor” torturador y su
patota entrenada para matar, lo relaté con un cuento de Julio que había leído
antes de mis veinte años "La noche boca arriba"...Y todavía unos
párrafos más abajo volví sobre otro del memorable autor, cuando se me habían
terminado "los minutos" para entretener al verdugo , con el cuento
"Final de fiesta.."
Por supuesto allí está Pablo Neruda, el gran poeta romántico chileno con fuerte compromiso político. Con sus versos me permitió mantener un diálogo clandestino y encriptado con mi compañera, entre los calabozos del cautiverio, mientras permanecimos secuestrados y desaparecidos con final abierto. “Me gusta cuando callas porque estás como ausente…”… “estás como quejándote mariposa en arrullo / déjame que me calle con el silencio tuyo/Déjame que te hable también con tu silencio/distante y doloroso , como si hubieras muerto / una palabra entonces , una sonrisa bastan …y estoy alegre, alegre de que no sea cierto …”
Con Guillén, poemas de
Gabriel Celaya, de Atahualpa Yupanqui, León Benarós, García Lorca y muchos más,
me ayudaron, junto a otros prisioneros de la dictadura genocida, a mantener
firme los compromisos y espíritu de lucha a lo largo de esos difíciles años.
Quiso la vida -que casi siempre ofrece revancha- en una visita a su casa de
Isla Negra, por gentileza de un antiguo servidor suyo, me permitiera recostarme
en su misma cama, donde componía los poemas de amor para su Matilde y para su
Patria, y por el ventanal reconocer las olas del mar embravecido donde
desembarcaron los pinochetistas, que a punta de bayonetas lo depositaron en la
base naval de San Antonio, donde fabularon que había muerto “¡¿por un cáncer de
próstata…?!” sin calcular que en realidad terminaron de llevarlo a la eternidad
y sigue vivo siempre, más allá de su asesinato.
He visto en uno de los
salones principales donde luce una iconografía del Ché Ernesto, un
impresionante tapiz en arpillera donado por sus hijos, que muestra la aptitud y
capacidad artística menos conocida de Violeta Parra, a quien le dedico mi
libro, amiga de Pablo, “Gracias a la vida que me ha dado tanto/ me dio
dos luceros que cuando los abro/ perfecto distingo lo negro del blanco...…” También
alguna foto de su hermano mayor, Nicanor Parra, escritor, poeta, político,
matemático, físico, ingeniero, adelantado ecologista, díscolo, polémico, en
muchas de ellas sobresalió brillantemente. La foto fue realizada mientras era
jurado en el concurso de “La Casa...” aunque en un interín se cruzó a Washington,
que todo lo USA, a “tomar el té con Pat Nixon…“ lo que fue considerado como un
acto de traición o delación e inmediatamente expulsado de la Isla.
Para no repetir el
desencuentro con el poeta Nicolás Guillén, en 2017 acepté entrevistarlo cuando
él sólo tenía 102 años de edad, en su casa de El Quisco, cercana a Isla Negra,
de su amigo Pablo, por quien sentía una celosa competencia. Allí colgado en el
peñasco, sobre el mismo mar embravecido que dieron en llamar “pacífico”,
tuvimos un largo encuentro de más de dos horas y media en su biblioteca. Entre
otras cuestiones mucho
más
importantes me contestó que aquel incidente que le recordé “no había sido
así, que sólo tenía curiosidad de conocer a la esposa del presidente
norteamericano…” ¿?
“Ni muy listo ni tonto de
remate/Fui lo que fui; una mezcla / de vinagre y aceite de comer/¡Un embutido
de ángel y bestia!” Nicanor Parra
En realidad mi curiosidad de
conocerlo, estuvo relacionada con la figura de Roberto Retamar Fernández a
quien el Comandante Fidel Castro nos había presentado en el Palacio de la
Revolución en 1985, en el marco de la “Conferencia Sindical de A. Latina y el
Caribe sobre la deuda externa”. En ese momento no tenía referencias de la
figura de Retamar, con las charlas supimos que era escritor y poeta
prestigioso, que había “bajado” la poesía a un lenguaje más llano y popular,
una poesía “conversacional”. De allí la vinculación -con el tiempo- con Nicanor
Parra quien llevó el género hasta su máxima expresión. Al año siguiente supe,
bastante después del fallecimiento de Haydée Santamaría (1980), que Fernández
Retamar había sido nombrado presidente de Casa de las Américas, justo en el
lugar donde me encontraba en este preciso momento (2025).
Hoy 26 de mayo tuve el gusto
de conocer a Ariel Prieto, actual presidente de “la Casa”, quien me recibió con
el Nunca Mas ni Nunca Menos con gran muestra de amistad y solidaridad,
al tiempo que se cumplía exactamente un mes de su presentación en el predio
de Palermo en la 49 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
(Ariel Prieto y Yolanda
Alonso Reyna, presidente y secretaria de relaciones Internacionales de Casa de
Américas. Al fondo tapiz en arpillera de Violeta Parra sobre la conquista de
América)
Resulta para mí un grandísimo honor haber logrado que este libro pueda compartir un lugar -guardando todas las inmensas distancias lógicas- en esta Acrópolis moderna del pensamiento, las letras y las artes, con aquellos otros que han significado -y lo siguen haciendo- el más alto grado de representación de los rasgos de la humanidad liberadora de nuestros tiempos. La pretensión también es que ello pueda ayudar a sostener la Memoria y la Verdad, que tantas veces y de manera tan distintas se trata de ocultar y de negar, tal vez con el criminal impulso de volver a repetirlo, cuando los poderes hegemónicos lo consideren necesario, siempre con mayores cuotas de violencia y depredación de la condición humana.
Se trata sintéticamente de
una crónica personal, autobiográfica, documental e histórica del más trágico
período dictatorial genocida que vivió nuestro país (1976-1983) en su historia
y -por expansión- de los gobiernos regionales del plan Cóndor. Si bien es la
cronología de los 35 años comprendidos entre el 10 de diciembre de 1983 e igual
fecha de 2019 <Conadep, Informe Nunca Más, “juicio a las juntas”, de todos
los cuales fui protagonista> abarca necesarios antecedentes de toda nuestra
historia
Con la ilusión que este
material contribuya para generar los debates necesarios, que nos debemos, para
nuestro trágico presente nacional, como así también en gran parte del sur-sub
mundo dependiente, para lograr niveles de respuesta acordes a la gravedad de
los peligros que acechan, el combate a los racismos y genocidios hoy en plena
ejecución, en defensa de vidas y economías sustentables, en resguardo de los
ecosistemas y de la especie humana en peligro, sistemas más igualitarios y
justos, libres, soberanos y más felices. Que ASI SEA.
Eduardo Schiel
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