Nos Disparan desde el Campanario Una nueva era Geoantropológica se está desarrollando: El Antropoceno Psicopático… por Gustavo Marcelo Sala

 

 

Dentro de la psiquiatría y la psicología se afirma que la psicopatía descansa en tres conductas cuyos gradientes determinan la gravedad de dicho trastorno de la personalidad. Ellas son una tendencia hacia la mitomanía, un bajo decil en tanto remordimientos y un alto componente de egoísmo / egocentrismo. Estos pueden estar aderezados por comportamientos antisociales, impulsivos y superficiales, aunque no siempre pues dentro de los psicópatas más peligrosos podemos encontrar encantadores y pacientes manipuladores que se nos presentan como seres pensantes y profundos. Desde la individualidad queda claro que el término no es compatible a una patología o afección médica determinada sino a una deliberada disposición hacia  conductas ignominiosas las cuales pueden o no ser controladas dando como resultado un perfil de mayor o menor riesgo, tanto para la propia persona como para su entorno familiar y social. Si bien el término psicópata se relaciona al de sociópata, la diferencia entre uno y otro radica en su origen, mientras al primero se le considera un origen netamente mental al segundo se le otorga una génesis ambiental o adquirida, aunque en la mayoría de los casos se presenta una divisoria difusa.

Dicho esto desde el punto individual, qué sucede cuando observamos estos comportamientos pero colectivamente, ergo, en el campo de la psico - política, cuando nos encontramos dentro de una comunidad o sociedad global que tiende al embuste como forma argumentativa, egoísta en extremo y carente de todo remordimiento, tanto sea por sus decisiones, acciones o por sus omisiones. Y nos enfrentamos ante una contradicción existencial, pues así como el progreso científico, tecnológico, educativo, informativo y cultural han logrado enormes avances en todas las ramas que atañen a la vida de los seres humanos se observa al mismo tiempo un retroceso muy evidente en el campo humanitario en donde los índices psicopáticos enunciados aumentan progresivamente y sin solución de continuidad hasta en aquellas sociedades tan inclusivas y equilibradas como desarrolladas.

Si bien desde que el ser humano comenzó a organizarse social y política hubieron conflictos sangrientos e intentos hegemónicos de dominación económicos y culturales, nunca como ahora la divisoria entre el bien y mal se ha exhibido tan difusa, presente en el cual las concesiones del primero hacia el segundo hace que ésta última se desnude como verdad, de modo que antropológicamente no es descabellado pensar que estamos transitando dentro del actual Holoceno una sub-era que podemos denominar Antropoceno Psicopático en donde las conductas psicópatas dominantes están afectando no solo a la especie en tanto su proyección para evitar la extinción sino además a la geología planetaria, por eso la podemos considerar como una Era de cambios drásticos.

En la actualidad el mundo político está dominado por líderes cuyos deciles psicopáticos son extremos y lo más notable es que no accedieron al poder vía iluminadas asonadas, golpes castrenses, revoluciones populares o cuestiones heráldicas de tenor monárquico, sino que lo hicieron por medio de las decisiones colectivas democráticas, lo que complica aún más la problemática, pues se trata, como afirmara en su momento el historiador y epistemólogo francés Marc Bloch, fusilado por la Gestapo en 1944, que los líderes son la expresión natural de los pueblos en un momento determinado, vale decir, son el sentir y latir de esos pueblos. Resulta evidente entonces que ante una mayoría portadora de deciles psicópaticos no cabe otra cosa que sus deseos y aspiraciones descansen tras estos personajes nefastos. Ni siquiera se trata de dilemas en donde la inteligencia y la erudición pueden evitar el fenómeno. Releyendo los peores capítulos de la historia política de la humanidad, veremos supremas inteligencia: Filósofos, empresarios, artistas, profesionales, científicos, representantes de los distintos cultos y hasta trabajadores, arengando y apoyando regímenes deshumanizados y criminales, proyectos de los que se apartaron tardíamente, cuando los altos mogotes de huesos yacían impune e impúdicamente a la vista de todos. Por caso Martin Heidegger o Carl Shmitt durante el III Reich, Gabrielle D´annunzio, Luigi Pirandello o Filippo Marinetti con respeto al fascismo italiano, Pío Baroja, Azorín y Ortega y Gasset bajo el régimen franquista, Máximo Gorki, Dimitri Schostakovich, Alexandr Fadeyev o el poeta Nikolai Tikhonov siendo fervientes defensores del stalinismo. En el presente también los encontramos desplegando banderas por Trump, Bolsonaro, Putín, Órban, Milei, Marine Le Pen, Bukele, Kim Jong - Un o Meloni. La inteligencia o la erudición no es sinónimo de sabiduría humanista; ésta es saber aplicar correcta y buenamente esas virtudes de la gnosis.

Podemos hacer un listado interminable a lo largo de la historia universal de psicópatas que intentaron presentarse como representantes del sentir popular, y la cuestión circuló tanto en pequeñas localidades cuasi feudales como hasta en grandes naciones, sucede que no siempre las sociedades los leyeron con sabiduría cayendo fácilmente en sus manipulaciones y las trampas emocionales que promovían, decisiones negativas que solo les cabe a ellas y por las cuales deben hacerse responsables, cuando menos a través de un sano remordimiento, elemento cardinal de la psicopatía. Pero para que ello ocurra, para que no se los observe como punto de referencia, ese grado de psicopatía antes mencionado debe declinar, tristemente esto no ocurre, todo lo contrario, de ahí los resultados del presente.

Los lectores de este espacio saben que mi optimismo brilla, está sano y virginal, y esto se debe a que no lo malgasto en coyunturas efímeras y confusas, no soy alguien que escoge creer, sino que me rindo ante las evidencias, acaso por eso me declaro modestamente un pesimista agnóstico cuando menos hasta que dichas evidencias me confirmen que es hora de ilusionarse. Lejos estamos de una revolución moral,  ética y humanista que anteponga al ser humano por encima de los intereses que dispara la acumulación material buscando en la otredad nuestro yo complementario, ese que nos hace mejor y más humanos. 


 Para Llegar, de Roque Narvaja, por Juan Carlos Baglietto



 

*Gustavo Marcelo Sala. Editor

 

 

 

 

  

 

 


Comentarios

  1. Querido Gustavo. No puedo estar de acuerdo con tu pesimismo, pero leerte es siempre un placer literario. Si bien estoy de acuerdo con tu diagnóstico sigo teniendo esperanzas, vicio de peronista. Abrazo

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