Fuente: El Tábano Economista
Link de origen:
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/06/26/la-teoria-del-engano/
Los neoconservadores de EE.UU.
e Israel necesitan un enemigo nuclear
(El Tábano Economista)
La intervención militar ordenada por
el presidente Donald Trump contra las instalaciones nucleares iraníes pareció
llevar a Estados Unidos al borde de un conflicto mayor, algo que cuatro de sus
predecesores habían logrado evitar. Pero en medio de la tensión, quedó algo
claro: el poder de Estados Unidos se sustenta más en su influencia
cultural (Hollywood) que en su arsenal bélico o en el dominio del dólar.
Trump logró desconcertar a su
homólogo israelí y, al menos temporalmente, paralizó a grupos de presión como
el Comité Estadounidense de Asuntos Públicos de Israel (AIPAC)
y Cristianos Unidos por Israel (CUFI), organizaciones con una
influencia enorme tanto en su gabinete como en el Congreso. Estas facciones han
sido históricamente las mayores defensoras de una acción militar contra Irán y
del apoyo incondicional a Israel.
Aunque se desconoce cuánto durará
este juego estratégico, la maniobra ha sido brillante. Israel mantiene lo que
se conoce como «ambigüedad nuclear»: nunca confirma ni niega oficialmente
su posesión de armas atómicas. Sin embargo, según un informe de 2021 de Estado de las
fuerzas nucleares mundiales de la Federación de Científicos
Americanos (FAS), el país cuenta con aproximadamente 90 ojivas
nucleares, capaces de ser lanzadas desde aviones, misiles balísticos terrestres
y misiles de crucero navales.
Este arsenal forma parte de la «Opción
Sansón», una doctrina que plantea una represalia nuclear masiva contra
adversarios no nucleares si Israel enfrenta una amenaza existencial. Además, al
no haber firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), el Estado
judío evade cualquier inspección internacional de sus instalaciones nucleares.
Los recientes ataques iraníes expusieron
graves fallos en el sistema de defensa aérea israelí, incluyendo su
famosa Cúpula de Hierro. Irán ha utilizado tácticas de saturación,
lanzando oleadas de misiles y drones para abrumar las defensas, ya que cada
batería antimisiles tiene un número limitado de interceptores.
Además, ha incorporado misiles
balísticos e hipersónicos más avanzados, combinados con guerra electrónica para
interferir en los radares israelíes. Entre los blancos alcanzados se encuentran
el Aeropuerto Ben Gurión (Tel Aviv), la Corporación Eléctrica de
Israel y áreas cercanas a la refinería de Haifa y las
instalaciones de Rafael Advanced Defense Systems.
Pero el daño más significativo ha
sido económico:
Costo de un misil iraní: U$S 300.000
Costo de un interceptor israelí
(Arrow 3 o David’s Sling): U$S 3 millones
Interceptores necesarios por misil: 3
(estimación conservadora)
Gasto diario de Irán (3 misiles):
U$S900.000
Gasto diario de Israel (9
interceptores): U$S 27 millones
Gasto mensual proyectado de Israel: U$S 810
millones
Esta asimetría financiera y de
destrucción de infraestructura es insostenible para Israel a largo plazo.
La operación militar estadounidense
buscaba destruir instalaciones nucleares clave como Fordo, Natanz e
Isfahán, frenando el enriquecimiento de uranio. Trump declaró que los
bombardeos fueron «precisos», pero un informe filtrado de la Agencia de
Inteligencia de Defensa (DIA) reveló que los daños fueron mínimos: Irán
aún controla la mayor parte de su material nuclear y, de quererlo, podría
desarrollar un arma atómica con relativa rapidez.
Aunque EE.UU. e Israel insisten en
que su objetivo era neutralizar el programa nuclear iraní —no iniciar
una guerra—, la intervención logró algo más: frenar temporalmente a los
halcones proisraelíes en el gobierno de Trump, como los senadores Lindsey
Graham y Ted Cruz, y el entonces presidente de la Cámara de
Representantes, Mike Johnson.
Este grupo, alineado con la
ideología neoconservadora, ha impulsado históricamente intervenciones militares
para «proteger los intereses de EE.UU.», frecuentemente vinculados a los de
Israel. Fueron clave en la guerra de Irak y ahora presionan por un cambio
de régimen en Irán.
Pese a la espectacular operación de
relaciones públicas de Trump, las imágenes satelitales mostraron que Irán
había trasladado previamente su uranio enriquecido y centrifugadoras de
las instalaciones bombardeadas. El ataque fue, en gran medida, un bluff estratégico.
Y aunque la intervención logró
contener temporalmente a Netanyahu y a los halcones estadounidenses, los neoconservadores
ya han regresado al juego. Su objetivo sigue siendo claro: el
derrocamiento del régimen iraní.
Mientras tanto, Netanyahu —acusado
de corrupción, crímenes de guerra y lesa humanidad— sigue aferrado al
poder. Para él, el conflicto es una cuestión de supervivencia: si la
guerra termina, podría acabar en prisión.
La intervención de Trump no fue más
que un engaño calculado, una puesta en escena para ganar tiempo. Y ahora,
con las tensiones internas en la política exterior estadounidense, el
presidente está al borde del colapso político.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado
en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas
económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista
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