Nos Disparan desde el Campanario El desfalco griego y el negocio bélico ucraniano: dos caras de la utilización financiera global… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
Link de origen:
La hipocresía
debe ser ordenada
(El
Tábano Economista)
En el teatro de la economía
internacional, Grecia y Ucrania representan dos tragedias modernas con un guion
común: el saqueo sistemático bajo el disfraz del rescate financiero o la ayuda
humanitaria. Mientras think tanks y organismos multilaterales
celebran supuestas «recuperaciones», la realidad desnuda un patrón de
depredación donde los acreedores y el complejo militar-industrial emergen como
únicos vencedores.
Grecia: la austeridad como herramienta
de sometimiento
El referéndum del 5 de julio de 2015
fue un momento de ilusión efímera. El 61% de los griegos rechazó las
condiciones draconianas impuestas por la Troika (Comisión Europea, BCE y FMI),
pero su victoria duró menos de una semana. Alexis Tsipras, el líder progresista
que prometió desafiar a Bruselas, capituló. El acuerdo final no solo ignoró el
mandato popular, sino que profundizó el mecanismo de transferencia de riqueza
hacia los bancos europeos.
Los números son obscenos: entre 2010
y 2015, Grecia recibió €230.000millones en rescates, pero el 90% se
destinó a pagar deudas a acreedores privados —principalmente alemanes y
franceses—. Solo el Deutsche Bank y BNP Paribas concentraban el 34% de la
exposición crediticia. Mientras, el PIB griego se contrajo un 30%, el desempleo
juvenil superó el 50% y 450.000 profesionales emigraron entre 2008 y
2016, según la Hellenic Statistical Authority.
El memorándum de 2015 exigió
privatizaciones por €50.000 millones: el puerto del Pireo (vendido a
COSCO, China), los aeropuertos regionales (adquiridos por Fraport alemana), y
la joya de la corona, la compañía eléctrica pública DEI, desmantelada para
beneficiar a conglomerados como ENEL italiana. La electricidad subió
un 58% entre 2010 y 2018, mientras los salarios retrocedieron a
niveles de 1970. La Troika justificó el ajuste como un «mal necesario», pero
documentos filtrados del FMI en 2016 admitían que la deuda griega
era insostenible incluso con las reformas.
Ucrania: la guerra como modelo de
negocio
Si Grecia fue el laboratorio de la
austeridad y el negocio financiero, Ucrania es el campo de pruebas del
capitalismo bélico. Desde el Euromaidán (2014), el país ha
recibido U$S162.000 millones en ayuda militar y financiera, según el
Kiel Institute. Pero esta generosidad tiene un ADN geopolítico: el 72% del
armamento proviene de contratistas estadounidenses (Lockheed Martin, Raytheon)
y europeos (BAE Systems, Rheinmetall), cuyas acciones se dispararon
un 200-300% tras la invasión rusa de 2022.
El FMI, otrora inflexible con Grecia,
relajó todas sus condiciones para Ucrania. Entre 2014 y 2024, Kiev incumplió
metas fiscales, postergó reformas anticorrupción y recibió U$S40.000
millones en créditos sin el más mínimo seguimiento. La deuda externa
ucraniana alcanzó el 124% del PIB en 2023, pero Occidente aplicó una
moratoria hasta 2027. El contraste con el trato griego es revelador:
Grecia fue forzada a recortar
pensiones un 45%; Ucrania recibió U$S18.000 millones en 2023
solo para pagar salarios públicos (ejercito).
Mientras Atenas vendió
infraestructura crítica, Kiev obtuvo U$S27.000 millones en «ayuda
presupuestaria directa» del FMI en 2023, sin privatizaciones.
El negocio tras la destrucción es
lucrativo. La reconstrucción de Ucrania se estima en U$S 750.000 millones,
según el Banco Mundial, con contratos ya asignados a Bechtel (EEUU) y Vinci
(Francia). Mientras, la industria energética europea —desesperada por
reemplazar el gas ruso— invirtió U$S30.000 millones en 2022-2023 en
infraestructura ucraniana, desde plantas de GNL hasta corredores de exportación
de granos.
El doble nivel no es un error, sino
una estrategia. Grecia fue castigada por ser pequeña y prescindible; Ucrania es
premiada por su valor geopolítico. En ambos casos, los ciudadanos pagan el
precio: Grecia perdió soberanía económica y 25% de su población
activa mientras Ucrania ha visto destruido el 40% de su PIB y el
30% de su territorio.
La lección es clara: en el
capitalismo global, las crisis se convierten en oportunidades de lucro. Ya sea
mediante la deuda o las bombas, el resultado final es el mismo unos pocos
ganan, y millones pierden. Pero seguir creyendo en recetas de política
económica y seguimientos técnicos de organismo internacionales que prestan los
fondos, resulta absurdo. Las metas son políticas para beneficio del
prestamista. Grecia pago cada centavo y seguirá pagando; Ucrania, dependiendo
del remanente territorial, veremos a manos de quién pasa.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado
en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas
económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista
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