Nos Disparan desde el Campanario Economía Global en medio del conflicto bélico I y II ... por Alejandro Marcó del Pont
1 ¿Quién controla realmente la
política exterior de Estados Unidos?
2 No es un ataque a los BRICS, pero
se parece tanto…
1 ¿Quién controla realmente la
política exterior de Estados Unidos?
Fuente: El Tábano Economista
Link de origen:
Un laberinto de poder entre la Casa Blanca,
las agencias de inteligencia y los grupos de presión
(El Tábano Economista)
En el intrincado tablero geopolítico
actual, donde cada movimiento militar o diplomático de Estados Unidos genera
ondas expansivas, persiste una pregunta: ¿quién toma realmente las decisiones
en Washington? La retórica presidencial, los informes de inteligencia y las
acciones sobre el terreno a menudo parecen discordantes, revelando un sistema
de poder fragmentado donde influyen desde halcones de seguridad hasta lobbies con
agendas propias. Este escrito pone en claro las fuerzas ocultas que moldean la
política exterior estadounidense, desde los ataques coordinados contra aliados
de Irán hasta las sombras detrás de la guerra en Ucrania.
Durante años, Irán tejió una red de
influencia en Oriente Medio mediante actores intermediarios: Hezbolá en Líbano,
los hutíes en Yemen, milicias chiíes en Irak y un régimen aliado en Siria. Este
«cinturón de seguridad» le permitió a Teherán proyectar poder sin confrontar
directamente a Israel o a los Estados Unidos. Sin embargo, la Operación
Inundación de Al-Aqsa de Hamas en 2023 marcó un punto de inflexión. Este evento
permitió que los aliados de Irán, que mantenían a Tel Aviv bajo presión, fueran
sistemáticamente atacados.
Esta limpieza de países protectores
de Irán llevó tiempo. La neutralización de estos actores requirió paciencia y
operaciones encubiertas de inteligencia, nada dejado al azar. Siguiendo la
lógica de los acontecimientos, es evidente la participación coordinada del
Departamento de Estado estadounidense, la CIA, el MI6 británico y el Mossad
israelí.
En junio de 2025, mientras delegados
estadounidenses y rusos discutían un frágil alto al fuego en Ginebra, drones
ucranianos impactaban contra aeródromos y líneas ferroviarias en territorio
ruso. Casi al mismo tiempo, Israel lanzaba un ataque sin precedentes contra instalaciones
nucleares iraníes, pese a que Teherán y Washington mantenían diálogos secretos
sobre energía.
La similitud es inquietante: en ambos
casos, Estados Unidos negó su participación directa, aunque documentos
filtrados muestran que la Casa Blanca autorizó el ataque israelí con 72 horas
de antelación. Respecto a Ucrania, la versión oficial insiste en que «actuó por
cuenta propia», pero los expertos militares son escépticos.
«Ucrania no tiene capacidad autónoma
para operaciones de esa precisión», explica la general retirada estadounidense
Laura Richardson. «Requieren satélites, inteligencia de señales y coordinación
con la OTAN». Peor aún: según fuentes del Comité de Inteligencia del Senado, el
entonces presidente Trump no fue informado. ¿Ignorancia deliberada o una grieta
en el poder real?
Lo que se sabe es que esto refleja un
interés estratégico de Estados Unidos en ambos conflictos, donde el fracaso
diplomático precede a acciones militares. La narrativa oficial —promover la
paz— contrasta con resultados que apuntan a una preparación encubierta para la
escalada.
La estructura formal atribuye al
presidente, bajo el Artículo II de la Constitución, la máxima autoridad en
política exterior y como comandante en jefe. Sin embargo, la realidad es más
compleja:
Red de influencias. El
presidente depende de agencias como el Departamento de Estado (Marco Rubio), el
Pentágono (Pete Hegseth), la CIA (John Ratcliffe) y el Consejo de Seguridad
Nacional.
División de intereses. Mientras
el Tesoro maneja sanciones, el Congreso controla el presupuesto y la
declaración de guerra.
En la administración Trump 2025,
figuras clave, como Ratcliffe (CIA), priorizan amenazas como China y Rusia,
utilizando inteligencia avanzada (IA, operaciones encubiertas). No obstante, la
politización de la inteligencia y los conflictos internos plantean dudas sobre
quién realmente dicta las decisiones.
Documentos internos filtrados revelan
que el 40% de las decisiones clave son bloqueadas o modificadas por el Consejo
de Seguridad Nacional (NSC), donde burócratas de carrera y lobbistas ejercen
veto silencioso. «Hay dos gobiernos: el visible y el que firma cheques»,
denuncia un asesor presidencial.
Pero si hay alguien que tiene poder
es el Comité Estadounidense-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC), uno de los
grupos de interés más influyentes de Estados Unidos, con un poder significativo
sobre el Congreso y la Casa Blanca.
AIPAC emplea un enfoque multifacético
para ejercer presión, incluida la amplia difusión de información a través de
publicaciones como «The
Near East Report«, que se distribuye a todos los miembros de AIPAC, a todos
los miembros del Congreso, a los gobernadores y a la Casa Blanca. Este informe
proporciona información clave sobre la próxima legislación, la postura de AIPAC
y las personas percibidas como amenazas a la legislación pro-Israel.
Históricamente, la organización ha
aprovechado el miedo a ser etiquetado como «antisemita» para presionar a los
miembros del Congreso y mantiene una «lista de enemigos», individuos que se han
opuesto a su agenda, lo que puede dañar significativamente sus carreras
políticas.
El lobby que dicta la política en
Oriente Medio. Mientras Trump anunciaba en 2025 un «histórico acuerdo de paz»
entre Israel y Arabia Saudita, el Comité Estadounidense-Israelí de Asuntos
Públicos (AIPAC) movilizaba U$S 32 millones para campañas contra legisladores
críticos. Su influencia es un secreto a voces:
Control legislativo: el 80% de los
proyectos de ley sobre Oriente Medio son redactados o editados por sus
abogados.
Armas y veto: bloquean ventas de F-16
a Emiratos Árabes mientras aceleran envíos a Israel.
La «lista negra»: políticos, como
Betty McCollum (demócrata), fueron tildados de «antisemitas» por pedir
auditorías a la ayuda militar.
«Es simple: si quieres sobrevivir en
el Congreso, no critiques a Israel», admite un exsenador republicano.
La visita de Trump a Riad en 2025
culminó con contratos de armas por U$S142 mil millones, incluidos F-35
fabricados por Lockheed Martin —empresa cuyos accionistas incluyen a tres
miembros del NSC—. Paralelamente, fondos de inversión vinculados a Jared
Kushner adquirieron terrenos en zonas estratégicas de Qatar. Si bien el lobby
israelí es quien maneja la política, hay ocasiones en las que se imponen los
negocios.
La política exterior estadounidense
es un campo de batalla entre: el presidente (teóricamente el decisor), las
agencias de seguridad (CIA, Pentágono) con agendas propias y los grupos de
presión (AIPAC) y las élites económicas.
La aparente «desconexión» —como el
desconocimiento de Trump sobre los ataques ucranianos— sugiere dos hipótesis:
Maniobra calculada: negación
plausible para evitar responsabilidades.
Caos interno: fracturas en el
gabinete donde agencias o lobbies actúan autónomamente.
En ambos casos, el resultado es una
política exterior fragmentada, donde la retórica pacifista enmascara una
maquinaria bélica impulsada por halcones, intereses geopolíticos y dinero.
La política exterior estadounidense
ya no es un juego de ajedrez, sino un póker donde múltiples actores apuestan
sin mostrar sus cartas. El presidente tiene el micrófono, pero ¿quién escribe
el guion? Entre las sombras, una alianza de halcones de seguridad, lobbies y
corporaciones parece haber secuestrado el proceso decisorio.
Como resume un exdirector de la CIA:
«Aquí nadie manda… pero todos disparan».
2 No es un ataque a los BRICS, pero
se parece tanto…
Fuente: El Tábano Economista
Link de Origen:
El tren China-Irán no es solo una
ruta comercial,
es un símbolo de la fractura del
sistema global
(El Tábano Economista)
El 29 de mayo de 2025, un tren
de carga procedente de China llegó a Teherán, Irán, cargado con 32
contenedores de productos comerciales. Este hito, aparentemente logístico, es
en realidad un desafío directo al orden comercial liderado por Occidente.
Con una ruta de más de 10,000 kilómetros que atraviesa Kazajistán y
Turkmenistán, el ferrocarril evita las rutas marítimas controladas por
EE.UU. y se enmarca en la Iniciativa de la Franja y la Ruta
(BRI) de China.
Pero este tren simboliza algo
más: la consolidación de Irán como eje estratégico en un mundo
fragmentado. En un contexto de sanciones estadounidenses, conflictos en el Mar
Rojo y la expansión de los BRICS, el corredor China-Irán representa
un cambio tectónico en la geopolítica energética y comercial.
Irán se encuentra en el estratégico
estrecho de Ormuz, que conecta el Golfo Pérsico con el Golfo de Omán y, desde
allí, con el Mar Arábigo. El estrecho de Malaca es una vía fluvial estrecha por
la que pasa una parte significativa de las importaciones de crudo de China
procedentes de Asia Occidental y África. Sin embargo, dado que el Mar Rojo se
ha convertido en una zona de conflicto entre las fuerzas de resistencia de
Yemen, por un lado, e Israel y sus aliados, por el otro, los costes de
transporte marítimo se han disparado un 250%, según la BBC, y el tránsito ha
disminuido un 70%.
Evadir el cuello de botella del
estrecho de Malaca es la lógica, sin presencia militar estadounidense a lo
largo de la línea ferroviaria, Teherán puede exportar petróleo e importar
bienes de Beijing sin las miradas indiscretas de Washington. La alternativa
ferroviarias China-Irán no solo evita el Mar Rojo, sino que reduce el
tiempo de transporte de 45 días (vía marítima) a 14 días. Irán suministra el
15% del petróleo importado por China (740,000 barriles por día en abril de
2025).
Por varias vías China está
protegiéndose de la obturación de la energía e Irán de las sanciones, como
muestra el mapa. El Ferrocarril China-Pakistán es otro ejemplo ferroviario que
conectaría China y Pakistán a través de un corredor económico. Forma parte
de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, también conocida como la
Nueva Ruta de la Seda. Lo que está claro que Irán se está transformando en un
polo comercial y estratégico de energía, bienes y servicios sin supervisión
americana.
Irán fue formalmente admitido como
miembro de los BRICS en 2024, junto con Egipto, Etiopía y los Emiratos
Árabes Unidos. Esto significa que, en 2025, su posición dentro del bloque sería
aún incipiente, pero simbólicamente significativa, especialmente como proveedor
energético clave para China. Los BRICS, en parte, representan una contra
narrativa del orden global liderado por Occidente. La inclusión de Irán se
percibió como un fortalecimiento de este bloque alternativo, especialmente en
Oriente Medio.
Los BRICS no son una alianza militar
(como la OTAN), sino un mecanismo de coordinación económica y política. Por lo
tanto, no existe una cláusula de defensa mutua, pero un ataque a Irán
podría interpretarse como un desafío a los intereses colectivos del grupo,
especialmente los de China y Rusia.
Aun así, el ataque contra Irán, se
podría tomar como un intento de socavar la creciente influencia de los BRICS y
perturbar su cohesión. Pero específicamente tiene Implicaciones económicas, por
un lado. Irán es un importante productor de energía y un punto estratégico para
las rutas comerciales. La inestabilidad en Irán debido al conflicto podría
perturbar los mercados y el comercio energético mundial, impactando las
economías de los países BRICS, muchos de los cuales son importantes
consumidores o productores de energía.
Rusia por su parte, en guerra con
Ucrania y sancionada por Occidente, ve el ataque a Irán como una escalada
contra el «eje antioccidental» que ambos integran. Sin embargo, su capacidad
para responder está limitada por su conflicto actual. Los otros miembros como
India, Sudáfrica, Brasil, tienen posturas serían más ambiguas. India, por
ejemplo, tiene relaciones con Israel y no apoyaría automáticamente a Irán.
Sudáfrica y Brasil podrían condenar el ataque en foros multilaterales, pero sin
acciones concretas.
Zbigniew Brzezinski describió una
progresión en las grandes crisis: desde la guerra encubierta, pasando por la
guerra indirecta, hasta la confrontación directa. Podemos realizar una analogía
de las 5 etapas, en términos generales, con los acontecimientos actuales:
Etapa de proxy: conflictos como el de
Ucrania (Rusia) e Irán que juegan papeles secundarios.
Confrontación directa: Israel ataca
territorio iraní: cruza un umbral.
Activación de la alianza: los
miembros del BRICS (China, Rusia) responden diplomáticamente y se arriesgan a
abastecer a Irán indirectamente.
Globalización del conflicto: los
cambios en el mercado energético muestran que los problemas regionales afectan
a los sistemas globales.
Realineamiento bipolar: podríamos
estar presenciando un retorno a un orden fragmentado: bloques rivales que se
definen a través de posiciones opuestas sobre el conflicto en Medio Oriente.
Si bien no se trata de un ataque que
abarque a todo el BRICS, recuerda profundamente al modelo de escalada de
Brzezinski: el ataque de Israel a una nación afiliada al BRICS (respaldada
económica y políticamente por China y Rusia) puede tensar la cohesión del grupo
y empujarlo hacia una postura más unificada y opositora contra las políticas
alineadas con Occidente.
Si la teoría de Brzezinski es válida,
estamos al borde de la etapa 3 → 4 , donde una guerra
localizada corre el riesgo de provocar una confrontación de bloques más amplia,
o un reordenamiento de las alianzas.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y
editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista,
columnista radial, analista
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