Fuente: Bloghemia
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https://www.bloghemia.com/2025/06/franco-berardi-gaza-es-el-simbolo-de.html
Me gustaría publicar otras cosas. Me
gustaría publicar en Il disertore los textos que salieron hace cincuenta años
en A/traverso. Me gustaría publicar un texto sobre la estética de la sordidez
en el arte contemporáneo en el que llevo meses trabajando. Pero no puedo.
Bertolt Brecht dijo en su poema Malos tiempos para la lírica (1939):
En mí combaten el entusiasmo por el
manzano en flor y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda. Pero
solo esto últimome impulsa a escribir.
El horror que siento por los
discursos de Netanyahu y por las cobardes provocaciones de los colonos
israelíes es demasiado fuerte como para poder ocuparme de cualquier otra cosa.
Hoy no puedo dejar de hablar de Yussuf al-Samary:
Yussuf al-Samary es un chico de 15
años, originario de la ciudad de Gaza, pero que vive con su familia desplazada
en el campo de al-Mawassi, en la playa de Khan Younis. Es su último lugar de
desplazamiento. Ahora toda la familia vive en una tienda de campaña hecha de
listones de madera y plástico transparente. Antes estaban en una escuela de Hay
Tuffah. Yussuf intentó comprar un bocadillo la semana pasada, pero costaba
demasiado. Hizo cola en una cocina humanitaria, que distribuía arroz con
lentejas, pero no llegó a tiempo y cuando le tocó el turno la comida ya se
había terminado y las cazuelas estaban vacías. Decidió ir a la última
habitación que habían ocupado en Hay Tuffah. Convenció a sus padres para que le
dejaran ir a ver si su despensa allí seguía intacta y podía traerse de vuelta
el saco de harina y la caja de macarrones, que habían abandonado
apresuradamente bajo la presión militar del ejército israelí. Su padre intentó
disuadirle: «Mira hijo, Hay Tuffah está al otro lado del corredor del Wadi»,
esto es, el corredor ocupado por los israelíes, que se halla completamente
arrasado, exhibiendo todas sus casas demolidas, y está bajo control del
ejército ocupante. Yussuf respondió sin vacilar: «Conozco el riesgo, pero si
nos quedamos de brazos cruzados, moriremos de hambre con total seguridad».
Yussuf llegó a la habitación que había ocupado su familia en la evacuación
anterior y encontró intactas todas las provisiones, que habían dejado guardadas
allí. Llenó su mochila y se cargó el saco de harina al hombro. «Estaba
contento, porque lo había conseguido y esperaba con impaciencia el pan
caliente, que hornearía mi madre en un horno improvisado de piedras y barro»,
relató en la cama del hospital.
En el viaje de regreso, Yussuf fue
blanco de un dron israelí y recibió el impacto de una bomba, que le seccionó
las piernas. «Sentí que volaba y luego perdí el conocimiento. No recuerdo nada
hasta que me desperté en la cama del hospital con mi padre a mi lado cogiéndome
la mano. No me arrepiento de nada. Estoy sin piernas, pero vivo. Es el precio
de la ocupación. Los palestinos debemos luchar para vivir, no para sucumbir
bajo el talón de los soldados invasores». ¿Por qué Gaza, entonces? No es la
primera vez que asistimos al horror del colonialismo, Gaza no es la única área
del mundo donde se está produciendo un genocidio. El genocidio se está
produciendo en muchas zonas del planeta, por ejemplo, en la frontera entre el
Norte y el Sur globales, en la frontera donde el supremacismo blanco lleva a
cabo una guerra racial. El genocidio está teniendo lugar en el Mediterráneo, donde
miles de personas se ahogan por voluntad de racistas como Piantedosi, Salvini y
los gobiernos europeos en su conjunto. El genocidio se verifica en la frontera
entre México y Estados Unidos. El genocidio se perpetra allí donde se programa
la deportación masiva, el internamiento en el Gulag global actualmente en
proceso de construcción, mientras se prepara el exterminio. El genocidio es la
agenda, la única agenda, de los gobiernos blancos, tanto trumpistas como
demoliberales. El genocidio es la agenda de la senescente y demente raza
blanca, convertida en agresiva al olor de su senectud, de su inminente
extinción.
Gaza es el símbolo de lo que está
ocurriendo en la actual época terminal. El símbolo y el anuncio de lo que se
prepara. Hablamos de Gaza, porque el acontecimiento de este genocidio,
largamente preparado por Israel, reencarnación del Tercer Reich, es la prueba
del destino de que la humanidad está acabada. Organismos conectados al autómata
cognitivo, pero privados de conciencia ética y destinados a un futuro de
violencia terminal.
Busco la palabra
En el primer poemario de Wisława
Szimborska, Canción negra, escrito entre 1944 y 1948, pero publicado
póstumamente en 2014, puede leerse este poema titulado Busco la palabra ¿No es
esta quizá la mejor manera de definir la poesía misma? Una búsqueda capaz de
hacer lo imposible: encontrar, o más bien crear palabras que capten el sentido.
Escrito en 1945, podemos leerlo como
si estuviera escrito hoy. Leámoslo:
Busco la palabra
Quiero definirlos con una sola voz:
¿cómo eran?
Tomo palabras corrientes, robo en los diccionarios,
las mido, sopeso y examino:
con ninguna atino.
Las más valientes siguen siendo miedosas,
las más despectivas pecan aún de inocentes.
Las más despiadadas, en exceso indulgentes,
las más encarnizadas, poco irrespetuosas.
Esa palabra debe ser como un volcán,
¡golpear, arrasar, arrancar de sopetón,
como la terrible cólera de Dios,
como el odio en ebullición!
Quiero que esa sola palabra
esté empapada en sangre,
que como los muros de un penal
acoja en sí cualquier fosa común imaginada.
Que describa de forma fiel y clara
quiénes fueron ellos, qué hizo aquella gente.
Porque lo que oigo,
o lo que se escribe,
resulta insuficiente.
Es insuficiente.
Impotente esta lengua,
repentinamente pobres sus sonidos.
Me devano los sesos buscando esa palabra,
pero no lo consigo.
No lo consigo.
(Wisława Szimborska, Poesía completa, Madrid, Visor, 2023, traducción de Abel
Murcia, Gerardo Beltrán y Katarzyna Mołoniewicz)
La palabra monstruoso
Szimborska había conocido a los nazis y dice que no encontraba la palabra para
designarlos. Hoy nosotros conocemos a los trumpistas, a los sionistas, a los
sádicos que en nombre de la superioridad blanca y occidental desatan una
crueldad repugnante, y nos falta la palabra para definir la arrogancia del mal
que campa a sus anchas. Vemos a Kristi Noem, dominadora que corretea sobre
tacones de aguja con pantalones ajustados delante de jaulas en las que están
encerrados grupos de machos tatuados. Vemos a los colonos armados de Smotrich,
atacando a muchachos en las calles de Cisjordania, asaltando como una piara de
cerdos los lugares sagrados de la población palestina. Asistimos al
espectáculo, pero nos falta la palabra para definir el despliegue de horror. No
basta la palabra «repugnante» para definir el sabor de la humillación de
alguien que se halla sometido a ti, que no puede rebelarse, como el pobre
Zelenskyy empujado por los estadounidenses a sacrificar al pueblo ucraniano,
crucificado después por otros estadounidenses para deleite de los espectadores
estadounidenses. Para definir todo el horror que invade el planeta, como si
todas las cloacas hubieran reventado de repente, nos falta la palabra, pero no
es una cuestión de lenguaje. El diccionario regurgita palabras como feroz,
atroz, horrible, despreciable, malvado, humillante, repulsivo, desgarrador,
lacerante, insoportable, repugnante, horripilante, espantoso, perverso, cruel,
abyecto, abominable. Cada una de ellas se aplica al comportamiento de quienes
se han hecho con el poder político y económico, y lo ejercen mediante la
amenaza, el chantaje y la violencia. Lo que estas palabras no nos explican es
cómo es posible que la mayoría de los pueblos elija con entusiasmo a estos
monstruos.
Quizá no comprendemos, porqué
seguimos pensando que la mente humana responde a una lógica humana y posee
sentimientos humanos: puede que no sea así, que ya no es así. La mente humana
ha sido modificada y ya no tiene casi nada de humano, porque lo humano ha sido
borrado a la espera de que el autómata tome finalmente el control. La clave del
éxito reside en la monstruosidad: la exhibición de la inhumanidad se ha
convertido en la nueva frontera del espectáculo. Lo monstruoso es lo que
fascina. La palabra «monstruoso» es la clave para comprender. Lo que hay que
mostrar es lo monstruoso, lo que deseamos que nos muestren es lo monstruoso, lo
que la mente agotada por la electrocución permanente a los estímulos
infonerviosos desea recibir para seguir excitándose.
Casi un siglo de publicidad ha
infantilizado el lenguaje, sustituyendo todo criterio de valoración lógica,
ética y estética por la estupefacción. Casi un siglo de televisión ha
desactivado la capacidad reactiva de la mente y ha convertido el cerebro
colectivo en una papilla incapaz de distinguir la realidad del flujo que sale
de la omnipresente pantalla. Por último, el bombardeo ininterrumpido de los
dispositivos de la comunicación móvil ha paralizado la capacidad de la mente
para percibir la existencia del otro, reduciendo a cada individuo a un átomo
hiperconectado e insensible. Por eso no encontramos la palabra: porque las
palabras ya no significan nada, lo monstruoso las ha sustituido. No hay que
preocuparse por el peligro de extinción de la humanidad. La humanidad ya se
extinguió hace tiempo, los que desfilan por las calles de Jerusalén cantando a
la «muerte» son terminales pasivos del espectáculo ininterrumpido de la
monstruosidad. Hoy, 26 de mayo, un pueblo de zombis desfila por las calles de
la ciudad de la venganza eterna gritando «Jerusalén es nuestra», «Muerte a los
árabes», «Esta ciudad es nuestra, Dios nos la dio».
A poca distancia, el genocidio
continúa.
"Gaza es el símbolo de lo que está ocurriendo en la
actual época terminal. El símbolo y el anuncio de lo que se prepara. Hablamos
de Gaza, porque el acontecimiento de este genocidio, largamente preparado por
Israel, reencarnación del Tercer Reich, es la prueba del destino de que la
humanidad está acabada."

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