Nos Disparan desde el Campanario Mito, geopolítica y soberanía argentina… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
Link de origen:
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/04/30/mito-geopolitica-y-soberania-argentina/
Los socios ocultos son el soporte del
presente para transformar el futuro (El Tábano Economista)
En los tiempos antiguos, cuando los
dioses aún caminaban entre los hombres, existía una deidad llamada Tlazotéotl,
la tejedora de futuros. En su palacio colgaba un gran espejo de obsidiana
pulida, donde los mortales podían asomarse para ver los días por venir.
Un día, un joven guerrero, cansado
del hambre y las luchas de su pueblo, subió a la montaña sagrada para pedirle a
Tlazotéotl una visión del porvenir. Compasiva, la diosa lo condujo hasta el
espejo. Allí vio ciudades resplandecientes, hombres vestidos con ropas finas,
máquinas voladoras como aves, y niños riendo en calles limpias. Sin embargo,
debajo de cada imagen de abundancia, el guerrero descubrió agotamiento, tierras
áridas, ríos envenenados, el colapso de aquellas máquinas y risas apagadas.
Cada promesa brillante ocultaba una sombra creciente.
—“¿Por qué me muestras esto? ¿Acaso
el futuro no es mejor?”— preguntó el guerrero.
La diosa sonrió con tristeza:
“El futuro siempre parece luminoso
desde lejos, porque los hombres necesitan creer que sus esfuerzos valdrán la
pena. Pero el camino no se acorta con deseos. Cada época inventa su propio
mañana perfecto… solo para descubrir que el verdadero problema siempre estuvo
en el presente.”
Este mito resuena en nuestra
realidad. Hoy, el presidente argentino propone un plan económico que, en tres
décadas, podría acercar al país a un nivel similar al de Estados Unidos. “Si
me dan 35 años podríamos ser como EE.UU.» declaró. Sin embargo, los
indicadores actuales parecen contradecir esa visión. El sueño de un futuro
resplandeciente exige enfrentar, con urgencia, los problemas del presente.
Aquí entran en escena los socios
ocultos: los sostenes del presente que permiten imaginar un futuro
transformado. En el periodo del Raj británico, entre 1858 y 1947, los ingleses
se apoyaron en soldados indios para sostener su dominio colonial. Sin este
sistema militar, el saqueo de India y la sustentabilidad del imperio británico
no hubiesen sido posibles.
Hoy, en Argentina, los soldados
locales serían las élites extranjerizadas, los medios que celebran la entrega
de recursos, una clase media que respalda al gobierno y una sociedad en general
distraída. Este tipo de proyecto político, que da pasos hacia una dependencia
creciente de EE.UU., no podría avanzar sin un entramado colaborativo interno.
El futuro y su promesa pueden ser un analgésico eficaz para encubrir un
presente doloroso.
En paralelo, la reactivación de la
guerra comercial durante el segundo mandato de Donald Trump ha redefinido las
relaciones económicas globales, afectando especialmente a las economías
emergentes como las latinoamericanas.
China, segundo socio comercial de
América Latina y principal de Sudamérica, desempeña un rol estratégico como
comprador de materias primas y proveedor de manufacturas, bienes de capital e
insumos. Absorbe el 13% de nuestras exportaciones y es responsable del 22% de
nuestras importaciones.
En cuanto a inversiones, China
concentra su presencia en Brasil, Argentina, México, Perú y Chile. En
particular, Argentina ha recibido inversiones en sectores clave como la energía
y la infraestructura.
Sin embargo, la reciente ofensiva del
secretario del Tesoro de EE.UU. en Argentina, y la visita del nuevo jefe del
Comando Sur, almirante Alvin Holsey, revelan la creciente presión de Washington
para limitar los vínculos estratégicos con China. Uno de los focos es el swap
de monedas renovado en abril de 2025 por 5.000 millones de dólares, instrumento
clave para aliviar la fragilidad externa del país.
Lejos de expresar una preocupación
genuina por la economía argentina, EE.UU. ve en este acuerdo una amenaza a su
influencia. Si el swap proviniera del FMI, el Departamento del Tesoro no solo
lo avalaría, sino que exigiría su expansión. La presión para desactivarlo
busca, en el fondo, disciplinar a un país que se atreve a diversificar sus
alianzas.
Detrás del discurso sobre “prácticas
financieras opacas” se esconde un objetivo estratégico: impedir que Argentina
fortalezca vínculos fuera del eje occidental. ¿Por qué deberíamos considerar
una amenaza el acceso a yuanes que estabilizan reservas y financian obras
vitales, mientras se acepta como normal la dependencia crónica de dólares y
organismos multilaterales?
La ofensiva estadounidense no se
limita al swap. También intenta frenar inversiones chinas en sectores sensibles
como el litio, la energía nuclear, los ferrocarriles, e incluso la
participación en proyectos logísticos como el Estrecho de Magallanes. No se
trata de altruismo, sino de la defensa de una hegemonía que se tambalea ante el
nuevo orden multipolar.
Exigir que Argentina elija entre
China y EE.UU. es negar la realidad geopolítica contemporánea. La soberanía no
consiste en alinearse, sino en ampliar opciones, diversificar socios y negociar
desde el interés nacional. Las inversiones chinas no son una traición, sino una
estrategia pragmática.
Si EE.UU. quiere mantener su
influencia en América Latina, deberá competir con propuestas reales, no con
presiones. De lo contrario, su poder se erosionará no por el avance de otros,
sino por su propia arrogancia.
El problema no es sólo la presión
externa, sino la disposición interna a actuar como un protectorado. El futuro
siempre se presenta como fabuloso, pero el presente que lo gesta suele ser
desdichado.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la
UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano
Economista, columnista radial, analista

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