Nos Disparan desde el Campanario ¿Somos víctimas del control o cómplices de nuestra propia sumisión?... por José Daniel Figuera
Fuente: Bloghemia
Link de origen:
https://www.bloghemia.com/2025/02/zizek-vs-foucault-somos-victimas-del.html
"El poder no solo disciplina cuerpos,
también moldea deseos
y significados en un juego constante
de imposición y resistencia"
Žižek y Foucault difieren en su
visión del poder: ¿es una red dispersa o un aparato ideológico centralizado? Un
debate clave en la filosofía contemporánea.
Por: José Daniel Figuera
Michel Foucault y Slavoj Žižek son
dos de los pensadores más influyentes de la filosofía contemporánea, pero sus
interpretaciones del poder no podrían ser más opuestas. Mientras Foucault
(autor de Vigilar y castigar) ve el poder como una red descentralizada que
moldea cuerpos y subjetividades a través de instituciones y discursos, Žižek
(quien en El sublime objeto de la ideología reformula el marxismo a
la luz del psicoanálisis) insiste en que el poder opera principalmente a través
de la ideología, una estructura simbólica que define lo que consideramos
real.
Este enfrentamiento no es solo
teórico, sino que define dos formas distintas de comprender cómo funciona la
dominación en el mundo moderno. ¿Es el poder un mecanismo difuso y
descentralizado que nos disciplina sutilmente, como sugiere Foucault? ¿O es una
maquinaria ideológica que nos engaña para aceptar nuestra propia opresión, como
afirma Žižek?.
Para Foucault, el poder no es una
fuerza que desciende desde una autoridad central, sino un flujo de relaciones
que atraviesan la sociedad. No hay un solo opresor, sino múltiples formas
de disciplinamiento que actúan en hospitales, cárceles, escuelas y discursos
normativos. En Historia de la sexualidad, muestra cómo el Estado
moderno no solo impone reglas, sino que administra la vida misma, regulando
cuerpos y poblaciones en un ejercicio constante de normalización. Desde su
perspectiva, el poder no se impone con violencia evidente, sino que nos hace creer
que ciertos comportamientos son "naturales" o "correctos",
llevándonos a interiorizar las normas sin necesidad de que alguien nos fuerce
directamente. La verdadera genialidad del poder, según Foucault, radica en que
consigue que la gente se discipline a sí misma sin necesidad de un gran
dictador que dicte las órdenes.
Žižek, en cambio, argumenta que el
verdadero poder se encuentra en la estructura ideológica que determina lo que
podemos pensar y percibir. Para él, la ideología no es solo un conjunto de
creencias impuestas por los dominantes, sino la forma misma en la que
experimentamos la realidad. En Bienvenidos al desierto de lo real,
Žižek analiza cómo los sistemas de poder logran que sus sujetos participen en
su propia dominación sin siquiera cuestionarla. No basta con que existan
mecanismos de vigilancia y disciplina, como dice Foucault, sino que las
personas deben aceptar y hasta desear esos mecanismos. La ideología nos vende
la ilusión de que somos libres mientras seguimos atrapados en un marco de
pensamiento que impide cualquier cambio real. Como él mismo ironiza, la
ideología más peligrosa no es la que se nos impone con violencia, sino aquella
que ni siquiera reconocemos como ideología.
La diferencia clave entre ambos
pensadores radica en la forma en que conceptualizan la resistencia. Para
Foucault, como explica en Defender la sociedad, el poder nunca es total:
siempre hay fisuras y espacios donde los sujetos pueden subvertirlo. La
resistencia no se da en un acto revolucionario definitivo, sino en pequeñas
rupturas dentro del sistema, en prácticas marginales que desafían la
normalización. Pero Žižek ve la resistencia como un proceso mucho más complejo,
ya que la ideología es capaz de apropiarse incluso de las formas de
disidencia. Un sistema puede tolerar la protesta, e incluso promoverla,
sin que ello suponga un cambio estructural real. La rebeldía muchas veces
es absorbida por el propio sistema y transformada en mercancía, volviéndose
funcional al mismo poder que intenta desafiar. Este contraste se vuelve crucial
cuando analizamos la era digital.
Foucault nos permitiría ver cómo el
control se fragmenta en redes de vigilancia, desde algoritmos hasta normas
implícitas de comportamiento en redes sociales. Hoy en día, no es solo el
Estado el que vigila y regula, sino que nosotros mismos nos exponemos
voluntariamente a la observación y el juicio de los demás. Pero Žižek nos
advertiría que el problema no es solo quién nos vigila, sino cómo hemos
aprendido a desear esa vigilancia, participando activamente en nuestra propia
exposición. No solo estamos vigilados, sino que hemos interiorizado el deseo de
ser vistos, aprobados y validados dentro del sistema.
¿Quién tiene razón? La evidencia
sugiere que ambos ofrecen una parte de la verdad. Si bien las relaciones de
poder son múltiples y descentralizadas como afirma Foucault, Žižek acierta al
señalar que el poder no solo disciplina cuerpos, también moldea deseos y
significados en un juego constante de imposición y resistencia. La
biopolítica puede administrar la vida, pero sin una ideología que legitime sus
prácticas, difícilmente funcionaría. La clave del control moderno no está solo
en la vigilancia externa, sino en la forma en que nos han enseñado a aceptar e
incluso justificar la normalización del poder en nuestra propia existencia. El
debate sigue abierto. Mientras que Foucault nos enseñó a buscar el poder en lo
cotidiano, Žižek nos obliga a preguntarnos si esa cotidianidad es, en sí misma,
una construcción ideológica.
En tiempos de hiperconectividad y vigilancia
algorítmica, tal vez la pregunta no sea quién controla el poder, sino cómo
hemos aprendido a convivir con él sin percibirlo. Quizás, al final, la mayor
trampa del poder no es su represión, sino su capacidad para hacernos creer que
somos libres mientras seguimos atrapados en sus redes invisibles.
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