Nos Disparan desde el Campanario “Lo nostre Joan!” Jean Jaurès: republicano, pacifista y socialista… por Iván Montemayor
Fuente: Sin Permiso
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https://www.sinpermiso.info/textos/lo-nostre-joan-jean-jaures-republicano-pacifista-y-socialista
Con el crecimiento de la izquierda
francesa se ha destacado de nuevo la figura de Jean Jaurès, el socialista,
republicano y pacifista. Pero es conocido menos su origen occitano y su
predisposición al reconocimiento del pueblo occitano y de los pueblos vencidos.
Conocido su asesinato en 1914, es menos conocida la venganza perpetrada por
milicianos catalanes en 1936.
El 31 de julio de 1914 apretaba el
calor en París. Eran las nueve y media de la noche y ya refrescaba. Entonces un
hombre corpulento, con barba, se sienta en la terraza de un restaurante con el
muy parisino nombre de Café du Croissant. Como en otras ocasiones, cenaba
con sus amigos mientras pensaba en si tendría suficientes fuerzas como para
afrontar una época llena de incertidumbres. Las noticias que llegan a la
redacción no eran buenas: la guerra tocaba en las puertas de Europa.
No podía saber que una sombra
surgiría tras una cortina, un militante de extrema derecha, Raoul Villain,
disparaba y ponía fin a la vida del hombre barbudo. Un disparo en la cabeza era
imposible de sobrevivir. ¿Quién era la víctima? Jean Jaurès, diputado
socialista y cofundador del diario L'Humanité. Poco tiempo después, comenzaba la I Guerra
Mundial.
Muchas veces pensamos en la violencia
patronal ejercida contra nuestros sindicalistas y políticos republicanos como
un fenómeno local, propio de la Barcelona de los años veinte repleta de
cabarés, anarquistas y pistoleros del Sindicato Libre. Pero la muerte de
Francesc Layret y de Salvador Seguí se enmarca también en un ciclo de violencia
contra el movimiento obrero. En 1919, Rosa Luxemburgo era asesinada por los
freikorps.
Ahora bien, ¿quién era Jaurès? Para
muchos pensadores como Lenin, Trotsky o Rosa Luxemburgo, sin duda alguna era
uno de los pensadores socialistas más relevantes del cambio de siglo. Como
escribió Trotsky era "el hombre más importante de la Tercera República
Francesa". Lenin lo incluyó en el Plan de Propaganda Monumental propuesto
en 1918 que preveía la construcción de un conjunto de esculturas dedicadas a
pensadores y luchadores por la emancipación proletaria. En 1918, aprovechando
el aniversario de la Revolución de Octubre, se inauguraba un obelisco en Moscú
dedicado al conjunto de estos pensadores, y dicho listado inscrito en la
estatua incluía al socialista francés. El nombre de Jaurès quedaba así impreso
en la nueva sociedad soviética.
Las izquierdas ibéricas saben más
bien poco de Jean Jaurès. Quizás su asociación frecuente con el Partido
Socialista de los Miterrand o de los Holland de turno nos hace perder la
perspectiva histórica del personaje. A pesar de que dé nombre a Fundaciones,
Universidades o estaciones de tren, también su recuerdo se desdibuja en
Francia, de la misma forma que nosotros podemos caer en la desmemoria al
desentendernos del hilo rojo que representan personalidades tales como Joaquim
Maurín, Gabriel Alomar o Frederica Montseny, por citar algunos. No nos equivoquemos:
sería un error calificar a Jaurès como una especie de socialista moderado
francés. Si leemos sus textos —recogidos por el historiador Jean-Numa
Ducange en Selected Writings of Jean Jaurès. Donde socialismo, Pacifism
and Marxism (Palgrave Macmillan, 2021)— distinguimos a un revolucionario,
con una lectura humanista de la teoría del valor de Marx. Si Gramsci fusionó la
tradición intelectual italiana con el marxismo haciendo una lectura de
Maquiavelo desde el antagonismo social, Jaurès remacha el clavo del
republicanismo de 1789 —como muestra la biografía Jean Jaurès (Pierrin,
2024) también de Numa Ducange.
Un occitano universal
Jean (o Joan, en occitano) Jaurès
nació el 3 de septiembre de 1859 en Castras (Castres en francés), una pequeña
villa de la comarca de Tarn en Occitania. Desde joven, Jaurès mostró un
profundo interés por las cuestiones sociales y políticas. Estudió en la
prestigiosa École Normale Supérieure en París, donde destacó por su
brillo académico y su compromiso con la justicia social. Tras completar sus
estudios, se dedicó a la docencia y empezó a escribir artículos sobre temas
políticos y sociales. Convertido en profesor, imparte clases de filosofía
primero en Albi y después en la Universidad de Toulouse.
Sin embargo, Castras forma parte de
una realidad cultural muy particular, como es la del Languedoc. De hecho, para
quienes reivindican la lengua y la cultura occitana, Jaurès es «nuestro Joan»,
un intelectual insertado en la vida administrativa y política estatal, pero que
era capaz de denunciar el desprecio centralista contra las lenguas minorizadas.
En Francia se denomina patois a las lenguas de los pueblos
vencidos.
Francia es compleja. Para entender la
realidad cultural, histórica y lingüística del Estado francés es necesario
regresar al antiguo Reino de Francia donde se hablaban multitud de lenguas:
bretón, occitano, provenzal, alemán, vasco y catalán. En 1539, con el edicto de
Villers-Cotterêts, el rey Francisco I imponía la sustitución del latín por el
francés como lengua de la administración. La lengua francesa con el paso de los
siglos se va convirtiendo en la lengua de la intelectualidad europea y de las
diferentes academias y cortes reales e incluso la Academia de Berlín debatía en
francés, como nos explica Anne-Marie Thiesse en su libro Francia. ¿Qué identidad nacional?. La realidad del pueblo,
constituido en su mayor proporción por el campesinado, era muy diferente: la
falta de escolarización le dejó al margen de este proceso internacional y
cuando en 1789 estalla la revolución las grandes masas campesinas no hablan francés.
Para los republicanos, la necesidad
de tener una lengua común del nuevo régimen les hace establecer la lengua de
París como la lengua oficial. Habitualmente, ligaban las otras lenguas a los
sectores conservadores, católicos y monárquicos que quieren volver al antiguo
régimen. La unificación lingüística se hará a través de un sistema educativo
que impone la vergonha a los hablantes de las otras lenguas, a través
de castigos y tratos vejatorios.
Pero no hubo un frente unido de los
profesores republicanos contra las lenguas regionales, no todos serán los
terribles húsares negros de la Tercera República. Por el contrario, hubo una
recuperación de la mitificación de “nuestros antepasados galos” en el idioma
bretón, de origen celta; y del libre pensamiento de los trovadores y de los
cátaros del mundo occitano, más latino que germánico, y que tuvo gran
influencia en la literatura italiana en autores como Dante o en el primer Ramon
Llull.
En este contexto, Jaurès afirmará
que:
«¿Por qué no debemos aprovechar lo
que la mayoría de los niños de nuestras escuelas conocen y hablan, aunque se lo
llame con el grosero nombre de “patois”? No sería descuidar al francés: lo
mejor sería aprender familiarmente mediante su vocabulario, su sintaxis y sus
medios de expresión con el hablar del Languedoc y el provenzal». «La
education populaire et les patois», La Dépêche du Midi , 15 de julio
de 1911.
El occitano, por tanto, sería una
especie de “latín de los pobres”, y su enseñanza no tenía nada perjudicial o
antirrepublicano. Aunque Jaurès no fue en ningún caso un soberanista occitano
ni un seguidor del movimiento cultural Lo Felibritge de Frederic Mistral, no renunciaba a sus raíces del derrotado
sur. En su visión, la tradición no era preservar las cenizas, sino mantener
viva la llama. Constituyendo así un ejemplo de federalismo jacobino, no sólo
para su época, sino también para la izquierda francesa del siglo XXI.
Republicanismo y socialismo
Jaurès se implicó en la lucha
socialista colaborando con las huelgas de los mineros de Carmaux y una vez en
París fue el diputado más joven de Francia, con tan sólo veintiséis años. Su
pensamiento combinó de forma original el idealismo de la tradición republicana
francesa con el pensamiento materialista de Marx, Engels y más tarde de la II
Internacional. Esta miscelánea teórica le llevará a tener un frugal intercambio
de ideas con Paul Lafargue (yerno de Marx) que no acepta la centralidad del
ideal de justicia como principio socialista. El único ideal de los
trabajadores, según Lafargue, sería vender su trabajo al mejor precio posible.
Para el teórico occitano, la
Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano sólo puede llevarse a la
práctica con la realización del socialismo, en unas condiciones materiales
capaces de hacer efectiva la llegada de una nueva sociedad que supere el
capitalismo. En esta revisión del republicanismo, realiza su famosa Historia socialista de la Revolución francesa. Según Josep
Fontana, Jaurès como historiador habría realizado un ejercicio renovador al
empezar a analizar la Revolución francesa a partir de la lucha de clases. En
pocas palabras: la clase trabajadora habría participado de la Revolución
francesa, pero sin llevar a cabo una revolución obrera.
El espíritu de 1789, para Jaurès, es
inequívocamente contrario al derecho de conquista. Si los reyes franceses
habían llevado a la quiebra el estado aumentando el déficit público al vivir en
Versalles entre grandes lujos e implicando al Reino en numerosos conflictos
bélicos mientras la nobleza no pagaba impuestos, el republicanismo constituía
la negación de la guerra y el despilfarro.
La burguesía, por otra parte, es la
clase dominadora del nuevo estado republicano después de derrotar
definitivamente al feudalismo, y que realiza guerras coloniales para expandir
sus intereses capitalistas, por lo que comete una traición sobre el espíritu
original de la Revolución. Sólo una nueva república que desplazara a la
burguesía como clase hegemónica para la clase trabajadora sería capaz de volver
a los ideales originales de 1789. Gabriel Alomar fue un atento lector de Jaurès
y haría suya la siguiente síntesis: el republicanismo debe ser la forma y el
socialismo el contenido. Continuando con la influencia de Jaurès en el
socialismo mallorquín, en 1910, el diario El Obrero Balear reproducía
una entrevista a Jean Jaurès al respecto: “Es necesario que estén fuertemente
unidos en España republicanos y socialistas”.
Para muchos teóricos de la II
Internacional como Bernstein o Kauksty, Jaurès se apartaba demasiado del
marxismo ortodoxo. Montserrat Galceran, en su hace poco tiempo reeditado
libro La invención del marxismo, detalla cómo el pensamiento marxista
había evolucionado hacia el economicismo y el evolucionismo, bajo la previsión
de que se podía afirmar científicamente que el capitalismo colapsaría por sí
mismo cuando las condiciones fueran lo suficientemente maduras. ¿Cómo debería
ser el movimiento socialista para Jaurès? ¿Cuál era el porvenir de la patria de
Robespierre y Olympe de Gouges? El occitano promueve un socialismo que no fuera
de minorías vanguardistas, sino de gran participación ciudadana organizada en
tres grandes formas de propiedad social: municipal, sindical y
cooperativa.
Como otros muchos intelectuales de la
época, intervino en el asunto Dreyfuss. El oficial alsaciano y judío que fue
acusado de ser un espía proalemán en 1894, entre graves difamaciones que
rezumaban nacionalismo francés y antisemitismo. El ejército francés –entre
conquistas coloniales y fervor patriótico– era un nido de intolerancia. En un
primer momento, Jaurès no adopta una postura clara. Sin embargo, debido a la
indignación que se extiende en la intelectualidad francesa de izquierdas —¡por
iniciativa del gran escritor Émile Zola y su escrito J'accuse! —,
Jaurès y los socialistas acaban tomando partido abiertamente a favor de Alfred
Dreyfus. Hasta el punto de que Jaurès publicará en 1898 Les preuves en
las que impugnará el conjunto de la Tercera República francesa por haber
encubierto la prevaricación del tribunal militar que había juzgado a Dreyfus.
De este modo, se contraponen a los marxistas ortodoxos, liderados por Jules
Guesde, quienes consideran a Dreyfus un oficial burgués y descartan su defensa
como un asunto prioritario. Para Jaurès, la discriminación que sufre Dreyfus va
más allá de las diferencias de clase. La cuestión no es si el militar es un
privilegiado: es un hombre que está sufriendo injustamente y los socialistas deben
luchar contra cualquier injusticia sea cual sea. Como observó agudamente Toni
Domènech en El eclipse de la fraternidad la lucha de Jaurès contra el
racismo de la época —el antisemitismo— no sólo sirvió para extender el radio de
acción de la clase obrera sino para construir un frente político contra el
bloque monárquico, militarista y racista, que ganaría las elecciones francesas
de 1898 con la candidatura del republicano radical Waldeck-Rousseau. Para
Domènech un ejemplo de práctica y estrategia socialista en toda regla:
“las raras iniciativas políticas,
como la de Jaurès, trataron seriamente de romper el bloqueo civil y político
del movimiento obrero, ganar aliados sociales, reconstruir un demos encabezado
por la clase obrera industrial contra la gran burguesía neoabsolutista y
quebrar el ascendente social del nacionalismo imperialista sobre los estratos
medios” 1
Por otra parte, la defensa del
republicanismo y el pacifismo humanista hicieron que Jaurès fuera criticado por
sus propios compañeros marxistas revolucionarios. Como puede verse en su
correspondencia postal, Rosa Luxemburgo veía en el francés y su “reformismo
revolucionario” un gradualismo que apartaba a las masas del momento
revolucionario. De forma similar, Trotsky que le consideraba un reformista
burgués con tendencias idealistas, pero a la vez un líder capaz de unificar y
dinamizar las fuerzas socialistas y en términos práctico “un ecléctico, pero un
ecléctico genial”. A pesar de las críticas a su parlamentarismo, siempre
demostraron admiración por los conocimientos y por el espíritu humanista y
antiimperialista de Jaurès, y lamentaron su muerte.
Venganza en Sa Cala
El juicio en el que se trató la
muerte de Jaurès pasará a la historia europea como uno de los más ignominiosos
que hayan existido nunca. No sólo porque Raoul Villain fue declarado inocente
del crimen y recobró la libertad, sino porque además la viuda de Jaurès tuvo
que pagar las costas del juicio. Con la firma de la Unión Sagrada –el apoyo a
la participación francesa en la Primera Guerra Mundial–, el socialismo francés
se comprometió con el gobierno a no hacer huelga. Como en el resto de los
partidos de la II Internacional, se vislumbraba la división entre socialistas
proguerra e internacionalistas, entre partidarios del militarismo y partidarios
de la huelga general revolucionaria contra las guerras imperialistas.
Posteriormente, en la dinámica de lucha contra el fascismo de los años treinta,
Jaurès constituiría un ejemplo estratégico para Léon Blum y la SFIO (la Sección
Francesa de la Internacional Obrera) que engendraría el Frente Popular. Como lo
mostraría el apoteósico mitin del 14 de julio de 1936 cuando un millón de
trabajadores parisinos celebró la toma de la Bastilla de 1789 llenado las
calles de banderas rojas mientras sonaban la Marsellesa y la Internacional.
¿Y qué sucedió con el asesino de
Jaurès? Raoul Villain huyó de Francia. En 1932, encontró un lugar donde
esconderse en Sant Vicenç, pequeña localidad de Ibiza, donde era conocido
como es francès de Sa Cala, y terminó viviendo en una casa construida por
él mismo. Era conocido también como “el loco del puerto”. Ironías del destino,
su final llegó de la mano de milicianos catalanes desplazados a Baleares para
luchar contra el fascismo en la Guerra del 36-39. Los aviones de Mussolini
sobrevolaron las Pitiusas dejando una lluvia de bombas, provocando en la isla
cuarenta muertes. Como respuesta, los milicianos antifascistas tomaron
represalias sobre los partidarios de la rebelión de Franco en la isla y, en
medio de esta caótica situación, “el loco del puerto”, Raoul Villain recibió
una bala mortal. Todo parece indicar que probablemente un miliciano de la
CNT-FAI habría puesto fin a su vida. El criminal fue ejecutado por la
revolución social.
Las ideas, por suerte, están hechas a
prueba de bala. Contra la horrible pesadilla de la guerra y el genocidio, hoy
rescatamos del pasado el legado de Jaurès, como occitanista, como republicano y
socialista. Un pacifista incorruptible que pagó con la vida su compromiso
contra el belicismo europeo y contra lo que definió como el “arrogante y
agresivo chovinismo” 2.
Notas
DOMÈNECH, Toni: El eclipse de la
fraternidad, Madrid, Akal, 2019, p. 219.
JAURÈS, Jean: "Le paix et el
socialismo. Le discours du citoyen Jaurès", L'Humanité , 9 de
julio de 1905.
Ivan Montemayor Delgado es Doctor en Derecho y Ciencias Políticas por la
Universidad de Barcelona. Es cofundador de la revista Debats pel Demà y
colaborador del Institut Sobiranies.
hay un documental muy bueno sobre la PGM "Apocalipsis" creo que se llama, muy difícil de ver por la crudeza con la que retrata los hechos, que lo menciona al comienzo. - Ahora que ha muerto Jaurés, nadie va a poder evitar que los obreros franceses y los obreros alemanes se maten entre ellos...- dice la voz del locutor recordando un testimonio de época
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