Nos Disparan desde el Campanario La nueva estrategia económica de EE.UU… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
Link de Origen:
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/03/23/la-nueva-estrategia-economica-de-ee-uu/
Los Bonos del Tesoro americano que
tienen los acreedores son, en esencia, capital disfrazado de deuda o deuda
vestida de capital (El Tábano Economista)
Desde 2014, el predominio unipolar de
Estados Unidos comenzó a resquebrajarse. Sus capacidades económicas y militares
ya no coincidían con sus ambiciones globales. La crisis de 2008 marcó el inicio
de un declive económico, tecnológico y militar que hizo insostenible la
estrategia de dominación mundial que había seguido hasta entonces. Las élites
estadounidenses no han renunciado a sus aspiraciones de controlar los mercados
y recursos de Occidente, pero han reconocido que necesitan una nueva estrategia
para aprovechar mejor sus recursos limitados. Esta es la esencia de la política
exterior de Donald Trump: una retirada estratégica del imperialismo tradicional
para reagruparse y redefinir su enfoque.
Sin embargo, este plan no está exento
de desafíos. Internamente, Estados Unidos enfrenta disputas brutales, mientras
que, a nivel internacional, debe lidiar con un mundo que ya no acepta su
hegemonía sin cuestionamientos. Para mantener una política exterior creíble, el
país necesita resolver urgentes problemas económicos internos, como la deuda
pública, y los déficits fiscal y comercial.
Hay tres indicadores clave que
explican las decisiones del gobierno de Trump y las élites que lo apoyan:
La deuda pública: supera el 124% del
PIB, alcanzando los 36,2 billones de dólares. Los intereses de esta deuda
ascienden a 1,3 billones de dólares anuales, superando por primera vez en la
historia los gastos de defensa. Además, aproximadamente un cuarto de la deuda
(8,5 billones de dólares) está en manos de acreedores extranjeros.
El déficit fiscal: en 2024, el
déficit fiscal equivalió al 6,4% del PIB, unos 1,8 billones de dólares, el
mayor porcentaje en los últimos 50 años.
El déficit comercial: alcanzó los 1,2
billones de dólares, con cinco países responsables de más del 70% de este
déficit: China 24.5%%, UE 19.5%, México 14.5%, Vietnam 10.2%, Taiwán 6%.
Estos indicadores revelan una
economía bajo presión, donde la interacción entre las tasas de interés, el
valor del dólar, las políticas de divisas y la gestión de la deuda pública es
intrincada y delicada, poniendo énfasis en los pagos de intereses de la deuda
pública.
El presidente estadounidense presiona
a la Reserva para que baje las tasas, pero toma decisiones arancelarias que
producirán más inflación y quitan margen de maniobra. Los primeros intentos de
Donald Trump para revertir el déficit comercial y negociar con sus socios del
T-MEC, China y la Unión Europea, fue de incremento de aranceles. A pesar que no
fueron implementados en su totalidad, varios centros de investigación, dentro
de los que se encuentra el Peterson
Institute, estimaron que sólo los aranceles de Trump a Canadá, México
y China costarían al hogar típico estadounidense más de 1.200 dólares al año,
es decir, más inflación.
Ante esta situación, ha comenzado a
circular en la administración Trump una propuesta audaz: el Acuerdo de
Mar-a-Lago, que busca una reestructuración forzosa de la deuda, sugiriendo el
canje de bonos del Tesoro en manos extranjeras por «bonos centenarios» no
negociables, con un plazo de 100 años y una tasa de interés cero. El objetivo
del Acuerdo sería abordar el doble déficit de Estados Unidos —el comercial y el
del gasto público— mediante una compleja maniobra que involucra el valor del
dólar y las inversiones extranjeras en el país. Se devaluará el dólar y se
pondrá fin a la deuda americana en manos extranjeras en las condiciones
actuales.
Esta idea no está exenta de riesgos.
Los principales tenedores de bonos estadounidenses son Japón (1 billón de
dólares), China (780 mil millones), Reino Unido (723 mil millones) y paraísos
fiscales como Luxemburgo e Islas Caimán (843 mil millones). China, por ejemplo,
difícilmente aceptaría un canje que perjudique sus intereses. Japón, por su
parte, depende de la rentabilidad de los bonos estadounidenses para cumplir con
sus obligaciones de jubilación, lo que reduce su motivación para aceptar bonos
de bajo rendimiento.
Gran parte de los comentarios
convencionales sobre el supuesto acuerdo consisten en señalar que es difícil
para cualquier persona razonable concebir cómo los términos de dicho acuerdo
podrían ser aceptables para cualquiera de los socios de Estados Unidos. Así
pues, en lugar de criticar el plan como si se tratara de un fallo mental del
equipo de Trump, imaginemos que este «fallo» no es un error, sino una
característica.
El objetivo de la visión del
«Acuerdo» es crear un gran escenario en el que los Estados Unidos de Trump
demostrarán su poder coercitivo para cambiar unilateralmente todos los
parámetros básicos de la economía occidental. El hecho de que solo la coerción
permitirá a Estados Unidos conciliar las contradicciones entre la depreciación
de la moneda, la redefinición de la deuda y la preservación del dólar con el
estatus de reserva y disfrazarlo todo de «Acuerdo», es la clave. La coerción
abierta y visible disimula los consentimientos, precisamente lo que un Acuerdo de
Mar-a-Lago ofrecería.
Las consecuencias son variadas, la
búsqueda de una moneda más débil para mejorar la competitividad exportadora
podría desencadenar una guerra de divisas, donde múltiples países intentarían
devaluar sus monedas simultáneamente. Este escenario, observado durante la Gran
Recesión, podría generar inestabilidad en los mercados financieros y afectar
negativamente el comercio internacional.
Para Estados Unidos, los beneficios a
corto plazo incluyen una mayor competitividad comercial, la reducción del
déficit de la balanza comercial y la protección de la industria local, que
necesariamente tendrá un periodo de maduración para desarrollarse. Sin embargo,
los riesgos son significativos: inflación, represalias comerciales y pérdida de
confianza en el dólar como moneda de reserva global.
Para el comercio mundial, una guerra
de divisas y aranceles más altos podrían reducir el comercio global y aumentar
la incertidumbre en los mercados financieros. Países exportadores, como China y
Alemania, verían reducidas sus exportaciones, mientras que las economías
emergentes podrían sufrir fugas de capitales y devaluaciones de sus monedas.
Es imperativo para el gobierno de
Donald Trump financiar su déficit fiscal. Por lo que obligar a algunos
acreedores extranjeros a canjear sus bonos del Tesoro por bonos a un plazo muy
largo para aliviar la carga de la deuda trasfiriendo el riesgo del
contribuyente estadounidense a los contribuyentes extranjeros, es algo
frecuente. Si esta iniciativa puede mantener bajos los tipos de interés y
debilitar el dólar, se podría tener resultado en tres sectores importantes:
déficit fiscal, comercial y aumentar los niveles de inversión.
La combinación de aranceles,
reestructuración de la deuda, debilitar la moneda y una posible guerra de
divisas es una estrategia de alto riesgo. Aunque podría ofrecer beneficios a
corto plazo para Estados Unidos, también conlleva conflictos significativos
para la economía global. La clave para la élite estadounidense será encontrar
un equilibrio entre proteger sus intereses y mantener la estabilidad en los
mercados internacionales, incluso si eso significa olvidarse temporalmente de
la economía nacional.
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