Nos Disparan desde el Campanario El método en la locura de la extrema derecha… UNA ENTREVISTA CON Quinn Slobodian
Fuente: Jacobin
Link de origen:
https://jacobinlat.com/2025/04/el-metodo-en-la-locura-de-la-extrema-derecha/
Traducción: Pedro Perucca
La extrema derecha actual consigue
combinar la defensa de la libertad económica con la pseudociencia sobre las
jerarquías naturales de raza e inteligencia. El historiador Quinn Slobodian
explica cómo se pueden encajar estas ideas.
Quinn Slobodian se consolidó como uno
de los más agudos historiadores intelectuales del neoliberalismo. En libros
como Globalists: The End of Empire and the Birth of Neoliberalism (Globalistas:
el fin del imperio y el nacimiento del neoliberalismo) y Crack-Up
Capitalism: Market Radicals and the Dream of a World Without Democracy (Capitalismo
del colapso: radicales del mercado y el sueño de un mundo sin democracia),
presenta al neoliberalismo como una ideología cuya característica esencial
consiste en proteger al capital de las consecuencias adversas de la democracia.
En su último libro, Hayek’s
Bastards: Race, Gold, IQ, and the Capitalism of the Far Right (Los
bastardos de Hayek: raza, oro, coeficiente intelectual y el capitalismo de la
extrema derecha), sostiene que el auge de la derecha contemporánea —tanto en su
vertiente tecnoliberal como en la más autoritaria— no puede entenderse sin
tener en cuenta el giro que en la década del 90 tomaron los pensadores
neoliberales hacia la naturaleza y la ciencia como baluartes contra las demandas
de justicia social y acción afirmativa. Explica cómo ese «darwinismo social»,
que a veces se convierte en un «apocalipsis» absoluto, está detrás de
diferentes miembros de la internacional reaccionaria, desde el discípulo de
Murray Rothbard, Javier Milei, hasta el partido alemán Alternativa para
Alemania (AfD).
En una entrevista para Jacobin, Bartolomeo
Sala le preguntó a Slobodian sobre esta formación ideológica, que él identifica
como el extraño producto del final de la Guerra Fría, así como sobre el efecto
que tiene como como animadora de la administración Trump y de los partidos de
extrema derecha a nivel internacional.
BS
Quería empezar pidiéndote que
describas, en pocas palabras, el concepto central del libro. En distintos
pasajes, se remarca su carácter contraintuitivo. Por ejemplo, la relación de la
nueva derecha con el neoliberalismo se describe no como una «reacción» sino
como una «anticipación». Y, de manera similar, en la conclusión del libro se
caracteriza a figuras como Milei no como «disidentes», sino como «animadores
fanáticos» del neoliberalismo. ¿Hasta qué punto es apropiado considerar al
libro como una genealogía del presente? ¿Qué tópicos trillados intentaba
disipar?
QS
Creo que el libro pretendía corregir
esta narrativa que se hizo muy común después de 2016 con Donald Trump y el
Brexit, en la que la extrema derecha se entendía como una respuesta y una
crítica a los excesos de la globalización neoliberal.
Se suponía que estos actores de la
extrema derecha buscaban algún tipo de protección social o blindaje de las
poblaciones frente a las dinámicas de competencia. Pero mi libro muestra que
muchos de los líderes destacados de la extrema derecha eran en realidad
capitalistas radicalizados que buscaban acelerar esas mismas dinámicas de
competencia y rivalidad de una nueva manera.
El contexto que analizo es el final
de la Guerra Fría. Con la muerte del comunismo de Estado, existía la
preocupación de que el enemigo hubiera cambiado de forma y de rostro porque los
neoliberales y los conservadores seguían sintiendo que había un gran Estado,
que había demandas de justicia social y que los progresistas no habían muerto
con la Unión Soviética.
Así que a partir de la década de
1990, la gente de derecha, tanto en el campo neoliberal como en el más
conservador cultural, comenzó a centrarse en nuevos enemigos, como feministas,
antirracistas y ecologistas. Gran parte de la extrañeza del momento actual, en
el que la derecha está obsesionada con el marxismo cultural y lo woke, creo que
se debe a esta transformación tras la caída del Muro de Berlín.
BS
¿Por qué, entonces, el título
de Hayek’s Bastards?
QS
Es una indicación del hecho de que
algunos de los principales intelectuales que perfilo en el libro eran miembros
del movimiento intelectual neoliberal organizado. Formaban parte de un grupo
relativamente pequeño de personas que se reunían regularmente en la Sociedad
Mont Pelerin para debatir las diferentes formas en que el capitalismo debía
defenderse contra sus adversarios, incluyendo a la democracia.
El propio Friedrich Hayek tenía una
comprensión cambiante de la naturaleza humana y de la naturaleza de los
mercados. Muchas de las personas sobre las que escribo en el libro simplemente
llevaron sus ideas al siguiente nivel. La evolución cultural se convirtió en
evolución biológica. Los rasgos de mercado dentro de las poblaciones se
convirtieron en ideas de inteligencia, deficiencia y ciencia racial.
Así que son «bastardos» en el sentido
de que son la descendencia intelectual de Hayek, pero creo que lo están
malinterpretando y llevando su trabajo en direcciones que él mismo no habría
tomado.
BS
Creo que el libro se siente como
extremadamente actual por razones que son bastante obvias. Al mismo tiempo, se
siente como una continuación orgánica de tus libros anteriores, Globalists y Crack-Up
Capitalism. ¿Hasta qué punto consideras que el libro es independiente y en qué
medida continúa el proyecto de los otros dos?
QS
Lo veo muy en continuidad con los dos
libros anteriores e incluso casi como un final cronológico de los mismos.
Globalists tiene en cuenta el
período comprendido entre el final de la Primera Guerra Mundial, concretamente
el final del Imperio Austro-Húngaro, y la década de 1990. En aquel momento,
este grupo de intelectuales neoliberales creía firmemente que se podían crear
instituciones que estuvieran por encima del Estado y que englobaran a los mercados
a través de la ley y el diseño estatal, todo lo cual culminó en la Organización
Mundial del Comercio, por ejemplo; en otras palabras, la idea era garantizar
ciertos derechos para el capital que anulaban la soberanía nacional.
Crack-Up Capitalism trataba
sobre personas que no estaban satisfechas con ese modelo de ampliación y que,
en cambio, buscaban oportunidades para reducir y salir de los acuerdos
estatales existentes. Así aparece el romance con Hong Kong y los microestados
como nueva solución a los obstáculos de la política de clases y los movimientos
sociales, que se reavivó a finales de los 70, pero que realmente se aceleró en
los 90 y 2000, con sueños tecnoliberales de ciudades autónomas y estados
privados.
Hayek Bastards retoma el hilo
donde lo dejó Crack-Up Capitalism. Este último comienza con la imagen de
Peter Thiel en 2009 especulando sobre la necesidad de escapar por completo de
la política y crear miles de nuevos estados y sistemas políticos. Pero el libro
termina con Thiel en 2016 subiendo al escenario de la Convención Nacional
Republicana y fusionando este proyecto político con el de Trump. La conclusión
parece ser que es mucho más fácil hacerse con un estado existente que fundar
uno nuevo.
Yo diría que el proyecto intelectual
consiste en tratar de comprender una parte de esa ideología que ha llegado al
poder en Estados Unidos, y la forma en que las personas que anteponen la
libertad económica a todo lo demás pudieron encontrar aliados útiles en
personas que creen en formas naturales de jerarquía como la raza, el género y
la inteligencia. Así que sí, la trilogía nos lleva hasta el momento presente.
BS
¿Así que los tres libros son tres
capítulos de una historia intelectual del neoliberalismo?
QS
El método ha sido un poco inusual, ya
que me centré de forma muy limitada en este grupo de pensadores del movimiento
neoliberal y los utilicé como una lente para observar tendencias más amplias.
Nunca intenté afirmar que existiera
una especie de camarilla de titiriteros en Ginebra coordinando las leyes y
políticas del mundo. Pero sí creo que esta mirada a ras del suelo sobre los
intelectuales orgánicos del movimiento neoliberal puede resultar esclarecedora
en cierto sentido. No pienso que la historia intelectual deba reemplazar a
todos los demás enfoques analíticos, pero sí puede aportar una perspectiva.
Sin embargo, cosas como el actual
proyecto de destruir el sistema de comercio mundial, el desmantelamiento del
Estado federal, el ataque a las instituciones y la ecología de la investigación
y el desarrollo en Estados Unidos, la autorradicalización de las élites de
Silicon Valley y su alianza con los nativistas no pueden explicarse por simples
incentivos estructurales. Tampoco es simplemente la locura encarnada. Tiene una
coherencia intelectual muy extraña, pero que se puede trazar.
Pero una vez que hiciste esto, ¿qué
hay que hacer al respecto? No lo sé, pero creo que es útil empezar a manejar
las cosas.
BS
Entremos en el libro propiamente
dicho. ¿Podría decirme más sobre lo que denominas como «nuevo fusionismo», es
decir, el giro neoliberal hacia la naturaleza y la ciencia como forma de
neutralizar el impulso «igualitario» que subyace a los movimientos por la
justicia social en la década de 1990? ¿Y por qué es un punto de partida
importante para entender la ideología de la extrema derecha actual?
QS
Bueno, hay una forma establecida de
interpretar a la derecha estadounidense que se conoce como fusionismo, que
sostiene que fue la reconciliación de los tradicionalistas cristianos con los
libertarios del libre mercado en la década de 1950 lo que le dio al movimiento
conservador estadounidense su forma y apariencia específicas.
Lo que noté fue que, a partir de la
década de 1970, pero acelerándose realmente en los años 80 y 90, el debate
dentro de los círculos neoliberales volvía cada vez más a ideas tanto de las
ciencias duras, como de la biología, las ciencias sociales, la psicología
cognitiva, la psicología evolutiva y la sociobiología. Estas personas discutían
cómo podían utilizar a la ciencia para defender los argumentos neoliberales.
En la década de 1990, el gran éxito
de un libro como The
Bell Curve (La curva de campana) —escrito por un psicólogo de Harvard
con un pensador libertario que permaneció en la lista de bestsellers del New
York Times durante casi un año— me pareció un punto de inflexión. Si
querías defender tu caso ante un público más amplio, y tal vez acercar al
centro a tu posición, tenía sentido dejar de utilizar el lenguaje de Dios y
Jesús y pasar al del ADN y la evolución.
Tras el auge de la llamada alt-right
en 2016, la gente estaba muy confundida por lo que entendía como el regreso de
la ciencia racial: existía la idea de que después del Tercer Reich, nadie
volvería a tomarse en serio la idea de una jerarquía científica de los seres
humanos. Pero lo que muestra mi libro es que la ciencia racial continuó en las
sombras hasta que se le dio nueva credibilidad en las décadas de 1990 y 2000
por el aumento del prestigio de la genética, incluido el Proyecto Genoma
Humano, y la neurociencia, con la idea de que la química cerebral determina el
comportamiento y que la verdad de los seres humanos estaba escrita en su cuerpo
y sus genes.
BS
El libro gira en torno a ciertas
figuras y motivos. Por supuesto, se habla de Friedrich Hayek y Ludwig von Mises
y de cómo los diferentes puntos de vista que tenían sobre por qué ciertas
poblaciones son más adeptas al capitalismo de mercado que otras —y si eso es
algo cultural o una diferencia que es más profunda y tal vez tenga que ver con
esta composición genética— fueron adoptados por los libertarios y conservadores
estadounidenses. Otra figura que yo definiría como fundamental, que casi actúa
como un punto intermedio entre los austriacos y su descendencia bastarda, es
Murray Rothbard, el padre del anarcocapitalismo. Si se trata de una narrativa
con personajes y temas, ¿cómo se desarrolla esto en el libro? ¿Cuál es el arco
de la historia que se está contando?
QS
Creo que el punto de partida es
contraintuitivo, lo que me sorprendió un poco cuando me encontré con él. Y fue
la sensación por parte de los intelectuales neoliberales de que en realidad no
habían ganado la Guerra Fría.
Creo que mi suposición era que había
un triunfalismo y una sensación de victoria tras la caída de la Unión
Soviética. Pero el hecho de que a la semana de la caída del Muro de Berlín ya
se hablara de nuevos enemigos, enemigos que se habían pasado a la
clandestinidad y que de alguna manera se habían transformado de formas que eran
esquivas, fue el inicio de una deriva complicada. Porque una vez que aceptas la
idea de que el marxismo y el socialismo sobrevivieron, pero cambiando de
rostro, entonces cualquier cosa puede ser marxismo y socialismo.
Creo que así es como podemos entender
la fijación de la derecha con cosas como lo que llaman «marxismo cultural» o
«ideología de género», como el nuevo enemigo de la humanidad. Como el
adversario cambia continuamente de forma, se presta a una reinterpretación sin
fin. Hay una cualidad paranoica en el término. Y la paranoia no tiene realmente
límites, como muestro en el libro.
Así que creo que el arco narrativo
proviene de un sentimiento por parte de los libertarios, y a menudo de los
libertarios racistas, de que pueden contener a su enemigo de nuevas formas al
fijarlo en jerarquías de inteligencia o desplegando los últimos hallazgos de la
genética. Pero hacia el final del libro, con un capítulo dedicado a los
fundamentalistas del oro («gold bugs») y a la obsesión de la extrema derecha
con ese metal, aparece casi una sensación de desesperación o de rendición ante
lo inevitable: una incapacidad para contener a sus enemigos y la idea de un
colapso inminente, de un apocalipsis que ya no se puede evitar.
Creo que mucho de esto está detrás de
la energía salvaje y caótica de la política en los últimos años, algo que trato
de captar en la conclusión hablando de la figura de Javier Milei. Algo parecido
podría decirse de Elon Musk, aunque en realidad no se había vuelto tan loco al
momento de terminar el libro. Lo que reconozco es una especie de desesperación
y una voluntad incontrolada de buscar remedios radicales en un momento de gran
peligro. Y, como describí en el último capítulo, a menudo la técnica retórica
del fundamentalista del oro es predecir un apocalipsis inminente y luego
venderte inmediatamente el único medio que existe para protegerte de lo peor.
Creo que ese aceleracionismo es
visible ahora mismo en la extrema derecha, ciertamente lo es en los Estados Unidos.
Así que la pregunta de quién viene después de los bastardos es bastante
embarazosa.
BS
Definitivamente. Me gustaría volver a
esto. Pero retrocedamos un poco. Acaba de hablar de uno de los «tres núcleos
duros» que se identifican como las obsesiones o mantras de esta nueva extrema
derecha, a saber, su obsesión por el oro como «dinero duro» frente al dinero
fiduciario volátil e insustancial. ¿Puede contarme más sobre los otros dos
términos de la trinidad que se identifican en el libro, a saber, la «naturaleza
humana programada» y las «fronteras duras»?
QS
Sí. Creo que la metáfora que utiliza
Murray Rothberg a principios de la década de 1970 es útil, cuando habla de la
«roca de la biología» que se interpone en el camino de las fantasías
igualitarias.
Así que creo que debemos entender
todo el libro como la descripción de una reacción violenta, pero no contra la
globalización neoliberal sino contra los movimientos sociales de los años
sesenta y contra el intento de rectificar las desigualdades históricamente
arraigadas de raza, género y geografía global. La apelación a la biología fue
retóricamente útil porque sugería que había algo más allá de la manipulación
humana que impedía los esfuerzos sociales de transformación. Del mismo modo, la
idea de que las diferentes capacidades y talentos estaban programados de
diferentes maneras en las poblaciones haría quijotescos e imposibles los
esfuerzos de reforma social que surgieron en la década de 1960.
Así que esa idea preconcebida acaba
inmediatamente con gran parte del reformismo de la segunda mitad del siglo XX.
Si observamos el funcionamiento del Departamento de Eficiencia Gubernamental
(DOGE, por sus siglas en inglés) y del gobierno de EE. UU. en este momento,
podemos ver que se está convirtiendo en un programa político en el que se están
atacando y eliminando todas las cosas diseñadas para rectificar las
desigualdades históricas.
De ahí surge la cuestión de las
fronteras duras, porque los debates sobre inmigración a menudo se enmarcan como
debates sobre la comunidad y la cohesión social y la amenaza a la estabilidad y
seguridad internas. Y lo que muestro en el libro es que si se piensa en las
poblaciones como si tuvieran capacidades inherentes para la actividad
económica, entonces también se puede crear un nuevo régimen de inmigración que
deje entrar a algunas poblaciones porque se supone que son participantes más
eficaces en el mercado, mientras que se deja fuera a otras porque se supone que
son inevitablemente parásitos y dependientes de la asistencia social.
Ahora bien, esas dos cosas pueden
funcionar juntas sin creer en el dinero duro o en la necesidad de desmantelar
el sistema de moneda fiduciaria y de volver a las monedas respaldadas por
metales preciosos. Pero en las formas más extremas de libertarianismo de derecha,
las tres van juntas. La creencia de que la ciencia y la naturaleza dictan el
orden se extiende también a los medios de almacenar valor e intercambiar
mercancías, y el dinero también está sujeto a esta cientifización.
BS
Supongo que la cúspide de esto es lo
que en el libro llamas «IQ-centrismo», la idea de que se puede tener una
métrica de inteligencia en torno a la cual se debe organizar toda la sociedad y
que encasilla a las personas en jerarquías rígidas. En el libro, utilizas el
neologismo «neurocastas» para ilustrarlo.
QS
Creo que eso es algo que ayuda a
entender la alianza, por lo demás improbable, de los tradicionalistas de
derecha y los tecnoliberales de Silicon Valley. Puede reforzar un impulso hacia
la segregación o la reproducción de la supremacía blanca. Pero para Silicon
Valley, creo que el IQ funciona de forma un poco diferente y ofrece la
perspectiva de ciertas formas de ingeniería social y la clasificación de las
poblaciones según su mejor uso productivo.
Creo que, como ocurre con muchas
cosas en la extrema derecha de hoy en día, no funciona porque tenga un objetivo
común, sino porque hay ciertos lenguajes e ideas que pueden aglutinar muchos
objetivos e imaginaciones diferentes del futuro.
BS
Como dijiste antes, tu libro se
terminó antes del segundo mandato de Trump. Sin embargo, en muchos aspectos,
este último parece la reivindicación o el punto final de la «larga marcha a
través de las instituciones» de los nuevos fusionistas. Desde el descomunal
papel de Elon Musk como «rey emprendedor» hasta la implementación de DOGE, de
políticas contra la DEI (acrónimo de Diversidad, Equidad e Inclusión) y
cualquier manifestación similar del «virus woke» y del «colectivismo» en
acción, así como la detención ilegal y deportación de estudiantes y migrantes.
Trump 2.0 se parece a la mezcla de libertarismo extremo y autoritarismo que se
describe en el libro. ¿Hasta qué punto crees que eso es cierto?
QS
Creo que la forma en que la
administración Trump se está desarrollando esta segunda vez muestra algunas
diferencias bastante serias, en realidad, con la ideología que expongo en el
libro. Yo diría que la aspiración de las figuras de Silicon Valley como Thiel,
Marc Andreessen y Musk sería más bien una administración «neofusionista» que
siga buscando los imperativos capitalistas de eficiencia y productividad
mientras pisotea alegremente cualquier idea de igualdad humana o
redistribución.
A finales de 2024, hubo un debate
entre Musk y Vivek Ramaswamy con Steve Bannon sobre inmigración, en el que
Bannon decía que debería haber una política de empleos estadounidenses para
estadounidenses, y Musk y Ramaswamy decían que ciertos tipos de trabajos en
tecnología requerían trabajadores altamente cualificados. Así que podríamos
hacer deportaciones masivas mientras seleccionamos a esta clase escogida de
trabajadores móviles de todo el mundo para conectarlos con sus empresas en
Silicon Valley. Eso, para mí, fue un buen ejemplo de «nuevo fusionismo» en
acción.
No se trataba simplemente de decir
que hay un principio que se aplica a todos los seres humanos, sino que debemos
diferenciar entre los individuos de mayor y de menor valor. Creo que la
política de Trump sobre la tarjeta dorada, que le permitiría a la gente comprar
la ciudadanía, sería otra expresión perfecta del tipo de cosas sobre las que
escribo en el libro: fusionar la ciudadanía con el valor monetario de formas
que serían completamente ilegibles para los fascistas de la vieja escuela. Uno
no puede imaginar al Tercer Reich ofreciendo esta opción: ya sabes, un millón
de marcos alemanes y te conviertes en ario.
BS
La idea de la nación como un mercado
en el que compras tu ciudadanía por medio de tu talento innato o, si eso no es
suficiente, con tu patrimonio neto…
QS
Al mismo tiempo, tal vez este sea el
sesgo de la última semana más o menos, la política comercial que se está
implementando y la actitud hacia la anexión de países y territorios adyacentes
como Groenlandia, Canadá y Panamá esté bastante desfasada de una manera muy
fundamental con cualquier genealogía del movimiento neoliberal. Porque si hay
algo en lo que se basa el movimiento neoliberal es en que los estados deben
estar subordinados a los mercados en algún nivel, y el poder económico debe
prevalecer sobre el poder estatal. Los estados son muy importantes, esenciales,
pero son servidores del capital, y creo que sobrepasar los límites de la
soberanía nacional de una manera tan directa es practicar el tipo de política
contra la que se formaron los neoliberales originales en la década de 1930.
BS
A diferencia de sus libros
anteriores, Hayek’s Bastards está bastante centrado en Estados
Unidos. Es cierto que, en el capítulo sobre los «gold bugs» y las personas que
fetichizan al oro como inversión y pretenden un retorno al patrón oro, se habla
largo y tendido de que Alternativa para Alemania se originó como una reacción
conservadora-libertaria contra la Unión Europea y el euro. En la conclusión del
libro, citas a hombres fuertes como Milei, Jair Bolsonaro, Nayib Bukele y Nigel
Farage como iteraciones de esta agenda de extrema derecha vagamente definida.
Sin embargo, en su mayor parte, se centra en un puñado de periodistas,
académicos y miembros de grupos de reflexión estadounidenses.
¿Ves a esta ideología filtrándose en
otros lugares? Por ejemplo, ¿en Europa? Estoy pensando en Fratelli d’Italia de
Giorgia Meloni o en el Rassemblement National de Marine Le Pen, partidos
posfascistas que, al menos en teoría, defienden discursivamente a la nación y
que en su composición ideológica abrazan un mínimo de dirigismo y protección
social, en lugar de proponer mercados libres y la ciencia como base de la
desigualdad.
QS
Creo que, de manera más suave, Viktor
Orbán sigue siendo un líder muy importante de esta mutación de la derecha
posterior a la Guerra Fría. Es realmente alguien que en la Conferencia de
Acción Política Conservadora y en otros lugares articuló con mayor claridad
esta idea de que el marxismo no desapareció. Simplemente pasó a la
clandestinidad y se transformó, por lo que aún debe ser erradicado, porque de
alguna manera la Guerra Fría nunca terminó. Pero digo «más suave» porque
también combina su política antiizquierda con cierta visión del asistencialismo
social. Una política pronatalista muy fuerte, por ejemplo, y una cierta
atención a lo que ellos llaman chovinismo asistencialista.
Y creo que eso llega más a las otras
facciones de la derecha posfascista, especialmente en Europa. Siempre pensé que
Marine Le Pen, e incluso Matteo Salvini y Meloni, representan una variante
ligeramente diferente de la extrema derecha que a menudo está dispuesta a ser
antiausteridad, a jugar con la idea de pagos directos en efectivo y con ciertos
tipos de protecciones sociales, mientras que también apuestan a la
competitividad y garantizan hospitalidad para el capital y las alianzas
militares. Así que no diría que lo que describo en el libro capta perfectamente
a la extrema derecha en todos los países.
Creo que hay una gran diferencia
entre los conservadores que lideraron el Brexit y la AfD o la extrema derecha
belga. Así que lo situaría en ese espectro, pero el libro no intenta dar una
explicación única para todo lo que estamos viendo.
BS
En su reciente ensayo sobre Elon Musk
para New
Statesman, escribes: «Tratar de entender las caleidoscópicas reglas del
juego de Musk se convirtió en algo así como un deber cívico». ¿Es así como ves
tu trabajo como «historiador de las malas ideas»? ¿Consideras a tu trabajo como
algo inherentemente político, o simplemente estás tratando de trazar un mapa de
las ideas de estos extremistas de extrema derecha por el bien de la erudición?
QS
Creo que la investigación académica
requiere de un ecosistema que la sustente a un nivel básico: universidades,
financiación para estudiantes de posgrado, aulas, bibliotecas. Uno de los
aspectos realmente aterradores del momento actual es la suposición de que no es
seguro que estas cosas persistan a medio plazo. En este momento hay un esfuerzo
concertado en Estados Unidos para hacer imposible la práctica de la
investigación académica tal y como la entendimos históricamente. Es realmente
un esfuerzo para desfinanciar la educación superior.
Así que en épocas anteriores, cuando
podíamos contar con una financiación de la investigación relativamente estable,
con cohortes de estudiantes de posgrado y puestos de trabajo para esos estudiantes
una vez que se graduaban, creo que era posible imaginar una especie de espacio
autónomo. Sin embargo, debido a que la extrema derecha politizó la existencia
de las universidades, creo que cualquier cosa que se haga en una universidad es
ahora política de facto.
La universidad se está presentando
como un posible objetivo a eliminar, o como una posible justificación para
seguir estrangulando los recursos. Me gustaría imaginar que todavía estamos en
un escenario donde la investigación autónoma es posible, pero creo que esa
libertad, por ahora, desapareció.
Así que la elección de actuar
políticamente dentro de la universidad no es algo que tengamos que hacer sino
que es algo que se nos impuso. Creo que nuestro trabajo, por definición, forma
ahora parte de una política controvertida, así que probablemente sea una buena
idea empezar a pensar en ello de esa manera y asumir las consecuencias que
conlleva.
Quinn Slobodian es Profesor de
Historia en el Wellesley College, Massachusetts. Su último libro es Globalists:
The End of Empire and the Birth of Neoliberalism.
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