Fuente: Bloghemia
Link de Origen:
https://www.bloghemia.com/2025/03/el-exterminio-inteligente-por-franco.html
Las guerras del siglo XXI las
combaten cada vez menos los seres humanos. Los seres humanos son las víctimas
de las mismas, pero las ejecutoras del exterminio son máquinas. Máquinas
manejadas a su vez cada vez menos por seres humanos, porque la tendencia
implícita en los sistemas de inteligencia artificial, que se hallan dotados de
capacidades de autoaprendizaje y de deep learning, es liberar a estos, que
son organismos aleatorios a menudo dotados de conciencia y de sensibilidad, de
la tarea de torturar, mutilar, matar y exterminar, y dejar esta tarea en manos
de sistemas dotados de inteligencia.
La palabra «inteligencia» denota la
capacidad de realizar una tarea, independientemente de su utilidad social,
licitud ética, etcétera, y sobre todo independientemente de la emocionalidad.
Inteligencia sin sensibilidad, inteligencia sin conciencia: la máquina
inteligente exterminadora es el producto general del sistema capitalista en la
era de la automatización inteligente. El nazismo del siglo XX tuvo que tener en
cuenta los límites de la inteligencia emocional, como muestra Jonathan Little
en su terrible novela Les bienveillantes (2006; Las benévolas, 2019).
El tecno-nazismo del siglo XXI, del que los sionistas son el símbolo y la
vanguardia, se emancipa de estos límites.
El trabajo de matar es agotador, como
aprendimos leyendo esta novela sobre la fatiga psíquica de un SS: el organismo
humano tiene límites físicos y psicológicos de los que la máquina inteligente
se emancipa. Según nos enteramos por un reportaje de Haaretz y por otro de la CNN, la fatiga psíquica del exterminio está agotando los
nervios de los exterminadores israelíes: el suicidio, los trastornos psíquicos
postraumáticos y el autodesprecio afectan a los soldados de las Fuerzas de
Defensa de Israel (FDI). Mi predicción es que estos trastornos son tan solo el
principio de un colapso psíquico generalizado de la sociedad israelí, que no
podrá sobrevivir mucho tiempo tras el Holocausto palestino. El genocidio está
provocando un proceso de desintegración mental del Estado sionista. Netanyahu,
Ben Gvir, Smotrich han armado a Israel contra sí mismo.
El dron es la figura dominante en
esta nueva fase del nazismo: la guerra de Ucrania y el genocidio de Gaza son el
teatro de experimentación de esta nueva fase de la terminación, proceso que se
desarrollará plenamente en el siglo XXI. El dron es una aeronave caracterizada
por la ausencia de un piloto humano a bordo. Su vuelo está controlado por
ordenadores que pueden ver, oír y ejecutar el exterminio. De los primeros
modelos de gran tamaño, que tan solo poseían unos pocos ejércitos, la
tecnología ha evolucionado hasta la construcción de modelos muy pequeños,
operados en grupo (drones enjambre), que se hallan al alcance de cualquiera
dado su bajo precio.
El genocidio israelí constituye la
primera aplicación a gran escala de esta automatización del exterminio. No
debemos pensar que se trata de un episodio aislado, no debemos pensar que
después de este acontecimiento excepcional, la guerra volverá a sus antiguos
rasgos deshumanamente humanos. La deshumanidad por fin se ha emancipado de lo
humano y puede por fin proceder automáticamente. En la competición
tecnomilitar, las máquinas de exterminio están destinadas a generalizarse. A
partir de ahora, todos los conflictos armados, ya sean guerras nacionales,
religiosas o civiles, recurrirán cada vez más a las técnicas del exterminio
inteligente.
La revista israelí 972 publicó en abril de
2024 el informe más aterrador del que tengo memoria: describe la estructura
epistémica y pragmática de un sistema de inteligencia artificial diseñado para
detectar y atacar objetivos hipotéticamente hostiles. Estos objetivos pueden
ser transeúntes inocentes, niños que vuelven del colegio, mujeres que van a por
agua a la fuente. No importa. El exterminio automático funciona
estocásticamente y la estocasticidad militar no puede ser demasiado sutil. El
sistema de exterminio israelí, que lleva el garboso nombre de Lavender, es,
como informa 972 (véase en castellano, ctxt).
Una máquina especial que puede
procesar cantidades masivas de datos con el fin de generar objetivos
potenciales para perpetrar ataques militares en el curso de una guerra. Esta
tecnología resuelve lo que puede describirse como el cuello de botella
verificado tanto en la identificación de nuevos objetivos como en la decisión
de ejecutarlos.
Los seres humanos constituyen, por lo
tanto, un cuello de botella, son un elemento de incertidumbre y de
ralentización. Por muy despiadados y fanáticos que sean, los seres humanos
siguen siendo máquinas indeterministas: la emocionalidad, la incertidumbre y la
fatiga pueden limitar su competencia para matar. Es necesario que la máquina
inteligente subsuma progresivamente la totalidad de la secuencia de las
acciones que hacen posible el exterminio: detección visual y auditiva,
catalogación, selección, eliminación. Y, finalmente, autocorrección y
autoperfeccionamiento en pos del fin superior: instaurar el orden allí donde
los seres humanos son el caos, eliminando en consecuencia todo elemento humano.
Lavender ha desempeñado un papel
esencial en el bombardeo de la población palestina [...] su influencia en las
operaciones del ejército israelí ha sido tan enorme que los militares han
tratado la información de la máquina dirigida por inteligencia artificial como
si fueran decisiones humanas [...]. El sistema identificó inicialmente a 37.000
palestinos como presuntos militantes y consideró sus hogares como objetivos de
bombardeos aéreos [...]. El ejército israelí atacó sistemáticamente a los
individuos seleccionados por Lavender en sus casas, sobre todo por la noche,
cuando familias enteras estaban con ellos [...]. Según dos fuentes a las que
interrogamos, el ejército decidió que por cada operativo de Hamás señalado por
Lavender, se le permitía matar hasta quince o veinte civiles [...] en caso de
que el objetivo fuera un oficial de Hamás, se le permitía eliminar a cien
civiles [...].
La solución al problema, añade el
oficial, es la inteligencia artificial. Tenemos una guía para construir una
máquina de creación de objetivos, basada en algoritmos de aprendizaje
automático. En esta guía, hay muchos ejemplos de características que permiten
identificar a una persona como peligrosa, como estar en un determinado grupo de
whatsapp, o cambiar a menudo de móvil, o cambiar con frecuencia de dirección
[...].
En la guerra no hay tiempo para
incriminar a todos y cada uno de los objetivos, así que tenemos que aceptar un
cierto margen de error en el uso de la inteligencia artificial, debemos correr
el riesgo de provocar daños civiles colaterales o de atacar a alguien por error
y tenemos que aprender a vivir con ese conocimiento (live with it).
Este oficial, cuyas declaraciones
recoge 972, concluye diciendo que después de matar a cientos, de hecho, a
miles, de hecho, a decenas de miles de niños, de mujeres, de inocentes, hay que
aprender a «live with it». Vivir con la conciencia de ser un exterminador. Una
expresión abracadabrante que por sí sola nos dice hasta qué punto ha llegado la
degradación ética y cuán profundo es el abismo de cinismo asesino en el que se
ha hundido la totalidad de la población de Israel.
«B» (una fuente de 972) nos dijo que
era normal que esta automatización generara un número mayor de objetivos que
alcanzar. Si un día no había muchos objetivos, porque los criterios de
definición eran insuficientes, teníamos que reducir el umbral de definición.
Una y otra vez los soldados nos presionaban diciéndonos: «Dadnos más
objetivos». En realidad, nos lo decían gritando. «Ya hemos acabado con todos
los objetivos que nos disteis ayer […]». Lavender y sistemas similares, como el
llamado Where's daddy, se combinan para lograr el efecto de matar a familias
enteras.
Los órganos oficiales del ejército
israelí comentan con satisfacción estos resultados de la máquina de guerra
inteligente:
El Estado de Israel es un actor de
altas competencias tecnológicas y utiliza estas como parte de su panoplia de
herramientas diplomáticas para convertirse en el líder del diseño del sistema
internacional de gobernanza tecnológica. La necesidad de supremacía tecnológica
se deriva para Israel de las amenazas a las que se enfrenta [...].
La eliminación selectiva y la
multiplicación de los asesinatos colaterales son el resultado de un
perfeccionamiento técnico del que Israel es vanguardia, pero no debemos pensar
que se trata de un fenómeno aislado y puntual. Todo Occidente debe dotarse de una
gobernanza tecnológica guiada por la inteligencia artificial exterminadora.
Gaza nos ha revelado la verdad última
de la historia humana: no hay salida a la repetición sin fin del ciclo
violencia-venganza-violencia. Entonces, ¿por qué dudar? Es necesario
esterilizar la inteligencia, es necesario disociar la inteligencia de la
naturaleza indeterminista del inconsciente, de la emocionalidad. Únicamente así
podemos entender la inteligencia artificial en el contexto de una competencia
económica y militar generalizada. La guerra es la continuación lógica de la
economía liberal y la guerra requiere el uso ilimitado de la inteligencia. Pero
para poder eliminar los límites de la inteligencia, debemos saber lo que Yuval
Harari señala en su libro Homo Deus (2016): la disociación de la inteligencia
de la conciencia es la condición para proceder a un uso ilimitado de la
primera. La conciencia, si es que esta palabra significa algo, es una
limitación de la inteligencia. Me refiero a la conciencia ética, que significa conciencia
sensible, incorporada. El trabajo de matar, que es el trabajo más importante de
la actualidad, la inversión más importante de la economía terminal, deviene
tanto más productivo cuanto más la inteligencia (homicida) se emancipa de la
conciencia (ética).
Desde que el sionismo ha transformado
a la población israelita en el corazón de las tinieblas del supremacismo
contemporáneo, Israel se ha convertido en la Endlosung-Machine [máquina de la
solución final]. Por ello sabemos que nunca habrá una posguerra. Ya nadie
puede creer que habrá paz en momento alguno del futuro, porque el exterminio se
ha incorporado a una máquina que se autocorrige, se perfecciona, se conecta y
se expande, una máquina que nadie tiene la capacidad de desactivar. La
emergencia de la inteligencia artificial se revela como la consecuencia de la
obsolescencia humana y simultáneamente como la condición para la subyugación
técnica definitiva de los seres humanos. Esta es la verdad esencial que hay que
saber sobre la inteligencia artificial en la era de la guerra total asintótica.
Todo lo demás es pura palabrería concebida para perder el tiempo.
Aviv Kochavi, jefe del Estado Mayor
de las Fuerzas de Defensa de Israel, declaró que la metodología bélica israelí
se inspira en la teoría rizomática de Deleuze y Guattari. La proliferación
asimétrica de la guerra de micromáquinas es la mejor definición de la idea de
convertir objetos cotidianos como buscapersonas y walkie-talkies en armas de
destrucción masiva. Sólo los lectores ingenuos podían creer que la metodología
rizomática de Deleuze y Guattari es una teoría para la liberación. En realidad,
se trata de algo mucho más complicado y articulado: esa metodología
conceptualiza primero el modelo económico basado en la distribución molecular
del control capitalista. Después, la inscripción molecular de la guerra y el
terror en cada fragmento de la vida cotidiana y de las cosas de uso común. La
vida paranoica de Israel, un país que está permanentemente obsesionado por el
odio de las poblaciones de su entorno y que siempre lo estará (durante los
pocos años que le será concedido sobrevivir antes de que se suicide) está
marcada por esta molecularización del terror.
La guerra de exterminio es, si me
permiten el macabro juego de palabras, la killer application de la inteligencia
artificial. La inteligencia artificial puede haber nacido con intenciones
puramente científicas, o puramente económicas, o incluso con ingenuas
intenciones humanitarias. Pero su uso perfecto, específico y último es el
exterminio. En los últimos años hemos oído hablar de regulación ética de la
inteligencia artificial, hemos oído hablar de alinear la tecnología con los
«valores» humanos. Son insustancialidades privadas de todo sentido. En primer
lugar, ¿qué significan los valores humanos? ¿De qué universalidad estamos
hablando? ¿De la universalidad del beneficio, de la competencia económica, del
crecimiento ilimitado? ¿O de la universalidad de otra cosa? ¿Quién es el amo de
la universalidad desde el momento en que toda la humanidad está culturalmente
en guerra?
La idea del alineamiento de la
inteligencia artificial con los valores humanos es exactamente lo opuesto de lo
que ha ocurrido y está ocurriendo realmente en el mundo de la investigación y
la aplicación de esta: nuestras facultades cognitivas se han alineado con el
formateo digital del mundo, lo cual ha estado sucediendo durante los últimos
cincuenta años, proceso que ha llegado ahora al paso final: alinear la
inteligencia artificial con el imperativo del exterminio, que domina el
inconsciente y la ferocidad de la selección natural. La totalidad de los
discursos acerca de la ética de la inteligencia artificial son imbecilidades,
porque se basan en la eliminación y el olvido del uso militar de la misma, que
domina la investigación, la financiación y el uso de esta tecnología:
inteligencia impulsada por la demencia, la psicosis, el horror.
Comentarios
Publicar un comentario