Nos Disparan desde el Campanario Crisis por diseño: aranceles, deuda y guerra financiera… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
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el ruido mediático y los objetivos reales
no tienen que ir necesariamente de la mano
(El Tábano Economista)
Explicar las medidas económicas
de Donald Trump en medio del actual ruido mediático no es tarea
sencilla. La dificultad no radica en la complejidad del tema, sino en las
narrativas interesadas que distorsionan los hechos para ajustarlos a agendas
políticas o económicas particulares.
Por ejemplo, se ha instalado la idea
de una «histeria social mundial« por la caída de los mercados
bursátiles. Sin embargo, esta narrativa resulta absurda cuando recordamos que:
46% de la población global vive con menos de $5.50 al día, unos 3.300
millones sufren inseguridad alimentaria y 2.000 millones carecen
de agua potable. ¿Realmente la humanidad está pendiente de las
fluctuaciones de Wall Street cuando lucha por sobrevivir a mitad de mes?
La relación entre caídas bursátiles,
crisis global y suba de aranceles es una conexión que el neoliberalismo ha
sabido posicionar con eficacia. Esta doctrina ha demonizado históricamente el
proteccionismo, asociándolo con pobreza y atraso. No obstante, los hechos
históricos cuentan otra historia.
Alemania, con su Unión Aduanera en
1834, sentó las bases de su industrialización. Inglaterra, entre los siglos
XVII y XIX, aplicó aranceles a productos textiles de la India y leyes de
navegación para proteger su comercio. Estados Unidos, entre 1791 y 1865,
implementó el modelo de Alexander Hamilton para proteger industrias nacientes
como la del hierro, vidrio y textiles. Incluso hoy, en 2022, EE.UU. recurrió a
medidas similares con la Ley CHIPS, subsidiando la producción de
semiconductores por motivos de “seguridad nacional”.
Trump no inventó nada nuevo. Sus
aranceles coercitivos buscan tres objetivos clave: reestructurar la deuda,
devaluar el dólar, ambas políticas deben realizarse evitando una guerra de
divisas, como ya lo hemos mencionado en dos artículos anteriores (ver aquí y aquí).
Para resumirlo, es necesario reducir la tasa de interés para emitir bonos del
tesoro con menor rentabilidad (reestructurar la deuda), devaluar el dólar
(mejorar la balanza comercial), con acuerdo de los socios estadounidenses.
Estos deben compra los nuevos bonos del tesoro con menor interés y aceptar la
devaluación del dólar evitando una guerra de monedas. Es decir, no deben
realizar devaluaciones competitivas de sus monedas para equiparar el precio de
sus bienes exportables con aranceles impuestos.
Inicialmente, el plan parecía
avanzar: el interés de los bonos del tesoro caía, la depreciación del dólar,
más de un 10% con respecto al euro y otra sesta de monedas se sostenía sin
devaluaciones competitivas, mientras que las bolsas de valores retrocedían más
de un 15% en pocos días, modificando el circuito de los ahorros americanos de
acciones a los seguros bonos del tesoro.
Esta dinámica generó un efecto
psicológico, muchos países, temiendo una crisis como la de 1929,
comenzaron a negociar con Trump para evitar aranceles. Incluso territorios
remotos como las islas Heard y McDonald (habitadas solo por
pingüinos) fueron incluidos en la retórica arancelaria. China respondió con
firmeza, elevando aranceles a productos estadounidenses. La guerra
comercial escalaba, pero Pekín evitó devaluar el yuan, limitando el
conflicto
Lo que comenzó como una guerra
comercial se transformó en algo mucho más profundo: una guerra financiera centrada
en la credibilidad del sistema de deuda pública estadounidense.
Durante los primeros días, los bonos
del Tesoro actuaron como refugio. Sin embargo, a partir del lunes 7, los
inversores comenzaron a deshacerse de estos activos, lo que provocó una caída
en su precio y una suba en sus tasas de interés. Esta dinámica es crítica:
cuando el precio de un bono baja, su rentabilidad (interés) sube, anulando el
objetivo inicial de reducir tasas.
Por ejemplo, el rendimiento del bono
estadounidense a 10 años subió más de 50 puntos en una semana, alcanzando el
4,40%, muy por encima del 3,99% previo. Esto puso en evidencia que los bonos
del Tesoro estaban perdiendo su estatus como refugio seguro en tiempos de
riesgo. Algunos expertos incluso alertaron que la velocidad de liquidación de
estos bonos era tan alta que históricamente había justificado intervenciones
por parte de la Reserva Federal.
El mercado de deuda estadounidense,
que mueve cerca de 29 billones de dólares, es el eje del sistema financiero
global. Su estabilidad afecta tanto a las reservas internacionales como al
costo de endeudamiento de empresas en todo el mundo. Por eso, una perturbación
grave —como la actual ola de ventas— podría endurecer radicalmente las
condiciones financieras globales.
La pérdida de confianza en los bonos
del Tesoro podría obligar a EE.UU. a pagar más intereses para financiar su
deuda, lo que va en contra de los objetivos de Trump y agrava aún más el
déficit fiscal. Esta fue una de las razones detrás de la suspensión
temporal de los aranceles por 90 días anunciada por el expresidente.
Pero, ¿qué factores están detrás de
esta nueva crisis?
Las causas son múltiples. Una de ellas
es el temor a un rebrote inflacionario. Aunque en marzo la inflación se ubicó
en el 2,4%, por debajo de lo esperado, persisten las dudas. Otra explicación
proviene de los hedge funds. Muchos de estos fondos estaban fuertemente
apalancados y, al caer las acciones, se vieron obligados a liquidar posiciones
en bonos para cubrir sus garantías. Esto provocó ventas forzadas, generando un
“efecto bola de nieve”: los bonos caen, las carteras pierden valor y la presión
de venta continúa.
Algunos analistas temen que, si no se
produce un cambio drástico en la política económica, los bonos del Tesoro
perderán su estatus de “activo refugio”. Y no lo recuperarán pronto, ya que
Estados Unidos comienza a ser visto —en tono sarcástico pero alarmante— como
una “república bananera” con un gobierno poco confiable.
Una de las salidas que Trump espera
es que la Reserva Federal baje las tasas de interés, abaratando el crédito e
incentivando la inversión. Pero no todos los actores financieros lo ven con
buenos ojos.
Otro de los factores propuestos como
desestabilizantes son, los llamados vigilantes de los bonos, inversores que
venden deuda pública en respuesta a políticas fiscales que consideran
inflacionarias o irresponsables. Muchos de ellos esperan señales claras del
Departamento de Eficiencia Gubernamental, liderado por Elon Musk, quien promete
recortes en el gasto estatal.
Así, se configura una verdadera
guerra entre élites: por un lado, los grandes administradores de fondos de
pensión como BlackRock, Bank of America o JP Morgan; por el otro, quienes
apuestan por una administración alineada con ciertos valores empresariales.
Finalmente, aparece un actor
silencioso, pero potencialmente decisivo: China. A enero, el gigante
asiático poseía 761.000 millones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense,
siendo el segundo tenedor extranjero después de Japón.
Aunque no está claro si está
vendiendo activamente, algunos creen que una eventual liquidación masiva por
parte de China podría acelerar la caída de precios y desatar una crisis aún
mayor. Podría ser su forma de aplicar “dolor financiero” a EE.UU. en una guerra
silenciosa pero efectiva.
Por ahora, esa carta está en pausa.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y
editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista,
columnista radial, analista
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