Fuente: Lobo Suelto!
Link de Origen:
https://lobosuelto.com/represion-preventiva-belleza-y-espanto-agustin-valle/
En la cercanía entre una belleza
extrema y un espanto monstruoso se apoya el intento de los medios de
deformación de confundir ambos polos. La hermandad entre los hinchas de todos
los equipos del fútbol argentino tiene un afluente certero: Diego Maradona, mayor
ícono de nuestra cultura popular, poderoso porque la gente lo quiere. Maradona
y su legado, el ímpetu solidario de poner el cuerpo para fortalecer a los más
frágiles y animarse a la pelea contra los más poderosos. Pero acaso la
conmovedora reunión de ayer, decidida fraternidad entre los que jugamos muy en
serio a ser rivales (pero guardando una moral anti-policíaca, el hinchismo,
como pocos espacios sociales guardan), y que fuimos juntos con miedo, a pesar
del miedo, haya sido también efecto indirecto, subterráneo, de lo que las
mujeres, lo femenino, los feminismos, generaron en las sensibilidades
argentinas en la última década; quizá. Hermandad igualitaria, fiesta y coraje
contra los poderosos de siempre. Abuela la la la la la.
Fiesta de belleza era por sí misma la reunión multitudinaria de ayer,
futboleros bancando ancianos. La barra del abuelo. Poesía pura. Pero llegábamos
antes del horario pautado y ya en el andén del subte había gas lacrimógeno y el
eco de las herramientas de dañar en que invierte el Estado nacional sus
ajustados recursos. El gobierno implementó una represión preventiva. No querían
que se reuniera la gente frente al Congreso. Entonces agredían en todas las
direcciones, excéntricamente. Para esto ubicaron a sus agentes del daño en posición
deliberadamente rodeada por la multitud; una estrategia que necesitaba y
producía una crispación agresiva lo más alta posible de los represores.
Inundaron de violencia la escena antes de las cinco de la tarde para amedrentar
y que mucha gente que estuviera yendo se asustara y volviera a su casa. Muchos
en efecto lo hicieron. Sin embargo éramos muchos miles. ¿Convocados por quién?
¿Organizados por quién? Por nadie, por todxs. Ninguna estructura, ningún
partido, ninguna organización definida, ningún líder fetiche -solo Diego, que
estás en la tierra-. La convocatoria multitudinaria de ayer no tiene
propietario. Por eso los medios de deformación intentan asignarle dueños
demonizados: kirchnerismo, barra brava, izquierda.
Pero la violencia salvaje que buscaba evitar que la gente llegara y, además,
que que se reuniera toda junta, que los muchos fuéramos uno, es signo
inequívoco del miedo que le tienen a la movilización multitudinaria. Sobre todo
a la movilización multitudinaria sin jefatura: a la cultura autónoma de
resistencia multitudinal argentina.
Desde el comienzo de este nuevo gobierno de la derecha se ven despliegues
represivos impresionantes, que mucha gente calificó de “desproporcionados o
desmedidos”. Pero no, no son desproporcionados: guardan proporción con lo que
la movilización multitudinaria ha demostrado en la historia reciente que es
capaz. La represión preventiva quiere evitar que les pase lo que les pasó en
diciembre 2017, cuando la movilización social le atestó una estocada al
gobierno de Macri de la que nunca se recuperó y desembocó, luego, en su
estrepitosa derrota electoral. De hecho tanto el contrabandista hijo de Franco
como la fanática del poder y la violencia que convierte al ministerio de
Seguridad en ministerio de Represión a la protesta, varias veces dijeron que
querían volver al gobierno para que no les vuelva a pasar lo que ellos nombran
como “14 toneladas de piedras”. Recuerdan por supuesto también el 2001, cuando
la movilización multitudinal autónoma derrocó no solamente a un gobierno, sino
una política, a una forma de gobernar.
La política es entre otras cosas la distribución de los miedos (¿quién tiene
miedo? ¿El laburante, de perder el laburo? ¿Los privilegiados, en cuanto tales?
etc). Éste es un gobierno terrorista: triunfará si la multitud incorpora miedo
y renuncia a su cultura de resistencia. Tiene dos ejes centrales el actual
gobierno: la programática represión preventiva a la potencia de la movilización
social, y la subordinación de la economía argentina (es decir de las fuerzas
vivas que pueblan esta tierra) a los centros de poder financiero globales
(particularmente yanquis, patéticos lamebotas). Huelga decir que ambos ejes son
caras de una memecoin. Por eso también el presidente festeja el proteccionismo
adoptado por Trump, tan contrario a la ideología que fanáticamente pregona:
porque su pasión en verdad es política, y toda la ideología de la austeridad
liberal, presuntamente técnica, no es sino un modo económico de reproducir
cierto régimen de relaciones de poder: la desigualdad totalitaria. Robarle la
calle a la movilización, que la calle ya no sea de la multitud, es parte del
régimen de extractivismo extremista de plusvalor de las vidas.
Pero la gente libera las calles. Y
ellos, los monstruos, los que se disfrazan de monstruos, actúan como monstruos,
se convierten en monstruos, también se cansan, también se asustan, también se
queman. No tienen el coraje que mostró ayer el pueblo argentino. No tienen el
amor puro que mostró ayer el pueblo argentino: sus alegrías son reactivas,
dependen y son inseparables de sus odios, de sus tristezas; necesitan
estructuralmente la violencia; por eso son crueles: necesitan demostrar
ejemplarmente la destitución de la semejanza. Hay que cuidarse tanto como no
rendirse. No pasarán.
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