Nos Disparan desde el Campanario “…Que el mundo fue y será…” Entre la inmoralidad institucionalizada, “Cambalache” y un futuro tan incierto como peligroso… por Claudio Ponce
Fuente: Revista Tesis 11
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Cumpliendo el primer cuarto del siglo
XXI, los pueblos que habitan el continente europeo, como así también los que
viven en el territorio americano y africano, o sea la región occidental del
planeta, se encuentran padeciendo un proceso de decadencia integral que
pareciera no tener límite. Al parecer, el sistema capitalista en su versión
neoliberal-imperialista demanda cada vez más intensamente la necesidad de
políticas autoritarias para sostener su modelo. La vida en la llamada
“civilización occidental y cristiana” denota cada vez menos atisbos de
civilización y mucho menos aún, señales de mantener las ideas y los valores
sustentados por el cristianismo. La guerra, el racismo, el desprecio por el
semejante y la intolerancia a la diversidad, son las característica de una
forma de vida que se presenta como la única posible.
El marco internacional del occidente
capitalista ha llegado a un grado de envilecimiento nunca imaginado para las
“hipotéticas democracias” de la región desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Durante los últimos tiempos, el proceso de deshumanización sistémico nunca se
detuvo en los países del oeste planetario. Por el contrario, la
“neo-colonización semiológica”, cuya meta de conquista nunca fue “física” sino
que apuntó siempre al “dominio del alma”[1] de
las personas que vivían en las sociedades capitalistas, tuvo y tiene aún la
finalidad de anular la conciencia comunitaria a los efectos de consolidar el
más profundo individualismo predicado por la cultura neoliberal. De esta forma,
la degradación cultural observada en la actualidad fue mucho más allá de las
profecías del poeta y músico argentino Enrique Santos Discépolo cuando
preanunciaba hace casi cien años que el mundo se convertiría en un conglomerado
de “inmoralidad institucionalizada”, un lugar plagado de ridículas
contradicciones donde el único “valor” sostenido había sido siempre la defensa
de los intereses individuales a cualquier precio.
El panorama político del mundo
contemporáneo muestra un indiscutible conflicto entre los “supuestos
defensores” del liberalismo económico y los proyectos económicos planificados por
el Estado cuyo éxito deja en evidencia la falacia de la “auto-regulación del
mercado”, así como el embuste que afirma que el crecimiento económico solo es
posible con el retiro del Estado. Estos experimentos solo se pusieron en
práctica en su totalidad en América Latina en particular, y en otras regiones
del Tercer Mundo en general, pero siempre a través de dictaduras que tuvieron
que cometer horribles genocidios para imponer el modelo en cuestión. En EEUU y
Europa solo se pusieron en práctica parcialmente en las gestiones de Margaret
Thatcher en Inglaterra, y Ronald Reagan en los Estados Unidos durante la década
de los años ochenta. Más allá del actual dilema político y económico entre el
modelo liberal o los Estatismos de Oriente, herencia de la “guerra fría”, la
coyuntura actual se observa muy compleja por inválidas luchas por la hegemonía
mundial entre la alianza Ruso-China y unos EEUU en franca decadencia, con el
agregado de endebles alianzas con una Europa dañada por la guerra entre Ucrania
y Rusia. A esta difícil situación se le debe sumar el conflicto en Oriente
Medio donde también el “Tío Sam” pretende terminar la guerra solo pensando en
su beneficio, aunque sea a costa de la expulsión de la población de gaza para
fundar un “protectorado” norteamericano. Si a este horizonte le sumamos además
las dificultades de América Latina, la coyuntura de los países de medio oriente
y de occidente se están llevando la vida de cientos de miles de personas que
mueren día a día solo beneficiando a una “oligarquía mundial” que concentra
cada vez más capital a la vez que extiende su dominio sobre la población
mundial. Por otra parte, se agrega que en muchos países de occidente, hoy
conforman gobierno sectores de la derecha política que reflotan las viejas
ideas que hasta hace un breve tiempo atrás fueron las que llevaron a cabo las
más grandes atrocidades consideradas por de la Historia de la humanidad.
El segundo gobierno de Donald Trump
en los Estados Unidos, en su desesperada competencia con una República Popular
China que cada vez con mayor intensidad aventaja con su evolución tecnológica y
su desarrollo económico al viejo imperialismo norteamericano, asumió su gestión
con una serie de amenazas que intentaron infundir un temor que, por lo visto,
ni en la Rusia de Putin y menos aún en el “gigante asiático” influyeron
demasiado. Solo pareció generar resquemor y atención en Oriente Medio y algunas
naciones de África y América Latina. La nueva presidencia de Trump fue la
primera gestión que mostró en el propio gabinete a un grupo de
híper-millonarios que, sin ser casualidad, son los mismos que financian el
resurgimiento de los partidos políticos que pretenden la reinstalación de
regímenes totalitarios de corte nazi-fascista. Así lo hace Elon Musk con el
partido neonazi en Alemania y así sucede con el apoyo económico a todos estos
sectores tanto en Europa como en Latinoamérica. El objetivo del aval a la
extrema derecha política no radica en un hecho ocasional y útil para los ricos,
sino que es una necesidad esencial del sistema capitalista para que este
funcione como tal. Este objetivo tiende a profundizar el odio de clase, o de
género, e incluso entre etnias, o de cualquier valor que reconozca la “otredad”
y la “dignidad de los semejantes”. En realidad, este personaje de Elon Musk y
el resto de los oligarcas del planeta solo son la muestra del verdadero rostro
del capitalismo: esencialmente autoritario, racista, violento y opresor que hoy
día tiende a la destrucción de la población del mundo considerada sobrante e
innecesaria para el buen funcionamiento del sistema. De hecho, EEUU y
algunos gobiernos americanos y europeos se acercan bastante a esta política
concreta y a la vez están demostrando hacia donde marchan las
“democracias occidentales”. ¿Existe posibilidad de evitar la
concentración en manos de una oligarquía que pretende la consolidación de
capitalismo en un imperio global solo controlado por esos pocos infames?
El devenir de la Historia Humana
brinda otra vez un nuevo contrapeso al proceso de acumulación de riquezas y al
control globalizado del sistema. Tanto América Latina como las naciones
africanas tienen la posibilidad de no quedar pegados al esquema de este poder
concentrado. La posible apertura de formación de un sistema de alianzas con
China y Rusia, por ejemplo los BRICS, puede ser la mejor defensa frente a los
embates del “Tío Sam” y sus aliados. De esta manera pueden volcarse a mantener
una política externa volcada a la multipolaridad en este mundo tan complejo y
desfavorable, aunque no siempre sea ni fácil ni sencillo, vale la pena el
riesgo. Pero para ello quizás sea fundamental una fuerte transformación
cultural, ya que la decadencia en este campo facilita y facilitó la imposición
del autoritarismo y el individualismo tan necesario para el sistema de dominación.
Gobiernos como la gestión de Milei en la Argentina, otros de América Latina y
algunos de los países africanos, dóciles y genuflexos a la “fe” del
neoliberalismo que se difunde como la única opción de vida posible para estas
naciones, están “marcados por el destino” de aceptar cobardemente el dominio de
esa plutocracia que se consolida en el oeste del planeta. De allí el fomento
del egoísmo para la “conquista de voluntades”, de allí la generación de guerras
focalizadas, de allí las amenazas y presiones en materia de política exterior,
en fin, todo lo que pueda hacer factible el control y la vigilancia de los
pueblos. Por eso, el gran enemigo es China y su alianza con Rusia. A su vez, en
el actual contexto también la India y Corea del Norte son aliadas de la
economía China. Si a su vez, las posibles negociaciones para la finalización de
la guerra por Ucrania, salen “medianamente empatadas” entre Putin y Trump, con
un control repartido de las “tierras raras”, la Unión Europea se irá
convirtiendo en una base de control de operaciones para los EEUU, pero además
en una zona de influencia de suma importancia de parte de Rusia para con un
viejo continente muy dependiente del gas y el petróleo ruso tan necesario para
mantener la energía en Europa. Frente a las desquiciadas propuestas políticas
del protectorado en Gaza, de la toma del canal de Panamá o de la invasión de
Groenlandia, frente a la difusión del autoritarismo y el desprecio del “otro”,
frente a los irracionales discursos de las derechas europeas o del estereotipo
televisivo de la derecha que hoy gobierna la República Argentina, todavía queda
la “racionalidad de Oriente”, un modelo de objetivos no tan conocidos pero que
evidencian un mayor respeto por el ser humano, muy distinto a las repugnantes
ideas y prácticas del capitalismo neoliberal imperialista.
El dilema que vive el contexto
internacional queda pendiente de una definición que encauce una mayor
distribución de la riqueza y un mejor uso del ocio productivo que puede generar
la Inteligencia Artificial. La esperanza en el triunfo de la lucha nunca se
pierde, aunque también es lícito decir que el delirio y la psicopatología
narcisista que abunda en el ámbito de la política, en materia de las relaciones
exteriores, ha superado con creces las predicciones del gran “Discepolín” en la
letra de su famoso tango “Cambalache”.
*Claudio Esteban Ponce, Licenciado en
Historia, miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11.
[1] Formulación
expresada por la Premier Margaret Thatcher en la entrevista del 3 de mayo de
1981 en el Sunday Times, donde sostuvo que la economía era el método pero el
objetivo era el cambio y la conquista del corazón y el alma de los individuos.
No cierres los ojos. Ediciones Akal, 19 de junio de 2018.
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