Nos Disparan desde el Campanario LA VIOLENCIA NACE AZUL O VERDE… por Eduardo Schiel

 


 

 

Todos los peores procesos violentos y represivos se iniciaron en nuestra historia patria detrás de los uniformes azules o verdes (o ambos).

Desde el precoz derrocamiento “verde” de Manuel Dorrego, el popular gobernador de la provincia de Buenos Aires, el primero surgido del voto ciudadano, guerrero de la Independencia nacional, con quien se inició el violento mecanismo del golpe de estado en contra de las mayorías populares, fue fusilado por un “verde” que en esa época eran “azules”, que desencadenó el sangriento período de las guerras fratricidas en nuestro país, sólo para mantener o acrecentar los intereses de las familias oligárquicas de la ciudad-puerto. Frente a tamaña infamia, su asesino luce como “un prócer” regando calles, plazas y ciudades.

No podemos hacer toda la crónica de las violencias antinacionales, diríamos también anti humanas. Pero no podemos dejar de recordar el cruel y cobarde asesinato del General Angel Vicente Peñaloza, héroe del ejército sanmartiniano, rendido y desarmado, a quien otros “azules“ no sólo lo fusilaron sino que le cortaron la cabeza.

¿Qué decir de las matanzas de los pueblos originarios, “los marrones”, para robarles y esclavizar su identidad y su cultura -y lo más importante- sus fértiles tierras, para repartirlas entre un puñado de familias de la suciedad rural de los martinez de hoz y Cía?. A ellos directamente los borraron de la tierra. Y a los que quedaron ahora reclamando sus derechos, otros “azules”, comandados por la Pato-tera, pretenden escarmentarlos con el tiro por la espalda y el falso “ahogamiento” criminal.

No se puede pasar por alto, la gran cantidad de asesinatos en masa, de fuerzas derrotadas o vencidas, degolladas prolijamente en fila india por las milicias mitristas, en largas siestas de mosquerío y griteríos desesperados, obedeciendo las órdenes del “padre del aula”, que no ahorre sangre de gauchos… contra humildes y desarrapados argentinos y argentinas que luchaban, a veces con gran precariedad de recursos y de ideas, en contra del saqueo, la esclavitud y la miseria. Y aquellos violentos también eran “azules” o “verdes”, según la conveniencia de ese reducido arco cromático.

Durante el siglo XX, en un ataque a la central obrera FORA, a cargo del “justiciero azul” de la época, el policía Ramón Falcón, dejó una docena de obreros muertos y decenas de heridos. Las ventajas de las leyes “garantistas” -ni de las otras- jamás le llegaron a las víctimas de los criminales con uniforme. Allí surgió como reacción la otra violencia, la popular, donde un obrero ejecutó en un atentado al principal responsable de los asesinatos, justo el mismo con cuya imagen se preparan y “educan” los jóvenes oficiales “azules” de hoy de la falsa “doctora multipartidaria” <como casi todo en su cruenta vida>.

Las criminales matanzas contra “marrones” que peleaban con piedras, lanzas o cuchillos contra los remington “azules o verdes”, ocurrieron durante los gobiernos radicales,

contra obreros y campesinos que querían salir de la miseria, a la que los sometían los “blancos”, que vivían más tiempo en Paris o en Londres que dentro de sus inmensos latifundios , más extensos –incluso- que algunos países europeos.

“La Semana Trágica” (1919), una de las matanzas en masa más feroces de nuestra historia contra el incipiente movimiento obrero argentino. Surgió contra una huelga en los talleres de Pedro Vasena, reclamando mejores condiciones laborales, entre otras, la reducción de 11 a 8 horas diarias y el descanso dominical. El gobierno de Yrigoyen envió 30.000 “azules y verdes” (¡¡ éstos también eran treinta mil !!) para reprimir, romper y doblegar la huelga general. Dejaron más de 700 muertos y miles de heridos. No hubo enjuiciados ni responsables.

Dos años después otra huelga general de peones “marrones” de todo tipo, produjo como mil quinientos muertos en lo que se conoció como “la Patagonia Rebelde”. El sicario “verde”, un tal coronel Varela, no sólo no tuvo reproche alguno por el poder judicial, sino que se intentó elevarlo a la categoría de héroe sanguinario. No tardó en llegarle la violencia de los reprimidos, con una bomba y luego cuatro tiros <la misma cantidad que aquel se aseguraba que recibiera cada una de sus víctimas> que acabó con su penosa vida.

Durante el mismo gobierno radical ocurrieron los trágicos hechos tristemente conocidos como “La Forestal”, donde gauchos, aborígenes e inmigrantes fueron eliminados, por resistir niveles de explotación muy superiores al látigo colonial de los “conquistadores”.

En 1924, otro hecho macabro, antecedente criminal de los marinos “azules” de la Esma; se asesinó en masa a aborígenes mocovíes y quom, en lo que se considera el primer genocidio del siglo XX, (sin desestimar los trágicos anteriores). Los “azules y verdes” en primitivos aviones, casi experimentales, ya dejaron caer la muerte de bombas contra esas poblaciones. Su éxito e impunidad impulsaron a los que los copiaron. Recién en 2005 se iniciaron causas penales contra ese genocidio impune. Dieciséis años después, el poder judicial reconoció formalmente la existencia del crimen de lesa humanidad, sin responsables materiales que cumplieran alguna condena, por lo tanto quedó impune. Cuando la ley y los jueces llegan tarde, NO HAY JUSTICIA, hay impunidad.

No podemos olvidar lo que todo el mundo recuerda, el acto criminal protagonizado por Fernando de la Rúa y los “azules”, no ya en recónditos parajes de la selva chaqueña o santafesina, o en el confín patagónico, sino en plena Plaza de la Revolución y centro de la capital del país, a metros donde se tomó el helicóptero a su impunidad eterna. 40 muertos y cientos de heridos que protestaban porque en sus propias caras les robaron sus ahorros, sus patrimonios, los derechos y su futuro. A muchos impotentes por tirar piedras y ejercer su legítimo derecho a la resistencia, también les robaron sus vidas. Esta ex -ser humano que hoy justifica la violencia, la represión y la muerte, no fue ajena a esa inmensa mancha luctuosa de nuestro pasado reciente, ya en el siglo XXI.

Pero sin duda alguna, los episodios más perversos, sanguinarios y criminales –no ya nacionales sino que escala en la historia macabra mundial- fue protagonizado por “azules” y “verdes” en 1955, no sólo torturando, asesinando y reprimiendo a gentes sin

palos ni piedras, sino pacíficos transeúntes que circulaban por el micro centro porteño, asesinando a cientos e hiriendo a miles de ellos, de la propia comunidad nacional.

El jefe de todo ese horrendo crimen, incluso, fusiló a sus propios compañeros de armas, otros “verdes”, aunque nacionales y patriotas, incluído un digno valiente general. El jefe “verde” también quedó impune junto a toda su gavilla, hasta que la violencia largamente fomentada, produjo el secuestro y el enjuiciamiento del criminal, su condena y fusilamiento. Siempre la violencia de arriba genera una reacción de signo contrario. Diría la inseguridad del ex ser humano “el que las hace las paga”.

Todo ello, ha sido el vertedero de mayores cuotas de violencia estatal genocida, que nos llevó a ser brutalmente conocidos en el mundo entero, por arrojar de aviones en vuelo personas vivas, jóvenes , ancianos y niños, hombres y mujeres, en el mayor acto de depredación anti humana que una civilización pueda tolerar. Al jefe máximo de la vida y la muerte de ese genocidio, afortunadamente –no sin todo tipo de padecimientos y luchas populares- le llegó el largo brazo enyesado de la Ciega , y lo condenó a perpetuidad histórica, enterrándolo –sin tumba- en las ciénagas putrefactas del desprecio y el olvido.

Resulta increíble los grados de cinismo criminal, donde no sólo saquean nuestras riquezas, avasallan todos nuestros derechos, estafan la confianza pública, producen un verdadero industricidio a favor de minorías extranjeras o antinacionales, sino que atentan dictatorialmente contra nuestra libertad, en éste virtual estado de sitio, reprimiendo toda manifestación en desacuerdo con la entrega de nuestra Patria.

Todo ello, en medio de los días, meses, años y siglo donde recreamos la MEMORIA, siguen, desde el aparato “azul o verde” del Estado, provocando niveles dantescos de crueldad, perversidad y apología del delito de lesa humanidad.

 

Eduardo Schiel

Autor de NUNCA MÁS NI NUNCA MENOS

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