Todos los peores procesos violentos y
represivos se iniciaron en nuestra historia patria detrás de los uniformes
azules o verdes (o ambos).
Desde el precoz derrocamiento “verde”
de Manuel Dorrego, el popular gobernador de la provincia de Buenos Aires, el
primero surgido del voto ciudadano, guerrero de la Independencia nacional, con
quien se inició el violento mecanismo del golpe de estado en contra de las
mayorías populares, fue fusilado por un “verde” que en esa época eran “azules”,
que desencadenó el sangriento período de las guerras fratricidas en nuestro
país, sólo para mantener o acrecentar los intereses de las familias
oligárquicas de la ciudad-puerto. Frente a tamaña infamia, su asesino luce como
“un prócer” regando calles, plazas y ciudades.
No podemos hacer toda la crónica de
las violencias antinacionales, diríamos también anti humanas. Pero no podemos
dejar de recordar el cruel y cobarde asesinato del General Angel Vicente Peñaloza,
héroe del ejército sanmartiniano, rendido y desarmado, a quien otros “azules“
no sólo lo fusilaron sino que le cortaron la cabeza.
¿Qué decir de las matanzas de los
pueblos originarios, “los marrones”, para robarles y esclavizar su identidad y
su cultura -y lo más importante- sus fértiles tierras, para repartirlas entre
un puñado de familias de la suciedad rural de los martinez de hoz y Cía?. A ellos
directamente los borraron de la tierra. Y a los que quedaron ahora reclamando
sus derechos, otros “azules”, comandados por la Pato-tera, pretenden
escarmentarlos con el tiro por la espalda y el falso “ahogamiento” criminal.
No se puede pasar por alto, la gran
cantidad de asesinatos en masa, de fuerzas derrotadas o vencidas, degolladas
prolijamente en fila india por las milicias mitristas, en largas siestas de
mosquerío y griteríos desesperados, obedeciendo las órdenes del “padre del
aula”, que no ahorre sangre de gauchos… contra humildes y desarrapados
argentinos y argentinas que luchaban, a veces con gran precariedad de recursos
y de ideas, en contra del saqueo, la esclavitud y la miseria. Y aquellos
violentos también eran “azules” o “verdes”, según la conveniencia de ese
reducido arco cromático.
Durante el siglo XX, en un ataque a
la central obrera FORA, a cargo del “justiciero azul” de la época, el policía
Ramón Falcón, dejó una docena de obreros muertos y decenas de heridos. Las
ventajas de las leyes “garantistas” -ni de las otras- jamás le llegaron a las
víctimas de los criminales con uniforme. Allí surgió como reacción la otra
violencia, la popular, donde un obrero ejecutó en un atentado al principal
responsable de los asesinatos, justo el mismo con cuya imagen se preparan y
“educan” los jóvenes oficiales “azules” de hoy de la falsa “doctora multipartidaria”
<como casi todo en su cruenta vida>.
Las criminales matanzas contra
“marrones” que peleaban con piedras, lanzas o cuchillos contra los remington
“azules o verdes”, ocurrieron durante los gobiernos radicales,
contra obreros y campesinos que querían
salir de la miseria, a la que los sometían los “blancos”, que vivían más tiempo
en Paris o en Londres que dentro de sus inmensos latifundios , más extensos
–incluso- que algunos países europeos.
“La Semana Trágica” (1919), una de
las matanzas en masa más feroces de nuestra historia contra el incipiente
movimiento obrero argentino. Surgió contra una huelga en los talleres de Pedro
Vasena, reclamando mejores condiciones laborales, entre otras, la reducción de
11 a 8 horas diarias y el descanso dominical. El gobierno de Yrigoyen envió
30.000 “azules y verdes” (¡¡ éstos también eran treinta mil !!) para reprimir,
romper y doblegar la huelga general. Dejaron más de 700 muertos y miles de
heridos. No hubo enjuiciados ni responsables.
Dos años después otra huelga general
de peones “marrones” de todo tipo, produjo como mil quinientos muertos en lo
que se conoció como “la Patagonia Rebelde”. El sicario “verde”, un tal coronel
Varela, no sólo no tuvo reproche alguno por el poder judicial, sino que se
intentó elevarlo a la categoría de héroe sanguinario. No tardó en llegarle la
violencia de los reprimidos, con una bomba y luego cuatro tiros <la misma
cantidad que aquel se aseguraba que recibiera cada una de sus víctimas> que
acabó con su penosa vida.
Durante el mismo gobierno radical
ocurrieron los trágicos hechos tristemente conocidos como “La Forestal”, donde
gauchos, aborígenes e inmigrantes fueron eliminados, por resistir niveles de
explotación muy superiores al látigo colonial de los “conquistadores”.
En 1924, otro hecho macabro,
antecedente criminal de los marinos “azules” de la Esma; se asesinó en masa a
aborígenes mocovíes y quom, en lo que se considera el primer genocidio del
siglo XX, (sin desestimar los trágicos anteriores). Los “azules y verdes” en
primitivos aviones, casi experimentales, ya dejaron caer la muerte de bombas
contra esas poblaciones. Su éxito e impunidad impulsaron a los que los
copiaron. Recién en 2005 se iniciaron causas penales contra ese genocidio
impune. Dieciséis años después, el poder judicial reconoció formalmente la
existencia del crimen de lesa humanidad, sin responsables materiales que
cumplieran alguna condena, por lo tanto quedó impune. Cuando la ley y los
jueces llegan tarde, NO HAY JUSTICIA, hay impunidad.
No podemos olvidar lo que todo el
mundo recuerda, el acto criminal protagonizado por Fernando de la Rúa y los
“azules”, no ya en recónditos parajes de la selva chaqueña o santafesina, o en
el confín patagónico, sino en plena Plaza de la Revolución y centro de la
capital del país, a metros donde se tomó el helicóptero a su impunidad eterna.
40 muertos y cientos de heridos que protestaban porque en sus propias caras les
robaron sus ahorros, sus patrimonios, los derechos y su futuro. A muchos
impotentes por tirar piedras y ejercer su legítimo derecho a la resistencia,
también les robaron sus vidas. Esta ex -ser humano que hoy justifica la
violencia, la represión y la muerte, no fue ajena a esa inmensa mancha luctuosa
de nuestro pasado reciente, ya en el siglo XXI.
Pero sin duda alguna, los episodios
más perversos, sanguinarios y criminales –no ya nacionales sino que escala en
la historia macabra mundial- fue protagonizado por “azules” y “verdes” en 1955,
no sólo torturando, asesinando y reprimiendo a gentes sin
palos ni piedras, sino pacíficos
transeúntes que circulaban por el micro centro porteño, asesinando a cientos e
hiriendo a miles de ellos, de la propia comunidad nacional.
El jefe de todo ese horrendo crimen,
incluso, fusiló a sus propios compañeros de armas, otros “verdes”, aunque
nacionales y patriotas, incluído un digno valiente general. El jefe “verde”
también quedó impune junto a toda su gavilla, hasta que la violencia largamente
fomentada, produjo el secuestro y el enjuiciamiento del criminal, su condena y
fusilamiento. Siempre la violencia de arriba genera una reacción de signo
contrario. Diría la inseguridad del ex ser humano “el que las hace las paga”.
Todo ello, ha sido el vertedero de
mayores cuotas de violencia estatal genocida, que nos llevó a ser brutalmente conocidos
en el mundo entero, por arrojar de aviones en vuelo personas vivas, jóvenes ,
ancianos y niños, hombres y mujeres, en el mayor acto de depredación anti
humana que una civilización pueda tolerar. Al jefe máximo de la vida y la
muerte de ese genocidio, afortunadamente –no sin todo tipo de padecimientos y
luchas populares- le llegó el largo brazo enyesado de la Ciega , y lo condenó a
perpetuidad histórica, enterrándolo –sin tumba- en las ciénagas putrefactas del
desprecio y el olvido.
Resulta increíble los grados de
cinismo criminal, donde no sólo saquean nuestras riquezas, avasallan todos
nuestros derechos, estafan la confianza pública, producen un verdadero
industricidio a favor de minorías extranjeras o antinacionales, sino que
atentan dictatorialmente contra nuestra libertad, en éste virtual estado de
sitio, reprimiendo toda manifestación en desacuerdo con la entrega de nuestra
Patria.
Todo ello, en medio de los días,
meses, años y siglo donde recreamos la MEMORIA, siguen, desde el aparato “azul o
verde” del Estado, provocando niveles dantescos de crueldad, perversidad y
apología del delito de lesa humanidad.
Eduardo Schiel
Autor de NUNCA MÁS NI NUNCA MENOS
Solicitar en editoriallunademarzo@yahoo.com
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