Nos Disparan desde el Campanario La criminalidad al gobierno la muerte al poder… por Gustavo Marcelo Sala
En una muestra más de criminalidad el
gobierno nacional ha realizado una nueva demostración de vioelncia y poder facineroso. Sus
políticas, en tanto contenidos, son esencialmente criminales, de manera que su
praxis va en consonancia con su dialéctica. Ya no se trata de temas de
corrupción, cuestión que involucra directa o indirectamente a todos los
gobiernos, ni siquiera se trata del debate sobre un modelo de desarrollo de
país, es simplemente el exterminio de una porción de la población que molesta, en este caso
el sector pasivo, el cual es considerado un gasto susceptible de ser eliminado,
partida presupuestaria que de no minimizarse al máximo impide favorecer el negocio
financiero. Esto lo advertimos hace muchos años, cuando con el advenimiento del
neoliberalismo, en diciembre del año 2015, el sector pasivo comenzó
paulatinamente a perder tanto poder adquisitivo como derechos colectivos. Recordemos
solamente que el fondo de garantía de sustentabilidad, el cual servía para
aumentar progresivamente jubilaciones, pensiones y asignaciones mutó de manos
ejecutivas distributivas a manos financistas, incluso las fórmulas progresistas
que hasta el 2015 lograron elevar los ingresos pasivos a montos históricos
fueron desvirtuadas e implosionadas bajo falsos programas reparativos que comenzaron
a percutir sobre ingresos.
Pero hete aquí el dilema social.
¿Cómo es posible que una buena parte de la población acepte esta criminalidad
institucional? La respuesta es simple. Siempre en la historia de la humanidad
existieron psicópatas con elevada autoestima que se percibieron portadores de
potestades iluminadas para salvar a la sociedad. Ese segmento de la población,
mayoritariamente burgués, entiende que su decil de aspiracionalidad debe ser
salvado (¿?) y bajo esas circunstancias no distingue entre un salvavidas, un
trozo de manera o una pieza de plomo. Promediando el siglo pasado Antonio
Porchia escribió un breve aforismo el cual rezaba: “Quien se queda mucho
consigo mismo, se envilece”. Pues estamos en medio de una sociedad compuesta
por células envilecidas, tremendamente egoísta, que no solo ha desechado la
posibilidad de ser una comunidad altera y participativa sino ha descartado de
plano lo básico del contrato social. Un indicativo descriptivo sobre el estado
de nuestra sociedad son los chats radiales, televisivos y de los diarios, espacios
muy rentables para los medios en donde desde la inmoralidad y el desquicio, y
aquí no hay distinción ideológica pues lo hacen medios ligados al fascismo y al
progresismo por igual, centenares de miles emiten su pus so color de la libertad de
expresión, es decir, los medios ya no laboran como filtros sociales a favor del
pensamiento constructivo, la formación y la socialización, otorgándole con estas
herramientas laxantes de facturación entidad genuina a la psicopatía individual.
La criminalidad está definitivamente instalada
en la sociedad y son muchos los cardinales que actúan a su favor pues existe
una constante apología hacia el exterminio vía estigmatización. Los
kirchneristas, los zurdos, o todo aquel que sostenga una visión moral, equitativa
e igualitaria en todos los incisos, merecemos ser exterminados y gran parte de
la sociedad asiente, debido a que epocalmente son tan heroicos dichos paradigmas
que para el poder es necesario deshumanizarlo, cosificarlo, transformarlo en
objeto eliminable. De todas maneras no es una novedad en la historia universal.
Sin ir tan lejos en el almanaque es la misma lógica que propuso la dictadura con
el “algo andaba” de los setenta, el cual mutó al “es K” de la modernidad, de
manera que la conclusión entonces es que el fotógrafo tiene bien merecido tener
el cráneo destrozado, nos merecemos perder nuestros trabajos, Cristina se
merece el magnicidio, una abuela merece el palazo en la cabeza, una nena merece
ser gaseada y dos pibes detenidos a la salida del colegio. Un tipo que porta armas
oficiales vociferando desde su hidrante “corran zurdos” simplifica claramente
este impune momento. Es el Estado quien arenga al exterminio, y para nuestra
desventura estas prácticas tienen bastante consenso cuando el relato logra
imponerse so pretexto del culpable ideal, ocurrió durante la preguerra pero
también durante la postguerra. Y Argentina lo vivió en varias oportunidades,
federales, radicales, peronistas, kirchneristas fueron los pretextos ideales
para que ese relato inflame y el poder real logren sus objetivos de máxima, que justamente
son paradigmas contrapuestos a los mencionados.
*Gustavo Marcelo Sala. Editor
Gustavo Marcelo Sala
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