Nos Disparan desde el Campanario La batalla antropológica, una batalla sobre hábitos y costumbres… por Gustavo Marcelo Sala
Gráfica: https://www.autoformacionyempoderamiento.com/librar-la-batalla-cultural/
No es conveniente ni conducente subestimar a las ideas derrotadas nos advertía Horacio González cuando la ola progresista de la primera década del siglo XXI parecía asentada y de alguna manera homogeneizaba a la sociedad en algunos temas que parecían indiscutibles. Si bien en aquellos días el discurso fáctico y reaccionario no contaba con escribas ni masivas manifestaciones, el prestigioso intelectual nos presentaba una visión alternativa muy alejada de esa inercia triunfalista que motorizó esa falsa consigna “no vuelven más”. Ese “querer creer” superó a las evidencias y en los albores de la segunda década la reacción organizada comenzó a lograr visibilización y entidad política. Acaso si hubiéramos leído y analizado sin fanatismo y con mayor atención los resultados de los comicios del año 2003 ese “no vuelven más” se hubiese transformado en “cuidado, ellos siempre están allí”, aún en derrota.
Aquellos paradigmas de inclusión, equidad, respeto por la diversidad, soberanía política y económica, priorizar los derechos humanos, desarrollar como un bien nacional a la ciencia y a la tecnología, impulsar desde el Estado un país industrializado en donde el valor agregado se constituya como el motor de progreso, universalizar la salud, la educación y la cultura, tener una justicia prestigiosa e independiente, son las ideas derrotas del presente, las cuales tampoco es recomendable ni prudente subestimar. Y no se trata de dar o no dar la mal llamada “Batalla Cultural”, sofisma instalado erróneamente hace 20 años y que actualmente fue tomada por la reacción para justificar la utilización de herramientas criminales para imponer sus políticas canallescas. En todo caso, en el mejor de los casos si somos benevolentes es una puja de ideas, aunque estas se muestran en cuentagotas. La cultura no es un campo de batalla de intereses, no es un ámbito de pulsiones y disputas por el poder, todo lo contrario, si bien la cultura es un inciso político lo es en tanto sus cimientos no sean falseados, la cultura es excelencia, es inteligencia, es conocimiento, es reflexión, es pensamiento, es comprensión, es arte, es exhortación, es meditación, es duda. Haber mal leído y peor interpretado a los grandes pensadores universales, en este caso a Gramsci, tiene sus contraindicaciones, varios reproches compañeros me llevé en el pasado por expresar tal confusión.
Desde sus
comienzos aquel concepto me hizo ruido porque es rebajar a la cultura a esa vaga
y ambigua percepción antropológica instalada la cual supone que todo lo que el
hombre hace es cultura. En todo caso lo que el ser humano exhibe, dice y hace
refleja su nivel cultural antropológico, sea individual o social, lo que en
nada se relaciona con la cultura en sí como un continente de tangible amenidad.
El canibalismo no es un evento cultural porque una comunidad lo tenga como
hábito, en todo caso se trata de un comportamiento que es necesario analizar antropológicamente.
El estudio antropológico y social de ese hábito es un acto en donde la cultura
interviene directamente, no el hábito alimentario en sí propio.
Pues aquello que el mundo progresista repetía hasta el hartazgo demeritando, consciente o inconscientemente, la dimensión que posee la cultura sometiéndola al llano de una vulgar pulsión política sobre intereses socioeconómicos a través de hábitos y costumbres, hoy se manifiesta de la misma forma, con idéntica lógica, pero con valores opuestos, y esta ambigüedad preexistente que ya lleva más de dos décadas de recorrido, a mi entender, es lo que ha corrompido el debate, sobre todo lo que significa la formación de los nuevos cuadros políticos y de la misma ciudadanía.
*Por Gustavo Marcelo Sala. Editor
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Gustavo Marcelo Sala
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