Fuente: Revista Tesis 11
Link de Origen: https://www.tesis11.org.ar/el-estado-en-el-capitalismo-periferico/
“Desde que en el capitalismo la
sociedad se dividió en fracciones enfrentadas por el carácter irreconciliable
de las contradicciones de clase, el Estado fue dominado por los sectores
económicamente dominantes. Desde la década de los setenta del siglo pasado, el
Estado acentuó su dominio económico y político en beneficio del capital
internacionalizado, profundizando su dominio de clase. Así fue como el Estado
favoreció el proceso de acumulación de capital oligopólico subordinando su
política a la lógica subjetiva del valor, dejando fuera de contenido las
posibilidades reformistas que llevaron a la crisis de representación a los
partidos políticos tradicionales a nivel global”.
Desde que en el capitalismo la
sociedad global se dividió en sectores enfrentados entre sí por el carácter
irreconciliable de las contradicciones de clase, el Estado desarrolló su
actividad bajo el dominio absoluto del capital. Desde esos momentos impulsó
entre sus objetivos principales, la reproducción de las relaciones de producción
y la amortiguación del conflicto social, tratando de poner límites a la lucha
de clases.
En los países periféricos, el Estado,
después de las luchas por la independencia, definió su posición a favor de las
fracciones de clase económicamente dominantes. Desarrolló una nueva forma de
hegemonía que Incluyó las relaciones de producción, la distribución del
ingreso, el movimiento de las finanzas, la naturaleza del consumo y las
conexiones sociales y culturales. Su actuación reflejó con extraordinaria amplitud
el acervo político que acumuló desde que comenzó a ejercer su posición
dominante, situación que le permitió fortalecer sus funciones llegando a
constituirse en un aparato que, si bien emergió desde las bases sociales, se
situó por encima de ellas ampliando su dominación sobre el conjunto de la
sociedad civil.
Desde la década de los setenta del
siglo pasado, el Estado acentuó aún más su dinámica en beneficio del capital
internacionalizado, tanto productivo como financiero, haciendo extensiva a toda
la sociedad su dominio de clase. Dicho de otro modo, ante la crisis del sistema
que dificultó la capacidad de reproducción, el Estado fue cooptado por las
grandes corporaciones y las plataformas de servicios comunicacionales,
extendiendo los atributos del neoliberalismo, funcionando como un vehículo
corporativo que pasó a dominar todos los ámbitos sectoriales. Se cristalizó de
este modo el dominio del capital más concentrado, conformando una forma
definida de señoreaje que avanzó a través de una multiplicidad de mecanismos
políticos y económicos llevando la obtención del excedente a un fenómeno de
desposesión. Asimismo, este capital impulsó la inserción económica de la
periferia en la nueva división internacional del trabajo neoliberal, acelerando
en algunos países el proceso de desindustrialización, que en la Argentina
adquirió proporciones considerables.
“Las nuevas políticas de protección
social rompen radicalmente con los principios del estado de bienestar de
posguerra, ya que apuntan a proteger [solamente] los medios básicos de
subsistencia a la vez que fomentan la toma de riesgos individuales.”[1]
De manera que, independientemente de
las tensiones o conflictos que se desarrollaron en su interior, los sectores
más concentrados fueron abarcando y dominando las formas y los límites de las
acciones desarrolladas por el Estado. Su función primordial se dirigió a
asegurar el dominio del capital oligopólico, impulsando su propia estrategia y
dejando de ser el elemento equilibrador que trataba de resolver los conflictos
que surgían entre los diversos intereses en pugna.
Así fue como se alejó de las
políticas sobre las que anteriormente mediaba: la producción, la
distribución y el consumo, los conflictos económicos, la orientación y el
desarrollo de las fuerzas productivas y la inversión en capital humano.
Utilizaba en esas circunstancias equipos técnicos y distintos organismos
públicos que daban respuestas si bien parciales a la problemática económica y
social, procurando contener las contradicciones que se sucedían en el proceso
de acumulación de capital. Fue afianzando el marco normativo que pasó a
responder a los intereses de las distintas configuraciones del capital
concentrado (industriales, financieros y de servicios), que en cada
estadio delinearon sus actividades de acuerdo al curso seguido por la política y
la economía global.
Esa política no ha llevado a la
desaparición o al achicamiento del Estado, sino que ha subordinado su accionar
a los objetivos del capital más concentrado, corporativizando la economía y la
actividad de la sociedad civil. A pesar de este nuevo borde estratégico, no
descontinuó las funciones judiciales y policiales, las relaciones
internacionales, el mantenimiento de la higiene urbana, la registración de los
contratos privados y el sostenimiento de diversas instituciones culturales.
Pero fue dirigiendo su estrategia principal a beneficiar a los sectores más
concentrados, disolviendo algunos organismos que al demandar recursos a la
economía, reducían su disponibilidad para integrarse al sector privado[2].
De esta forma fue convirtiendo a la sociedad y al Estado actual en una función
del sistema internacionalizado del capital.
Por consiguiente, el Estado
favoreció la acumulación del capital oligopólico, subordinando su política a la
lógica subjetiva del valor, dejando fuera de contenido al reformismo
gradualista. Estos capitales concentrados lograron afirmar también uno de sus
objetivos primordiales: la evasión de una parte importante de las cargas impositivas.
Para lograrlo, derivaron la administración de las funciones empresariales hacia
los países que exigían menores tributos, o fijaron sus domicilios contractuales
en los paraísos fiscales.
El Estado en la Argentina
A pesar de la ofensiva del capital concentrado,
el arbitraje estatal en la Argentina no logró manifestarse desde la
oligopolización de la economía como un árbitro incontestable. En cambio, en
períodos anteriores a la década de los setenta del siglo pasado, había
podido mostrarse como una expresión del pluralismo político y social, si
bien representando siempre los intereses del capital.
Un ejemplo de esta situación se
produjo cuando las distintas voces del empresariado demostraron su
oposición hacia la aplicación de una medida que trató de morigerar en agosto de
2023 la caída de los salarios, por la devaluación impuesta por el FMI. El
gobierno otorgó un pequeño aumento a los trabajadores registrados y a las
jubilados. Diversas organizaciones económicas y políticas como la UIA, la
Cámara de Comercio, la Cámara de la Construcción y la CAME, más algunos
gobernadores e intendentes, sostuvieron enfáticamente que el Estado debía
contener sus gastos oponiéndose a esta medida. Boicotearon enfáticamente esa
mínima asistencia social, acordada para paliar la pobreza por la que
atravesaban los trabajadores registrados y los jubilados. Es decir, que
le recordaron al Estado cuál era su margen de actuación y hacía que sectores
debía dirigir sus iniciativas y beneficios.
No obstante, la redirección de la
actividad del Estado no ha sido igual en otros países en los que se
observaron algunas diferencias en su formulación, sin que estas diferencias
adquirieran en ningún momento un carácter favorable a los intereses de los
trabajadores. El caso más ilustrativo fue el de Brasil. Después de las
experiencias de Temer y Bolsonaro, que apuntaron a una liberalización de la
economía mediante un proceso privatista y de apertura, los partidarios de
Bolsonaro ante el triunfo electoral de Lula da Silva, intentaron el 8 de enero
del 2023 ocupar las sedes de los tres poderes del Estado, demostrando la fuerza
callejera del bolsonarismo.
La posibilidad de implementar esas
amenazas, se vio limitada por la resistencia de distintos sectores de la
burguesía brasileña que desaprobaron esos hechos y lograron que el Estado
enjuiciara a los responsables. Estos grupos patronales se vieron favorecidos
posteriormente bajo el gobierno de Lula, al recibir créditos subsidiados por
271 mil millones de reales en aportes no reembolsables y por 21 mil millones en
inversiones en capital de la misma moneda. Como contraparte, Lula autorizó un
recorte presupuestario de USD 4.073 millones en los gastos del presupuesto
federal de 2025 para cumplir con el marco fiscal, situación que afectará
negativamente al conjunto de las políticas sociales.
En resumen, el Estado fue capturado
en la Argentina por los sectores económicos más poderosos y concentrados que
lograron cristalizar su función hegemónica. Simultáneamente reflejó el
agotamiento de un modelo de acumulación instalado con posterioridad a la crisis
de 1930.
Estos sectores concentrados
Intensificaron su poder sobre el aparato estatal para convertir a los
organismos políticos de gobierno en un vacío conceptual regido, según el curso
contradictorio de las relaciones sociales capitalistas. Esta crisis del Estado
capitalista condujo también a la ampliación de la crisis de representación. Los
partidos tradicionales demostraron una pobreza de contenido teórico-práctico
que se reflejó en su desmoronamiento, acentuando la escasa capacidad de
representación y mediación que ejercían sobre el conjunto de la sociedad.
Los patrones neodesarrollistas
locales que fueron predominantes durante más de medio siglo veinte, tampoco
habían podido resolver la histórica deficiencia estructural de la
industrialización sustitutiva. Enrolados en su corto placismo, en la falta de
un sistema de financiación local, en la brecha tecnológica creciente y en la
progresiva oligopolización de la economía, arrastraron al conjunto de la sociedad
hacia una crisis que ha perdurado y se ha profundizado con distinta intensidad,
durante los últimos cuarenta años.
El Estado continuó actuando de este
modo con diversas características contradictorias, encaminado al mantenimiento
de las relaciones mercantiles capitalistas. Expresó la dialéctica entre
unidad y enfrentamiento, que han caracterizado históricamente las relaciones
económicas y sociales en el capitalismo. En consecuencia, ante la situación
actual del modelo y por la profundidad y complejidad de sus efectos, el capital
oligopólico no ha procurado la desaparición del Estado, sino que ha impulsado
su subordinación a los intereses del capital más concentrado situación que por
otro lado, parece estar anunciando la crisis final del neodesarrollismo.
*Alberto Wiñazky, economista,
escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
[1] Lazzarato
Maurizio – El Capital Odia a Todo el Mundo, Pág. 30
[2] Estos
principios llamados crowding out, integran una concepción teórica de la
economía ortodoxa.
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