Nos Disparan desde el Campanario Dice el Inmigrante… por Gustavo Marcelo Sala

 

 




Mientras la pequeña burguesía progresista está muy entretenida con los modos y las formas de Milei, al mismo tiempo ignora y en algún caso aprueba sus políticas socioeconómicas, aun cuando sus efectos son absolutamente devastadores para buena parte del nuestro pueblo. Este inciso cardinal lo observa como aleatorio en tanto sus caprichos de clase sigan formando parte de sus rutinas observando que los primeros les provocan cierto rubor y hasta alguna grafía de vergüenza ajena.

Su comportamiento psicopolítico es muy similar al del alemán pequeño burgués que fortaleció a Hitler durante la década del treinta del siglo pasado, momento en el cual la prosperidad económica capitalista, luego de la crisis, lograba mimetizar las ignominias que se estaban ejecutando, y que solo exponía cierto escozor ante los desvaríos dialécticos de quien luego se erigió como uno de las mayores criminales de la historia.

Uno de los temas que más aviva esta suerte de indignación insípida pequeño burguesa es el inciso migratorio, cuestión que muy lejos de profundizarse se la banaliza debido a que no pone sobre la mesa la esencia del problema que es el propio sistema expulsivo del sistema global, algo parecido sucede cuando se habla de la pobreza omitiendo el capítulo de la concentración de la riqueza.

Falsamente se plantea el tema de la inmigración como una suerte de banal albedrío individual sin entender que se trata de una disyuntiva colectiva por la supervivencia de un conjunto. Si por un lado aceptamos el dawinismo que impone el sistema capitalista, ergo regiones favorecidas y regiones no favorecidas, ese mismo concepto darwinista propone naturalmente las migraciones como parte del proceso de selección. Somos liberales en lo económico y amamos la competencia hasta que otro nuevo jugador entra en escena. Me hace ruido. Y es allí donde nuestra liberalidad pequeño burguesa se siente acongojada e insultada. Vienen por nuestros recursos, nos invaden las calles, las ensucian, quiénes son estos tipos oscuros de raras vestimentas, quieren vivir. Los procesos migratorios tienen variadas  motivaciones y cada una de ellas ameritan un estudio especial. Escapar de una guerra, huir de la hambruna, exiliarse debido a las persecuciones políticas que aún existen en el planeta, las pestes, los cataclismos, la contaminación regional, cuestiones que deben ser discernidas puntillosamente ya que los protagonistas de estos procesos varían socialmente. Y este es el punto de conflicto desde donde parte el banal sentido común de nuestra pequeña burguesía xenófoba y discriminatoria.

Nuestro pequeño burgués confunde superviviencia con “estar mejor”, con progresar, inciso que relaciona la inmigración con una decisión individual y es allí en donde descansa el sofisma. El colectivo inmigrante escapa de la muerte que le tiene reservado como determinismo histórico el lugar donde nació, con todas las contradicciones y quebrantos que la cuestión incluye, y es capaz de asumir empresas sumamente riesgosas para escapar de esa muerte, incluso encarar la propia muerte y la de los suyos, al cruzar un río, una mar, un océano, al saltar un muro, a desafiar las balas del rechazo. No tienen tiempo para absurdos trámites burocráticos, y si no hay que preguntarle a los galeses que llegaron a nuestras costas de Puerto Madryn en una breve cáscara de nuez, obviando permisos y ritos sistémicos, instalándose en las cuevas de la costa para conformar con el tiempo una de las colonias más selectas del país. Pasó mucho tiempo, acaso una generación para regularizar la situación. Los procesos migratorios no son viajes de placer, no escogen los lugares en función de un packaging turístico, tampoco convengamos que vienen al mejor de los mundos ni al más justo de los lugares, escapan hacia donde pueden. Desertan de su génesis, de su cuna, del lugar en donde vieron la luz, una luz que el sistema dominante apaga sin prisa pero sin pausa debido a que ese haz lumínico lo concentra en los grandes centros de poder. Las visiones de nuestra pequeña burguesía son coincidentes, ven al receptor como víctima de una horda, pero jamás será osada y preguntarse las razones por las cuales esas “hordas” de marginados existen en todas las latitudes del planeta. Acaso el espejo es un cruel delator y encuentren en él las respuestas que su sentido común les impiden revelar. La pequeña burguesía jamás se piensa a sí misma en esa disyuntiva, cree que su condición social la inmuniza. Gieco lo expresa mejor que nadie, de manera, afinada, poética y clara...

 

 

Guarda la risa entre los dientes

marcha del sur para el este 

lleva la sombra que sostiene

todo el peso de la gente que más quiere.

 

Lleva incertidumbre

y la risa postergada

lleva un libro, eso es bastante

dice el inmigrante.

Lleva la cruz del marginado

lleva otro idioma

lleva su familia, eso es bastante

dice el inmigrante.

 

Lleva en sus ojos toda la mezcla

de la rabia, de la duda y la tristeza

tiene que pagar con el olvido

lágrima de puerto y de destierro.

 

Comentarios

  1. Muy de acuerdo con el texto. Yo sufrí dos procesos migratorios en mi vida, fronteras adentro, muy distantes ambos y por cuestiones de supervivencia, y más allá de no tener que sobrellevar los problemas de papeles el tema no deja de ser traumático y dramático para quién lo vive. No todas las comunidades aceptan al migrante, incluso cuando se trata de gente con la misma nacionalidad.

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