Nos Disparan desde el Campanario Cuando la anarquía económica se enfrenta a la planificación… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
Link de Origen:
Las empresas estatales chinas
son algunas de las compañías más grandes del mundo,
y representan casi una quinta
parte
de las compañías de la lista Fortune 500
Nadie sabe con certeza quién escribió
el extenso y, en ocasiones, superficial discurso de despedida de Joe Biden. Sin
embargo, una sección en particular llamó la atención: “Quiero advertir al país
sobre algunas cosas que me preocupan profundamente. Me refiero a la peligrosa
concentración de poder en manos de unas pocas personas ultrarricas… Hoy en día,
en Estados Unidos está surgiendo una oligarquía de extrema riqueza, poder e
influencia que, literalmente, amenaza nuestra democracia, nuestros derechos y libertades
básicas, así como la posibilidad de que todos prosperemos.”
El uso del término “oligarquía” por
parte de un presidente estadounidense resultó sorprendente y desconcertó a gran
parte del público. De hecho, la Associated Press publicó un artículo explicando
el concepto: “Biden advierte que Estados Unidos corre el riesgo de
convertirse en una “oligarquía”. Lo irónico es que los propios
demócratas, incluido Biden, han contribuido de manera significativa a acelerar
la formación de esa misma oligarquía que ahora denuncian. Para comprender este
fenómeno, es necesario, como instó Biden, “estar en guardia”, pero, hasta
ahora, los demócratas han evitado cuestionar de manera seria el ascenso de los
gigantes tecnológicos al poder.
Un ejemplo claro de esta complicidad
es el caso de Elon Musk y sus empresas, que han recibido una lluvia
de subsidios, exenciones fiscales e incentivos desde al menos el primer mandato
de Obama. En 2009, Tesla obtuvo un préstamo de 465 millones de dólares del Departamento de Energía como
parte del paquete de estímulos económicos. Además, durante la administración de
Obama, la Comisión Federal de Comercio (FTC) se abstuvo de investigar si Google
violaba las leyes antimonopolio, y se promovieron empresas como Uber, que
operan bajo modelos laborales cuestionables. Más recientemente, bajo la
administración de Biden, el Tesoro rescató a Silicon Valley Bank después de su
colapso, provocado por prácticas de gestión de riesgos irresponsables, y cedió
a las presiones de los capitalistas de riesgo para salvarlo.
La lista de ejemplos es extensa:
durante gran parte del siglo XXI, los demócratas han allanado el camino para el
ascenso de la oligarquía tecnológica. De hecho, mientras Biden ensayaba su
discurso lamentando el auge de este complejo industrial tecnológico, el 14 de
enero, seis días antes que D. Trump asumiera la presidencia firmó una orden ejecutiva que entrega tierras
federales para la construcción de nuevos centros de datos, destinados a
empresas tecnológicas que buscan expandir sus capacidades de inteligencia
artificial.
La oligarquía tecnológica no es un fenómeno nuevo. Figuras como Jeff Bezos y Elon Musk, dos de los hombres más ricos del mundo, han ejercido su poder de manera similar a los oligarcas del pasado, exigiendo condiciones favorables para sus empresas, evadiendo impuestos, eludiendo regulaciones y presionando para influir en las leyes. No obstante, la oligarquía tecnológica debe entenderse en sus propios términos, ya que representa una evolución del concepto tradicional. La infraestructura tecnológica de la que depende la sociedad moderna está controlada por lo que esencialmente es una oligarquía. Plataformas cruciales para la comunicación, la búsqueda de información y otros aspectos de la vida digital ya están en manos de estas élites.
Por ejemplo, Google controla
el 90% del mercado de búsquedas, Facebook es utilizado por siete de
cada diez estadounidenses. Amazon, Microsoft y Google dominan
dos tercios de la arquitectura de la nube de Internet. Si alguna de estas
plataformas falla, gran parte de la web colapsaría. Además, Amazon posee el 40%
del mercado de comercio electrónico estadounidense. Estas empresas ejercen un
poder casi absoluto sobre sus dominios, con poca interferencia de los
legisladores o del público.
Pero ¿es este el verdadero problema?
Recientemente, Donald Trump describió el rápido avance de DeepSeek como
una «llamada de atención» para las empresas tecnológicas estadounidenses. Una
de las principales preocupaciones es que DeepSeek recopila y almacena datos de
usuarios en China, lo que podría permitir al gobierno chino acceder a
información sensible, planteando riesgos para la seguridad nacional y la
privacidad de los usuarios. Sin embargo, el problema no radica únicamente en
esto, sino en la falta de organización e interconexión del desarrollo
industrial estadounidense, en contraste con la estrategia coordinada de
China.
El gigante asiático ha construido un
ecosistema tecnológico e industrial altamente interconectado, que abarca
vehículos eléctricos, baterías, drones, misiles, robótica, teléfonos
inteligentes e inteligencia artificial. Este enfoque integrado crea un ciclo de
retroalimentación que refuerza mutuamente el progreso en cada sector. Según el
artículo “Los ecosistemas tecnológicos e industriales superpuestos de
China”, la interconexión entre industrias permite compartir tecnología,
habilidades y recursos, fomentando la innovación y el desarrollo acelerado.
La imagen muestra la ventaja de la
interconexión tecnológica de China, los ecosistemas tecnológicos e industriales
superpuestos. El progreso de China en una variedad de industrias intercaladas
crea un ciclo de retroalimentación que se refuerza mutuamente.
Los ecosistemas tecnológicos e
industriales de China se caracterizan por un alto grado de interconectividad
entre diversas industrias. Esta interconexión permite compartir tecnología,
habilidades y recursos entre sectores, creando un entorno sinérgico que fomenta
la innovación y el rápido desarrollo.
Kile Chan, en su análisis, explica
cómo la fortaleza de China en múltiples industrias superpuestas crea un efecto
multiplicador: “La política industrial es como un rompecabezas: cuantas más
piezas se tengan en términos de tecnología y capacidad de fabricación, más
cerca se estará de completar los vacíos restantes. Si ya se es fuerte en varias
industrias interconectadas, se crea un ciclo de retroalimentación que fortalece
aún más la posición en todas ellas”.
“Este enfoque se basa en cuatro
mecanismos clave:
Suministro: contar con proveedores
nacionales facilita la obtención de piezas y permite adaptar las
especificaciones a las necesidades de la industria.
Demanda: un mercado interno sólido
proporciona una fuente inmediata de ingresos y puede incentivarse mediante
políticas como aranceles y requisitos de contenido local.
Tecnología: el conocimiento técnico y
las inversiones en I+D en una industria benefician a otras relacionadas.
Escala: la producción a gran escala
para múltiples industrias permite mayores economías de escala, como en el caso
de las baterías de litio, que abastecen a la electrónica de consumo, los
vehículos eléctricos y el almacenamiento de energía.”
No es necesario que se quieran
emparentar las políticas económicas de Donald Trump con las ideas expuestas por
el economista alemán Friedrich List en su obra «Sistema Nacional de Economía
Política» que tan de moda están en la actualidad. Ambos promueven el
proteccionismo como medio para fortalecer la economía nacional y proteger las
industrias locales frente a la competencia extranjera.
Friedrich List, en el siglo XIX,
argumentaba que los países en desarrollo debían proteger sus industrias
nacientes mediante aranceles y otras barreras comerciales para fomentar su
crecimiento y eventual competitividad internacional. Esta estrategia, conocida
como «proteccionismo educativo», buscaba impulsar la industrialización y el
poder económico de la nación. El problema aquí es la anarquía, la falta de
integración y lógica en el desarrollo americano, la
captura del Estado por intereses corporativos y élites financieras.
En este caso los aranceles juegan
otro papel, más allá de recaudar y proteger a la industria. Intentan ganar
tiempo en un desconcierto generalizado de desarrollo sin la más mínima
estrategia nacional.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y
editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista,
columnista radial, analista
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