Nos Disparan desde el Campanario Cuando el conocimiento está en las manos arrogantes de los desquiciados… por Gustavo Marcelo Sala
En muchas oportunidades durante la
historia de la humanidad los avances tecnológicos y científicos resultaron
arietes de los déspotas. La edad media es un período extremo en ese sentido, incluso
el arte moderno lo ha tenido como temática recurrente, tanto en la literatura
como en el cine. Si bien el conocimiento, para obtener un rango erudito, debería
portar cualidades éticas y morales, si es que desea auxiliar al deseo
humanizador de la especie, esto raramente sucede debido a que los gestores primarios
de esos avances suelen especular con ellos a favor de apetencias sectarias, sean
individuales o de grupo.
Hoy estamos viviendo uno de esos
momentos en donde claramente el concepto conocimiento está asociado al concepto
poder, dilema que lo coloca en controversias filosóficas, antropológicas y
sociológicas muy variadas con relación a su real positivismo. El filósofo
surcoreano Byung-Chul Han se ha explayado en ese sentido poniendo en tela de
juicio el desarrollo vertiginoso y desequilibrado de este proceso progresivo en
donde lo aún no asimilable ni pensable es pisado por algo nuevo a asimilar que
se impone dictatorialmente, el cual en minutos será pisado de la misma forma. Acaso
uno de los elementos más valiosos que aporta el conocimiento es la posibilidad
de disparar pensamiento crítico con relación no ya a su utilidad concreta sino
a la incidencia que tiene a favor del progreso de la humanidad en todos sus
incisos. Lo mismo sucede con las artes; justamente hace unos meses
Dolina afirmaba haber tenido la oportunidad de conocer a seres realmente nauseabundos
creadores de obras eminentes, y que eso no iba en detrimento de las obras y
menos de la pútrida humanidad de sus autores. La finitud, por ventura, estuvo en la pútrida humanidad del autor no en la obra.
Tanto la ciencia como la tecnología
nacen y se desarrollan con una velocidad extrema elaborando una dimensión
distante, el algún caso natural y en otra manipulada, hasta que arriba a su impacto
global, el cual no siempre se da, transformándose ese período en un espacio de puja,
dominio y poder global. Es así, por caso, como la mayoría de los avances
médicos no están al alcance de las comunidades afectadas, en este caso el
modelo médico hegemónico privilegia mucho más el costo beneficio o el interés
de las patentes que el aporte inmediato que puede realizar a la salud de la humanidad. Algo
de ello se observó durante la Pandemia. Lo mismo ocurre con la inteligencia
artificial en función de reducir los costos laborales mediante la profundización de la robotización,
objetivo de máxima real del sistema mientras nos entretenemos con el imaginario
cotillón, y también con las nuevas tecnologías que favorecen el extractivismo
depredador de los recursos naturales, es decir eficientizar la destrucción del
planeta.
En la actualidad el conocimiento
científico y tecnológico es poder, por lo tanto deberíamos comenzar a
deconstruir el propio concepto de conocimiento si es que éste solo sirve para
posicionarse como factor dominante.
Vivimos una dictadura
científico-tecnológica, tanto estatal como corporativa, aquí no hay
ideologismos, en donde el capitalismo triunfante ha sabido inyectarle sus
paradigmas mercantilistas a dos incisos que fundados a favor del progreso
humanista de la especie se han transformado en simples herramientas de porfía y
dominación. Tal vez por eso la obsolescencia teórica y práctica es cada vez más
notoria, pues la ilustración se ha corrido de sus senderos cardinales para
ingresar en una carrera en donde hasta el desarrollo horizontal del mismo
descubrimiento resulta improcedente. Ergo, agoniza antes de su narración, un
pretexto que nunca alcanza a ser un texto.
Vivimos una era científico-tecnológica
deshumanizada gerenciada por arrogantes desquiciados pues lo menos que le interesa al
sistema dominante es aplicar esos avances a favor de mejorar las condiciones
básicas de vida, lo paradójico es que dicho programa se instaló bajo un prisma que
la facilita bajo el fetiche del consumo de bienes y servicios “comodizando” tecnológicamente
sus posibilidades en el marco de un mundo en donde esos bienes y servicios
están cada vez más lejos de ser alcanzados por las mayorías.
El conocimiento, como toda
herramienta teórica cuando pasa a ser aplicada, es susceptible de ser versada o
malversada, se ha “elitizado”, pues los actuales son tiempos en los cuales se
trata de un pretexto que apunta solamente a una carrera especulativa en la
búsqueda del dominio de los cada vez más concentrados mercados financieros y de
consumo, en donde la extorsión por carencia juega un rol cardinal. Bajo ningún
concepto el conocimiento debe ser una herramienta excluyente, todo lo
contrario, sus gestores deben esforzarse para que ese saber se universalice,
direccionando sus afanes hacia el mejoramiento integral de la salud mental y
corporal de toda la humanidad.
*Gustavo Marcelo Sala. Editor
Para colaborar con Nos Disparan desde el Campanario:
Gustavo Marcelo Sala
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CBU: 0930335320100076462989
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