Fuente: Jacobin
Link de origen:
https://jacobinlat.com/2025/01/sin-solidaridad-la-izquierda-no-tiene-nada/
Gráfica: Oleo de Ricardo Carpani - 1968 - Por una Patria Socialista
Traducción: Florencia Oroz
Los objetivos de la izquierda son
imposibles de alcanzar sin unidad. Los socialistas se organizan en torno a la
justicia económica por una razón: es la base esencial para construir un
sentimiento de solidaridad lo suficientemente amplio como para impulsar un
cambio significativo.
El artículo que sigue es una reseña
de Solidarity: The Past, Present, and Future of a World-Changing Idea, de
Leah Hunt-Hendrix y Astra Taylor (Pantheon, 2023).
Justo después del tsunami de 2004
almorcé con unos amigos en el campo de refugiados de Jabiliya, en el norte de
la franja de Gaza. En aquella época, el campo estaba densamente poblado y
profundamente empobrecido, a menudo propenso a estallidos de excitación que a
veces podían volverse violentos. Después de comer, un megáfono y una campana
sonando desde el exterior interrumpieron nuestra charla. Mis oídos se
agudizaron, alerta ante cualquier peligro potencial, pero mi anfitrión retomó
rápidamente su postura relajada. Le pregunté por el ruido. «Están haciendo una
colecta para las víctimas de la gran ola», me dijo. «Está pasando en todas
partes».
Yo estaba ingenuamente asombrado.
Había gente sin casi nada organizándose en favor de quienes tenían aún menos.
Años más tarde supe de una donación similar, recogida por la Nación Choctaw
justo después del Sendero de Lágrimas para los afectados por la hambruna en
Irlanda. El acto se celebra en la canción del cantante y activista
irlandés Damien Dempsey. «Chocktaw Nation», canta, «I am in your
debt. Chocktaw Nation, I just want to thank you».
La solidaridad como deber es un marco
fundacional para las activistas Leah Hunt-Hendrix y Astra Taylor en su libro Solidarity: The
Past, Present, and Future of a World-Changing Idea. Uno de los primeros
ejemplos de esta idea se recoge en un antiguo poema hindú que afirma que «nacer
es una deuda». La primera mención escrita de la solidaridad aparece en el
código legal del emperador Justiniano, que establece que una deuda in
solidum es una deuda contraída colectivamente. Esto significa, por
ejemplo, que si un grupo de campesinos se agrupa y uno no puede pagar el
alquiler por enfermedad o mala cosecha, los demás cubren la deuda.
El código legal de Justiniano, de
principios del siglo VI de nuestra era, también influyó mucho en la
jurisprudencia francesa. Louis Bourgeois desarrolló la primera teoría integral
de la solidaridad argumentando que cada uno de nosotros «nace deudor de la
humanidad». Esta idea de la solidaridad como deuda social impone una
responsabilidad particular a los ricos para hacer frente a la desigualdad y
actuar por el bien común.
La idea de nuestra deuda con el
prójimo es el inicio de un amplio recorrido por los anales de la solidaridad.
Las autoras son ambas veteranas del movimiento Occupy, y las lecciones de esa
experiencia se dejan sentir en todo el libro. Hunt-Hendrix y Taylor demuestran
que las plataformas de base amplia adquieren fuerza real mediante la
participación activa de un gran número de personas. También destacan que, sin
visión ni estrategia, los movimientos tienen más probabilidades de estancarse
que de progresar. La construcción de movimientos, subrayan, es un proceso
colectivo basado en una sacralidad secular que reconoce el valor inherente de
todo ser humano.
¿Qué tienen de divertido la amistad,
el amor y la comunidad?
Desde el punto de vista filosófico,
el libro se basa en gran medida en Émile Durkheim, el primer sociólogo que
escribió extensamente sobre el concepto de solidaridad. Los escritos de
Durkheim dejaron un importante legado intelectual e influyeron en los sistemas
jurídicos y sociales franceses, reflejando su compromiso con la construcción de
la cohesión social.
Aunque escribió en una época en la
que el impacto de la Revolución Industrial y la explotación del trabajo por el
capital eran aún incipientes, sus argumentos contra la alienación social
parecen premonitorios en la sociedad consumista actual, con su rampante ethos individualista.
«Nada queda más que una masa fluida de individuos», sostenía Durkheim al
estudiar el surgimiento del Estado moderno. La contraposibilidad, surgida de la
solidaridad, es lo que Hunt-Hendrix y Taylor proponen como «amistad, amor y
comunidad».
Aunque enraizado en una tradición
socialista democrática, su llamamiento se hace eco del anarquismo comunitario
de John
P. Clark, que aboga por una «comunidad imposible (…) en la intersección
entre universalidad y particularidad (…) elaborándose sin cesar». Es en esta
evolución perpetua donde encontramos sentido a nuestras relaciones mutuas y con
nuestro entorno. Para Hunt-Hendrix y Taylor, los actos de solidaridad deben
reforzarse con una visión solidaria para ofrecer la posibilidad de un cambio
significativo, proceso que denominan «solidaridad transformadora».
El potencial transformador de la
solidaridad contrasta fuertemente con la solidaridad estrecha y cerrada de la
política derechista contemporánea. Sin embargo, para aprovechar estas
posibilidades, los individuos y los colectivos, como los sindicatos, deben
superar sus propios intereses estrechos para participar en campañas de impacto
universal. Durkheim sostenía que la solidaridad «mecánica» funcionaba en
comunidades pequeñas y homogéneas, mientras que la solidaridad «orgánica», que
se formaba en sociedades más grandes y complejas, se hacía posible cuando las
diferencias económicas y culturales se fusionaban para fomentar la cohesión. Hunt-Hendrix
y Taylor citan a Audre Lorde, que sostenía que «debemos permitirnos nuestras diferencias
al mismo tiempo que reconocemos nuestra igualdad».
Hunt-Hendrix y Taylor reconocen la
potencia de la política de identidad para impulsar campañas localizadas. Sin
embargo, para pasar de la acción colectiva a la política de masas, las autoras
abogan por un principio unificador centrado en la justicia económica. Este
enfoque en la experiencia casi universal de la explotación económica permite
que los movimientos se construyan «llamando dentro en lugar de llamar fuera»,
cultivando un sentido compartido del «nosotros».
Para construir este «nosotros» inclusivo,
Hunt-Hendrix y Taylor citan el modelo de Saul Alinsky de «ni amigos
permanentes, ni enemigos permanentes». Ofrecen un estudio de caso hipotético en
el que una congregación católica colabora con un grupo feminista en una campaña
de salario digno, a pesar de estar en lados opuestos del debate sobre el
aborto. El libro ofrece numerosos estudios de casos sobre cómo estas alianzas
transformadoras pueden funcionar eficazmente en la práctica.
Un caso digno de mención en este
sentido tuvo lugar en el invierno polaco de 1970, cuando los trabajadores de
las ciudades de la costa báltica empezaron a organizarse en defensa de sus derechos. A instancias de la
Unión Soviética, el ejército polaco intervino para sofocar las huelgas de los
trabajadores, lo que dio lugar a las masacres del «Jueves Negro».
Horrorizados por la brutalidad,
grupos de intelectuales, sindicalistas, artistas y líderes de la Iglesia
católica empezaron a coordinar acciones. En última instancia, su organización
sentó las bases del movimiento sindical independiente de Polonia, Solidarność
(Solidaridad). Solidarność se originó en parte en la represión de 1970, pero hicieron
falta décadas de determinación y (a menudo confusa) organización para derrocar
finalmente a la República Popular Polaca. El éxito del movimiento no se produjo
de la noche a la mañana, y hubo muchos intereses complejos que sortear,
lecciones que los militantes contemporáneos deberían recordar.
La caridad no es solidaridad
En el Zuccotti Park de Nueva York
Hunt-Hendrix conoció a un grupo de amigos con ideas afines que habían heredado
una riqueza considerable y buscaban la forma de distribuir sus recursos para
lograr el máximo impacto en apoyo de los movimientos sociales. Hunt-Hendrix
habla con franqueza de su historia familiar y del modo en que sus antepasados
obtuvieron su riqueza (spoiler: no siempre con los más altos estándares de
integridad ética). Su examen de conciencia conduce a una crítica contundente de
la forma en que los ricos utilizan la filantropía —apalancándose en el disfraz
de la solidaridad y el altruismo— para impulsar sus propios intereses
sectoriales y financieros.
Uno de los destinatarios de esta
crítica es la Fundación Gates por sus esfuerzos para restringir los derechos de
propiedad intelectual de las vacunas contra el COVID-19. Otro ejemplo atroz de
poder filantrópico es un mecanismo llamado Fondo Asesor de Donantes (DAF, por
sus siglas en inglés), que permite almacenar activos de capital lejos de los
impuestos en fondos «benéficos». Los DAF exigen que los donantes realicen
transferencias anuales mínimas a causas benéficas, pero a menudo estos fondos
se limitan a transferir dinero de un DAF a otro. Por ejemplo, Fidelity
Charitable, un DAF, ganó 94 millones de dólares en honorarios por sus servicios
en 2021; sin embargo, entre 2016 y 2021, envió 1500 millones de dólares a otros
DAF, permitiendo a los donantes recibir deducciones de impuestos sobre la renta
por cada «regalo». Como contrapeso a lo que ella percibe como el abuso de la
filantropía, Hunt-Hendrix ayudó a establecer Solidaire, una organización
basada en el movimiento comprometida a proporcionar apoyo financiero a causas
radicales.
A raíz de Occupy, Taylor organizó un
«Jubileo rodante» de eliminación de deudas mediante crowdfunding, centrado
en apoyar a los estudiantes del Corinthian College que habían sido estafados al
asumir préstamos masivos. El objetivo principal era concientizar al público
sobre el impacto paralizante de la deuda en el potencial humano y abogar por
soluciones sistémicas. En 2015, el Debt Collective había organizado una huelga
contra las deudas estudiantiles.
A pesar de numerosos contratiempos,
el colectivo fue construyendo poco a poco un movimiento que culminó con el
histórico anuncio de Kamala Harris de que la administración Biden condonaría
6000 millones de dólares de deuda a medio millón de personas. Aunque el
resultado no estuvo a la altura de la promesa inicial y fue defectuoso, supuso
un alivio masivo para un gran número de personas. La victoria permitió a los
activistas centrarse en la financiación de la enseñanza superior como un derecho
y no como una transacción de mercado.
Solidaridad y lo «sagrado secular»
El libro está firmemente arraigado en
una perspectiva laica. Sin embargo, la sección final del libro se dedica a
explorar lo sagrado dentro de un marco secular, lo que se denomina «sagrado
secular». Las autoras están claramente familiarizadas con las tradiciones
religiosas que proporcionan gran parte del fundamento ético global de la
solidaridad, pero se esfuerzan por evitar todo lo que suene a teología. Existe
un amplio margen para explorar en el futuro la solidaridad desde dentro de las
distintas tradiciones como medio de ampliar los movimientos sociales.
La defensa del Papa Francisco de la
«fraternidad para todos» se basa en años de enseñanza social católica, en la
que la solidaridad es un principio fundamental. Del mismo modo, el llamamiento
del Corán a «una comunidad entre vosotros que pida lo que es bueno, exhorte a
lo que es correcto y prohíba lo que es malo» es un llamamiento tan poderoso
como el del rabino Arik Ascherman, que arriesga su cuerpo en defensa de los
olivicultores palestinos señalando que «no
hay nada como recibir una paliza juntos» para forjar lazos de la
solidaridad.
La narración del libro concluye con
Durkheim, cuya vida se vio trágicamente truncada por un corazón roto tras la
muerte de su hijo en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. En sus
últimos escritos, Durkheim abogó por centrarse en lo sagrado, enraizado en el
valor intrínseco de cada ser humano. Hunt-Hendrix y Taylor sostienen que lo
«sagrado secular» se cultiva mediante la acción colectiva. Al unirse, las
personas dan sentido a la lucha por la justicia económica y medioambiental.
Con capítulos centrados en los
derechos de los discapacitados, la doma del leviatán del Estado del bienestar y
el análisis del movimiento antiglobalización y los movimientos ecologistas
liderados por indígenas, el libro es un recorrido por la historia de los
movimientos sociales y las lecciones de la organización. Su exploración de la
posibilidad y la promesa de la solidaridad es un tónico vital para los días en
que el mundo se muestra sombrío y parece que las cosas nunca mejorarán.
Eóin Murray es Periodista, escribe en Open Democracy y Electronic
Intifada. Es coeditor de Defending Hope, un libro de ensayos de defensores
de los derechos humanos palestinos e israelíes.
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