Nos Disparan desde el Campanario La Nueva Geopolítica Corporativa. La guerra del estado profundo… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
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Tropezar no es malo, encariñarse con la piedra sí
(Alberto Sardiñas)
En un mundo definido por tensiones
comerciales y el ascenso de China como potencia económica, las corporaciones
estadounidenses y las instituciones gubernamentales han entrado en una lucha
interna sobre el futuro de la política comercial de Estados Unidos. La
presidencia de Donald Trump introdujo políticas arancelarias agresivas que
buscaban reducir la dependencia de China y fomentar la autosuficiencia
económica del país. Sin embargo, estas medidas pueden colisionar con los
intereses del llamado «estado profundo» estadounidense, un entramado de actores
clave en defensa, diplomacia y economía que tradicionalmente ha priorizado la
integración global y la estabilidad comercial que le ha redituado grandes
beneficios.
Esta disputa interna revela fracturas
profundas en la estrategia de política exterior de Estados Unidos. Poco puede
pesar las decisiones de un presidente, las políticas son más bien moldeadas por
intereses corporativos y burocráticos. Mientras algunas compañías respaldan las
políticas de Trump, otros las rechazan abiertamente debido a su impacto en los
mercados internacionales y en la competitividad estadounidense.
Desde su llegada al poder, Donald
Trump impulsó una agenda económica nacionalista basada en el eslogan «América
Primero». Las políticas arancelarias hacia China fueron el pilar de esta
estrategia, con el objetivo de repatriar empleos e industrias a Estados Unidos,
especialmente en regiones desindustrializadas. Reducir el déficit comercial con
China, al desincentivar las importaciones mediante tarifas y presionar a
Beijing para obtener concesiones en temas tecnológicos y comerciales.
Aunque estas medidas generaron
beneficios a corto plazo para sectores industriales tradicionales, como la
manufactura y el acero, también tuvieron consecuencias adversas. Por ejemplo,
los costos de productos importados aumentaron significativamente, afectando a
los consumidores estadounidenses, mientras que empresas tecnológicas como
Apple, Tesla e Intel, altamente dependientes de cadenas de suministro en China,
se encontraron atrapadas entre cumplir con las políticas de Washington o
mantener su acceso al mercado chino.
La nueva presidencia de Trump augura
nuevos corto circuitos, pero esta vez, es más claro que parte del poder real de
Estados Unidos están en disputa. Según Karthik Sankaran, investigador del
Quincy Institute for Responsible Statecraft, clasifica las corporaciones
estadounidenses según sus estrategias frente al mercado chino y las políticas
de Washington. Estas categorías reflejan las tensiones entre intereses
económicos y políticos, y recientemente han sido actualizadas para capturar la
complejidad de la situación actual. Las nuevas categorías incluyen:
Expansionistas pragmáticos: Corporaciones
que buscan maximizar beneficios manteniendo fuertes relaciones comerciales con
China. Ejemplos destacados son Tesla y Qualcomm. Tesla, por ejemplo, obtiene el
25% de sus ingresos (12.000 millones de dólares anuales) del mercado chino y
depende de componentes críticos como baterías.
Aislacionistas estratégicos: Empresas
alineadas con la narrativa de «América Primero», que buscan reducir la
dependencia de importaciones chinas y repatriar su producción a Estados Unidos.
Fabricantes de acero y automotrices como Ford lideran este grupo, apoyados por
subsidios estatales.
Diversificadores cautos: Compañías
tecnológicas como Intel, que obtienen un porcentaje significativo de ingresos
de China (26% en el caso de Intel, equivalente a 21.000 millones de dólares),
pero buscan reducir riesgos diversificando sus cadenas de suministro hacia
otros mercados como el sudeste asiático.
Mediadores financieros: Actores
como Wall Street y cadenas minoristas como Walmart, que priorizan la
estabilidad económica. Estas corporaciones presionan para evitar interrupciones
comerciales que puedan perjudicar tanto a la economía global como a los
consumidores estadounidenses.
La siguiente tabla resume la
dependencia de sectores clave estadounidenses del comercio con China y su
impacto en las disputas internas:
El «estado profundo» estadounidense, compuesto por actores clave en el Departamento de Defensa, el Departamento de Comercio, Wall Street y otras instituciones, ha desempeñado un papel crucial en oponerse a las políticas económicas de Trump y es posible que hagan nuevamente. Aunque este término suele asociarse con teorías conspirativas, en este contexto se refiere al conjunto de intereses corporativos y burocráticos que influyen en las decisiones de política exterior y económica de Estados Unidos.
Por ejemplo, Tesla y Qualcomm han
capitalizado su relación con China para expandir sus ingresos, por otro lado,
empresas como Lockheed Martin, con menos del 1% de sus ingresos provenientes de
este país, abogan por restricciones más severas para contener el ascenso
tecnológico de Beijing. Sin embargo, empresa del complejo bélico como Boeing sus
ingresosprovenientes deChina representan aproximadamente el 12% de sus ingresos
estimados en U$S 8 mil millones anuales. La dependencia de insumos de Boeing
también juega un papel determinante, obtiene piezas y componentes de
proveedores chinos, y tiene acuerdos de fabricación conjunta en el país. Estas
tensiones reflejan cómo la política exterior estadounidense sirve como
herramienta para beneficiar a ciertos sectores corporativos en detrimento de
otros.
Wall Street y las grandes
corporaciones, donde hay actores como Walmart, Apple y BlackRock han presionado
intensamente para suavizar las políticas arancelarias de Trump. Estas empresas
argumentan que las tarifas interrumpen las cadenas de suministro globales,
aumentan los costos de producción y reducen su competitividad internacional.
Por ejemplo, Apple obtiene el 19% de sus ingresos de China y depende en más del
90% de insumos chinos, lo que la hace especialmente vulnerable a cualquier
interrupción comercial.
El choque entre las políticas de
Trump y el «estado profundo» no solo es práctico, sino también ideológico.
Mientras Trump impulsó un aislacionismo económico basado en la autosuficiencia,
el «estado profundo» históricamente ha creado y favorecido la globalización
como herramienta para fortalecer la posición económica y militar de Estados
Unidos e incrementar sus beneficios. Esta discrepancia quedó evidente en las
divisiones dentro de las mismas instituciones gubernamentales y corporaciones,
que se han alineado en bandos opuestos.
La disputa entre Trump y el «estado
profundo» refleja tensiones fundamentales en la estrategia de política exterior
de Estados Unidos. Por un lado, las políticas arancelarias de Trump buscaron
proteger la economía nacional y reducir la dependencia de China. Por otro lado,
los actores del «estado profundo» y muchas corporaciones se oponen a estas
medidas, priorizando sus ganancias a la integración comercial.
En última instancia, esta lucha interna
no solo define el presente de la política económica estadounidense, sino que
también determinará su capacidad para competir en un mundo globalizado. Si bien
no hay soluciones simples, la habilidad de Estados Unidos para equilibrar la
seguridad económica nacional con la integración global será clave para su
posición como potencia económica en el siglo XXI.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y
editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista,
columnista radial, analista
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