Nos Disparan desde el Campanario La pedantería de Trump sobre ciertos temas esconde mucho más de lo que uno cree… por Alejandro Marcó del Pont

 



No es Trump idiota, es un proyecto… Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont

 

 

Los cuchillos están

a la caza del patrimonio 

 

El 20 de enero, con la asunción de Donald Trump al poder, se pondrá en marcha la recalibración de las prioridades de política exterior de Estados Unidos y la ejecución de objetivos estratégicos nacionales e internacionales más amplios. Esta transición no se trata de un liderazgo excéntrico ni de decisiones erráticas, sino de la ejecución de un proyecto político de largo alcance.

Para algunos defensores del realismo político, la llegada de Trump al poder es un cambio bienvenido, ya que prioriza una política exterior pragmática donde la máxima de «la paz a través de la fuerza» predomina sobre el moralismo ideológico. Sin embargo, para los internacionalistas liberales, la agenda del «Hagamos a Estados Unidos grande otra vez» genera temores legítimos de que las alianzas multilaterales, el comercio global y los compromisos climáticos sean relegados o directamente desmantelados.

En este contexto, emerge un plan clave que da forma al trumpismo como un fenómeno más amplio que la figura del expresidente: el Proyecto 2025, impulsado por la Heritage Foundation, uno de los think tanks más influyentes del movimiento conservador. Este proyecto es mucho más que un conjunto de recomendaciones políticas. Se trata de una hoja de ruta ambiciosa y radical para reconfigurar el gobierno federal de Estados Unidos bajo una agenda conservadora, nacionalista y desregulatoria.

Aunque no existen pruebas públicas de una conexión explícita entre el Proyecto 2025 y lo que algunos llaman el «Deep State», es evidente que grandes corporaciones y actores económicos estratégicos están alineados con esta agenda, promoviendo políticas que priorizan sus intereses financieros y económicos. Estas organizaciones operan tras bambalinas, influenciando las decisiones políticas a través de financiamiento de campañas, presión legislativa y difusión de ideas en los medios.

El Proyecto 2025 es un enfoque estructurado para rediseñar el gobierno federal estadounidense y garantizar que cualquier administración republicana entrante pueda implementar reformas rápidas y profundas desde el primer día en el poder. No es una simple transición de gobierno, sino un plan estratégico para transformar permanentemente la burocracia federal, asegurando que las instituciones del Estado funcionen como herramientas eficientes para la agenda conservadora.

Este plan se inspira en precedentes históricos, como las reformas implementadas por Ronald Reagan en los años 80, cuando se impulsó la desregulación de la economía y se promovieron los valores tradicionales. Sin embargo, el Proyecto 2025 va mucho más allá: amplifica esas reformas para enfrentar los desafíos contemporáneos y reconfigurar el papel de Estados Unidos en un mundo multipolar.

Los elementos fundamentales del Proyecto 2025 son: reorganización del gobierno federal reduciendo el tamaño del Estado y delegando competencias al sector privado, desregulación masiva, es decir, derogar regulaciones en sectores clave como medio ambiente, energía, educación y tecnología, bajo el argumento de fomentar la «libertad económica». Control ideológico a través de redes sociales, a las cuales ya adhirieron, X, Facebook, Instagram eliminando el sistema de verificación de datos. Reforma energética y climática, políticas sociales que trasformen la educación, entre otras. Frenar avances en temas como el aborto, la igualdad de género y los derechos LGBTQ+, regresando a un enfoque basado en «valores familiares tradicionales». En cuanto a la inmigración, endurecer las políticas fronterizas y reforzar la deportación de inmigrantes indocumentados, priorizando la construcción de infraestructura fronteriza, como el muro con México.

La política exterior promoverá una política exterior de «América Primero», enfocada en reducir la participación de Estados Unidos en conflictos internacionales, renegociar acuerdos comerciales y priorizar los intereses nacionales. Limitar los fondos destinados a alianzas multilaterales como la OTAN y los compromisos climáticos internacionales.

Para esto hay un Plan de transición gubernamental con un Manual operativo detallado con pasos prácticos para implementar estos cambios desde el primer día de una administración republicana, acelerando la sustitución de funcionarios clave en el gobierno federal. El manual no solo contempla los primeros días de gobierno sino también una estrategia sostenida para consolidar las reformas durante todo el mandato presidencial.

Este enfoque priorizaría una redefinición del papel de Estados Unidos en el mundo, basada en una combinación de pragmatismo económico, aislacionismo selectivo y un intento de reposicionar estratégicamente el poder estadounidense en regiones clave. Aun así, El Proyecto 2025 no sería posible sin el apoyo y financiamiento de corporaciones influyentes que buscan beneficiarse directamente de estas políticas. Estas empresas, que operan en sectores clave como la energía, la tecnología y las finanzas, son los grandes ganadores de este proyecto.

Entre los actores corporativos más relevantes se encuentran:

Koch Industries, una de las mayores corporaciones privadas del mundo, controlada por la familia Koch, que ha sido un pilar fundamental en la promoción de políticas de desregulación energética y ambiental.

ExxonMobil y Chevron, que se benefician de la eliminación de restricciones ambientales y la explotación de recursos en regiones estratégicas como el Ártico (Groenlandia) y Venezuela.

Rio Tinto y Freeport-McMoRan, empresas mineras interesadas en tierras raras y minerales estratégicos, especialmente en Groenlandia y Canadá, dos regiones ricas en estos recursos.

Amazon Web Services (AWS) y Microsoft, que controlan una gran parte de la infraestructura de almacenamiento de datos del gobierno estadounidense y se benefician de la digitalización y modernización de los sistemas estatales.

Además, think tanks como la Heritage Foundation, que lidera el Proyecto 2025, y otros organismos como la Federalist Society, juegan un papel clave en el diseño y promoción de estas políticas.

Uno de los aspectos más preocupantes del Proyecto 2025 es su impacto geoestratégico en regiones clave del mundo. Las políticas promovidas por esta agenda conservadora no solo buscan reforzar el poder económico y militar de Estados Unidos, sino también reposicionar estratégicamente su influencia en regiones con alta importancia geopolítica y económica.

Las cuatro regiones mencionadas en el plan —Groenlandia, Panamá, Canadá y Taiwán— tienen algo en común: el desafío de China como rival estratégico de Estados Unidos.

Groenlandia representa un interés geopolítico por sus vastos recursos minerales y su posición estratégica en el Ártico.

El Canal de Panamá sigue siendo un punto clave en el comercio global, y su control es fundamental para la seguridad marítima estadounidense.

Canadá, pese a ser un aliado tradicional, ha generado tensiones comerciales que se exacerbarían bajo una política proteccionista como la que propone el Proyecto 2025.

Taiwán, por su rol en la disputa de poder con China, es un eje clave de la política exterior estadounidense.

El Proyecto 2025 plantea una estrategia para consolidar la hegemonía estadounidense en estas regiones mediante alianzas selectivas, proteccionismo económico y un enfoque militarista, todo bajo una agenda nacionalista y conservadora.

Pensar que el fenómeno Trump es un accidente o producto de su personalidad excéntrica es un error de análisis. Lo que está en juego es un proyecto político y económico bien estructurado, que busca redefinir el papel de Estados Unidos en el mundo y consolidar el poder de ciertas élites económicas.

El Proyecto 2025 no es un simple manual de gobierno, es una hoja de ruta para una transformación radical y permanente de las instituciones estadounidenses. El verdadero poder detrás de este proyecto no radica en Trump como individuo, sino en las corporaciones, think tanks y actores económicos que lo impulsan. Beneficios Directos de Políticas Conservadoras del Proyecto 2025 son: desregulación ambiental y energética; reforma fiscal y reducción de impuestos corporativos; apoyo al desarrollo de combustibles fósiles; política comercial favorable; renegociaciones de acuerdos como el T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá) aseguran términos más favorables para exportaciones energéticas y productos manufacturados.

¿Realmente creen que esto es solo Trump?

 

De Taiwán al Ártico… Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont



 

La pedantería de Trump sobre ciertos temas

esconde mucho más de lo que uno cree

 

Siguiendo el análisis del artículo anterior, donde abordamos cómo el Proyecto 2025 constituye la hoja de ruta para las políticas de Donald Trump, retomamos el concepto de «Estado profundo». Este término hace referencia a una red de actores corporativos, militares, tecnológicos y políticos que moldean la política estadounidense, trascendiendo la alternancia partidista.

En este contexto, analizamos cómo estas élites —que incluyen corporaciones multinacionales, contratistas de defensa y sectores financieros— han impulsado una agenda común. Aunque las políticas del Proyecto 2025 y las de Trump pueden diferir en tono y estilo, ambas comparten una convergencia estratégica basada en los principios del reaganismo. Este enfoque busca reforzar la posición dominante de Estados Unidos en regiones clave del panorama global.

A pesar de que estas estrategias suelen presentarse como aislacionistas, en realidad responden a una lógica expansionista. Su objetivo principal es consolidar el control sobre recursos estratégicos, rutas comerciales y zonas de influencia militar. Para entender esto, resulta crucial analizar al menos tres de las cuatro regiones que ocupan un lugar central en esta visión geopolítica: Groenlandia, Canadá, Panamá y Taiwán.

 

Groenlandia: una pieza clave en el Ártico

 

Groenlandia, a pesar de su aparente inhóspita geografía —cubierta en un 80% por hielo y situada a más de 3.000 kilómetros de Washington—, tiene un lugar fundamental en la estrategia global de Estados Unidos. Su importancia radica en su ubicación estratégica, sus vastas reservas de recursos naturales (incluidas tierras raras e hidrocarburos) y su potencial en el contexto del transporte marítimo ártico.

Históricamente, Groenlandia ha sido un punto de interés para las grandes potencias, especialmente desde la Segunda Guerra Mundial. Actualmente, su posición geográfica la coloca en el cruce de dos posibles rutas marítimas árticas: el Paso del Noroeste y la Ruta Marítima Transpolar. A medida que el hielo en el Ártico se derrite, estas rutas podrían reducir significativamente los tiempos de navegación y evitar puntos de estrangulamiento tradicionales como el Canal de Suez.

Además, Groenlandia alberga la base militar estadounidense Pituffik, una instalación clave para la alerta temprana de misiles y la vigilancia espacial. Asimismo, forma parte de la llamada brecha GIUK (Groenlandia-Islandia-Reino Unido), una zona crucial para la defensa antisubmarina en el Atlántico Norte. Este papel militar convierte a Groenlandia en una piedra angular de la seguridad estadounidense frente a Rusia y otros competidores.

Desde el punto de vista político, el interés de Estados Unidos por Groenlandia no es nuevo. La metodología aplicada para que Groenlandia sea parte de los EE.UU. o una nación independiente es irrelevante  y no es un mero capricho, se basa en el marco histórico y legal establecido por el Acuerdo de Defensa de Groenlandia de 1951. Este acuerdo otorga a Estados Unidos la capacidad de influir significativamente y potencialmente controlar este territorio. La Ley de Autogobierno de Groenlandia de 2009 dio a los groenlandeses el derecho a declarar su independencia de Dinamarca. La mayoría de los groenlandeses apoyan una independencia futura, aunque la dependencia económica de los subsidios daneses complica este objetivo.  Dinamarca proporciona alrededor de 500 millones de dólares cada año a Groenlandia en subsidios. Un regalo para EE.UU. por donde se lo mire.

 



 

Panamá y la sombra de China

 

El Canal de Panamá, una de las rutas comerciales más importantes del mundo, ocupa un lugar prioritario en las estrategias de Estados Unidos. Aunque formalmente bajo el Tratado de Neutralidad, entre Panamá y Estados Unidos se garantiza la imparcialidad permanente del Canal con un acceso justo para todas las naciones y peajes no discriminatorios, la creciente influencia china en el área ha generado preocupaciones estratégicas en Washington.

Desde 2017, China ha aumentado su participación en proyectos de infraestructura en Panamá, como la adquisición del puerto de Colón y su vinculación al megaproyecto de la Ruta de la Seda. Estas inversiones han llevado a un mayor control chino sobre los accesos al canal. Si bien este control no supone un problema directo para la seguridad estadounidense, el contexto cambia cuando se considera el megapuerto de Chancay en Perú, desarrollado en cooperación con China, que representa una amenaza comercial y estratégica para la región.

Panamá se comprometió a garantizar que los peajes y los cargos relacionados con el tránsito sigan siendo “justos, razonables, equitativos y coherentes con el derecho internacional”.  El consentimiento de un trato preferencias en la fijación de tarifas considerando los intereses de los Estados Unidos, así como la neutralidad, son ejes centrales. El control económico de China en ambos lados del canal puede dar pie a al incumplimiento de cualquiera de estos compromisos.

El comercio entre EE.UU. y Panamá asciende a 12.500 millones de dólares anuales, lo que subraya la importancia del Canal como un activo económico y estratégico clave. Trump ha prometido tomar medidas drásticas, incluyendo una posible militarización del Canal, si Panamá no reduce los costos de los fletes estadounidenses o si considera que la influencia china pone en riesgo la neutralidad del paso.

Taiwán: el corazón del Indo-Pacífico

Taiwán ocupa una posición estratégica esencial en el Indo-Pacífico, una región que concentra más del 60% de la economía mundial y alrededor del 40% del comercio marítimo global. Su relevancia no solo radica en su ubicación geográfica, sino también en su papel como líder en la producción de semiconductores, componentes críticos para las industrias tecnológicas y militares de Estados Unidos y sus aliados.

Desde 1979, Estados Unidos ha mantenido su compromiso con Taiwán en virtud de la Ley de Relaciones con Taiwán , que obliga a Estados Unidos a proporcionar a Taiwán los medios para defenderse. Oficialmente, la política de “ambigüedad estratégica” de Washington respecto de su defensa de Taiwán en caso de un ataque de la República Popular China se debate con la política oficial “de una sola China”. Muchos creen que Estados Unidos debe reconsiderar la “ambigüedad estratégica” en favor de la “claridad estratégica”. El énfasis en armar a Taiwán en lugar de involucrar militarmente a Estados Unidos en la defensa de la isla es uno de los muchos desafíos que aguardan a la administración Trump.

La importancia de Taiwán se amplifica cuando se considera su ubicación como un punto de control en las principales rutas marítimas del Indo-Pacífico. La isla se encuentra cerca del Estrecho de Malaca, por donde transita gran parte del comercio energético hacia Asia Oriental, y su dominio representa un freno directo al expansionismo chino en el Mar de China Meridional. En este sentido, la política hacia Taiwán está intrínsecamente ligada a la rivalidad entre Estados Unidos y China por el control de esta región clave.

Además, la capacidad de Taiwán para resistir la presión de Beijing tiene implicaciones más amplias en el orden mundial. Una invasión exitosa por parte de China no solo desestabilizaría el Indo-Pacífico, sino que también debilitaría la credibilidad de Estados Unidos como garante de la seguridad internacional. Por esta razón, cualquier enfoque de Trump hacia Taiwán tendría como eje central el fortalecimiento de las defensas de la isla, priorizando la disuasión en lugar de la intervención directa.

Aunque Groenlandia, Panamá y Taiwán son regiones geográficamente distantes, comparten un denominador común: son piezas clave en el tablero estratégico global frente a China. Mientras que Groenlandia y Panamá aseguran el acceso a recursos estratégicos y rutas comerciales en el Atlántico y el Caribe, Taiwán representa la puerta de entrada al Indo-Pacífico. Juntas, estas regiones reflejan una lucha por el control de los flujos comerciales, las cadenas de suministro y las esferas de influencia militar en un mundo cada vez más multipolar.

 

 

 

 

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Fuente: El Tábano Economista

Links de origen:

https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/01/19/de-taiwan-al-artico/

https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/01/15/no-es-trump-idiota-es-un-proyecto/

 

*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista


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