La proyección de un nuevo eje de
poder hegemónico económico militar está exhibiendo sus primeros gestos. Nada novedoso si
nos atrevemos a revisar la historia de la humanidad. Sus estrategias presentan
similitudes comportamentales, lo que cambian son las herramientas y el impacto producto de los avances tecnológicos. En esta
ocasión, más allá del preponderante rol de Estados Unidos, quien encabeza este
nuevo eje es el poder global financiero y sus múltiples tentáculos el cual no
necesita de costosas invasiones por fuera de que algún foco bélico siempre será bienvenido en pos de motorizar el objetivo final. Sepultar definitivamente el
paradigma del estado de bienestar fue la primera fase de este nuevo proceso, el
cual tomó velocidad con la caída del socialismo real a fines de los ochenta. La
intensidad neoliberal contó con la ausencia de un contrapeso, no solo económico,
sino además ideológico y político, lo que posibilitó que el concepto reconstructor
estatal fuera perdiendo velozmente sus capacidades resolutivas y refutatorias.
Excepto algunas pocas naciones que aún conservan políticas desarrollistas
internas equilibradas y distribucionistas en donde el rol de los Estados sigue
siendo cardinal, en la mayoría de los países la política le ha cedido a la
economía las decisiones sobre su ordenamiento social legando en los gestores locales
del poder financiero tanto el desarrollo como la posesión y la distribución de
las riquezas. De manera que una vez cooptadas las naciones el resto lo hicieron
las asociaciones de intereses que emergieron tras la globalización en donde los
cárteles multinacionales lograron pisar las necesidades y urgencias de los
pueblos dándole a cada Nación un rol determinado, nos estamos refiriendo a la vieja división
internacional del trabajo capitalista, proceso forzado de asignación global en
tanto las funciones económicas estratégicas globales que debe cumplir cada país o región. Por caso
regiones económicamente activas y pasivas, industrialistas, de consumo de
bienes y servicios, financieras, militares y zonas ideales para desarrollar el
extractivismo de materias primas en todas sus variantes bajo el formato de comodities. De este modo cada país
tendrá su evolución socioeconómica en función de su rol cuyo valor estará
sujeto a un mercado que lejos está de ser humanitario. Desde luego que en
democracia son los pueblos los que deciden si aceptan o no dicha súper
estructura, pero es bueno saber y entender que para salvar “erratas populares”
que pongan en riego el sistema global los gestores multinacionales han logrado
cooptar instituciones republicanas, partidos políticos, el poder judicial, sindicatos,
medios de comunicación, cámaras empresariales de modo nada disruptivo tenga
posibilidades de presentarse como anomalía posible y eficaz, y cuando esto
sucede el ataque es brutal, desde todos los flancos.
En la actualidad este nuevo eje está
por encima de las naciones, las cuales dejaron de ser soberanas, aunque ellas
oficien como cabeza de playa, el imperialismo del presente es fundamentalmente económico, no es
territorial, es financiero, domina por medio de los intereses multinacionales,
el proyecto, por el momento exitoso, de eliminar al estado va de la mano con el
programa de eliminar a los países como identidad, su cultura, sus
contradicciones, apropiándose de sus riquezas.
Fuente de la Gráfica:
https://www.newsweek.com.ar/politica/el-aluvion-de-la-ultraderecha/
*Gustavo Marcelo Sala. Editor
Para colaborar con Nos Disparan desde el Campanario:
Gustavo Marcelo Sala
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Los imperialismos siempre son económicos, lo que hacen es modernizar sus estrategias de acuerdo al clima de época y la evolución tecnológica, por eso ninguno, a lo largo de la historia, se deben analizar como igual a otro, tienen matices, auqnue el objetivo sea el mismo. El que se está gestando desde hace años se va profundizando. Es cierto no hay contrapeso político y esto es porque quienes deben hacerlo han sido convencidos que muchas de sus premisas sistémicas no son discutibles.
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