Fuente: Bloghemia
Link de origen:
https://www.bloghemia.com/2023/07/13-tesis-sobre-la-politica-de-hoy-por.html
"La situación del capitalismo
contemporáneo implica una especie de desconexión entre la globalización del
mercado y el carácter todavía mayoritariamente nacional del control policial y
militar de las poblaciones. En otras palabras, existe una brecha entre la
disposición económica de las cosas, que es global, y su necesaria protección
estatal, que sigue siendo nacional." Alain Badiou
Artículo del filósofo francés, Alain
Badiou publicado por primera vez en el semanario Le Nouvel Observateur el 2 de
septiembre del año 2022. La presente traducción fue realizada por la
revista Artilleria Inmanente.
Tesis 1. La coyuntura mundial es la de la
hegemonía territorial e ideológica del capitalismo liberal.
Comentario. La evidencia y banalidad de esta
tesis obvian la necesidad de cualquier comentario.
Tesis 2. Esta hegemonía no está en absoluto en
crisis, y menos aún en un coma anquilosado, sino en una secuencia de despliegue
particularmente intensa e innovadora.
Comentario. En relación con la globalización
capitalista, totalmente hegemónica en la actualidad, existen dos tesis tan
opuestas como falsas.
• La primera es la tesis conservadora: el
capitalismo, especialmente cuando se combina con la «democracia» parlamentaria,
es la forma definitiva de organización económica y social de la humanidad. Es,
de hecho, el fin de la Historia, como popularizó en su día el ensayista
Fukuyama.
• La segunda es la tesis izquierdista de que
el capitalismo ha entrado en su crisis final, o incluso que ya está muerto.
La primera tesis no es más que la repetición del
proceso ideológico iniciado a finales de la década de 1970 por los
intelectuales renegados de los «años rojos» (1965-1975), que consistió en
eliminar pura y simplemente la hipótesis comunista del campo de las
posibilidades. Permitió simplificar la propaganda dominante: ya no era
necesario ensalzar los méritos (dudosos) del capitalismo, sino limitarse a
sostener que los hechos (la URSS, Lenin, Stalin, Mao, China, los jemeres rojos,
los partidos comunistas occidentales, etc.) mostraban que no había nada más
posible, aparte de un «totalitarismo» criminal.
Frente a este veredicto de imposibilidad, la
única respuesta es restablecer, como balance y más allá de los experimentos
fragmentarios del siglo pasado, la hipótesis comunista, en su posibilidad, su
fuerza y su capacidad liberadora. Esto es lo que está ocurriendo y lo que
inevitablemente ocurrirá, y en este mismo texto intento hacer precisamente eso.
Las dos formas de la segunda tesis
—capitalismo exangüe o capitalismo muerto— se basan en la crisis financiera de
2008, los desórdenes monetarios inflacionistas provocados por la pandemia del
covid-19 y los innumerables episodios de corrupción, que salen a la luz cada
día. Concluyen o bien que el momento es revolucionario, que basta un fuerte
empujón para que el «sistema» se derrumbe (izquierdismo clásico), o incluso que
basta un paso al lado, un retiro, por ejemplo, al campo, y llevar ahí una vida
sobria y respetuosa con la naturaleza, para darnos cuenta de que podemos
entonces organizar «formas de vida» totalmente nuevas, con la máquina
capitalista destructiva girando en el vacío hacia su nada definitiva (budismo
ecológico).
Nada de esto tiene la menor relación con la
realidad.
En primer lugar, la crisis de 2008 fue una
crisis clásica de sobreproducción (se construyeron demasiadas casas en Estados
Unidos y se vendieron a crédito a personas insolventes), cuya propagación
permitió al capitalismo, tomándose todo el tiempo que le hizo falta, recuperar
el impulso, ordenado e incentivado por una fuerte concentración de capital, con
la eliminación de los débiles y el fortalecimiento de los fuertes, y, en una
ganancia importante, las «leyes sociales» que datan del final de la guerra
mundial fueron en gran parte eliminadas. Una vez completado este doloroso
ordenamiento, la «recuperación» ya está a la vista. En segundo lugar, la
extensión del dominio capitalista sobre vastos territorios, la diversificación
intensiva y extensiva del mercado mundial, está lejos de haberse completado.
Casi toda África, gran parte de América Latina, Europa del Este, la India:
todos ellos son lugares «en transición», ya sean zonas de saqueo o países «en
proceso de crecimiento», donde la implantación a gran escala del mercado puede
y debe seguir el ejemplo de Japón o China.
La verdad es que el capitalismo es corrupto en
su propia esencia. ¿Cómo podría evitar la corrupción generalizada una lógica
colectiva cuyas únicas normas son el «beneficio por encima de todo» y la
competencia universal de todos contra todos? Los «casos» de corrupción
reconocidos no son más que operaciones laterales, purgas locales
propagandísticas o el resultado de ajustes de cuentas entre camarillas rivales.
El capitalismo moderno, el capitalismo del
mercado mundial, que existe desde hace pocos siglos y es históricamente una
formación social reciente, acaba de empezar a conquistar el planeta, tras una
secuencia colonial (del siglo XVI al XX) en la que los territorios conquistados
estaban esclavizados al mercado limitado y proteccionista de un solo país. Hoy
en día, el saqueo está globalizado, al igual que el proletariado, que ahora
procede de todos los países del mundo.
Tesis 3. Sin embargo, hay tres contradicciones
activas en esta hegemonía.
1. La dimensión oligárquica extremadamente
desarrollada de la posesión del Capital deja cada vez menos espacio para la
integración de nuevos propietarios en esta oligarquía. De ahí la posibilidad de
una esclerosis autoritaria.
2. A la integración de los circuitos
financieros y comerciales en un mercado mundial único se opone el
mantenimiento, a nivel de policía de masas, de figuras nacionales que
inevitablemente entran en rivalidad. De ahí la posibilidad de una guerra
planetaria que haga surgir un Estado claramente hegemónico, incluso en el
mercado mundial.
3. Hoy existen dudas sobre si el Capital, en
su actual línea de desarrollo, puede valorizar la fuerza de trabajo de toda la
población mundial. De ahí el riesgo de que a escala mundial se genere una masa
de población totalmente desposeída y, por tanto, políticamente peligrosa.
Comentario.
1. Hemos llegado a un punto —y la
concentración continúa— en el que 264 personas poseen el equivalente de lo que
poseen otros tres mil millones. Aquí mismo, en Francia, el 10 % de la población
posee más del 50 % de la riqueza total. Se trata de concentraciones de
propiedad sin precedentes a escala mundial. Y están lejos de haber concluido.
Tienen un lado monstruoso, que obviamente no garantiza que vayan a durar para
siempre, pero que es inherente al desarrollo capitalista, e incluso es su
principal motor.
2. La hegemonía de Estados Unidos está cada
vez más en entredicho. China e India representan por sí solas el 40 % de la
mano de obra mundial. Esto indica una desindustrialización devastadora en
Occidente. De hecho, los trabajadores estadounidenses ya sólo representan el 7
% de la mano de obra total, y Europa aún menos. El resultado de estos
contrastes es que el orden mundial, todavía dominado por razones militares y
financieras por Estados Unidos, está viendo surgir rivales que quieren su parte
de soberanía sobre el mercado mundial. Ya han comenzado los enfrentamientos en
Oriente Medio, África y el Mar de China. Y continuarán. La guerra es el
horizonte de esta situación, como ha demostrado el siglo pasado, con dos
guerras mundiales e incesantes matanzas coloniales, y como confirma hoy la guerra
de Ucrania.
3. Hoy existen probablemente entre dos y tres
mil millones de personas que no son ni propietarios, ni campesinos sin tierra,
ni asalariados pertenecientes a una pequeña burguesía, ni obreros. Vagan por el
mundo buscando un lugar donde vivir y constituyen un proletariado nómada que,
si se politizara, se convertiría en una amenaza muy considerable para el orden
establecido.
Tesis 4. En los últimos diez años se han
producido numerosos y a veces vigorosos movimientos de revuelta contra uno u
otro aspecto de la hegemonía del capitalismo liberal. Pero también han sido
absorbidos sin plantear mayores problemas al capitalismo dominante.
Comentario. Estos movimientos han sido de
cuatro tipos.
1. Motines breves y localizados. Ha habido
motines salvajes en los suburbios de las grandes ciudades, por ejemplo en
Londres o París, generalmente tras el asesinato de jóvenes a manos de la
policía. Estos motines, o bien no han recibido el apoyo generalizado de una
opinión atemorizada y han sido reprimidos sin piedad, o bien han ido seguidos
de vastas movilizaciones «humanitarias», centradas en la violencia policial, en
gran medida despolitizadas en el sentido de que no se ha mencionado la
naturaleza exacta de esos abusos y el beneficio que la dominación burguesa
acaba obteniendo de ellos.
2. Levantamientos duraderos, pero sin creación
organizativa. Otros movimientos, sobre todo en el mundo árabe, han sido mucho
más amplios en términos sociales y han durado largas semanas. Han adoptado la
forma canónica de ocupaciones de plazas. Generalmente se han visto frenados por
la tentación de las elecciones. El caso más típico es el de Egipto: un movimiento
a gran escala, el éxito aparente de la consigna negativa unificadora «Mubarak
fuera» —Mubarak dejó el poder, incluso fue detenido—, la larga imposibilidad de
que la policía tomara la plaza, la unidad explícita de cristianos coptos y
musulmanes, la aparente neutralidad del ejército… Pero, por supuesto, en las
elecciones, fue el partido presente en las masas populares —y no muy presente
en el movimiento— el que ganó, a saber, los Hermanos Musulmanes. La parte más
activa del movimiento se opuso al nuevo gobierno, allanando el camino para que
el ejército interviniera y pusiera de nuevo en el poder a un general, El-Sisi.
Éste reprimió sin piedad a todas las oposiciones, primero a los Hermanos
Musulmanes, luego a los jóvenes revolucionarios, y restableció de hecho el
antiguo régimen, aunque en peor forma que antes. El carácter circular de este
episodio es particularmente sorprendente.
3. Movimientos que conducen a la creación de
una nueva fuerza política. En algunos casos, el movimiento ha podido crear las
condiciones para el surgimiento de una nueva fuerza política, distinta de las
acostumbradas al parlamentarismo. Así ocurrió en Grecia, donde los motines
fueron particularmente numerosos y violentos, con Syriza, y en España con
Podemos. Estas fuerzas se han disuelto a su vez en el consenso parlamentario.
En Grecia, el nuevo poder, con Tsipras, cedió sin oponer mucha resistencia a
las órdenes de la Comisión Europea y está devolviendo al país a la senda de la
austeridad sin fin. En España, Podemos también se empantanó en el juego de las
combinaciones, ya fueran mayoritarias o de oposición. De estas creaciones
organizativas no surgió ninguna política verdadera.
4. Movimientos de bastante duración, pero sin
efectos positivos notables. En algunos casos, aparte de algunos episodios
tácticos clásicos (como la «superación» de las manifestaciones clásicas por
parte de grupos equipados para enfrentarse a la policía durante unos minutos),
la ausencia de innovación política ha hecho que, a escala global, sea la figura
de la reacción conservadora la que se haya renovado. Es el caso, por ejemplo,
de Estados Unidos, donde el contraefecto dominante de «Occupy Wall Street» fue
la llegada de Trump al poder, o incluso de Francia, donde el saldo de «Nuit
debut» fue Macron. El mencionado Macron fue además, un poco más tarde, el único
objetivo del movimiento típicamente pequeñoburgués de los Chalecos Amarillos.
Como todos los movimientos de este tipo, cuyos dirigentes son todos francamente
hostiles a la muerte de la propiedad burguesa, y de hecho quieren un apoyo
estatal más fuerte para esta propiedad, el resultado sólo se refería al
formalismo estatal, y su único objetivo era el presidente Macron. El magnífico
resultado, digno de las bromas y trucos que el sistema parlamentario reserva a
sus clientes, fue finalmente… ¡la reelección de este Macron!
Tesis 5. La causa de esta impotencia es, en
los movimientos de la última década, la ausencia de política, o incluso la
hostilidad a la política, en diversas formas, y reconocible por una serie de
síntomas. Subyace a estos afectos negativos una sumisión constante, bajo el
engañoso nombre de «democracia», al ritual electoral.
Comentario. Observemos en particular, como
signos de una subjetividad política extremadamente débil:
1. Consignas unificadoras exclusivamente
negativas: «contra» esto o aquello, «fuera Mubarak», «abajo la oligarquía del 1
%», «rechacemos la ley laboral», «a nadie le gusta la policía», etc.
2. La ausencia de una temporalidad amplia:
tanto en lo que se refiere al conocimiento del pasado, prácticamente ausente de
los movimientos, salvo algunas caricaturas, y del que no se propone ningún
balance inventivo, como a la proyección hacia el porvenir, limitada a
consideraciones abstractas sobre la liberación o la emancipación.
3. Un léxico muy prestado del adversario. Se
trata principalmente de una categoría especialmente equívoca, como
«democracia», o del uso de la categoría «vida», «nuestras vidas», que no es más
que una manera ineficaz de invertir categorías existenciales en la acción
colectiva.
4. Culto ciego a la «novedad» y desprecio por
las verdades establecidas. Este punto se deriva directamente del culto
mercantil a la «novedad» de los productos, y de la convicción constante de que
estamos «empezando» algo que, en realidad, ya ha sucedido muchas veces. Al
mismo tiempo, impide sacar lecciones del pasado, comprender el mecanismo de las
repeticiones estructurales, y nos lleva a caer en «modernidades» facticias.
5. Una escala temporal absurda. Esta escala,
calcada del circuito marxista «dinero, mercancía, moneda», supone que problemas
como la propiedad privada y la concentración patológica de la
riqueza, que llevan milenios sin resolverse,
se abordarán o incluso se resolverán en unas pocas semanas de «movimiento». La
negativa a considerar que gran parte de la modernidad capitalista es
simplemente una versión moderna de la tripleta «Familia, Propiedad Privada,
Estado», establecida hace varios miles de años, ya en la «revolución»
neolítica. Y que por tanto la lógica comunista, en lo que se refiere a los
problemas centrales que la constituyen, se sitúa en la escala de los siglos.
6. Una relación débil con el Estado. De lo que
se trata aquí es de una subestimación constante de los recursos del Estado, en
comparación con los que están a disposición de tal o cual «movimiento», tanto
en términos de fuerza armada como de capacidad de corrupción. En particular, se
subestima la eficacia de la corrupción «democrática», cuyo símbolo es el
parlamentarismo electoral, así como el alcance de la dominación ideológica de
esta corrupción sobre la inmensa mayoría de la población.
7. Una combinación de medios dispares sin
ningún balance de su pasado lejano o próximo. No se han extraído conclusiones
que puedan popularizarse ampliamente de los métodos utilizados desde al menos
los «años rojos» (1965-1975), o incluso desde hace dos siglos, como las
ocupaciones de fábricas, las huelgas sindicales, las manifestaciones legales,
la formación de grupos cuyo objetivo es hacer posible el enfrentamiento local
con la policía, el asalto de edificios, el secuestro de los patrones en las
fábricas… Tampoco de sus simetrías estáticas: por ejemplo, en las plazas
invadidas por multitudes, las largas y repetitivas asambleas hiperdemocráticas,
en las que se convoca a todo el mundo, cualesquiera que sean sus ideas y
recursos idiomáticos, para hablar durante tres minutos, y en las que lo que
está en juego, en última instancia, es sólo prever la repetición de este
ejercicio.
Tesis 6: Debemos recordar las experiencias más
importantes del pasado reciente y reflexionar sobre sus fracasos.
Comentario. De los años rojos a hoy.
El comentario de la tesis 5 parece sin duda
muy polémico, incluso pesimista y deprimente, sobre todo para los jóvenes que
pueden legítimamente entusiasmarse, durante un tiempo, con todas las formas de
acción, que les pido que reexaminen críticamente. Estas críticas son
comprensibles si se recuerda que, personalmente, en Mayo del 68 y sus secuelas,
viví y participé con entusiasmo en cosas muy parecidas, y que pude seguirlas el
tiempo suficiente para medir sus debilidades. Así que tengo la sensación de que
los movimientos recientes se están agotando en repetir, bajo la bandera de lo
nuevo, episodios bien conocidos de lo que podríamos llamar la «derecha» del
movimiento de Mayo del 68, tanto si esa derecha procedía de la izquierda
clásica como de la ultraizquierda anarquista que, a su manera, ya hablaba de
«formas de vida», y a cuyos militantes llamábamos «anarcodeseantes».
De hecho, en el 68 hubo cuatro movimientos
distintos.
1. Una revuelta de jóvenes estudiantes.
2. Una revuelta de jóvenes obreros de las
fábricas.
3. Una huelga general sindical para controlar
las dos revueltas anteriores.
4. La aparición, a menudo bajo el nombre de
«maoísmo» —con numerosas organizaciones rivales— de una tentativa de nueva
política, cuyo principio era trazar una diagonal unificadora entre las dos
primeras revueltas dotándolas de una fuerza ideológica y combativa que parecía
capaz de garantizarles un verdadero futuro político. De hecho, esto duró al
menos diez años. El hecho de que no se estabilizara a escala histórica (cosa
que reconozco de buen grado) no debe significar que estemos repitiendo lo que ocurrió
entonces, sin saber siquiera que lo estamos repitiendo.
Recordemos que en las elecciones de junio de
1968 se impuso una mayoría tan reaccionaria que podría decirse que fue una
vuelta a la mayoría «azul horizonte» del final de la guerra de 1914-1918. El
resultado final de las elecciones de mayo/junio de 2017, con su aplastante
victoria de Macron, siervo identificado del gran capital globalizado, debería
hacernos reflexionar sobre qué hay de repetitivo en todo esto. Y tanto más
cuanto que el idéntico Macron ha sido reelegido en 2022…
Tesis 7. Una política interna de un movimiento
debe tener cinco características, relativas a las consignas, la estrategia, el
vocabulario, la existencia de un principio, y una visión táctica clarificada.
Comentario.
1. Las consignas principales deben ser
afirmativas, proponiendo una determinación positiva, y no quedarse en la queja
y la denuncia. Incluso a costa de una división interna en cuanto superamos la
unidad negativa.
2. Las consignas deben estar justificadas
estratégicamente. En otras palabras, deben basarse en el conocimiento de las
etapas previas del problema en la agenda del movimiento.
3. El léxico utilizado debe ser controlado y
coherente. Por ejemplo: «comunismo» es hoy incompatible con «democracia»;
«igualdad» es incompatible con «libertad»; cualquier uso positivo de un vocablo
relativo a la identidad, como «francés», o «comunidad internacional», o
«islamista» o «Europa», debe proscribirse, al igual que vocablos de carácter
psicológico como «deseo», «vida», «persona», así como cualquier vocablo con
disposiciones estatales establecidas, como «ciudadano», «votante», etc.
4. Un principio, lo que yo llamo una «Idea»,
debe confrontarse constantemente con la situación, en la medida en que conlleva
localmente una posibilidad sistémica no capitalista.
5. Es necesario citar aquí a Marx, definiendo
al militante singular en su modo de presencia en los movimientos: «Los
comunistas de todos los países apoyan todos los movimientos revolucionarios contra
el orden social y político existente. En todos estos movimientos, plantean la
cuestión de la propiedad, sea cual sea el grado de evolución al que haya
llegado, como la cuestión fundamental del movimiento».
6. Tácticamente, siempre es necesario acercar
lo más posible el movimiento a un cuerpo capaz de reunirse para discutir
eficazmente su propia perspectiva y las bases sobre las que ilumina y juzga la
situación.
El militante político, como dice Marx, forma
parte del movimiento general, no se separa de él. Pero sólo se distingue por su
capacidad de situar el movimiento en un punto de vista general, de prever a
partir de ahí cuál debe ser la etapa siguiente, y de no hacer concesiones sobre
estos dos puntos, bajo el pretexto de la unidad, a las concepciones
conservadoras que pueden perfectamente dominar, subjetivamente, incluso un
movimiento importante. La experiencia de las revoluciones demuestra que los
momentos políticos cruciales tienen lugar en la forma más próxima a la reunión,
es decir, el mitin, donde la decisión que debe tomarse es aclarada por
oradores, que también pueden enfrentarse entre sí.
Tesis 8. La política está cargada de una
duración específica del espíritu de los movimientos, que está a la altura de la
temporalidad de los Estados, y no un simple episodio negativo de su dominación.
Su definición general es que organiza, en los diferentes componentes del
pueblo, y a la mayor escala posible, una discusión en torno a las consignas que
deben ser tanto las de la propaganda permanente como las de los movimientos
venideros. La política proporciona el marco general de estas discusiones: es la
afirmación de que existen hoy dos vías para la organización general de la
humanidad, la vía capitalista y la vía comunista. La primera es simplemente la
forma contemporánea de lo que ha existido desde la revolución neolítica, hace
unos miles de años. La segunda propone una segunda revolución global,
sistémica, en el devenir de la humanidad. Propone una salida de la era
neolítica.
Comentario. En este sentido, la política
consiste en situar localmente, a través de vastos debates, la consigna que
cristaliza la existencia de estas dos vías en la situación. Como local, esta
consigna sólo puede provenir de la experiencia de las masas afectadas. Es ahí
donde la política aprende lo que puede hacer existir localmente la lucha
efectiva por la vía comunista, cualesquiera que sean los medios. Desde este
punto de vista, el resorte de la política no es inmediatamente la confrontación
antagónica, sino la investigación continua, sobre el terreno, de ideas,
consignas e iniciativas capaces de hacer vivir localmente la existencia de dos
vías, una de las cuales es la conservación de lo existente, la otra su
transformación completa según los principios igualitarios que cristalizará la
nueva consigna. El nombre de esta actividad es: «trabajo de masas». La esencia
de la política, fuera del movimiento, es el trabajo de masas.
Tesis 9. La política se hace con gente de
todas partes. No puede aceptar plegarse a las diversas formas de segregación
social organizadas por el capitalismo.
Comentario. Esto significa, sobre todo para
los jóvenes intelectuales, que siempre han desempeñado un papel crucial en el
nacimiento de las nuevas políticas, la necesidad de un trayecto continuo hacia
otras capas sociales, especialmente las más desposeídas, donde el impacto del
capitalismo es más devastador. En las condiciones actuales, hay que dar
prioridad, en nuestros países como en el resto del mundo, al vasto proletariado
nómada, que, como los campesinos de Auvernia o de Bretaña en el pasado, llega
en oleadas enteras, al precio de los peores riesgos, para intentar sobrevivir
como obrero aquí, puesto que allá ya no puede hacerlo como campesino sin
tierra. El método, en este caso como en todos los demás, es la investigación
paciente sobre el terreno: mercados, urbanizaciones, viviendas, fábricas, la
organización de reuniones, incluso muy pequeñas al principio, la fijación de
consignas, su difusión, la ampliación de la base del trabajo, la confrontación
con las distintas fuerzas conservadoras locales, etc. Es un trabajo fascinante,
en cuanto se sabe que la obstinación activa es la clave. Una etapa importante
consiste en organizar escuelas para difundir el conocimiento de la historia
global de la lucha entre las dos vías, sus éxitos y sus atolladeros actuales.
Lo que hicieron las organizaciones que
surgieron con este fin después de Mayo del 68 puede y debe hacerse de nuevo.
Hay que reconstituir la diagonal política que he mencionado, que hoy sigue
siendo una diagonal entre el movimiento juvenil, algunos intelectuales, y el
proletariado nómada. Ya estamos trabajando en ello, aquí y allá. Es la única
tarea propiamente política del momento. Lo que ha cambiado en Francia es la
desindustrialización de los suburbios de las grandes ciudades. Éste es también
el recurso obrero de la extrema derecha. Hay que combatirlo sobre el terreno,
explicando por qué y cómo se han sacrificado dos generaciones obreras en el
espacio de unos pocos años, e investigando simultáneamente, en la medida de lo
posible, el proceso opuesto, es decir, la industrialización de una violencia
extrema en Asia. El trabajo con los obreros del pasado y del presente es
inmediatamente internacional, incluso aquí. En este sentido, sería sumamente
interesante elaborar y difundir una revista de los obreros del mundo.
Tesis 10. Ya no existe hoy en día una
verdadera organización política. La tarea consiste, pues, en encontrar los
medios para reconstituirla.
Comentario. Una organización se encarga de
realizar encuestas, sintetizar el trabajo de masas y las consignas locales que
surgen de él, para inscribirlas en una perspectiva de conjunto, enriquecer los
movimientos y hacer que sus consecuencias sean duraderas. Una organización no
se juzga por su forma y sus procedimientos, como se juzga a un Estado, sino por
su capacidad controlable de hacer lo que se le ha encomendado. Aquí podemos
tomar prestada una frase de Mao: una organización es algo de lo que se puede
decir que «devuelve a las masas de forma precisa lo que ha recibido de ellas de
forma aún confusa».
Tesis 11. La forma Partido clásica está
condenada hoy porque se ha definido a sí misma, no por su capacidad de hacer lo
que dice la tesis 9, es decir, el trabajo de masas, sino por su pretensión de
«representar» a la clase obrera, o al proletariado.
Comentario. Hay que romper con la lógica de la
representación en todas sus formas. La organización política debe tener una
definición instrumental, no representativa. Además, «representación» significa
«identidad de lo que es representado». Pero las identidades deben ser excluidas
del campo político.
Tesis 12. Como acabamos de ver, la relación
con el Estado no es lo que define la política. En este sentido, la política
tiene lugar «a distancia» del Estado. Sin embargo, estratégicamente, el Estado
debe ser roto, porque es el guardián universal de la vía capitalista, en
particular porque es la policía del derecho a la propiedad privada de los
medios de producción y de intercambio. Como decían los revolucionarios chinos
durante la Revolución cultural, hay que «romper con el derecho burgués». En
consecuencia, la acción política en relación con el Estado es una mezcla de
distancia y negatividad. En realidad, el objetivo es que el Estado se vea
progresivamente rodeado de opiniones hostiles y de lugares políticos que le son
ajenos.
Comentario. El balance histórico de este
asunto es muy complejo. Por ejemplo, la Revolución rusa de 1917 combinó
ciertamente varias cosas: una hostilidad generalizada hacia el régimen zarista,
incluso en el campo a causa de la guerra; una preparación ideológica intensa y
de larga duración, sobre todo en las capas intelectuales; revueltas obreras que
dieron lugar a verdaderas organizaciones de masas, llamadas soviets;
sublevaciones de soldados; y la existencia, gracias a los bolcheviques, de una
organización sólida y diversificada, capaz de celebrar reuniones con oradores
de primera fila por su convicción y talento didáctico. Todo ello tuvo lugar en
insurrecciones victoriosas y en una terrible guerra civil que finalmente ganó
el campo revolucionario, a pesar de una masiva intervención extranjera. La
revolución china siguió un curso completamente diferente: una larga marcha por
el campo, la formación de asambleas populares, un verdadero ejército rojo, la
ocupación duradera de una zona remota del norte del país, donde se pudo ensayar
la reforma agraria y productiva, al mismo tiempo que se consolidaba el
ejército, durando todo el proceso unos treinta años. Además, en lugar del
terror estalinista de la década de 1930, China fue testigo de un levantamiento
masivo de estudiantes y obreros contra la aristocracia del Partido Comunista.
Este movimiento sin precedentes, llamado Revolución Cultural Proletaria, es
para nosotros el último ejemplo de una política de confrontación directa con
las figuras del poder del Estado. Nada de esto puede trasladarse a nuestra
situación. Pero una lección atraviesa toda esta aventura: el Estado, sea cual
sea la forma que adopte, nunca puede representar ni definir la política de
emancipación.
La dialéctica completa de toda verdadera
política consta de cuatro términos:
1. La idea estratégica de la lucha entre las
dos vías, la comunista y la capitalista. Esto es lo que Mao llamaba la
«preparación ideológica de la opinión», sin la cual, decía, la política
revolucionaria es imposible.
2. La difusión local de esta idea o principio
por parte de la organización, en forma de trabajo de masas. La circulación
descentralizada de todo lo que surge de este trabajo en forma de consignas y
experiencias prácticas victoriosas.
3. Los movimientos populares, en forma de
acontecimientos históricos, en cuyo seno la organización política trabaja tanto
por su unidad negativa como por el perfeccionamiento de su determinación
afirmativa.
4. El Estado, cuyo poder hay que romper, por
confrontación o cerco, si es el de los agentes de poder del capitalismo. Y si
procede de la vía comunista, debe marchitarse, si es necesario por los medios
revolucionarios esbozados, en fatal desorden, por la Revolución Cultural china.
Inventar sobre el terreno la disposición
contemporánea de estos cuatro términos es el problema, a la vez práctico y
teórico, de nuestra coyuntura.
Tesis 13. La situación del capitalismo
contemporáneo implica una especie de desconexión entre la globalización del
mercado y el carácter todavía mayoritariamente nacional del control policial y
militar de las poblaciones. En otras palabras, existe una brecha entre la
disposición económica de las cosas, que es global, y su necesaria protección
estatal, que sigue siendo nacional. El segundo aspecto resucita las rivalidades
imperialistas bajo nuevas formas. A pesar de este cambio de forma, el riesgo de
guerra aumenta. De hecho, la guerra ya está presente en grandes partes del
mundo. La política venidera tendrá también la tarea, si puede, de impedir el
estallido de una guerra total, que esta vez podría poner en juego la existencia
de la humanidad. También podríamos decir que la elección histórica es: o la
humanidad rompe con el neolítico contemporáneo que es el capitalismo y abre su
fase comunista a escala mundial; o permanece en su fase neolítica, y correrá un
gran riesgo de perecer en una guerra atómica.
Comentario. Por un lado, las grandes potencias
intentan hoy contribuir a la estabilidad de los asuntos a escala mundial, en
particular combatiendo el proteccionismo, pero por otro libran también una
sutil batalla por la hegemonía. El resultado es el fin de las prácticas
directamente coloniales, como las de Francia o Inglaterra en el siglo XIX, es
decir, la ocupación militar y administrativa de países enteros. Propongo llamar
a esta nueva práctica zonificación: en zonas enteras (Irak, Siria, Libia,
Afganistán, Nigeria, Malí, África Central, Congo, etc.), los Estados son
socavados y aniquilados, y la zona se convierte en una zona de saqueo, abierta
a las bandas armadas y a todos los depredadores capitalistas del planeta. O
bien, el Estado está formado por hombres de negocios vinculados por mil lazos a
las grandes empresas del mercado mundial. Las rivalidades se entrecruzan en
vastos territorios, con relaciones de fuerza en constante cambio. En estas
condiciones, bastaría un incidente militar incontrolado para llevarnos al borde
de la guerra. Los bloques ya se han formado: Estados Unidos y su camarilla
«occidental-japonesa» por un lado, China y Rusia por otro, armas nucleares por
doquier. Sólo podemos recordar la sentencia de Lenin: «O la revolución evitará
la guerra, o la guerra provocará la revolución».
Así es como podríamos definir la máxima
ambición del trabajo político por venir: que, por primera vez en la Historia,
sea la primera hipótesis —que la revolución evitará la guerra— la que se
realice, y no la segunda —que la guerra provocará la revolución—. Fue esta
segunda hipótesis la que se materializó en Rusia en el contexto de la Primera
Guerra Mundial, y en China en el contexto de la Segunda. Pero, ¡a qué precio!
¡Y con qué consecuencias a largo plazo!
Esperemos y actuemos. Cualquiera, en cualquier
lugar, puede empezar a hacer política verdadera, tal como se define en este
texto. Y hablar con otros sobre lo que han hecho. Así es como empieza todo.
Comentarios
Publicar un comentario