Nos Disparan desde el Campanario En el presente el individuo libre es degradado a órgano sexual del capital… por Byung-Chul Han
Fuente: Bloghemia
Link de origen:
https://www.bloghemia.com/2025/01/byung-chul-han-el-neoliberalismo-es-un.html
Byung-Chul Han analiza la
paradoja de la libertad neoliberal: cómo la supuesta libertad individual se
transforma en autoexplotación y nuevas formas de sometimiento en la sociedad
actual.
La libertad ha sido un episodio. «Episodio» significa «entreacto». La sensación de libertad se ubica en el tránsito de una forma de vida a otra, hasta que finalmente se muestra como una forma de coacción. Así, a la liberación sigue una nueva sumisión. Este es el destino del sujeto, que literalmente significa «estar sometido».
Hoy creemos que no somos un sujeto sometido, sino un proyecto libre que constantemente se replantea y se reinventa. Este tránsito del sujeto al proyecto va acompañado de la sensación de libertad. Pues bien, el propio proyecto se muestra como una figura de coacción, incluso como una forma eficiente de subjetivación y de sometimiento. El yo como proyecto, que cree haberse liberado de las coacciones externas y de las coerciones ajenas, se somete a coacciones internas y a coerciones propias en forma de una coacción al rendimiento y la optimización.
Vivimos una fase histórica especial
en la que la libertad misma da lugar a coacciones. La libertad del poder hacer
genera incluso más coacciones que el disciplinario deber. El deber tiene un
límite. El poder hacer, por el contrario, no tiene ninguno. Es por ello por lo
que la coacción que proviene del poder hacer es ilimitada. Nos encontramos, por
tanto, en una situación paradójica. La libertad es la contrafigura de la
coacción. La libertad, que ha de ser lo contrario de la coacción, genera
coacciones. Enfermedades como la depresión y el síndrome de burnout son la
expresión de una crisis profunda de la libertad. Son un signo patológico de que
hoy la libertad se convierte, por diferentes vías, en coacción.
El sujeto del rendimiento, que se
pretende libre, es en realidad un esclavo. Es un esclavo absoluto, en la medida
en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria. No tiene
frente a sí un amo que lo obligue a trabajar. El sujeto del rendimiento
absolutiza la mera vida y trabaja. La mera vida y el trabajo son las caras de
la misma moneda. La salud representa el ideal de la mera vida. Al esclavo
neoliberal le es extraña la soberanía, incluso la libertad del amo que, según
la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, no trabaja y únicamente goza. Esta
soberanía del amo consiste en que se eleva sobre la propia vida e incluso
acepta la muerte. Este exceso, esta forma de vida y de goce, le es extraño al
esclavo trabajador preocupado por la mera vida. Frente a la presunción de
Hegel, el trabajo no lo hace libre. Sigue siendo un esclavo. El esclavo de
Hegel obliga también al amo a trabajar. La dialéctica del amo y el esclavo
conduce a la totalización del trabajo.
El sujeto neoliberal como empresario
de sí mismo no es capaz de establecer con los otros relaciones que sean libres
de cualquier finalidad. Entre empresarios no surge una amistad sin fin alguno.
Sin embargo, ser libre significa estar entre amigos. «Libertad» y «amigo»
tienen en el indoeuropeo la misma raíz. La libertad es, fundamentalmente, una
palabra relacional. Uno se siente libre solo en una relación lograda, en una
coexistencia satisfactoria. El aislamiento total al que nos conduce el régimen
liberal no nos hace realmente libres. En este sentido, hoy se plantea la
cuestión de si no deberíamos redefinir, reinventar la libertad para escapar a
la fatal dialéctica que la convierte en coacción.
El neoliberalismo es un sistema muy
eficiente, incluso inteligente, para explotar la libertad. Se explota todo
aquello que pertenece a prácticas y formas de libertad, como la emoción, el
juego y la comunicación. No es eficiente explotar a alguien contra su voluntad.
En la explotación ajena, el producto final es nimio. Solo la explotación de la
libertad genera el mayor rendimiento.
Curiosamente, también Marx define la
libertad como una relación lograda con el otro:
“Solamente dentro de la comunidad con
otros todo individuo tiene los medios necesarios para desarrollar sus dotes en
todos los sentidos; solamente dentro de la comunidad es posible, por tanto, la
libertad personal”
En consecuencia, ser libre no
significa otra cosa que realizarse mutuamente. La libertad es un sinónimo de
libertad lograda.
La libertad individual representa
para Marx una astucia, una trampa del capital. La «libre competencia», que
descansa en la idea de la libertad individual, es solo «la relación del capital
consigo mismo como otro capital, vale decir, el comportamiento real del capital
en cuanto capital». El capital realiza su reproducción relacionándose
consigo mismo como otro capital por medio de la competencia. El capital copula
con el otro de sí mismo por mediación de la libertad individual. Mientras se
compite libremente, el capital aumenta. La libertad individual es una
esclavitud en la medida en que el capital la acapara para su propia
proliferación. Así, para reproducirse, el capital explota la libertad del
individuo: «En la libre competencia no se pone como libres a los individuos,
sino que se pone como libre al capital».
Por mediación de la libertad
individual se realiza la libertad del capital. De este modo, el individuo libre
es degradado a órgano sexual del capital. La libertad individual confiere al
capital una subjetividad «automática» que lo impulsa a la reproducción
activa. Así, el capital «pare» continuamente «crías vivientes». La libertad
individual, que hoy adopta una forma excesiva, no es en último término otra
cosa que el exceso del capital.
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