Fuente: Bloghemia
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https://www.bloghemia.com/2024/12/odio-el-ano-nuevo-por-antonio-gramsci.html
El Capodanno (Año Nuevo) de 1916 estuvo marcado por la entrada de Italia
en la Primera Guerra Mundial, una carnicería como nunca antes había visto la
humanidad entre naciones imperialistas por la dominación mundial. En este
contexto, el "Odio el Año Nuevo" es una diatriba contra esta
festividad, pero, sobre todo, es una manifestación del odio hacia el conformismo
de las ideas y de la vida reglamentada por el capitalismo y su ideología.
Cada mañana, cuando me despierto otra vez bajo el manto del cielo, siento que
es para mí año nuevo. De ahí que odie esos año-nuevos de fecha fija que
convierten la vida y el espíritu humano en un asunto comercial con sus consumos
y su balance y previsión de gastos e ingresos de la vieja y nueva gestión.
Estos balances hacen perder el
sentido de continuidad de la vida y del espíritu. Se acaba creyendo que de
verdad entre un año y otro hay una solución de continuidad y que empieza una
nueva historia, y se hacen buenos propósitos y se lamentan los despropósitos,
etc., etc. Es un mal propio de las fechas. Dicen que la cronología es la
osamenta de la historia; puede ser. Pero también conviene reconocer que son
cuatro o cinco las fechas fundamentales, que toda persona tiene bien presente
en su cerebro, que han representado malas pasadas. También están los
año-nuevos. El año nuevo de la historia romana, o el de la Edad Media, o el de
la Edad Moderna. Y se han vuelto tan presentes que a veces nos sorprendemos a
nosotros mismos pensando que la vida en Italia empezó en el año 752, y que 1192
y 1490 son como unas montañas que la humanidad superó de repente para
encontrarse en un nuevo mundo, para entrar en una nueva vida.
Así la fecha se convierte en una
molestia, un parapeto que impide ver que la historia sigue desarrollándose
siguiendo una misma línea fundamental, sin bruscas paradas, como cuando en el
cinematógrafo se rompe la película y se da un intervalo de luz cegadora.
Por eso odio el año nuevo. Quiero que
cada mañana sea para mi año nuevo. Cada día quiero echar cuentas conmigo mismo,
y renovarme cada día. Ningún día previamente establecido para el descanso. Las
paradas las escojo yo mismo, cuando me siente borracho de vida intensa y quiera
sumergirme en la animalidad para regresar con más vigor.
Ningún disfraz espiritual. Cada hora
de mi vida quisiera que fuera nueva, aunque ligada a las pasadas. Ningún día de
jolgorio en verso obligado, colectivo, a compartir con extraños que no me
interesan. Porque han festejado los nombres de nuestros abuelos, etc.,
¿deberíamos también nosotros querer festejar? Todo esto da náuseas.
Espero el socialismo también por esta
razón. Porque arrojará al estercolero todas estas fechas que ya no tienen
ninguna resonancia en nuestro espíritu, y si el socialismo crea nuevas fechas,
al menos serán las nuestras y no aquellas que debemos aceptar sin beneficio de
inventario de nuestros necios antepasados.
Turín, 1º de enero de 1916.
* Tomado del Libro “Bajo la Mole - Fragmentos de
Civilización”, de Antonio Gramsci. Editorial Sequitur, Págs. 9-10.
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