Nos Disparan desde el Campanario La democracia no tiene anticuerpos… por Gustavo Marcelo Sala

 

 

 

La democracia es una herramienta, una metodología que pueden o no utilizar las sociedades para establecer su ordenamiento político. Más que un sistema de gobierno al cual se lo ha idealizado como valor, se trata de una propuesta apreciable a la hora de resolver controversias. Temo que se le pide demasiado y en consecuencia se la hace responsable tanto de nuestros continuos fracasos como de nuestros efímeros éxitos, y cuando me refiero a esto lo hago a escala global, no solo bajo una visión nacional.

La democracia no posee anticuerpos naturales ni sistemas de autopreservación puesto que no es su función determinar políticas ni tomar decisiones sino que simplemente establece un mapa de ruta ciudadana para que las comunidades escojan los senderos más deseados de acuerdo a su real saber y entender. Demandar que los tenga sería como requerirle a un reglamento que responda por los desaguisados que cometen los actores que ejecutan erróneamente ese reglamento, o establecer quejas ante un instructivo porque nuestro electrodoméstico no funciona. En este caso a quien deberemos dirigir nuestras críticas es al comercio que nos vendió el aparato o al fabricante, pero no al texto.

Como afirma Habermas la democracia no puede sobrevivir sin un espacio público de diversidad y debate, arribando a acuerdos basados en razones, no en intereses o emociones pasajeras, ni mucho menos en ediciones convenientes, basando su tesis en la participación activa de los ciudadanos, pues el hecho limitado de votar por un menú predictivo se ha transformado en un mero acto que ha empobrecido la democracia. 

Este espacio nació hace década y media bajo el paradigma: “la diversidad enriquece”. Y dicha premisa está claramente exhibida ya que dentro de sus casi cinco millares de notas desfilaron y siguen circulando pensadores y expresiones de toda ideología, desde luego que nos somos neutrales, pero sería una pésima decisión intelectual privarnos de bucear por los mares de las ideas escogiendo solamente aquellas aguas cálidas y tranquilas que acarician nuestros cuerpos.

La resultante de este ensayo que venimos experimentando durante este tiempo nos da la pauta que la propuesta democrática como herramienta de ordenamiento político, so color de modernizarla, ha sido bastardeada de tal modo que de ella ha quedado apenas un resumen plagado de citas al margen que han lastimado seriamente su significado y significante, han limitado su esencia, restringiendo esa enriquecedora diversidad que nos haría pensar lo pensado no solo para saber si nuestros aciertos son tales, sino además, y aquí lo más importante, si esos aciertos no son en realidad errores u horrores encubiertos.

La tan declamada, funcional y muy bien publicitada grieta ha nacido y se ha profundizado gracias a la ausencia de diversidad e irrespeto por los matices, las democracias globales están divididas en dos segmentos a los cuales más temprano que tarde habrá que suscribir por imposición de la malversación de la herramienta. Las sociedades de las llamadas democracias modernas no eligen, en el mejor de los casos optan, en la mayoría de las oportunidades desechan, es decir, “malmenorizan” sus decisiones colectivas. Los matices que tienen el liberalismo o el socialismo son apartados del debate, al igual que el concepto Estado. De esta manera los deseados acuerdos son forzados por una suerte de relato predictivo divisor de aguas por intereses determinados que deliberadamente mimetizan las pulsiones que el mundo de las ideas propone sabiamente. A mi entender, lo que resulta sumamente peligroso, es que las instituciones democráticas de las repúblicas se alinean a esa lógica abortando los matices, incluso sus existencias, no contemplando las diversidades, amaneciendo operativamente varios elementos que devastan la propia esencia de la democracia, debilitándola. La judicialización de la política es acaso el factor más destructivo, pues solo basta que el poder judicial sea cooptado o se afilie voluntariamente a una de las vertientes para que los motores de la pluralidad no puedan ni siquiera arrancar.

La herramienta democracia no tiene los anticuerpos naturales pues no deja de ser una propuesta teórica, la práctica está en manos de los instrumentistas los cuales en lugar de fortalecer esa propuesta cuya génesis fue el respeto por la diversidad y las gamas lo que hacen es gestionar a favor de extirparla.

Si a esto le agregamos los colegios electorales, los balotajes, los sistemas parlamentaristas, las monarquías constitucionales, podemos constatar que el poder real se reserva para sí la tendencia hacia la uniformidad, cosa que resulta tangible, y esto no hace más que frenar todo tipo de diversidad instaurando subrepticiamente una suerte de encaje ideológico que nunca ponga en tela de juicio el orden establecido.  

 

 

Gráfica: Tribulaciones de la clase ociosa

Lectura Recomendada: https://tribulaciones.es/judicializacion-de-la-politica/

 

 

 

*Gustavo Marcelo Sala. Editor

 

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Gustavo Marcelo Sala

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