La democracia es
una herramienta, una metodología que pueden o no utilizar las sociedades para
establecer su ordenamiento político. Más que un sistema de gobierno al cual se
lo ha idealizado como valor, se trata de una propuesta apreciable a la hora de
resolver controversias. Temo que se le pide demasiado y en consecuencia se la
hace responsable tanto de nuestros continuos fracasos como de nuestros efímeros
éxitos, y cuando me refiero a esto lo hago a escala global, no solo bajo una
visión nacional.
La democracia no
posee anticuerpos naturales ni sistemas de autopreservación puesto que no es su
función determinar políticas ni tomar decisiones sino que simplemente establece
un mapa de ruta ciudadana para que las comunidades escojan los senderos más
deseados de acuerdo a su real saber y entender. Demandar que los tenga sería
como requerirle a un reglamento que responda por los desaguisados que cometen
los actores que ejecutan erróneamente ese reglamento, o establecer quejas ante un
instructivo porque nuestro electrodoméstico no funciona. En este caso a quien
deberemos dirigir nuestras críticas es al comercio que nos vendió el aparato o
al fabricante, pero no al texto.
Como afirma Habermas la democracia no puede sobrevivir sin un espacio público de diversidad y debate, arribando a acuerdos basados en razones, no en intereses o emociones pasajeras, ni mucho menos en ediciones convenientes, basando su tesis en la participación activa de los ciudadanos, pues el hecho limitado de votar por un menú predictivo se ha transformado en un mero acto que ha empobrecido la democracia.
Este espacio
nació hace década y media bajo el paradigma: “la diversidad enriquece”. Y dicha
premisa está claramente exhibida ya que dentro de sus casi cinco millares de
notas desfilaron y siguen circulando pensadores y expresiones de toda ideología,
desde luego que nos somos neutrales, pero sería una pésima decisión intelectual
privarnos de bucear por los mares de las ideas escogiendo solamente aquellas
aguas cálidas y tranquilas que acarician nuestros cuerpos.
La resultante de
este ensayo que venimos experimentando durante este tiempo nos da la pauta que
la propuesta democrática como herramienta de ordenamiento político, so color de
modernizarla, ha sido bastardeada de tal modo que de ella ha quedado apenas un resumen
plagado de citas al margen que han lastimado seriamente su significado y significante,
han limitado su esencia, restringiendo esa enriquecedora diversidad que nos
haría pensar lo pensado no solo para saber si nuestros aciertos son tales, sino
además, y aquí lo más importante, si esos aciertos no son en realidad errores u
horrores encubiertos.
La tan declamada,
funcional y muy bien publicitada grieta ha nacido y se ha profundizado gracias
a la ausencia de diversidad e irrespeto por los matices, las democracias
globales están divididas en dos segmentos a los cuales más temprano que tarde
habrá que suscribir por imposición de la malversación de la herramienta. Las
sociedades de las llamadas democracias modernas no eligen, en el mejor de los
casos optan, en la mayoría de las oportunidades desechan, es decir, “malmenorizan”
sus decisiones colectivas. Los matices que tienen el liberalismo o el
socialismo son apartados del debate, al igual que el concepto Estado. De esta
manera los deseados acuerdos son forzados por una suerte de relato predictivo
divisor de aguas por intereses determinados que deliberadamente mimetizan las
pulsiones que el mundo de las ideas propone sabiamente. A mi entender, lo que
resulta sumamente peligroso, es que las instituciones democráticas de las repúblicas
se alinean a esa lógica abortando los matices, incluso sus existencias, no
contemplando las diversidades, amaneciendo operativamente varios elementos que devastan
la propia esencia de la democracia, debilitándola. La judicialización de la
política es acaso el factor más destructivo, pues solo basta que el poder judicial
sea cooptado o se afilie voluntariamente a una de las vertientes para que los
motores de la pluralidad no puedan ni siquiera arrancar.
La herramienta democracia
no tiene los anticuerpos naturales pues no deja de ser una propuesta teórica,
la práctica está en manos de los instrumentistas los cuales en lugar de fortalecer
esa propuesta cuya génesis fue el respeto por la diversidad y las gamas lo que
hacen es gestionar a favor de extirparla.
Si a esto le
agregamos los colegios electorales, los balotajes, los sistemas
parlamentaristas, las monarquías constitucionales, podemos constatar que el
poder real se reserva para sí la tendencia hacia la uniformidad, cosa que
resulta tangible, y esto no hace más que frenar todo tipo de diversidad instaurando
subrepticiamente una suerte de encaje ideológico que nunca ponga en tela de
juicio el orden establecido.
Gráfica: Tribulaciones de la clase
ociosa
Lectura Recomendada: https://tribulaciones.es/judicializacion-de-la-politica/
*Gustavo Marcelo Sala. Editor
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Gustavo Marcelo Sala
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