Nos Disparan desde el Campanario Europa. Navegando por la niebla. Colapso… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
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https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2024/12/22/navegando-por-la-niebla/
Las políticas europeas
son un grillete a la sensatez
Las economías de Estados Unidos y
Europa se enfrentan a múltiples crisis interconectadas, que abarcan desde
decadencia económica, desigualdad social hasta problemas de legitimidad
política. Aunque estas dificultades a menudo se perciben como problemas
indirectos o coyunturales son, en realidad, el resultado de décadas de
decisiones políticas y económicas erróneas: desde las «reformas neoliberales»
hasta las «guerras interminables». Este panorama ha debilitado el poder
político, militar y económico de ambas regiones, cuya influencia global ha
dominado durante siglos, pero que ahora se tambalea.
Europa, que alguna vez lideró el
desarrollo industrial y tecnológico global, enfrenta un grave retroceso en su
capacidad innovadora. Según datos recientes, solo cuatro de las 50 principales
empresas tecnológicas del mundo son europeas. En el sector automotriz, Europa,
que fue sinónimo de tecnología avanzada, no tiene un solo vehículo eléctrico entre los 15 más vendidos a nivel
global. Estas señales evidencian cómo el continente ha quedado rezagado en la
carrera tecnológica frente a potencias como Estados Unidos y China.
Christine Lagarde, presidenta del
Banco Central Europeo (BCE), ha reconocido este problema al afirmar que “Europa
ya no está a la vanguardia del progreso”. Sin embargo, Lagarde y otros líderes,
como Mario Draghi y Ursula von der Leyen, han sido responsables directos de las
políticas que han llevado al continente a esta situación: austeridad fiscal,
déficits de inversión y una débil apuesta por la innovación.
El resultado es que Europa podría
estar en camino a convertirse en un “museo al aire libre”, bello pero
decadente, plagado de deudas y destinado a atraer turistas estadounidenses y
chinos. Además, las tensiones económicas internas se agravan por la presión
externa. Por ejemplo, el próximo retorno de Trump a la Casa Blanca podría traer
nuevos aranceles sobre productos europeos y mayores exigencias para que los
países de la OTAN aumenten su gasto militar. Esto colocaría aún más presión
sobre las finanzas públicas, ya debilitadas por la guerra en Ucrania y la
crisis energética.
Desafortunadamente, Trump es sólo un
síntoma de problemas mucho más profundos para EE.UU. y para Europa. Trump
no es el verdadero problema, en definitiva, lo único que está haciendo con sus
persistentes amenazas arancelarias y su grandilocuencia es develar el
tambaleante modelo económico europeo y americano. Si Europa tuviera una base
económica más sólida y fuera más competitiva con Estados Unidos, Trump tendría
poca influencia en el continente.
Por otro lado, el relato de que los
demócratas representan una alternativa radicalmente diferente tampoco se
sostiene. La mayoría de los aranceles implementados durante la administración
Trump se mantuvieron, e incluso se consolidaron, bajo el gobierno de Biden.
Durante el mandato de Trump, estos aranceles generaron 89.000 millones de
dólares en ingresos, mientras que bajo Biden la cifra aumentó a 144.200
millones. Esto demuestra que tanto demócratas como republicanos han adoptado
estrategias proteccionistas como una respuesta a la pérdida de competitividad
global.
Uno de los mayores desafíos
económicos de Estados Unidos es su bajo nivel de inversión neta. Entre 2007 y
2022, la inversión bruta de capital fijo representó el 20.5% del PIB, pero al
descontar la depreciación del capital fijo (16.1%), la inversión neta efectiva
se redujo al 4.4%.
Para comprender esta diferencia es
necesario analizar el papel fundamental de la inversión en el desarrollo
económico. El ahorro y la creación de capital son procesos complementarios: los
individuos, las empresas y los gobiernos ahorran una parte de sus ingresos para
financiar proyectos productivos que generen más bienes y servicios. En el caso
de Estados Unidos, la baja tasa de ahorro limita la capacidad de invertir en
industrias estratégicas, lo que a su vez frena el crecimiento económico y la
competitividad global.
Tanto demócratas como republicanos
han adoptado medidas proteccionistas para enfrentar los desafíos económicos. Aunque
estas medidas pretenden proteger a las industrias estadounidenses, en realidad
reflejan la incapacidad estructural del país para competir en una economía
globalizada. La creación de nuevas industrias requiere inversiones masivas,
pero el bajo nivel de inversión neta de Estados Unidos dificulta este proceso.
En el período de mayor crecimiento económico del país, como muestra el cuadro,
fue durante el auge de la posguerra, la inversión fija neta representaba hasta
el 14.8% del PIB. Hoy, esta cifra es tres veces menor.
Por otro lado, el proteccionismo
tampoco logra contrarrestar el ascenso de China. Pekín sigue ampliando su
influencia global gracias a su capacidad para ofrecer productos tecnológicos de
alta calidad a precios competitivos. En este contexto, muchos países prefieren
comerciar con China en lugar de aceptar los elevados costos de los productos
estadounidenses.
El deterioro económico de Estados
Unidos y Europa plantea preguntas fundamentales sobre el futuro del orden
global. La falta de inversión en industrias estratégicas, combinada con una
creciente dependencia del proteccionismo, está debilitando su capacidad para
liderar en una economía cada vez más competitiva y globalizada.
Tanto el partido Demócrata como el
Republicano entendieron que montar una matriz proteccionista es la mejor opción
que tienen ante la incapacidad de competir y aunque Pekín sigue siendo el
principal objetivo de los aranceles, las relaciones transatlánticas no se han
librado de la guerra comercial.
II
El colapso silencioso de Europa
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https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2024/12/18/el-colapso-silencioso-de-europa/
La estabilidad democrática y la
prosperidad de Europa occidental siempre se han considerado de interés vital
para Estados Unidos. En ese sentido, la política estadounidense respecto a
Ucrania debe evaluar cuidadosamente cómo preservar los logros del orden de paz
instaurado en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. La supervivencia de ese
orden resulta esencial para garantizar la seguridad regional una vez finalizada
la guerra ucraniana.
Sin embargo, en 2024, el panorama
global sigue marcado por la violencia, con más de 56 conflictos armados, entre
los que destacan el israelí-palestino, la guerra ruso-ucraniana, así como
enfrentamientos en países como Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar,
Nigeria, Siria y el Congo, entre otros y contando. La falta de visibilidad
mediática de estas guerras afecta su desarrollo, disminuye la presión
internacional – inexistente – y ralentiza cualquier iniciativa para lograr alto
al fuego efectivos. Esto contrasta con la narrativa predominante de protección
de la paz mundial.
En el ámbito económico, la situación
no es más alentadora. Aunque compartimos un mismo planeta, las realidades
económicas son drásticamente distintas. Por ejemplo, desde los años sesenta, la
tasa promedio de crecimiento de la economía global ha disminuido de forma
constante. En el gráfico se muestra la esperanza de un modelo económico
«cincuenta y cincuenta» en la década de los setenta; sin embargo, a partir de
entonces, la tasa de crecimiento se redujo a menos del 50%.
La Unión Europea (UE), en particular,
enfrenta graves desafíos económicos. Desde 2008 hasta 2023, su tasa promedio de
crecimiento ha sido de apenas 0,9%, lo que evidencia una economía estancada. Las
proyecciones para 2024 son igualmente preocupantes: se espera que el
crecimiento global alcance 2,5%, pero en la UE sólo será del 1,1%, comparado
con 5,0% en China y el 6,0% en India. Esto refleja un claro cambio del poder
económico de Occidente hacia Oriente.
En un contexto de creciente
incertidumbre geopolítica, situación que no se ha aliviado, la evolución futura
de los precios de la energía sigue siendo motivo de preocupación para la
mayoría de las economías de la UE, en particular Alemania. Su PIB va camino de
caer por segundo año consecutivo. Las industrias con un uso intensivo de
energía, como la química y la metalúrgica, están en crisis. Campeones
nacionales como Volkswagen y ThyssenKrupp han anunciado recortes de empleo y cierres de fábricas sin
precedentes.
Las consecuencias de la guerra en
Ucrania han contribuido a desestabilizar la política europea y han profundizado
las crisis del neoliberalismo progresista. Aunque la intención inicial era
frenar el avance de las autocracias globales, nacionalistas y de derecha
en Europa. La polarización política ha dado lugar a coaliciones de gobierno
frágiles y conflictivas, como se observa en países como Alemania y
Francia, donde las soluciones moderadas parecen agotarse, dejando espacio solo
para alternativas extremas.
La llegada de Donald Trump a la
presidencia de Estados Unidos, y su enfoque, complicará el rediseño militar
europeo, las limitaciones fiscales y el débil crecimiento económico
impiden cumplir con los compromisos en materia de defensa. Los países europeos
enfrentan ahora una difícil disyuntiva: mantener el envío de armas y equipos a
Ucrania o priorizar el rearme interno para garantizar su defensa territorial.
La zona euro enfrenta
además problemas estructurales: falta de capacidad industrial, energética y de
competitividad en comparación con otras economías globales. Europa, que alguna
vez fue un pilar de la estabilidad económica, ahora parece un bosque lleno de
hojas secas, donde un simple descuido podría desatar un incendio devastador.
Un caso crítico es el eje franco
alemán, que atraviesa un período de inestabilidad política y fiscal sin
precedentes. El creciente gasto en Ucrania y las políticas de endeudamiento
podrían provocar un aumento peligroso de los rendimientos de los bonos del
gobierno francés, lo que afectaría a otros países de la zona euro,
como Italia, altamente endeudados. A diferencia de la crisis griega
de hace una década, una crisis en economías tan grandes como Francia o Italia
podría poner a la moneda única europea contra las cuerdas.
Aunque el Banco Central Europeo (BCE)
ha creado herramientas como el Instrumento de Protección de la Transmisión
(TPI) la matemática de la deuda sigue siendo implacable. Según
el Fondo Monetario Internacional, la deuda italiana
representó 137% del PIB en 2023, mientras que la deuda francesa alcanzó el 111%.
Ambas tienen un déficit del 7,2%y 5,5% del PIB, respectivamente,
y reflejan un panorama preocupante.
En el futuro inmediato, los gobiernos
europeos deberán destinar más recursos a defensa, cambio climático y en
envejecimiento de la población, lo que limitará aún más su margen fiscal. Si
Rusia derrota a Ucrania, el pánico podría impulsar un gasto militar desmedido,
con recortes severos en políticas de bienestar social.
Europa no podrá salir fácilmente de
su deuda. El FMI proyecta que la economía francesa crecerá
apenas 1,3% en los próximos seis años, mientras que Italia alcanzará
un escaso 0,6%. La situación podría deteriorarse aún más si la guerra
comercial entre Estados Unidos y Chinase intensifica, a lo que se suma el
regreso de Donald Trump a la presidencia.
Seguir ciegamente la estrategia de
Estados Unidos en Ucrania ha sido un grave error para Europa. Este conflicto no
solo ha costado estabilidad política y económica, sino que también pone en
peligro el futuro mismo de la región.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado
en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas
económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista
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