El término mitológico eucatástrofe fue acuñado literariamente por el escritor británico (nacido en la actual Sudáfrica en 1892) J.R.R Tolkien, muy reconocido como autor de las obras El Hobbit y El Señor de los Anillos.
Como filólogo y lingüista en él hace referencia a la hora de definir una catástrofe en medio de un destino extremadamente desalentador para el protagonista. Se refiere así a un giro inesperado en la historia el cual le garantiza al héroe la salvación ante la inminente tragedia. Bueno es aclarar que la industria cinematográfica, tristemente, y sin el talento de Tolkien, ha abusado de la eucatástrofe artística agregándole su impronta “imaginaria”, en muchos casos tan poco creativa como ridícula. La salvación in extremis en la actualidad se utiliza más como un recurso totalmente ajeno a la obra para forzar un supuesto final algo más aliviado.
Pues muy lejos de la
mitología y la ficción “Tolkieniana” estamos en medio de una catástrofe y nada
nos hace pensar que podamos salvarnos de ella. Sin héroes ni recursos solo nos
queda el arte como pasaporte hacia
la emancipación. La herramienta política que bregaba a favor de un gobierno del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo ha servido para que buena parte de ese
pueblo determine que otra buena parte sea exterminada so pretextos estigmatizadores
varios, y todo nos indica que hasta no finalizar con sus objetivos de máxima las
fuerzas que motorizan la catástrofe no cejarán en su devastador empeño.
Acaso nos quede como ilimitada tarea brindar testimonio
artístico de lo que ocurre, de manera que un azaroso paisaje eucatastrófico
pueda darle formato cultural y ciudadano, en un futuro no muy lejano, a ese
héroe colectivo inmune que la humanidad ha dejado apartado de sus paradigmas
debido a que las cosmogonías individualistas dominantes lograron con todo éxito moralizar, normatizar,
normalizar y naturalizar. No obstante para que pueda amanecer el
fenómeno eucatastrófico es necesario primero darse cuenta que estamos viviendo
una catástrofe, situación que solo es posible de entenderse en tanto se viva o
se tenga un alto grado de conciencia social, incluso la primera de las
mencionadas premisas necesita del auxilio y la intensidad de la segunda, pues
el sistema procatástrofe imperante ha demostrado sus poderosas dotes al momento
del simulacro, el disciplinamiento y la subsumisión.
Una tragedia histórica que merece nuestra atención comprende al catastrófico sitio y saqueo de la ciudad estado de Troya, ubicada en un emplazamiento costero al Mar Egeo de la actual Turquía, por parte de una alianza militar compuesta por los estados aqueos. Según el polímata Eratóstenes dicho asedio duró desde el año 1194 Ac hasta el 1184 Ac. Fue el arte de Homero, a través de su himno, el que nos acercó cuatro siglos después la posibilidad de saber sobre su existencia. Más allá de sus contenidos míticos y licencias poéticas, el aedo logró con su arte visibilizar un evento que sin su diligencia se hubiera extraviado.
Homero fue quien salvó con su artístico testimonio esta catástrofe
transformándola en eucatástrofe, dejando para la memoria de la humanidad la
mayor epopeya nunca escrita. El Kleos (la gloria), el Timê (honor), el Nostos
(renunciamiento personal aun sabiendo sobre el luctuoso devenir), la ira, el
destino, un relato desarrollado dentro de un contexto sangriento y vil,
destacando noblezas y dignidades aún bajo esas circunstancias. El texto forma
parte del fundamento de la pedagogía griega. Habida cuenta de los refutadores y
de las malas recopilaciones literarias y cinematográficas de la modernidad hoy
existen certezas inescrutables sobre la entidad del evento, por fuera de
sus imaginarios míticos, historia que no solo siguió motivando al arte sino
además a la ciencia, sobre todo a la arqueología. La ruinas de Troya son actualmente patrimonio de la humanidad y su significado historiográfico, gracias
al poema homérico, ha servido para entender la evolución de la civilización.
Es probable que si pulimos el concepto podemos
inferir que tan estremecedor relato histórico-artístico no le haya servido
mucho a la humanidad como aprendizaje debido a que centenares de veces se
reiteró dicho formato sin ningún tipo de moraleja que interceda ante la
ignominia; los genocidios, los sitios, las invasiones, los bloqueos, los
saqueos, el imperialismo, han sido moneda corriente so color de una supuesta
evolución más relacionada con el darwinismo que con la racionalidad, pero no es
menos cierto que Homero hizo lo único que creyó que podía hacer: contar la
historia. Luego es la humanidad la que determina qué es lo que hace con ese
legado.
Esta catástrofe vigente no comenzó ni hoy, ni
ayer, ni antes de ayer, es la catástrofe que porta naturalmente el ser humano y
que luego de miles de años no se da
cuenta que apunta a su propia extinción, acaso cercano a ella aparezca ese
héroe colectivo eucatastrófico, el de Tolkien, el que aparentemente solo los
artista puede ver.
*Gustavo
Marcelo Sala. Editor. Escritor
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