Nos Disparan desde el Campanario Refugio Libertad (Provincia de Córdoba) Una comunidad rural organizada… por Macarena Trigo

 


 

Fuente: Sitio Digital En El Margen

https://enelmargen.com/

Link de Origen:

https://enelmargen.com/2024/10/28/libertad-por-macarena-trigo/

 

Fotos, Macarena Trigo

Cuidado editorial, Helga Fernández

 

 

Escribo desde Refugio Libertad, a cincuenta y cinco kilómetros de Córdoba capital. Según explican en su web este predio “pertenecía al ex-Grupo 141 de Artillería del Ejército, dependiente de la Dirección de Fabricaciones Militares de la Fábrica Militar de Río Tercero del Ministerio de Defensa. El Plan de Desarrollo Humano Integral, impulsado por la UTEP (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular), apunta a la creación de Comunidades Rurales Organizadas (CRO) que favorezcan la descentralización urbana y la creación de espacios productivos comunitarios. El Refugio Libertad recupera y habita un espacio abandonado con una propuesta que abarca diversos ámbitos de formación, educación y cultura. Uno de los edificios se constituyó sede de la Región Centro de la Escuela Nacional de Organización Comunitaria y de la Economía Popular (ENOCEP), escuela de formación de la UTEP”.

 



Llegué hasta acá gracias a su área cultural donde Julieta Reyes, actriz, directora, dramaturga y gestora cultural, coordina las residencias artísticas. Vine a escribir. Eso me dije. Eso intento. Ahora, por ejemplo, trato de escribir esta nota. Una nota que nadie pidió pero que siento necesaria. La necesidad mueve, desplaza, determina, empuja. Escribir es urgente. Sucede tanto más de lo que llegamos a contar(nos). La vivencia cotidiana del shock y el impacto reiterado de las peores e inverosímiles noticias, opaca la expresividad. Qué se puede decir que signifique. El silencio gana terreno. No es un silencio cómplice de la violencia, sino una frecuencia alternativa que habilita la escucha como resistencia posible. Elijo creer eso mientras afuera el viento agita los árboles cordobeses.

Recorrer este lugar obliga a cuestionar a cada paso el inquietante presente. Pabellones que hace décadas recibían a jóvenes en el servicio militar obligatorio, donde también hubo un centro clandestino de detención durante la dictadura, conforman hoy un recorrido señalizado destinado a preservar la Memoria. Cabe destacar que dicha señalética fue financiada por la gestión del proyecto y no por el Estado.


Las redes sociales del Refugio comentan que “el pasado 18 de octubre recorrieron el lugar estudiantes becarios que integran la agrupación Alicia Eguren, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC. Fue en el marco del proyecto de extensión Museo Comunitario Refugio Libertad, que acompañan los docentes universitarios Carol Solís y Leandro Inchauspe y que tiene por objetivo fortalecer los recorridos acompañados en clave de pedagogía de la memoria. Con la beca, las y los estudiantes buscarán desarrollar un proceso para generar un guión museográfico que integre las múltiples aristas de este ex centro clandestino de detención y tortura reconvertido en clave de vida digna.

“Las historias del terrorismo de Estado, la represión a las luchas rurales y el resurgir de un modelo que propone comunidad rural organizada se entrelazarán en clave de pedagogía de una memoria que no es sólo pasado reciente, sino presente y sobre todo un futuro que merezca ser vivido”.

Me quedo ahí: un futuro que merezca ser vivido.

Qué enorme deseo, qué optimismo bárbaro en un contexto donde la existencia, para demasiados, se reduce a subsistir.



En Refugio Libertad hay una biblioteca, un salón de usos múltiples que, entre otras actividades, recibe un bachillerato de adultos. Hay un espacio donde dan clases de tela, una cocina, un aula para infancias, una placita con juegos y un mural con Maradona bendiciendo la osadía. Hay fibra óptica, bien indispensable en zonas rurales, que el equipo técnico habilitó en lo que fuera el tanque de agua y una suerte de torre de vigilancia. Qué prodigiosa burla a la funcionalidad, la de esa  arquitectura de control transformada en fuente de conexión.

No parece exagerado afirmar que acá hay esperanza. Especialmente si destacamos que el proyecto se encuentra desfinanciado y se mantiene con voluntarios, tracción a sangre y deseo, y algún salario social.

Pienso en las afiladas aristas de la palabra libertad y recuerdo aquel relato de Mario Benedetti que algún buen docente nos traficó en el secundario. “Beatriz, una palabra enorme”, donde una nena uruguaya reflexiona:


"Libertad quiere decir muchas cosas. Por ejemplo, si una no está presa, se dice que está en libertad. Pero mi papá está preso y sin embargo está en Libertad, porque así se llama la cárcel donde está hace ya muchos años. A eso el tío Rolando lo llama qué sarcasmo.”

El mismo sarcasmo de estos días, tío Rolando.

Quien escribe se presta a reconsiderar en este rato el pesimismo de su limitado y oscuro punto de vista y a conceder el beneficio de la duda a nuestra especie. Quien escribe decidió alejarse del discurso desinformativo de los medios después del resultado de las últimas elecciones argentinas. Tras casi un año de este experimento de negación, he podido constatar la enorme distancia que hay entre la narrativa oficial y nuestra humilde e ignorada vida. Existe un país donde imperan el caos y la ignorancia. Una violencia mayúscula ejercida por un Estado democrático despiadado. Una distorsión alucinatoria de los hechos. Ahí el padecimiento es inevitable y el espanto irreversible. El mal obra con excelencia en cada plano y los ciudadanos se inmolan. Existe un país del que todos quieren irse.

Pero también, sobre ese mismo territorio, hay una población civil que trabaja sin pausa. Incontables iniciativas sin visibilidad. No precisan redes sociales. Para qué, si lo que hacen acontece y triunfa en su entorno inmediato y no aspiran a ser replicados por alguien a miles de años luz. Existe un país donde todos eligen estar. Frente al ruido de fondo y el espanto político omnipresente, los pasos de quienes caminan en otra dirección.

Si llegué a este singular espacio cordobés se debe a que en los últimos años, a raíz de la pérdida de una sala teatral en CABA durante la pandemia, me convertí en una criatura sin rumbo. Itinerante. Durante el 2020 se habló mucho de la importancia de la federalización cultural. La pandemia renovó el impulso descentralizador. Alcanza con recorrer la provincia de Buenos Aires para apreciar cuánta gente volvió a sus pagos en la crisis pandémica y cuántos finalmente decidieron no regresar a una gran ciudad. Expulsados por la violencia económica y la crisis habitacional no son pocos los que dejaron de encontrar sentido al hacer por hacer, esa peligrosa vorágine que nos fagocita sólo para abandonarnos en la orilla sin apenas resto. No por evidentes las preguntas resultan sencillas de responder.

Dónde y cómo querés vivir.
Con quién querés trabajar.
Qué esperás de tu proyecto.
Qué necesitás.

All you need is less.

Jamás agitaré la bandera del nomadismo digital como solución mágica. Tampoco sabría idealizar la ruralidad. No aprendí nada de la tierra en este tiempo. Soy una orgullosa y encabronada bastarda del asfalto. Nadie escarmienta en cuerpo ajeno. Sólo me animo a recomendar el movimiento para contrastar nuestra miope perspectiva y contrarrestar el terror mediático.

Al chejoviano modo, Vershinin, en Tres hermanas:

“De todos modos, me parece saber muy bien lo más importante, lo esencial. Cómo me gustaría poder demostrarle que para nosotros la felicidad no existe, no debe existir ni existirá. Nosotros sólo debemos trabajar y trabajar, mientras que la felicidad está reservada a nuestros lejanos descendientes. Si yo no soy feliz, por lo menos lo serán los descendientes de mis descendientes.”

Con cuánta vigencia dialoga Anton con este presente donde la felicidad aún brilla por su ausencia, pero también, como entonces, hay una imperiosa necesidad de sembrar esperanza sin importar cuál sea nuestro rincón en este infierno.

Les comparto mi única certeza: la herida no es el territorio. Nos invitó a repetirlo como un mantra, en voz baja, en cada puesta de sol hasta que la vida sea vida.




Más info sobre Refugio Libertad: https://refugio.libre.org.ar/



Macarena Trigo: Poeta, actriz, directora de teatro. Licenciada en Teoría de la Literatura Comparada, Historia del Arte y Comunicación Audiovisual.

http://www.silaluna.com / @mactrigo

 

 


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