Nos Disparan desde el Campanario Herramientas para pensar y transformar el mundo actual… por Damián Pachón Soto
Fuente: FILOSOFÍA&CO
Link de Origen:
https://filco.es/antonio-gramsci-10-claves/
Antonio Gramsci es uno de esos filósofos que hoy están de vuelta, porque
su obra es una caja de herramientas que sirve para analizar la realidad
política actual, ofreciendo horizontes teórico-prácticos para transformarla.
Recogemos su pensamiento en diez claves esenciales.
La enseñanza de la filosofía exige un
trabajo serio con los textos: leerlos, releerlos, comentarlos, encontrar sus
contradicciones internas, evaluar la consistencia de los sistemas, su
coherencia… Exige, en fin, una labor rigurosa con las fuentes. De paso, en esa
labor exegética, el estudiante aprende el método de trabajo y se acostumbra a
practicar lo que el filósofo italiano Benedetto Croce llamó
«amor a la distinción penetrante»; o lo que es lo mismo, experticia en el
trabajo de taller con los conceptos, las categorías y el análisis filosófico.
Ahora, si bien estas prácticas son
necesarias en el ámbito académico universitario, la filosofía no se puede
reducir a la exégesis obsesiva de textos, al averroísmo o comentario de
grandes obras, al vampirismo y regurgitación de contenidos filosóficos en
salones, aulas o eventos filosóficos; a la repetición o a la defensa
o custodia del legado de algunas de las tumbas más ilustres de la historia del
pensamiento. No. La filosofía consiste en pensar el pensamiento, pero, ante
todo, en pensar la realidad. Es el mundo el que siempre ha dado que pensar. En
este sentido me interesa el pensamiento de Antonio Gramsci.
Jorge Luis Borges dijo:
«Los astros y los hombres vuelven cíclicamente». Este verso pone de
presente que nada se va para siempre, que hay cosas que permanecen ahí,
sepultadas, y que pueden revivir para actuar en la actualidad. El verso también
patenta que la tradición no es un mármol frio del pasado, sino que puede
actualizarse, o lo que es lo mismo, que existen «pasados proyectivos».
Antonio Gramsci es uno de esos
hombres que hoy está de vuelta. Así lo testimonian su presencia en la
política contemporánea actual, especialmente, en los progresismos, en los
debates en la filosofía política e, incluso, en las tácticas de la nueva
derecha que parece haber entendido mejor a Gramsci que la misma izquierda, pues
se ha tomado en serio el tema de la batalla cultural en los medios y los
artefactos culturales, al igual que la conquista del sentido común de la gente.
Pero ¿a qué se debe este renacer de
Antonio Gramsci? La respuesta es sencilla: porque su obra es una caja de
herramientas que sirve para analizar la realidad política actual. Y
no solo para analizarla, sino que también ofrece horizontes
teórico-prácticos para transformarla. Veamos algunos puntos clave que nos
permiten sustentar lo dicho.
1 La historia es un producto humano
El ser humano hace la historia, puede
cambiar la realidad en la que vive. Antonio Gramsci sostuvo: «La historia
como acaecimiento es pura actividad práctica», es decir, la voluntad
colectiva, común, produce transformaciones en el nivel económico y también
en el cultural, el intelectual y el moral.
Tener conciencia de la historia como
creación típicamente humana es un punto de partida fundamental para evitar la
indiferencia, la resignación, el conformismo y
la claudicación ante el presente, pues el porvenir siempre es
abierto. El materialismo histórico o, lo que es lo mismo, la filosofía de
la praxis, concibe al humano como protagonista de su propia historia. Es
una filosofía o concepción elaborada del mundo que, por medio de la acción
política, deviene historia viva. De esta manera se rechaza
el optimismo neoliberal del fin de la historia que paraliza el pensamiento y la
acción y que pretende inculcarnos la idea del fin del futuro.
2 Pensamiento materialista
El análisis debe partir de «lo que
hay», del mundo que se tiene, de la situación de la infraestructura con sus
relaciones de producción, situación económica, grupos de interés,
empresas, etc., sin caer en el determinismo económico, pues, en estricto
sentido, la disputa por la economía ya es una disputa política.
Antonio Gramsci planteaba: «Lo que
determina la acción política no es la estructura económica, sino la
interpretación que se dé de esta y de las llamadas leyes que rigen su
desarrollo. Estas leyes no tienen nada de común con las leyes naturales». El
sujeto no está determinado por su posición de clase, no es esta la que le
otorga la autoconciencia, pues el sujeto político no se constituye como
tal antes del conflicto político, sino justamente gracias a él.
Igualmente, «lo que hay» requiere pensar en las fuerzas políticas, sus
intereses, sus luchas, las tendencias hegemónicas, las ideologías, así como en
la correlación de las fuerzas militares y la geopolítica.
3 Antonio Gramsci y la batalla
cultural
La política consiste en una batalla
intelectual, cultural y moral que disputa el sentido común (opiniones,
creencias, supersticiones, prejuicios, valoraciones, certezas; en fin, la
concepción del mundo de la gente) de la sociedad. El sentido común es
generalmente conservador, contiene visiones retrógradas del mundo, es un
abecedario mental con el que nos movemos en la realidad, con el que la
interpretamos; el sentido común es misoneísta, pero puede contener un núcleo
crítico, un buen sentido que se manifiesta en nuestras prácticas, muchas veces
en contra del sentido común dominante.
Ahora, para Antonio Gramsci, la lucha
cultural consiste en una guerra de posiciones donde se va avanzando
en el terreno de la sociedad civil, conquistando lugares, derrumbando sus
fortificaciones, conquistando porciones de sentido, tomando
ideológicamente a la sociedad. Desde luego, como toda batalla, implica luchar
contra la cultura del adversario. Y en esa tarea el análisis de sus discursos
ideológicos, de su literatura, de su propaganda, de los contenidos de la radio,
de la televisión, del cine, de su teatro y hasta de sus fiestas etc., es
fundamental.
Hoy, básicamente, la sociedad es un
campo de batalla por la conquista de la atención y en la búsqueda del
consentimiento de las grandes más. Y en esa tarea llegar a las masas a través
de los artefactos culturales es clave e imperioso e implica un trabajo
permanente.
4 La superación del mundo actual y la
lucha por un nuevo sentido
En la lucha por conquistar el sentido
común se requiere partir de lo «que hay», criticarlo, elaborarlo y «superarlo»
en una visión nueva de sociedad (o nueva concepción del mundo) que se
debe difundir y consolidar por medio de la propaganda, la discusión, la
seducción, la persuasión, el trabajo cultural, etc.
Como ha dicho Boaventura de Sousa
Santos, «esa lucha tiene lugar en la educación formal y en la promoción de la
educación popular, en los medios de comunicación, en el apoyo a los medios
alternativos, en la investigación científica, en la transformación curricular
de las universidades, en las redes sociales, en la actividad cultural, en las
organizaciones y movimientos sociales, en la opinión pública y en la opinión
publicada. A través de ella se construyen nuevos sentidos y criterios de
evaluación de vida social y de la acción política».
Entonces, se trata de vencer, superar
el sentido común hegemónico, dominante, elevarlo al concepto,
esclarecerlo, y construir una nueva filosofía democrática que, con la mediación
de los intelectuales, pretenda convertirse en un nuevo sentido común que,
a la vez, se convierta en «norma de vida», que devenga acción práctica
cotidiana.
5 Hegemonía
Por superar el sentido común
hegemónico hay que dialogar con la cultura popular, extraer de ella sus puntos
críticos, emancipadores, positivos, que contribuyan a la pelea por la
conquista de la hegemonía. Pero debe tenerse en cuenta que destruir el sentido
común de la clase dirigente, oligárquica, señorial, aristocrática, corrupta,
etc., y cambiarlo por una concepción del mundo que defienda
lo común (tierra, agua, aire, conocimiento, intereses
colectivos) toma tiempo, y requiere trabajo con las «gentes sencillas».
Se trata de un humanismo plebeyo,
como dice la filósofa Luciana
Cadahia. Para lograrlo, es necesario el trabajo social, la
militancia, la educación popular, el trabajo en cultura política, pues las
ideas progresistas, novedosas, etc., no ganan la aprobación de la gente de un
momento a otro.
6 Nuevos valores
Sustituir una vieja concepción
del mundo, por ejemplo, la neoliberal, basada en el darwinismo social, el
exitismo, el egoísmo, la competencia, la destrucción de la naturaleza, la
mecanización de los procesos vitales en la sociedad del frenesí, etc.,
requiere deconstruirla y sustituirla por un
nuevo sentido común, que, por ejemplo, esté afincado y constituido
por otros valores y prácticas.
Se trata de una rebelión de los
instintos vitales contra la tanatopolítica que devasta y arruina nuestro
mundo. En esas luchas se puede recoger y aprender de la tradición, recoger
los sedimentos revolucionarios y los restos de libertad y dignidad aún no
realizados en la historia de las luchas emancipatorias, como pensaron algunos
miembros de la Escuela de
Frankfurt y en nuestro medio colombiano Orlando Fals Borda.
7 De la política a la sociedad civil
Lo anterior exige la política. El fin
de esta es crear una nueva hegemonía, materializarla, mantenerla y
reproducirla. Solo así se crea una nueva sociedad. La política es el arte
de seducir y convencer para que los nuevos intereses de un grupo o partido se
impongan en la mayoría de la sociedad y reciban el respaldo de la gente.
En eso consiste que una determinada
idea, visión del mundo o programa político se
torne hegemónico. La hegemonía es el paso de lo particular y de los
intereses económico-corporativos a una universalidad que recoge esos intereses
y los identifica con los de toda la sociedad, de tal manera que la mayoría los
asuma como propios. Por eso, no hay hegemonía sin universalización de posturas
emancipatorias.
Ahora, la contienda por el
poder y por ganar la dirección de la sociedad se da no solo a
nivel de la sociedad política (parlamentos, sistema electoral, poder
ejecutivo), sino especial y principalmente en el campo de la sociedad civil, es
decir, en las organizaciones políticas, sindicales, educativas, grupos
ambientales, movimientos pro LGBTI, grupos religiosos, movimientos culturales e
intelectuales, organizaciones u ONG en defensa de los derechos humanos. La
sociedad civil es, entonces, el campo de batalla ideológica por la obtención
del consentimiento y el consenso.
8 Los intelectuales
En la lucha antagónica por
la hegemonía es fundamental el papel de los intelectuales, de los
estratos más conscientes, en pleno contacto con la sociedad. Es así como se
puede elaborar, en la retroalimentación con los sectores subalternos, una
visión más coherente y sistemática de la realidad. Por eso, los intelectuales
son fundamentales en la construcción de la ideología, entendida no como
falsa conciencia, sino como un conjunto o sistema de ideas que encarnan una
visión específica de sociedad.
Esas ideologías tienen poder de
identificación y de movilización de afectos en pro de la construcción de
una nueva concepción del mundo. Aquí, la ideología es el cemento o pegante que
cohesiona a los grupos que representan las alternativas políticas. Sin
ideología no hay, entonces, hegemonía.
Y esta hegemonía presupone la
ideología, implica la creación de «un bloque social» no solo como sujeto
político, sino como una unidad intelectual y moral donde teoría y práctica
han convergido, donde se da esa unidad. Eso ocurre cuando la gente encarna una
concepción del mundo, lo vive y lo materializa en sus prácticas cotidianas.
9 Conflicto y antagonismo
La construcción de hegemonías es una
tarea permanente, pues esta nunca es absoluta, ni totalizante, de tal
manera que no clausura lo social, ni totaliza la realidad; mucho menos elimina
una de las características fundamentales de las sociedades actuales: el
conflicto y el antagonismo. Aquí no hay paraísos, ni fin de la historia,
solo un devenir conflictivo de lo social. El objetivo es construir un nuevo
orden donde haya un nuevo bloque dirigente, producto de una voluntad colectiva
nacional-popular que es, a la vez, una unidad intelectual y moral como nueva
forma de vida.
10 Ideas útiles
El pensamiento de Gramsci no es un
dogma, ni un catálogo de conceptos o recetas para el cambio social. No. Es
una caja de herramientas útiles donde es lo real-concreto; su análisis, el que
enriquece la teoría, y esta, a su vez, permite ampliar la comprensión de la
realidad favoreciendo la praxis colectiva.
Importante es resaltar el gran papel
que Gramsci le da a lo político sobre lo económico, su antideterminismo y
antieconomicismo, su crítica de la toma del poder, la reciprocidad
dialéctica entre estructura y superestructura, la relevancia de la cultura y el
trabajo cultural, el papel dado a la lucha, el conflicto y el antagonismo
social, la importancia de articular una visión de mundo con un nuevo lenguaje
político que conquiste a las grandes mayorías para así construir otro mundo
posible. Por estas razones Gramsci está de vuelta.
Gráfica Ilustrativa y Lectura
Recomendada:
El Proyecto ético-político
https://www.elviejotopo.com/topoexpress/el-proyecto-etico-politico-de-antonio-gramsci/
querids tengo para mi, q después de haber prohibido los escritos de marx, mientras los estudiaron muy bien y con ellos nos cobran la riqueza que generamos, cambiando el nombre de plusvalía por IVA, y q solo alfonsin, no quitó, pero rebajó un poco, a Gramsci tmb nos lo están aplicando a rajatabla desarrollando una implacable batalla cultural q ha hecho q los pobres elijan a sus opresores...
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